Letizia, Sánchez o Ansón: ¿qué tienen The Killers para gustar tanto a las élites?

De Pedro Sánchez a la reina Letizia, pasando por Enrique de Inglaterra a José María Aznar. Todos ellos han acudido a conciertos de la banda de Brandon Flowers, que estos días celebran el 20 aniversario de su debut, “Hot Fuss”

Brandon Flowers, de The Killers, en 2018.Jeff Kravitz (FilmMagic for Bonnaroo Arts And )

“Estaba todo Madrid, desde Aznar, el político, a Guti, el futbolista; desde Hugo Silva, el televisivo aspirante a actor, a Mónica Cruz, la actriz excelente; desde pepepijos de vario pelaje a destacados progres caviar socialistas (…) Los Killers, que están desbancando a U2, prorrogan el fenómeno social de los Stones y los Beatles. Por eso el mundo madrileño in se instaló en pleno en el Palacio de los Deportes. La juventud electrizada lo desbordó todo mientras los señores antiguos, los carrozas disfrazados de chaqueta, e incluso de corbata, los muy cutres, contemplábamos atónitos el esplendor del incendio”.

Estas palabras las escribió Luis María Anson en una columna en El Mundo en marzo de 2009 bajo el título Los killers. Fue un artículo muy comentado en su momento no solo por adentrarse en un terreno tan inhóspito para el exdirector de ABC como el del pop-rock de regusto indie, sino también por cómo sobredimensionaba al grupo y su impacto cultural y social y, no menos importante, al señalar que su concierto en Madrid había sido el evento VIP en el que todo el mundo tenía que estar.

Nueve años después, en 2018, Pedro Sánchez, protagonizó una polémica política que todavía perdura. El motivo fue su asistencia al concierto de The Killers en el festival de Benicássim utilizando, según otros partidos, el avión presidencial para una actividad de ocio (el gobierno mantuvo que se usó para cumplir con la agenda política en Castellón). Aquel fue el primer acto cultural de Sánchez como presidente del Gobierno, pero, antes de ello, en 2013, fue Letizia Ortiz (por aquel entonces, todavía Princesa de Asturias) quien acudió al mismo festival a ver a la banda de Brandon Flowers.

Brandon Flowers, de The Killers, en 2004.Jeffrey Mayer (WireImage)

El fenómeno no se queda solo en España. Se sabe, por ejemplo, que Enrique de Inglaterra es amigo personal de la banda, y que a veces incluso toca con ellos en jam sessions. Según declaró en 2017 el batería Ronnie Vannucci Jr., ”también han venido primos y personas de la familia y son todos gente normal y simpática”. Raquel Peláez, actual subdirectora de SModa, estaba trabajando como camarera de cátering en una fiesta en la CNN de Londres para celebrar la primera elección de Barack Obama como presidente de EE UU, en 2009, y recuerda perfectamente que entre los invitados figuraba Brandon Flowers.

¿Qué tienen The Killers para haber cautivado de esta manera a la alta sociedad? Y, sobre todo, ¿por qué han sido ellos y no otros grupos? “Creo que The Killers son como U2 o Coldplay en cierto sentido, capaces de crear música muy muy épica con estribillos muy coreables, capaces de mover a las masas, pero con un punto supuestamente underground. De alguna forma han conseguido no dejar de ser indies en un plano simbólico, y eso les da paz de espíritu a estas élites, les confiere la tranquilidad de pensar que no están dejándose llevar por un fenómeno obviamente de masas”, afirma la propia Raquel Peláez, que en septiembre publicará Quiero y no puedo. Una historia de los pijos en España (Blackie Books). Para la periodista, las canciones de The Killers son claramente himnos de estadio que, además, “podrían ponerse en cualquier mitin para enaltecer a los afiliados, o al final de cualquier junta general de accionistas. Tiene algo esa música que le hace conectar también con la gente que se traga manuales de superación personal y ese tipo de cosas”.

De Las Vegas a la conquista del mundo

Hay ciertas peculiaridades insólitas en la historia de The Killers. La principal es que se hayan formado en Las Vegas y siempre lo hayan esgrimido con orgullo. Hablamos de una ciudad que parece de ficción, en la que uno se piensa que no vive nadie permanentemente y donde tampoco se conocen precedentes de ningún artista musical local de éxito en una atmósfera cultural tomada por imitadores de Elvis y otros cantantes en decadencia. Allí, en 2002, el vocalista y letrista Brandon Flowers, el guitarrista Dave Keuning, el batería Ronnie Vanucci Jr y el bajista Mark Stoermer conformaron la alineación definitiva de The Killers (nombre que, por cierto, tomaron de la banda ficticia que aparecía en el videoclip del tema Crystal, de New Order). Esa era una de las influencias con las que nacieron, junto a otros clásicos del indie y del rock para las masas como U2, Bruce Springsteen, The Cure y The Smiths, aunque la epifanía que propulsó a Flowers fue el asistir a un concierto de Oasis en el Hard Rock Hotel de su ciudad.

En 2004 lanzaron su primer álbum, Hot Fuss, cuyo 20 aniversario van a celebrar este mes de agosto con una residencia en su ciudad natal, donde lo interpretarán al completo durante ocho noches. En realidad, el éxito de su debut fue paulatino. Aquí lo presentaron en septiembre de aquel año en la sala Copérnico de Madrid (unas 800 personas de aforo), pero ninguno de los presentes nos imaginábamos entonces lo que iba a suceder con esa banda. En el verano siguiente, cuando actuaron en el macrofestival televisado Live 8 en el estadio londinense de Wembley, su interpretación de All These Things That I’ve Done llamó la atención no solo del público de todo el mundo, sino de compañeros de gremio como los antes citados U2 y Coldplay, además de Robbie Williams.

The Killers durante un concierto en Londres en 2005.Chiaki Nozu (FilmMagic)

Todos ellos pasaron a insertar en distintos momentos de sus propios repertorios de directo el extraño estribillo de aquella canción: “I’ve got soul but I’m not a soldier”. A partir de ahí, The Killers se convirtieron en uno de los grupos más vendedores del siglo XXI (se acercan a los 30 millones de discos despachados y su Mr Brightside supera los 2.000 millones de escuchas en Spotify) y han colaborado, entre otros héroes musicales, con Bruce Springsteen, Elton John, Pet Shop Boys y Lindsey Buckingham, de Fleetwood Mac, quien ha dicho sobre ellos que “su material está tan bien elaborado que atraviesa muchas líneas generacionales”. Por si eso no fuera suficiente, cineastas tan dispares como Tim Burton, Spike Lee y Werner Herzog han dirigido videoclips o retransmisiones de conciertos de la banda.

Otra peculiaridad es el extraño carisma como líder de Brandon Flowers. Suele ser vencedor habitual en votaciones sobre el cantante más sexy o el más estiloso vistiendo, pero también tiene una cualidad de anti-estrella del rock and roll. Profesa la religión mormona, está casado con su novia de adolescencia, con la que tiene tres hijos, y presume de no beber alcohol ni fumar ni consumir drogas. En el aspecto político, ha apoyado públicamente a Barack Obama, pero también ha asistido como invitado a una convención del Partido Republicano en Nevada, manifestando entonces su neutralidad. Todas las navidades, The Killers publican un EP con versiones y temas inéditos, que nacieron para su club de fans y cuya recaudación suelen dedicar a causas benéficas. Pero su perfil general es del de no molestar demasiado en eso. Se han implicado en causas más o menos correctas (concernientes al medio ambiente, la lucha contra el sida, el control de armas o la explotación sexual), pero no se han posicionado, por poner dos ejemplos, sobre la política exterior estadounidense o sobre el conflicto de Israel y Palestina. Cuando han sido polémicos fue debido a torpezas por puro desconocimiento, como cuando invitaron a tocar la batería con ellos a un fan ruso en un concierto en Georgia, lo que les valió un sonoro abucheo.

Un grupo generacional para los millenials tardíos

“Nunca había visto a The Killers en directo hasta el Mad Cool de este año y me pareció increíble. Increíble que un grupo no solo mediocre, sino manifiestamente hortera (Brandon Flowers me pareció un Rick Astley desprovisto de toda ironía) sea capaz de causar dicho fervor”, afirma Héctor García Barnés, periodista cultural en Ruta 66 y El Confidencial. “Supongo que en su música está el germen de ese modelo de indie festivalero, que fueron pioneros de cierta estética musical que se ha reproducido hasta la saciedad. Sus guitarras, sus ritmos medio ochenteros, sus sintes, sus estribillos facilones, son la banda sonora de una generación de, digamos, millennials tardíos. Su primer disco era un eslabón intermedio entre The Strokes y todo ese indie de garrafón que vendría más tarde. A su manera, ocupan el mismo lugar que U2, The Cure, Nirvana o Pearl Jam para otras generaciones; de hecho, suelen aparecer en los flyers de las discotecas indies a su lado, cuando son evidentemente muy inferiores a cualquiera de aquellos grupos, y su impacto cultural es también mucho menor. Por eso mismo llegan a las élites, como todo lo popular, y que además está desprovisto de cualquier carga política controvertida. No creo que sea tanto una cuestión de nivel socioeconómico, aunque su indie sea particularmente pijo, como de popularidad y transversalidad, de haber llenado un hueco para una generación que no tiene demasiados referentes similares”, argumenta el periodista.

Brandon Flowers durante un concierto de The Killers en Glastonbury en 2019.Matt Cardy (Getty Images)

María Canet, que escribe en Efe Eme y la web musical Free Rockin’, incide también en ese factor generacional, de estar en el lugar y el momento adecuados, y el carácter atrapalotodo de su música. “Hay que enmarcar el surgimiento de The Killers en un momento de explosión del nuevo indie rock a principios de los 2000, con el auge de grupos como The Strokes. Volvían las guitarras, los hits inmediatos y pegadizos al rock, pero con un sonido actualizado para aquellos años. Ellos siguen esa senda en lo musical, pero con el toque épico que impera a menudo en EE UU, cuyo mejor ejemplo quizá sea Springsteen. Temas como Mr. Brightside o When You Were Young son hits perfectos de pop-rock, pero también han tenido incursiones en la música electrónica, como es el caso de Human, sabiendo adaptarse a los tiempos. También hay que contextualizar su auge con el fenómeno de los festivales. A nivel melódico, por ejemplo, el grueso de sus composiciones se basa en el mítico ‘bombo a negras’, lo que les convierte automáticamente en carne de festivales para generar esos momentos de euforia colectiva y enganchar a la gente. Y, por último, Brandon Flowers tiene mucho carisma como frontman. Bebe de la vis interpretativa de Mick Jagger o David Bowie, interpelando mucho al público, viviendo intensamente las interpretaciones, y en directo genera una fuerte conexión entre la banda y el público”, afirma la periodista.

De estas opiniones se puede inferir que hay algo social y cultural más genérico que enmarca la caída en gracia de The Killers como símbolo de algo mayor. Tanto Pedro Sánchez como Letizia Ortiz han sido vistos a menudo en otros festivales y conciertos de indie rock. “Hace quince o veinte años no veías a tantos políticos en el backstage de los conciertos”, le decían recientemente los componentes del grupo Lori Meyers a Jordi Bianciotto en una entrevista para El Periódico, mencionando que tanto Sánchez como el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, habían acudido a saludarles al camerino. También se recuerda ver al exlehendakari Patxi López en el festival Bilbao BBK Live, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en los últimos conciertos de The Cure y Depeche Mode en la capital, y especialmente conocida es la afición de la concejala del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy, por la música indie.

Habría, por tanto, un componente generacional que alcanza también a quienes han crecido en la política en los mismos años que The Killers lo hicieron en el pop global y, en todo ese entorno, su veneración desde el poder parece más plausible. Según José Durán, coordinador de Culturas en el diario El Salto, puede haber en el éxito de los de Las Vegas “una mezcla de música inofensiva y ‘el evento del año al que hay que ir’, pero también podrían entrar en juego cuestiones como esa cosa que, a falta de un nombre mejor, llamaría ‘el premio del sistema’. Estamos en un momento (¿los estertores del capitalismo?) en el que podemos asistir al hecho de que una reina, por ejemplo, disfrute de un producto cultural popular, masivo, y lo promocione, pero eso no significa que el elegido sea ni el mejor ni el más cualificado en su género o estilo. Es posible que este premio tenga mucho de lotería, de azar”.

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