Apenas quedan posibilidades de que la Agenda 2030 se cumpla en la fecha prevista
En algunas partes del mundo la esperanza de vida está descendiendo
El planeta pone de vez en cuando las luces largas para ver dónde se encuentra, y deja en segundo plano el corto plazo. Para ello, generalmente se evalúan los llamados objetivos del desarrollo sostenible (el fin de la pobreza extrema, la reducción de las desigualdades acabando con la de género, el hambre cero, la energía no contaminante, el trabajo decente, el agua limpia…), que están fuera de la coyuntura ...
El planeta pone de vez en cuando las luces largas para ver dónde se encuentra, y deja en segundo plano el corto plazo. Para ello, generalmente se evalúan los llamados objetivos del desarrollo sostenible (el fin de la pobreza extrema, la reducción de las desigualdades acabando con la de género, el hambre cero, la energía no contaminante, el trabajo decente, el agua limpia…), que están fuera de la coyuntura y miden la situación. Son aquellos a los que los gobernantes de todo el mundo, en un alarde de buena conciencia, habían puesto una fecha —año 2030— para obtenerlos. En estos días se ha notado un cierto desfondamiento sobre su cumplimiento en la asamblea de las Naciones Unidas, a la que ni siquiera han asistido algunos de los mandatarios de las naciones más poderosas: varios de los objetivos están muy lejos de avanzar al ritmo previsto, otros han retrocedido, y otros más están aplicando políticas en sentido contrario al que sería preciso para llegar a su obtención.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definen una forma de entender el mundo que debe perdurar después del año 2030 porque la alternativa es el aislacionismo, la autocracia y el cortoplacismo que cobran fuerza en medio planeta. Lo ha escrito con atino Gonzalo Fanjul, experto en estos asuntos y estudioso de la Agenda 2030. Los contrarios de ésta, que cada vez son más ruidosos y están instalados en el populismo, los definen como “comunismo blando”, lo que no deja de causar perplejidad puesto que hasta hace pocos años se los calificaba de todo lo contrario: de buenismo.
La Agenda 2030 se ve hostigada por esos cambios geopolíticos que dan poder a sus enemigos de extrema derecha, y por el cansancio fiscal de los ciudadanos después de tantos años de déficit y deuda motivados por la inserción de paladas de dinero público en el sistema para luchar contra la colosal pandemia de la covid y el confinamiento, antes contra la Gran Recesión, y después por los esfuerzos que está suponiendo la guerra de Ucrania. La multicrisis produce contradicciones muy significativas entre lo más importante y lo más urgente.
Cuando se establecieron los ODS en el año 2015 (sustituían y complementaban a los objetivos de desarrollo del milenio) se acordó que se haría un informe cada cuatro ejercicios para evaluar su marcha y corregir las desviaciones evidentes. Este año (Tiempo de crisis, tiempo de cambio. Ciencias para acelerar las transformaciones hacia el desarrollo sostenible) ha tocado informe. Está escrito por un grupo de científicos encargados por el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, con el objeto de enderezar el maltrecho estado del planeta. En comparación con el anterior, de 2019, hay retrocesos preocupantes en áreas como en la de la pobreza extrema o el hambre cero, que parecía que ya solo tendrían un carril de recorrido y no otro de vuelta atrás. En algunas partes del planeta la esperanza de vida ha disminuido. Y como en la mayoría de informes privados y públicos, algunos de ellos estudiados también estos días en la asamblea general de la ONU, hay coincidencia en que la lucha contra la emergencia climática va a un ritmo muy lento para dar resultados no estériles (han sido muy comentadas las palabras de Guterres sobre el cambio climático: “Se han abierto las puertas del infierno”). Sin una corrección de rumbo urgente, la humanidad enfrentará periodos prolongados de crisis e incertidumbre, provocados por la pobreza, las desigualdades, las enfermedades, los conflictos y los desastres, dice el informe.
Uno de sus autores, Guillermo Lafortune (junto con economistas como Jeffrey Sachs), entiende que existe el riesgo de una década perdida del desarrollo sostenible ya que nada hace pensar que los próximos siete años de la Agenda 2030 vayan a ser más fáciles que los siete primeros. Que haya otras sendas diferentes para caminar hacia el verdadero progreso del planeta no lo discute nadie. El problema es encontrar, en este entorno, un nuevo consenso entre las naciones y ponerlo en práctica.
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