Pino Sagliocco: “Sabías que Amy Winehouse se podía romper en cualquier momento”
Dirige la promotora de conciertos Live Nation y ha conocido a todas las grandes estrellas. Aprovechando que apadrina una exposición del pintor Maseda repasamos su carrera y la controvertida subida del precio de las entradas de los directos
Pino Sagliocco (Carinaro, Italia, 1959) es uno de los últimos promotores-estrella del rock que quedan en España. Actual chief manager en nuestro país de la multinacional más poderosa del sector, Live Nation, fue también uno de los pioneros en la organización de grandes giras internacionales que llegaron aquí a partir de los años ochenta. Nos atiende por videoconferencia desde la...
Pino Sagliocco (Carinaro, Italia, 1959) es uno de los últimos promotores-estrella del rock que quedan en España. Actual chief manager en nuestro país de la multinacional más poderosa del sector, Live Nation, fue también uno de los pioneros en la organización de grandes giras internacionales que llegaron aquí a partir de los años ochenta. Nos atiende por videoconferencia desde la habitación de un hotel en Madrid, luciendo una camiseta negra con un vistoso mensaje en glitter plateado: David Bowie. Heroes.
Se encuentra ahí preparando la exposición 27′s Club, que se celebrará del 22 al 26 de febrero en SAM-Salón de Arte Moderno, en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid. Se trata de una colección de retratos de siete artistas fallecidos a los 27 años: los músicos Jimi Hendrix, Jim Morrison, Brian Jones, Janis Joplin, Kurt Cobain y Amy Winehouse más el pintor Jean-Michel Basquiat, a cargo del artista plástico castellonense Maseda.
El promotor explica la génesis de esta idea. “Conocí a Maseda cuando estaban haciendo un documental sobre Ángel Nieto, vinieron a grabar a mi casa de Ibiza y me pareció increíble ver cómo pintó a Ángel. Le sacó el alma, vi a Ángel vivo en su retrato. Entonces un día penséque me habría gustado que le hiciera un cuadro a Jimi Hendrix. Eso derivó, explica el promotor, en extenderlo a otras figuras fallecidas a los 27 años. “Es increíble que una gente con una vida tan corta haya tenido un legado tan eterno, y con alguno de ellos he tenido el privilegio de trabajar también”, apunta.
¿Trató con Amy Winehouse y Kurt Cobain? A Nirvana los trató un socio mío y no llegué a tener contacto con ellos. Con Amy sí, un alma de porcelana, que sabías que se podía romper en cualquier momento, como finalmente sucedió. Tenía la fragilidad de los grandes, como le pasaba a Camarón. Eran tan fuertes y poderosos cuando se subían a un escenario, pero, al mismo tiempo, tan vulnerables como personas... Tal vez no tuvieron un entorno que los cuidara mejor, pero ellos eran así y ahí estriba parte de su grandeza. Amy Winehouse me llegó al alma desde la primera vez que la conocí, cuando la llevé a Rock In Río en Madrid y Lisboa, en 2008. Te traspasaba. Yo se la presenté a Jesús Quintero y él no paraba de decirme que nunca se había olvidado de aquel encuentro.
¿En qué ha cambiado el oficio de promotor en estos años? Cuando empecé, las relaciones con los artistas eran más personales. Tuve el privilegio y el honor de trabajar con Michael Jackson pero también de ser amigo de él y estar en su casa. Cuando Freddie Mercury dejó a Queen tras su gira de 1986, se vino con nosotros e hicimos Barcelona con Montserrat Caballé. Estuvo un año conmigo viviendo en Ibiza. Frank Zappa estuvo de vacaciones en mi casa. George Michael estuvo una semana. Los Depeche Mode eran muy amigos míos, los Rolling Stones... Siempre hubo una relación muy personal, éramos todos como una misma tribu, un clan. Todo se movía país por país y ahora todo es más corporativo y global.
Cada vez hay más quejas sobre los precios de las entradas de los conciertos y sobre la estratificación del público ¿La música en directo va camino de convertirse en una experiencia exclusiva para ricos? Yo pienso que es todo lo contrario. Pasa como en los restaurantes, los hay carísimos y es imposible conseguir mesa, y los hay más accesibles y también se llenan. Ahora hay más público que nunca que va a conciertos, lo que sucede es que también hay un sector que no quiere tener que hacer colas o quedarse en un atasco. Cuando vas a ver al Real Madrid no todo el mundo se mete en el gol sur: hay quien puede tener plaza de aparcamiento, irse a la tribuna, al palco o a la zona VIP si pagas por ello. Y esto no es de ahora, ya en la antigua Roma, en el circo había reventas y gente que pagaba más por tener una mejor ubicación. La oferta VIP ha servido para traer más público a los conciertos, gente que no iría si no le ofrecieras esta posibilidad más cómoda. A veces los precios son desorbitados, pero no sucede en todos los conciertos, sino en los cuatro que llenan. Son muchos más los que no agotan las entradas, y suelen ser bastante accesibles.
También hubo una fuerte polémica en EE UU con Bruce Springsteen y los precios dinámicos. Ahí surge otro tema: la quiebra de la confianza de los fans en un ídolo que los ha defraudado. ¿Hay peligro de que esta vaya a ser la tendencia? Es que no hay ninguna ruptura. La habría si el artista se hubiese sobrepasado en algo pero, en este caso, si tú no lo haces, si tú no controlas esto, lo van a hacer los piratas. Hay mucha gente que ha comprado entradas en un sitio no oficial, ha ido a la puerta y no ha podido entrar porque el tique ni siquiera era válido. Este es, desgraciadamente, un mercado muy difícil de controlar, por eso está en manos del artista ofrecer esa garantía.
¿En cuánto diría que han subido los cachés desde que los músicos ya no viven de la venta de discos? Te voy a decir una cosa que te va a parecer absurda. Coldplay ha tenido que reestructurar la primera parte de su gira porque eran tan generosos con su espectáculo que estaban perdiendo dinero. Todos los precios se han disparado: La luz, el sonido, los transportes, los hoteles, los restaurantes... No es que los cachés hayan subido porque los artistas sean avariciosos, porque, en proporción, ganaban mucho más dinero antes con los discos. Piensa que hay muchos músicos que no trabajan desde hace tiempo y que son multimillonarios gracias a los derechos de autor. Hoy en día, mantener toda una infraestructura y un equipo para el directo tiene muchos costes. Y, al final, si ves lo que te han ofrecido, comprobarás que no es tan caro.
El concepto de concierto también está cambiando, ¿no? Con la gira de Motomami de Rosalía hubo algo de controversia. Yo pienso que Rosalía ha hecho algo revolucionario, porque habla el lenguaje de los jóvenes, y la demostración está en el éxito que ha tenido. Había gente que se quejaba de que no se había llevado a los músicos pero, en realidad, lo que ella hizo fue dar lo mejor de sí, darse toda ella al cien por cien, sin tener ninguna otra cosa en el escenario que su fuerza, su voz y su concepto de hacerte vivir su experiencia. Ninguno de sus fans se ha sentido defraudado. Ella ha dado un paso adelante. No solo ha evolucionado sino que va a crear escuela. Es algo para aplaudir y admirar, no para criticar, en mi opinión.
Ha trabajado con muchas de las mayores estrellas del firmamento pop. ¿Cómo ve usted a Rosalía dentro de esa constelación? En primer lugar, ha hecho algo histórico porque ha conseguido que el flamenco obtenga una visibilidad a nivel internacional que no tenía antes de esa manera. Joaquín Cortés, Paco de Lucía o Camarón fueron importantes en el mundo, pero para un nicho de público. Rosalía lo ha puesto al nivel de las grandes estrellas del pop y del rock en los cinco continentes, y todo eso en muy poco tiempo. Tiene muy claro lo que quiere, y siempre sabe por dónde va. Lo que hizo el otro día en el desfile de Louis Vuitton en París poniendo a Camarón de la Isla. Tiene una garra, un empuje, una personalidad y un desparpajo que solo poseen los más grandes.
Tras organizar muchas giras por salas, usted empezó a hacer grandes conciertos a finales de los ochenta, que fue una época de explosión en España, e incluso de descentralización. Recuerdo que la primera gira española de Madonna y la primera de Prince, en 1990, coincidieron en la misma semana y pasaron por Vigo, A Coruña, Marbella, Valencia... Ahora parece difícil que vayan a ciudades que no sean Barcelona o Madrid. Fíjate, el concierto de Prince en A Coruña y el de Madonna en Vigo fueron la misma noche, y los dos se llenaron. En 1991 también Whitney Houston actuó en A Coruña y se retransmitió por televisión a toda Europa, y en 1992 llevamos a Frank Sinatra. Fue una época única, pero lo que sucede es que tú no puedes llevar un gran concierto a una de estas ciudades si no cuentas con apoyo institucional porque no es rentable, sería inviable. Las oportunidades surgen cuando los ayuntamientos tienen empuje, pero ahora ya no apuestan tanto por los grandes eventos musicales.
Fue también la era de los macroconciertos solidarios: Live Aid, el homenaje a Nelson Mandela en Wembley, las giras de Amnistía Internacional... Usted, sin embargo, intentó hacer otro tributo a Mandela en Barcelona, en 2001, (denominado Frock & Roll) y fue un fracaso de público. ¿Ya no estaban de moda ese tipo de eventos? Yo hice un concierto para Amnistía Internacional en Chile, en 1991, cuando aún estaba Pinochet, y fue muy bien. El Frock & Roll fue el mayor fracaso de mi vida, pero también el concierto que recuerdo con más cariño. Me llenó de tristeza en su momento, porque yo creo que Mandela se merecía un tributo mucho más grande. Hoy, si le preguntas a la gente que dice que ha ido, contarías doscientas mil personas, pero la realidad es que solo fueron tres mil. Yo este tipo de eventos sí que los echo mucho en falta, siempre estoy a disposición de luchar por hacer cosas de este tipo. Durante la pandemia he abogado por crear una Academia de la Música, porque el sector debería unirse más y tener una voz común para que se nos escuche mucho más. La música es uno de los motores que ha cambiado las sociedades, es el lenguaje más común que tenemos, y yo creo que está más viva que nunca.
El mito de los 27, según Maseda
Marco Gómez Maseda (Castellón, 45 años) es un artista plástico cuyos retratos se inspiran en el street art. Espoleado por Pino Sagliocco, ideó su muestra 27’s Club como homenaje a “unos artistas cuya carga, su energía, su arte, era tan arrebatadora y tan colosal que te transmite esas sensaciones de libertad, de poder de la juventud. Lo que pensamos Pino y yo es que la gente joven se está perdiendo esto, la música está derivando hacia algo más artificioso. A mí eso me marcó de una manera que se puede ver en los cuadros”.
A la hora de enfocar su trabajo asegura haberse inspirado tanto en la música como en la historia de cada uno de ellos. “Al final, los estigmas de la vida siempre se transmiten mucho en los rostros y los ojos de las personas. En las fotos veías también su arrogancia. Kurt Cobain, por ejemplo, mantiene el tipo aunque percibas que está fastidiado. Incluso cubrió sus ojos con gafas para dulcificar un poco la imagen que transmitía. Todos ellos comparten vidas atormentadas, duras y muy potentes, así que fue fácil unificarlos en torno a las emociones que ellos expresan”, concluye Maseda.
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