Hay esperanza
Tenemos la obligación de saber de qué lado están “los nuestros”, se hable de un chuletón o del asalto a un Ayuntamiento
Ese momento. Theresa May, primera ministra conservadora hasta 2019, se levanta de su escaño y se dirige a Boris Johnson, primer ministro conservador desde 2019, para preguntarle si no ha leído las normas sobre la pandemia, si no las ha entendido o si considera que en Downing Street no necesitan atenerse a ellas. El momento carece de elegancia. Las venganzas suelen ser feas. Pero refleja lo que para algunos, un servidor entre ellos, debe ser un Parlamento. Igual que reflejan una vida parlamentaria real l...
Ese momento. Theresa May, primera ministra conservadora hasta 2019, se levanta de su escaño y se dirige a Boris Johnson, primer ministro conservador desde 2019, para preguntarle si no ha leído las normas sobre la pandemia, si no las ha entendido o si considera que en Downing Street no necesitan atenerse a ellas. El momento carece de elegancia. Las venganzas suelen ser feas. Pero refleja lo que para algunos, un servidor entre ellos, debe ser un Parlamento. Igual que reflejan una vida parlamentaria real las desautorizaciones (y los apoyos) a Johnson de otros diputados de su partido.
Hablamos de la Cámara de los Comunes y del Reino Unido, un país cuya vida política, desde el referéndum del Brexit, sufre tanto como cualquier otro la polarización, el sectarismo y las trolas populistas. Pese a todo, los diputados británicos parecen recordar que son ellos quienes representan a los electores y que son ellos, en igual medida que el diputado primer ministro, quienes encarnan la soberanía popular.
Habrá quien, a la vista de la crisis política británica, compare el funcionamiento de la Cámara de los Comunes con el del Congreso de los Diputados español y extraiga conclusiones desfavorables para el segundo.
Cierto. En la Carrera de San Jerónimo no se admite la disidencia y resulta impensable una crítica abierta a Pedro Sánchez o a Pablo Casado desde sus propias filas. Hay que estar a muerte con el jefe, por bochornoso que nos parezca. Se vota lo que está mandado y basta. Y cuando el Gobierno cuela la mentecatez de la mascarilla obligatoria en la calle dentro de un decreto sobre actualización de pensiones, la bancada socialista bala un alegre “sí”.
El caso es que la sociedad entera parece sometida a la disciplina de partido. Desde los órganos más altos del poder judicial hasta los órganos más bajos de las corporaciones municipales, desde los medios de comunicación (antes llamados cuarto poder) hasta las asociaciones profesionales, aquí no hay quien se salga de la fila. Todos tenemos la obligación de saber de qué lado están “los nuestros” cuando se habla de un chuletón, o de una granja intensiva, o de un asalto a un Ayuntamiento.
Para mi desgracia, no he seguido con la atención necesaria los graves acontecimientos ocurridos en la ciudad de Benidorm. Carezco de la información necesaria sobre Chanel Terrero, Rigoberta Bandini y las Tanxugueiras. Lo siento. Pero percibo en esta polémica señales prometedoras.
Resumo: la sección de Comisiones Obreras de RTVE está en desacuerdo con la forma en que venció Chanel Terrero; la ministra Irene Montero (Podemos) prefería a Rigoberta Bandini; Pablo Casado (PP) preguntó que por qué Bandini y no las mujeres ganaderas; los portavoces de Más Madrid y ERC se decantaron también por Bandini; el presidente de la Xunta de Galicia (PP), la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, y la vicepresidenta Yolanda Díaz (PCE-Podemos) se alinearon en cambio con el grupo Tanxugueiras; Íñigo Errejón expresó públicamente su apoyo a Chanel Terrero.
No sé qué piensan ustedes, pero por primera vez, ante una cuestión de Estado (¿se escribirían editoriales sobre el asunto si no lo fuera?), los representantes políticos se han expresado de forma independiente.
Hay esperanza. Y disculpen la ironía.
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