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“Oscuros, brutales, hermosos y locos”: Van der Graaf Generator, el grupo más oscuro e influyente del rock progresivo 

Varios libros de reciente publicación rescatan el legado de la banda de Peter Hammill, el ‘vampiro de Bath’, tan desconocida y extraña respecto a sus contemporáneos como tremendamente influyente 

Un generador de Van de Graaff es un aparato capaz de producir grandes voltajes. Generada la carga por contacto, mediante una cinta transportadora, se traslada a una esfera metálica hueca que actúa de terminal. Es un reclamo estrella en las clases o museos de ciencias por su utilidad educativa para explicar los fenómenos electrostáticos, donde se pide a un voluntario que lo toque y este acaba con el peinado revuelto. Fruto o no de la casualidad, las noticias del fallecimiento en 1967 de su creador, el físico estadounidense Robert J. van de Graaff, inspiraron a un par de universitarios de Mánchester (Reino Unido), Peter Hammill y Chris Judge Smith, a dar nombre a su proyecto musical, con un par de letras cambiadas, por si alguien les desautorizaba. Así comenzó la andadura de Van der Graaf Generator, grupo dificilísimo de clasificar que, consecuentemente, no tardaría en reunir canciones capaces de poner los pelos de punta a través de las ondas sonoras.

“Tuve la suerte de hacer una entrevista a Nic Potter, el gran bajista que tuvo Van der Graaf, que ya falleció [en 2013], y le pregunté por qué se fue en el tercer disco”, cuenta a ICON el periodista argentino Marcelo Gobello. “Me respondió: ‘Porque me daba miedo la música que estábamos tocando, era tanta la intensidad que yo era joven y me daba miedo, pero no lo pongas’. Tú puedes ponerlo porque el pobre ya no va a enterarse. Parece que pasaban cosas raras, ¡hubo un concierto en Ibiza, si no me equivoco, donde dicen que apareció un ovni!”.

Gobello publicó recientemente Nigromantes, fareros y jardines abandonados: Una introducción a Peter Hammill y Van der Graaf Generator (Boyjah Publishing), que califica como una “obra de vida”, fruto de décadas siguiendo la trayectoria de Hammill y la banda, así como de sucesivas entrevistas, tras forjar y mantener una amistad con el músico desde los noventa. Hammill firma el prólogo del texto, tercera versión de un libro que Gobello ha ampliado y actualizado conforme las discografías del artista y del grupo crecían.

Su enciclopédico volumen, cuyo título referencia tres canciones –Necromancer, del disco debut, A Plague Of Lighthouse Keepers, una de sus grandes obras maestras, de 23 minutos, y Forsaken Gardens, de Hammill en solitario–, explora cada uno de los trabajos del prolífico cantante británico, que suma 54 álbumes de estudio en su carrera, 13 de ellos con Van der Graaf Generator. “Una vez leí una comparación muy interesante, que es que, si el rock progresivo fuera una catedral, Pink Floyd estaría en las torres, Genesis en los jardines, King Crimson en las habitaciones y Van der Graaf Generator en las catacumbas”, dice Gobello. “Siempre fueron oscuros, brutales, con algunos puntos hermosos y, de repente, otros de locura. Eran de película de terror de la Hammer, con un órgano distorsionado, actitud punk y estructura medio jazzística. Un grupo distinto e impredecible”.

Peter Hammill, de 77 años, nacido en Londres –al que el periodista se refiere con el sobrenombre “el vampiro de Bath”, la ciudad inglesa en la que reside, por su, a veces, tenebrosa presencia y elecciones estéticas, como la capa que lució en la portada de In Camera (1974)–, no está de acuerdo con la etiqueta de rock progresivo y prefiere el término underground. El músico, líder de Van der Graaf tras la marcha de Chris Judge Smith (que pretendía ser batería y cantante, si bien la entrada del percusionista Guy Evans y el superior desempeño vocal de Hammill le dejaron con poco trabajo), es un ídolo secreto para generaciones de artistas más populares, algo que, al menos en los últimos años, ha llevado con la filosofía del que prioriza el placer creativo sobre las estrategias para enriquecerse.

“No es una buena decisión profesional ser Van der Graaf Generator”, bromeaba en la presentación del, hasta ahora, último disco de la banda, Do Not Disturb (2016), preguntado sobre si hubo una motivación comercial en la reunificación de 2005, tras casi 30 años separados. “Es verdad que somos difíciles, necesitas escuchar nuestros discos varias veces. Pero creo que seguimos mereciendo un público mucho mayor del que tenemos. Aunque hayamos superado los 70, somos un grupo moderno que toca música moderna”.

Curiosamente, aunque el advenimiento del punk a finales de los setenta se entendiese, en algunos ámbitos, como una rebelión contra el rock progresivo o sinfónico y una impugnación del virtuosismo, Van der Graaf capeó esa ola. Johnny Rotten, vocalista de Sex Pistols, que célebremente lució en un concierto una camiseta con la consigna “Odio a Pink Floyd”, proclamó en la misma época su admiración por la banda. El disco en solitario Nadir’s Big Chance (1975) –donde Hammill adopta el alter ego de Rikki Nadir, un adolescente que, armado con su guitarra, se dispone a aplastar al sistema con ruido y furia– es, de hecho, considerado precursor del género, cantado a gritos de una forma no muy distinta a como sonaría el propio Rotten con Sex Pistols dos años después. Otros de sus fanáticos declarados han sido David Bowie, Bruce Dickinson (Iron Maiden), Ian Curtis (Joy Division), Jello Biafra (Dead Kennedys) o Mark E. Smith (The Fall).

“Nunca fueron vistos como dinosaurios porque su música es imperecedera”, opina Gobello. “Han influido al post-punk, al rock gótico, incluso al heavy metal. Salvo Hugh Banton [el organista], que tenía formación musical, es una banda con el espíritu hazlo tú mismo del punk, con una libertad y desfachatez total. No piensan en gustar a la gente, alienan a veces a sus propios seguidores. Podían alcanzar cotas dramáticas, ser operísticos o wagnerianos, y Hammill tiene una voz con la que puede cantarte una balada o infundir temor. Una vez le pregunté cómo describiría el espíritu de Van der Graaf Generator y él me dijo serious fun, diversión seria. Adentrarse en ellos es algo que tiene una gran recompensa, pero hay que trabajarlo, como todo lo bueno en la vida”.

Un piojo no es un hogar

Tras un primer disco accidentado, The Aerosol Grey Machine (1969), un álbum de Peter Hammill que acabó firmado por el conjunto después de que todos los miembros colaborasen, Van der Graaf Generator dio un golpe en la mesa con The Least We Can Do Is Wave To Each Other (1970). El álbum logró cierto éxito minoritario (fue su trabajo más vendido en Reino Unido hasta el directo Vital, de 1978) y atrajo la atención de la crítica por la vía del desconcierto, entre el saxofón de David Jackson al estilo de John Coltrane y las oscuras letras del cantante, sobre apocalipsis, ciencia ficción o brujería, como White Hammer, basada en el tratado medieval Malleus Maleficarum (1486). Subieron la apuesta en su siguiente y más rara entrega, H To He, Who Am The Only One (1971), cuyo nombre se refiere a la fusión nuclear del hidrógeno (H) para formar helio (He), el proceso que tiene lugar en el núcleo de las estrellas, como el sol. “No solo la música de Van der Graaf Generator puede ser difícil, ¡sus discos tienen también títulos difíciles!”, observaba entre risas en un documental el periodista musical Gerry Ewing.

Semejante material da para estudio, razón por la que, aun siendo Van der Graaf relativamente desconocidos incluso entre los fans del rock progresivo, parece motivar una literatura tan amplia. Este mismo diciembre se edita también en Reino Unido Rock & Role: The Visionary Songs Of Peter Hammill & Van der Graaf Generator (Kingmaker), y su autor, Joe Banks, explica a ICON que, en parte, lo ha escrito porque “debería reconocerse más ampliamente” que “Hammill es uno de los mejores letristas que ha dado el rock”. “Sin duda, comenzó inspirándose en los temas ocultistas, míticos y de ciencia ficción del periodo psicodélico, pero luego se adentró en áreas más trascendentes y filosóficas, con cuestiones como la naturaleza del libre albedrío, la alienación y la individualidad o la religión frente a la ciencia. También ha escrito varias canciones de amor profundas. Es lo que hacen a él y a Van der Graaf Generator tan atractivos para aficionados a música más intelectual. Nunca ha tenido miedo de su propia curiosidad e inteligencia”.

Según Banks, una posible razón de que la acogida comercial de la banda fuese muy inferior a las de Genesis o King Crimson se halla en su nulo gusto por las concesiones. Mismamente, Killer, una especie de canción épica sobre un tiburón, fue lo más cerca que estuvieron de un hit y la eliminaron de sus repertorios cuando vieron que la gente la pedía. “Son menos accesibles porque son muy idiosincrásicos y, a menudo, deliberadamente caóticos. Hay un elemento genuino de peligro en su música. Pero creo que parte de su atractivo es que no son para todo el mundo”.

Para cumplir eso de que nadie es profeta en su tierra, Van der Graaf Generator sí tuvo un reconocimiento extraordinario en Italia, donde fueron insólito número uno con su cuarto álbum, Pawn Hearts (1971), pese a tratarse de uno de los más exigentes de su discografía. El crítico de la revista británica Record Mirror escribió: “Debo confesar mi completa ignorancia de qué es exactamente lo que Van der Graaf Generator está intentando conseguir”. El país mediterráneo tuvo una fértil escena progresiva, con formaciones como Premiata Forneria Marconi, Le Orme, Area o, por supuesto, Goblin, el grupo que ponía música a las películas de terror de Dario Argento. Los miembros de Van der Graaf vivieron intensas y estresantes giras allí, rodeados de policía por la fuerte presencia de seguidores en las calles, y en su último trabajo dedicaron una canción a sus aventuras italianas, Alfa Berlina. 

Tras una primera disolución, Van der Graaf Generator sacó adelante otros cuatro álbumes de estudio entre 1975 y 1977. En 2005, poco después de que Hammill sufriera un infarto, los cuatro integrantes clásicos volvieron a reunirse y grabar un disco para, solo un año después, establecerse como trío por la salida del saxofonista David Jackson. El motivo de su marcha fue un misterio, con el líder anunciando en una carta de forma críptica que Jackson “no parecía comprender del todo” la nueva etapa de la banda, que ha completado cuatro trabajos más sin él y sigue en activo, aunque sin dar conciertos desde 2022. Hammill ha confirmado que está trabajando en un disco en solitario, lo que no implica que Van der Graaf haya roto: su incesante producción le ha hecho compaginar siempre el grupo con proyectos individuales.

Pese al ritmo de discos y giras, el hombre ha tenido tiempo para dramas. A mediados de los setenta, su novia le dejó por un amigo y levantó todo un álbum al respecto, Over (1977), en el panteón de grandes discos de ruptura de la historia. No en vano, su teatralidad escénica –la que, al fin y al cabo, requieren canciones tan perturbadoras como Still Life, Darkness (11/11), The Sleepwalkers o A Louse Is Not A Home (juego de palabras entre “louse”, piojo, y “house”, casa)– bien puede encapsular la forma de ver las cosas de uno de esos genios que no entienden vida y arte por separado. El periodista Marcelo Gobello tuvo en 2004 el honor de dar una charla introductoria al primer concierto de Hammill después de su infarto, que se celebró en España, en Sos del Rey Católico (Zaragoza). Lo recuerda con tensión. “Hammill es tan extremo que él no sabía si iba a salir vivo. Volvía en serio y quería cantar con la intensidad que le caracteriza”. Por suerte, no hubo tragedia. “Fue muy emotivo. Pero es que él no sabía otra manera de hacerlo. Era a ensayo y error, solo que el error podría haber sido bastante horrible”. La música peligrosa no negocia.

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