Sen Senra, de una aldea gallega a llenar el Wizink: “Crecer en un lugar así te hace más reservado, más bruto”
El cantante ha pasado de grabar un disco en su casa con los cascos que venían en el Cola Cao a llenar el WiZink. Ahora acaba de sacar ‘PO2054AZ (Vol 1.)’, su álbum más ambicioso, con tres volúmenes y más de 40 canciones
“¿Tú qué prefieres, tío, dentro o fuera?”, pregunta Sen Senra, todo cortesía, ropa discreta y rostro amigable este viernes por la mañana, antes de entrar en una cafetería a pocos pasos de su estudio en el barrio madrileño de Carabanchel. Es a través de detalles como que haya respondido con otra pregunta a la pregunta de dónde quiere hacer esta entrevista como se manifiesta la personalidad amable, pero reservada, de este músico que está a punto de dejar de ser el mayor secreto a voces ...
“¿Tú qué prefieres, tío, dentro o fuera?”, pregunta Sen Senra, todo cortesía, ropa discreta y rostro amigable este viernes por la mañana, antes de entrar en una cafetería a pocos pasos de su estudio en el barrio madrileño de Carabanchel. Es a través de detalles como que haya respondido con otra pregunta a la pregunta de dónde quiere hacer esta entrevista como se manifiesta la personalidad amable, pero reservada, de este músico que está a punto de dejar de ser el mayor secreto a voces de la industria española. Senra acaba de lanzar PO2054AZ (Vol 1.), primera entrega de una obra ambiciosa —tres volúmenes y más de 40 canciones— que rompe con la tendencia atomizada de la música actual, más acostumbrada a una sucesión de singles que a los álbumes concepto. “Este es el pico más alto al que he llegado a nivel de composición, de conocimientos y de todo...”, afirma en un tono suave sobre el que olea su ineludible acento gallego.
Christian Senra (Vigo, 27 años) es ese chico de clase, guapo y sensible, que se podía ahorrar la fanfarronería testosterónica para ligar porque tocaba de muerte la guitarra. Hoy es una figura esencial del nuevo pop español, algo así como el músico urbano de las almas sensibles. Menos punk que Yung Beef o Cecilio G, y más melancólico y desconcertante que el reguetón habitual en el top 10 de Spotify: lo suyo es una suerte de trap sofisticado que fusiona lo urbano con cierto sonido anglosajón —por momentos Frank Ocean, por momentos James Blake— y toques de electrónica vanguardista, con un fondo que su entorno y sus fans están de acuerdo en calificar de “espiritual”. Senra tiene una misión: “Admiro a los talentos que se atreven, que no venden humo y que realmente quieren poner en el mapa algo único. Me inspira la gente que se mantiene fiel a su estilo”, afirma. El suyo está empezando a dar frutos: su pop rapeado-pero-sin-rapear con un inconfundible timbre agudo, acumula casi dos millones de oyentes al mes en Spotify y, hace un año, congregó a 8.000 personas en el WiZink Center de Madrid.
Senra pide un café con leche y un vaso de agua. Habla tranquilo. Deja las frases suspendidas en el aire, como esperando a que alguien las termine. “No quiero ser un cantante / Quiero ser algo mejor”, dice en el tema central de su nuevo disco. “Le pido la orden al chef / Y lo reparto en raciones / Poco y de calité / No somos glotones”, continúa la canción. El estribillo remata la idea: “Mucha sed, pues champaña / Mucha sed, pues champaña”. La idea de triunfo del gallego, pese a todo. “La alfombra es de Marrakech”, precisa en la canción, antes de citar el calzado tabi, popular entre los aficionados a la moda. “La ropa es algo divertido, asocio recuerdos a prendas, para mí tiene un punto romántico”, dice, pero él a lo que aspira es a convertirse en la respuesta de autor al sonido manufacturado y algorítmico que puebla las plataformas musicales: “Me gusta estrujarme la cabeza y pensar ideas. El concepto del álbum es lo que más me mola... hacer un trabajo de laboratorio y visualizar los tracks dentro de un imaginario concreto. No me gusta tomar descansos. Soy muy cabezota, siempre quiero aprender más”.
No quiero ser un cantante marca un punto de inflexión. El videoclip está dirigido por Torso —dúo de directores que ha trabajado con Kali Uchis, Nicki Minaj o Shakira— y retrata una rave en un campo de motocross y luces estroboscópicas. Un lenguaje cinematográfico ubicado en el entorno rural en el que creció Senra, una suerte de costumbrismo ultramoderno. “Es el imaginario completo de mi tierra. Sale la cantina, el monte al que vamos a ver atardecer y mucha de la gente que aparece son vecinos reales del pueblo”, explica el cantante. En ese lugar brumoso, San Miguel de Presqueiras, en Pontevedra, que no llega a los 300 habitantes, es donde Senra se siente más cómodo: “Crecer en un lugar así te hace más reservado y discreto, incluso un poco más bruto”.
La música de Sen Senra habría sido imposible hace solo 10 años. Todavía no se había popularizado el trap: ese sonido con base hip hop nacido a la sombra de la última crisis que, en su versión primigenia, incorporaba voces pasadas por el autotune y la filosofía punk del hazlo tú mismo. El primer disco de trap distribuido por una multinacional fue Los pobres, debut de los pioneros Pxxr Gvng. Corría 2015 y Yung Beef, el miembro más reconocible del grupo, se despachó sobre el asunto en una entrevista con la revista Rockdelux: “El disco en sí es una basura. Se la hemos colado a Sony, que son unos catetos y me comen la polla. Somos trap y eso significa que la major nos come la polla a dos manos”. Entretanto, el mix de sonidos latinos, urbanos e hispanos cristalizaba en una generación de solistas que no rehúyen ni a las multinacionales ni al estrellato. La lista es bien conocida: Rosalía, Tangana o, fuera de España, Bad Bunny.
De un tiempo a esta parte, el trap se ha fusionado definitivamente con el pop, incluso con su variante mínima, el pop de dormitorio que Senra, de alguna manera, también representa. Las etiquetas han saltado por los aires. Y las propias majors también han aprendido a localizar talento: Sen Senra forma parte del elenco de Sonido Muchacho, filial de Universal, uno de los tres sellos discográficos más grandes del mundo. Sobre el debate de la autenticidad, tan de moda en los últimos tiempos, dice: “El dilema siempre estuvo ahí y seguirá estando”. Para él la solución está en la autoría: “La propuesta tiene que venir de un lugar espiritualmente elevado, de un sitio de valor. Luego, quien lo reciba, que interprete lo que sea”. Tampoco cree que la nueva generación musical tenga un problema de cinismo. “Ahora todo llega de una forma más fácil, casi sin querer, es más intrusivo. No pienso que se haya perdido honestidad, pero la rapidez puede dar lugar a confusiones”. Su caso, no obstante, es menos general que particular. “Sen tiene una ambición que no se ve en los demás artistas. Desde el primer día en que lo conocí, estaba claro que todo lo que ha pasado tenía que pasar”, cuenta Luis Fernández, fundador de Sonido Muchacho y director creativo de Universal Music.
Senra, el menor de dos hermanos de una familia trabajadora de Vigo, era de pequeño un torbellino, o eso cuenta su hermana, Vanessa Dorrei: “Era un poco fedello, inquieto, pero a la vez introvertido”. Se le daban bien los deportes, especialmente el fútbol. Tenía ese perfil de diez ágil e imaginativo, experto en regatear. Su carácter reservado parecía ser el origen de toda su inspiración y su desparpajo en el terreno de juego. Ella lo ilustra con una anécdota: “Fuimos a verle jugar la final de un campeonato. Fueron a penaltis y, cuando le tocó tirar, en lugar de chutar con fuerza para asegurar, empezó a hacer un par de tonterías con el balón. Por suerte chutó y entró, porque no sé qué hubiera pasado si llega a fallar después de esa performance”.
La historia ya es casi famosa: la vida de Senra cambió a los 14 años cuando le regalaron su primera guitarra —”un poco chafalleira [chapucera]”, ríe—, que aprendió a tocar a base de vídeos en YouTube. Sin haber terminado el instituto, les dijo a sus padres que quería dejar de estudiar para dedicarse a la música y ellos lo apoyaron. Formó parte de varios grupos, dio sus primeros conciertos en garitos de Vigo y en 2015 publicó Permanent Vacation, su primer álbum, íntegramente en inglés y en el que él mismo tocaba todos los instrumentos; grabarlo le costó 100 euros. A los 20 años, se mudó a Madrid, alquiló un piso en Puente de Vallecas y montó un modesto estudio de grabación en el que pasaba todo el día a pesar de que los altavoces vibraban en las notas graves y los auriculares “venían de regalo con el Cola Cao”. Pasaba las horas allí, “explorando a saco, metidísimo en casa”. Su momento llegó en 2019 con Sensaciones, un disco en español donde adaptaba los sonidos urbanos a cierta melancolía que lo colocó en el centro del huracán: a día de hoy, la balada Ya no te hago falta acumula 29 millones de reproducciones en Spotify.
La curva solo ha sido ascendente: Senra colaboró con C. Tangana en otro hit, Qué facilidad, uno de los temas principales de su siguiente trabajo, Corazón cromado, un EP en el que los elementos electrónicos y lo latino cobraban protagonismo. Firmó Wu Wu con el colombiano Feid —40,2 millones de oyentes en Spotify—, y De ti con la mexicana Julieta Venegas. El año pasado, y cuatro discos después, llenó el WiZink en Madrid. “Fue una experiencia que no voy a olvidar nunca. Y habrá que repetir”, promete. ¿Cuál es el papel de un músico en una situación políticamente convulsa como la actual? “El que cada uno quiera. Yo solo escribo lo que me nace, no premedito sobre lo que voy a hablar”, responde. Cuando compone, “le gusta rodearse de estímulos”, cuenta su hermana. “Por ejemplo, él me puede pasar algo que le ha encantado de [el productor] Rick Rubin y yo le paso libros de los poetas gallegos Lupe Gómez o Lois Pereiro”. El sonido es vanguardista, pero los temas son universales: el amor, la soledad, la nostalgia o el paso a la madurez. Un hedonismo romántico afloraba en Aroma, publicado el año pasado, en cuyo vídeo salía con su pareja, Ana Rujas, actriz y creadora de la serie Cardo. “Es un homenaje a ese momento mágico del amor, de pensar qué bonito es esto, qué regalo”, explica. No encontrarán en sus letras el acostumbrado repertorio de tics tóxicos: “No me defienden mis espinas, me defiende mi fragancia”, cantaba en Tumbado en el jardín viendo atardecer.
Para Luis Fernández, es su gusto por nadar a contracorriente lo que lo hace tan especial. “Sen está fuera de todo sistema estratégico de lanzamientos, promociones y vídeos de TikTok. Lo que aporta al panorama musical es la generosidad de quien quiere regalar música y se atreve a concebir un proyecto de 40 o 50 canciones”. El nuevo álbum lo corrobora. Bautizado con la matrícula del Peugeot 205 que tuvo el padre de Senra, el título es para él “como un código o una contraseña”, la entrada a un torrente de recuerdos felices dentro de aquel coche al son de Pink Floyd, Dire Straits y Phil Collins. Los viajes familiares eran “a lo cutre”, con los dos hermanos sentados en la parte de atrás, él mirando el paisaje y ella sacando la cabeza por la ventana para imitar una de las escenas de El príncipe de Egipto. Hacían paradas en las estaciones de servicio para comer bocadillos, y se reían cada vez que su padre aceleraba de repente, solo para alterar los nervios de la madre. “Recuerdo la adrenalina, los paisajes, la sensación del movimiento”, cuenta el músico.
¿Y el sonido? Son 13 temas en este primer volumen, una personal colección de hits potenciales como Uno de eses gatos, producido por Sky Rompiendo —Feid, J Balvin— o Completamente loco, por Tainy —Bad Bunny, Rosalía—. La última entrega está prevista para enero de 2024. Estos días, Senra se refugia de la intensidad del lanzamiento en su gusto por estar en casa y parapetado por su círculo inmediato: en la presentación oficial del disco en Madrid, detrás de él estaba su estrecho grupo de amigos y colaboradores. Su idea de directo también es íntima: “Prefiero un concierto con el público entrando más al show que yo entrando al público. Tampoco quiero tocar en exceso. Quiero que sea un momento bonito. Con el proyecto nuevo estamos preparando algo especial. Pero no serán fuegos artificiales porque sí. Será un baile más romántico, con fuerza, pero con una experiencia más envolvente”. Pocos días después, Senra reaparecía en la primera fila del desfile de Loewe en París, junto a Arón Piper, Omar Ayuso, Rauw Alejandro, Manu Ríos y otras jóvenes estrellas. Pero no es ser un cantante, o al menos no uno de éxito convencional, lo que quiere Sen Senra. “Yo busco algo que no solo sea éxito comercial. Para mí el éxito es otra cosa”, dice, terminando el café. “El otro día hablaba con un amigo sobre eso de convertirse en y nos dimos cuenta de que no queremos convertirnos en nada más que alguien que le puso cariño y le metió con todo a la vida. Si me tienen que recordar por algo, que sea por ser alguien que amó su pasión y la cuidó”.
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