“¿Eres virgen?”: 30 años de la entrevista en la que se preguntó lo impensable a una superestrella
En febrero de 1993, Oprah Winfrey consiguió la primera entrevista televisada y en directo con Michael Jackson en 14 años. 60 minutos de televisión que retratan a un astro excéntrico pero vulnerable, cuya imagen estaba a punto de saltar por los aires para siempre
Para entender la gigantesca expectación que una entrevista con Michael Jackson (Indiana, 1958-Los Ángeles, 2009) podía causar en febrero de 1993 pongamos los siguientes antecedentes. De Jackson se había dicho, desde mediados de los ochenta, que se había querido volver blanco, que se había querido volver mujer, que había comprado los restos del hombre elefante, que dormía en una cámara de oxígeno, que se había casado con ...
Para entender la gigantesca expectación que una entrevista con Michael Jackson (Indiana, 1958-Los Ángeles, 2009) podía causar en febrero de 1993 pongamos los siguientes antecedentes. De Jackson se había dicho, desde mediados de los ochenta, que se había querido volver blanco, que se había querido volver mujer, que había comprado los restos del hombre elefante, que dormía en una cámara de oxígeno, que se había casado con Elizabeth Taylor, que sufría anorexia, que su mejor amigo era un mono, que el mono era telepático, que Michael era homosexual y también que era virgen. Nunca una celebridad había provocado tanta fascinación, tantos titulares absolutamente desnortados. Y él nunca había respondido a nada, excepto a través de sus canciones. Leave me alone, del album Bad publicado en 1987, fue la primera canción de lo que casi se convirtió en un subgénero en su carrera: Michael lamentando el acoso de los medios y respondiéndoles con música.
Hasta que el 10 de febrero, sentado frente a Oprah Winfrey para la cadena estadounidense ABC, en directo y, según la presentadora, sin guion previo ni censura, respondió. Era la primera vez que concedía una entrevista televisada desde 1979. Ver ambas seguidas arroja un hecho incontestable y asombroso: la mayor estrella del pop que había conocido el mundo se había convertido, en 14 años, en otra persona completamente diferente. Una de las grandes incógnitas de la anunciada película sobre la vida de Michael Jackson, que protagonizará su sobrino Jaafar y dirigirá Antoine Fuqua, es como reflejará esta transformación.
La entrevista fue seguida en directo por 62 millones de espectadores en Estados Unidos y 90 millones en todo el mundo aunque algunas estimaciones, como la de la biógrafa de Winfrey, Kitty Kelley, suben esa cifra a 100 millones. Pertenece a ese tipo de eventos televisivos que paralizan al mundo y en su día predijeron lo viral antes de que Internet fuese masivo: si no se veía la entrevista, no había nada de que hablar al día siguiente. La entrevista de David Frost a Richard Nixon en 1977, la de Barbara Walters a Monica Lewinsky en 1999 o, por salirnos de Estados Unidos, la de Martin Bashir a Diana de Gales en 1995 pertenecen a esa misma liga. La propia Oprah mantiene hoy el título de reina de este formato (su encuentro con Enrique de Gales y Meghan Markle en 2021 es el último gran ejemplo de entrevista-espectáculo).
En opinión del analista televisivo Borja Terán, autor de Tele. Los 99 ingredientes de la televisión que deja huella, “Oprah crea muy bien las atmósferas. Pacta de antemano las entrevistas y son muy prefabricadas, pero luego tiene el poder de la naturalidad, de hacerse pasar por una más de la audiencia, aunque no lo sea. En la entrevista de Michael Jackson esto es muy notorio: ella describe ese entorno perturbador del artista con una ingenuidad que hace que el propio Michael no se sienta atacado. La supuesta ingenuidad de Oprah lograba complicidad tanto con Michael como con el espectador, y en televisión la complicidad lo permite todo. Así, la pregunta más incómoda le era perdonada“. Y Oprah soltó muchas de esas.
La entrevista emitida el 10 de febrero de 1993 coincidió con un momento crucial de la vida del artista: fue el último instante en que el artista estuvo libre de pecado a ojos del público. Seis meses y 14 días después, en el verano de 1993, se hicieron públicas las primeras acusaciones de abuso sexual y su imagen quedó tocada para siempre.
“Por eso ahora siempre estoy rodeado de niños”
Pero en enero de ese año, Michael había sido la estrella del intermedio de la Super Bowl con una puesta en escena y un formato que establecieron el modelo a seguir para lo que los artistas hacen hoy en ese espectáculo y había ganado tres premios en los American Music Awards. Y ese febrero recogió el premio Living Legend (“leyenda viva”) en los Grammys, un galardón entregado de forma intermitente a personalidades como Frank Sinatra o Aretha Franklin y que él recogió con solo 34 años.
La entrevista a ese hombre de 34 años que vive en una mansión en un gigantesco rancho con su propio parque de atracciones y su propio zoo comienza allí mismo, en Neverland, con una Oprah que establece inmediata conexión con el artista y el público preguntando a Michael si está nervioso. Cuando este responde que no, ella añade que entonces ella tampoco lo estará. Comienza con las preguntas más suaves. Hablan de James Brown, Jackie Wilson, Bee Gees o la Motown. A los ocho minutos de programa, Oprah suelta la pregunta que le permitirá llegar a la artillería pesada: “¿Eras tan feliz fuera del escenario como sobre él?”.
“Fuera del escenario era muy triste. Siempre estaba llorando por la soledad”. Justo en ese momento, en directo ante 62 millones de espectadores, se establece el primer gran mito que acompañaría desde ese momento a Jackson y que sus seguidores más acérrimos usarían para justificar sus comportamientos más extravagantes: el niño al que se le robó la infancia. “Nunca pude disfrutar de las cosas más simples que un niño da por garantizadas en su vida. Por eso ahora estoy siempre rodeado de niños”.
Tras abordar la cuestión de cómo le sentó a Michael pasar de adorable niño prodigio a adolescente, Winfrey pavimenta el camino para abordar el controvertido aspecto físico del cantante, que ya era entonces un hombre de tez pálida, nariz estrecha y puntiaguda, un hoyuelo en el mentón tipo Kirk Douglas y copioso maquillaje blanquísimo en su rostro. “No quería ni mirarme al espejo, mi padre me decía que era feísimo y lloraba continuamente”, cuenta sobre su adolescencia. “¿Alguna vez te pegaba”. “Sí”. “¿Por qué?”. “Era muy estricto, solo su mirada me aterrorizaba. A veces venía a verme y yo vomitaba”. “¿También de adulto?”. “Sí”.
A partir de ahí, la artillería: “¿Es verdad que duermes en una cámara de oxígeno para ser eternamente joven?”. “¿Has comprado los restos del hombre elefante?”. “¿Es cierto que quisiste que un actor blanco hiciese de Michael Jackson de niño en un anuncio de Pepsi?”. Winfrey repasa todos los titulares alocados, Jackson los niega y en el minuto 24 llegamos a la cuestión que todo el mundo se hacía en 1993: “¿Te has blanqueado la piel porque no te gusta ser negro?”.
Michael cuenta entonces, por primera vez en público, que padece vitiligo, enfermedad autoinmune que destruye las células que producen la pigmentación. Y establece una defensa un tanto alocada, pero con cierto sentido: “¿Qué pasa con los millones de personas que se ponen al sol para que su piel se vuelva más oscura, para convertirse en otros? ¡De eso nadie dice nada!”.
Su aspecto físico sigue en el centro de la charla. “¿A cuántas intervenciones de cirugía plástica te has sometido?”. “A muy, muy pocas”, responde Michael. “Puedes contarlas con dos dedos de la mano”. No hace falta ser cirujano para saber que Michael miente, una mentira que mantuvo en 2003, en la entrevista con Martin Bashir, cuando a la misma pregunta, respondió con un sardónico “Me he operado dos veces... que yo recuerde”.
Oprah insiste: “Te has operado la nariz, eso es obvio”. “Sí, como mucha gente que conozco”, responde Michael. “Pero nunca me he operado las mejillas, los ojos o los labios”. “¿Te gusta el aspecto que tienes ahora?”, indaga Oprah. “Intento no mirarme mucho al espejo, nunca estoy feliz con lo que veo”.
“Es embarazoso preguntarte esto, pero voy a hacerlo”
La parte visual de la entrevista tiene un poder enorme, casi se podría disfrutar sin volumen. Para Terán, “dibuja muy sutilmente la personalidad de Michael Jackson, esa cosa del magnate trasnochado. La realización fue muy hábil porque toda la excentricidad estaba relatada en la imagen. En ese sentido, el programa es muy sibililino”. Pese a estar grabada en su propia casa, una de las estancias funciona como plató y Michael entra en plano bajando unas escaleras mientras suena Thriller, pero nadie aplaude. Es extraño ver a Michael sin gritos y multitudes, parece secuestrado de su propia celebridad. Detrás de él vemos, cada vez que se abre el plano, una estancia enorme y solitaria llena de carísimas obras de arte y tan solo otra persona aparte de Michael: el propio Michael, retratado por Ralph Wolfe Cowan en un gigantesco lienzo que lo muestra como un caballero con armadura acompañado de su mono Bubbles, un loro y un querubín. “Tengo la sensación”, añade Terán, “de que Michael creía que la entrevista limpiaría su imagen, pero más bien mostró las grandilocuencias de su fama, de esa vida sin niñez que te descoloca para siempre”.
Esa vida sin niñez toma forma verbal en la parte más incómoda de la entrevista, cuando Oprah se interesa por la vida amorosa del cantante y le hace una pregunta extraña, naif, que parece dirigida a un niño y no a un hombre de 34 años. “¿Sales a divertirte, tienes citas?”. “Sí”, responde Michael. “¿Con quién sales?”. “Ahora mismo con Brooke Shields”. Oprah asiente con un “Hum”. “Ella viene a mi casa o yo voy a la suya”, prosigue Michael. “¿Has estado enamorado?”, continúa Oprah. “Sí”. “¿De Brooke Shields?”. “Sí. Y de otra chica”. La siguiente pregunta es la más llamativa de todo el encuentro, dado que se le formula a un hombre de 35 años que acaba de afirmar que tiene citas y ha estado enamorado.
“Voy a preguntarte algo y es embarazoso para mí, pero voy a hacerlo de todos modos. ¿Eres virgen?”. Michael suspira, se ríe y responde: “¿Cómo puedes hacerme esa pregunta?”. Al final sortea la respuesta de manera extraña: “Soy un caballero”. “¿Quién calma tu deseo?”, prosigue Oprah (en homenaje a una frase del entonces recién publicado sencillo Give in to me). “Brooke”. Y añade: “Siempre he estado enamorado de Diana Ross”. Oprah pregunta si le pediría matrimonio a Elizabeth Taylor. “Me gustaría”, responde Michael, aparentemente olvidando que acaba de dar a entender que mantiene una relación amorosa con Brooke Shields.
Según la biografía Oprah, de Kitty Kelley, la presentadora mintió al afirmar al comienzo de la entrevista que nada había sido pactado. La autora asegura: “Oprah le prometió no preguntarle si era gay”. Cumplió: de todas las preguntas, ninguna tuvo que ver con sus preferencias sexuales.
El efecto Oprah
Todo este cuestionario que hemos repasado hasta ahora sucede en apenas 30 minutos. El tono cambia completamente en el segundo bloque. Michael enseña a Oprah su rancho Neverland y una vez acomodados en el teatro habla de sus obras sociales y su interés por ayudar a los niños y también canta y baila. Michael pasa de ser un hombre que reacciona con cierto temor a las preguntas de Oprah a llevar el peso de la conversación.
La entrevista tuvo el efecto esperado (muchos la consideraron una estratagema promocional de ambos, más que una entrevista). El disco Dangerous, que tras dos años a la venta ya caía en listas, volvió a encaramarse al top de los 10 más vendidos. “La entrevista de Oprah consiguió que la imagen de Jackson se redujera de lunático a simplemente excéntrico”, escribió poco después The Washington Post. Time dijo: “En parte culebrón, en parte programa, la entrevista a Michael Jackson fue viva, temeraria y desnuda emocionalmente”. Life dictaminó: “Oprah cumplió lo prometido y logró algo casi imposible: bajar de las nubes a Peter Pan”.
Las dos siguientes grandes entrevistas de Michael Jackson (con Diane Sawyer en 1995 y con Martin Bashir en 2003) tendrían preguntas aún mucho más perturbadoras. “¿Alguna vez tuviste tendencias suicidas?“. “¿Qué hace un hombre de 36 años durmiendo con un niño de 12 años?”. “¿Alguna vez has tenido relaciones sexuales con un niño?”. El resto de la historia es conocida: la entrevista a Bashir con 2003, donde de nuevo afirmó compartir su cama con niños, propició una investigación y después un juicio por abusos sexuales a un joven que aparecía con él en el programa (fue declarado no culpable).
La entrevista de Oprah, en 1993, se cierra con una de las últimas imágenes cándidas que veríamos de Michael: Oprah y él caminan, mientras la cámara se eleva y suena la música, hacia el parque de atracciones de Nerverland. O no del todo cándida, a ojos de Borja Terán. “Si te fijas, en la secuencia en la que caminan juntos al parque de atracciones todas las atracciones están en movimiento, pero completamente vacías”, concluye. “Es un final magnético, fantasmagórico. Maravilloso”.
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