Elizabeth Duval: “Los fascistas son humanos, no monstruos. Eso es lo peligroso. Sería más cómodo que lo fueran”
En el último año ha publicado un ensayo, una novela y un poemario. Alterna entre C. Tangana y Juan Manuel de Prada, entre Twitter y la Sorbona y huye de lo previsible y de la moralina. Aparte de todo esto, acaba de cumplir 21 años
¿Le han ofrecido entrar en política? Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000) escucha la pregunta. Hace una pausa dramática. “No”. Tampoco aceptaría si se lo propusieran. “Hay dos cosas que hacen que degeneren las facultades mentales: el columnismo y la política. Porque más que reflexionar tienes que sentenciar”. Con un doble grado en Filosofía y Filología Francesa por la Sorbona, a Duval lo que más le gusta es estar en París “tranquila” con su pareja y sus gatos, leyendo y escribiendo. Le gustaría hacer c...
¿Le han ofrecido entrar en política? Elizabeth Duval (Alcalá de Henares, 2000) escucha la pregunta. Hace una pausa dramática. “No”. Tampoco aceptaría si se lo propusieran. “Hay dos cosas que hacen que degeneren las facultades mentales: el columnismo y la política. Porque más que reflexionar tienes que sentenciar”. Con un doble grado en Filosofía y Filología Francesa por la Sorbona, a Duval lo que más le gusta es estar en París “tranquila” con su pareja y sus gatos, leyendo y escribiendo. Le gustaría hacer carrera académica en el futuro.
Con 21 años, la palabra futuro parece tener un significado especial para ella. En Reina, su libro autobiográfico, decía con ironía que en “el futuro” querría ser eso, reina constitucional de España. 2021 ha estado lleno de méritos para conseguirlo: ha publicado un libro de poemas (Poserótica), un ensayo (Después de lo trans) y una novela (Madrid será la tumba). Además, apareció junto a Josep Pedrerol, Cayetana Guillén Cuervo y Miranda Makaroff en el vídeo de Ateo, de C. Tangana y Nathy Peluso, y conversó con Juan Manuel de Prada en el especial Navidad de El País Semanal. Puro espíritu de consenso.
Duval, no obstante, tiene sus líneas rojas: la transfobia y la extrema derecha. A la primera le dedica algunas de las páginas más afiladas de su ensayo; a la segunda le da voz en su novela, que cuenta las vidas cruzadas de dos activistas en sendos centros okupados de ideología opuesta: un marxista-leninista de la Casa Roja de Lavapiés y un neofascista del Hogar Social, en el barrio de Salamanca. “Me interesaba analizar narrativamente ideas en las que no creo y asumir una verdad incómoda: los fascistas también son humanos. No son monstruos. Y eso es lo peligroso. Sería más cómodo que lo fueran”, explica mientras manipula un desayuno que apenas toca y que sustituye rápidamente por un cigarrillo. Asume el riesgo de que alguien pueda confundir su voz con la del personaje: “He preferido que el rechazo al fascismo venga desde dentro del relato que desde una postura moralizante externa”.
En su opinión, sin embargo, todas las militancias tienen algo en común: la disciplina y la sensación “casi religiosa” de pertenencia. La diferencia reside en la “herida” que lleva a cada uno a militar: “Para unos es la rabia; para otros, lo que tiene de juego de rol. Para Juan Carlos Girauta, ligar. Él mismo dijo que por eso se hizo maoísta en la adolescencia”. También Elizabeth Duval fue “premilitante” adolescente. “Con 15 años estuve siete u ocho meses en la Casa Roja. Lo que cuento en el libro no es una caricatura: la alternativa al sistema político tradicional era yoga los lunes y cine soviético los domingos; o hacer una pintada envolviendo esa acción en un discurso grandilocuente”.
A Duval el gran momento de repolitización de la juventud española, el 15-M, la pilló con 10 años. Nacida en Alcalá de Henares, entonces vivía en Barajas y hasta ese barrio –o hasta esa edad– no llegaron los ecos de la Puerta del Sol. Lo que no tardaron en llegar fueron las apariciones en La Sexta Noche de Pablo Iglesias: “Lo seguí de cerca. Era la primera vez que oía defender en televisión de forma sostenida un discurso de izquierdas. Eso y mi salida del armario fue lo que me politizó”.
¿Qué piensa de la tensión entre clase e identidad que atraviesa la izquierda hoy? “Es una trampa. Por un lado, nos quieren vender como de izquierdas un discurso contra la inmigración que privilegia el eje cultural sobre el económico. Por otro, se nos dice que reconocer derechos sociales a las personas LGTBI impide reivindicar derechos laborales. ¡Como si Unidas Podemos solo tuviera en el Gobierno a Irene Montero! Yolanda Díaz ha hecho una gran defensa de los trabajadores. Por eso ilusiona su nuevo proyecto”. Aún no está escrito todo sobre el camino que lleva a la Moncloa. Ni a la Zarzuela.
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