Lo que las fotos navideñas de las casas de nuestros padres revelan sobre nosotros
Las fiestas que hoy terminan dejan entrever, a través de las redes sociales, las casas de nuestras familias de origen y, por lo tanto, nuestro lugar en el mundo
En Cinco lobitos, una de las películas españolas de 2022, Amaia, una treintañera que acaba de dar a luz, abandona el estudio madrileño que comparte con su novio y se instala junto su bebé en la casa de sus padres, a orillas del Cantábrico. Cinco lobitos es un drama sobre la maternidad y un diálogo entre generaciones, y la dirección de arte recalca eficazmente los puntales de esta conversación: la casa de Amaia y Javi está llena de pr...
En Cinco lobitos, una de las películas españolas de 2022, Amaia, una treintañera que acaba de dar a luz, abandona el estudio madrileño que comparte con su novio y se instala junto su bebé en la casa de sus padres, a orillas del Cantábrico. Cinco lobitos es un drama sobre la maternidad y un diálogo entre generaciones, y la dirección de arte recalca eficazmente los puntales de esta conversación: la casa de Amaia y Javi está llena de productos de IKEA (el espejo Stockholm, los vasos Ivrig) mientras que la de Begoña y Koldo es mucho más grande y cuenta con un bonito jardín, pero no está preparada para recibir a Javi, que se ve obligado a dormir en un colchón sobre el suelo cuando visita a su pareja y a su hija.
Las visitas y celebraciones familiares de estas últimas semanas de Navidad han colocado a muchos jóvenes en el lugar de Amaia. En España, la edad media de emancipación alcanza los 29,8 años y un 32% de las personas entre los 30 y los 34 años todavía vive con sus padres. Pero para los que sí que pudieron marcharse, volver a casa por navidad supone regresar a espacios domésticos cargados de recuerdos y someterlos a una mirada nueva. Como si se tratara de un periodo de exámenes, la navidad sirve para comparar el estilo de vida de nuestros pades con el nuestro. De año en año comprobamos si la gran máquina de la reproducción social ha hecho su trabajo.
Regreso al hogar impoluto
Aunque existen todo tipo de situaciones y familias, la ficción sigue dominada por ese modelo tradicional que aparece, con todas sus grietas, en Cinco Lobitos. Unas familias tradicionales que, a diferencia de las unidades de convivencia formadas por jóvenes, suelen ser propietarias de su vivienda habitual. Los datos del Banco de España son explícitos: los españoles a partir de los 50 años poseen una o más viviendas en más de un 80% de los casos, mientras que el alquiler, a menudo inestable y precario, es cosa de jóvenes y migrantes.
“La imposibilidad de construir un hogar, entendido en un sentido arquitectónico y emocional, es uno de los mitos dominantes del pesimismo contemporáneo”, explica Vicente Monroy, arquitecto y programador de Cineteca Madrid. “No echo de menos la vida de mis padres, pero percibo cómo la reversión del progreso lleva asociada una melancolía por algunas imágenes del futuro que ya no podremos alcanzar. Basta echar un ojo a las utopías habitacionales que marcaron la historia de la arquitectura del pasado siglo, que apuntan a transformaciones sociales de carácter utópico que seguramente ya no se produzcan”.
Sumidos en la desesperanza generacional, prestamos más atención a las distopías que a las utopías y así (y a la vista de las estadísticas) casi puede considerarse un éxito que un menor de 35 años disponga de su propia vivienda. Cuando el milagro sucede, Laura Ortín, arquitecta e interiorista, advierte: “Somos más reflejo de lo vivido de lo que pensamos. Dice Gaston Bachelard: ‘la casa, más que un cuerpo de vivienda, es un cuerpo de sueño’. Y nuestra mochila vivencial nos carga con costumbres y recuerdos que afloran y acabamos repitiendo cosas. Venimos de una generación de viviendas hipercompartimentadas y jerarquizadas. Yo intento expandir esa idea y ofrecer soluciones más democráticas y flexibles para que los inquilinos jóvenes experimenten situaciones nuevas que quizá no se habían planteado”.
Siempre que alguien se va, en algún lugar queda la habitación abandonada, que, en muchas ocasiones se convierte, de nuevo según Bachelard, “en un espacio para los fósiles de la memoria”, es decir, en un trastero que conserva la vieja cama preparada para posibles visitas. En otras ocasiones, otro miembro de la familia aprovecha el cuarto vacío, como ocurrió con el de la propia Laura: “Cuando me fui de casa de mis padres mi hermano pequeño ocupó mi habitación porque era la más grande. A veces la habitación más pequeña se utiliza como sala de estar ya que es más acogedora que el gran salón impoluto y frio. ¿Por qué pasa esto? Por lo mismo que he apuntado. Damos más importancia al acabado de unas habitaciones con respecto a otras, las casas están desequilibradas en tamaño y forma”.
La piscina que asoma: lucha de clases en las ‘stories’ de reyes y nochevieja
En sociología, se llama reproducción social al conjunto de procesos (biológicos, demográficos, sociales, económicos y culturales) que permiten que una sociedad de clases perviva en el tiempo. Se discute mucho sobre si tiene sentido hablar de clases en la actualidad, pero es indudable que renta, patrimonio o nivel de estudios siguen determinando la forma de vida de cada ciudadano. Según Pierre Bourdieu, la decoración (y no digamos el código postal o el tamaño) de una vivienda “afirma la posición social que ocupan quienes la habitan”.
Si antes solo comparábamos nuestra posición con la de nuestros padres, tíos, primos o vecinos, las redes sociales permiten asistir a un número ilimitado de intimidades. Durante la navidad, los stories de Instagram nos han permitido visitar las casas de todos nuestros contactos (y las de sus familias) y hemos descubierto de dónde vienen.
“Lo paso muy bien acercándome a esa intimidad”, comenta Anna Pacheco, autora de Listas, guapas, limpias y copresentadora de Ciberlocutorio, en Radio Primavera Sound. “Estas navidades circulaba un meme que decía ‘el story de tus amigos artistas y pobres de Barcelona cuando visitan a sus padres’ en el que aparecía una casa con lámparas carísimas, cuadros que no son del Ikea con marcos robustos, sofás de cuero, jardines o decoración navideña sofisticadísima. También me pasaron una captura de una chica que seguimos y me dijeron: ‘¡Parece que vive en Versalles!’ Estas imágenes sirven para entender muchas cosas, aunque en internet somos autoconscientes y decidimos qué queremos o no queremos mostrar. A veces, ni siquiera es la casa o la decoración, sino cómo son tus padres y tus abuelos, qué ropa llevan, cómo se expresan, o qué tipo de comida hay sobre de la mesa ya son interesantes marcadores de clase”.
A principios de 2022 se popularizó, especialmente en Cataluña, otro meme contra el relato de la meritocracia que sugería que muchos cantantes, actores o atistas que dicen “haber empezado desde abajo” en realidad se han apoyado económicamente en unos padres que ya destacaron en algún campo. En ese sentido, Vicente Monroy, que también es autor de Los Alpes Marítimos, una novela sobre un joven de clase obrera que, durante un verano, se introduce en la alta sociedad barcelonesa, explica que “en un mundo marcado por la sobreexposición de los asuntos privados, la sorpresa al descubrir los privilegios de los demás suele ser fruto de la ingenuidad. En el mundillo de la cultura y el arte todo el mundo es un pijo hasta que se demuestre lo contrario. Y los pijos no suelen ser buenos disimulando”.
La llegada a la universidad desde la periferia supone, en muchas ocasiones, el primer contacto con ese mundo presuntamente sofisticado que termina de desvelarse en las redes sociales. Es una experiencia que recogen muchas novelas, desde las muy recientes La familia (Sara Mesa) o El Evangelio (Elisa Victoria), con protagonistas que asisten a fiestas cuyos escenarios y códigos las hacen sentir desplazadas, hasta buena parte de la producción de Annie Ernaux, que, por ejemplo, en Los armarios vacíos, (traducido por Lydia Vázquez para Cabaret Voltaire) describe así su primer curso: “Sacaré unas oposiciones de catedrática de literatura, casi como Simone de Beauvoir, los cafés, la habitación en la residencia universitaria, acostarse a las cuatro de la mañana después de discutir sobre el tercer mundo, esa miseria exótica con la que soñaba en mi tienda cutre y nada original, lo que vivo ahora empieza a parecerse a eso. Se acabó para siempre el miedo a no salir adelante, al destino fatal, a acabar vendiendo patatas”.
No obstante, la visión sobre el parvenu (o nuevo rico) ha cambiado mucho desde las novelas que, durante el siglo XIX, lo presentaban casi como a un pícaro sin escrúpulos. La propia Ernaux, tránsfuga social, termina reconciliándose con las formas que, inevitablemente, ha heredado de sus padres. Respecto a esas costumbres y gestos que revelarían una condición social a priori oculta (tanto como los stories de piscinas y chimeneas), Pacheco indica: “A mí me interesa todo lo que dice de nosotros eso que llamamos saber estar y cómo muchas veces ese saber estar tradicionalmente legitimado ha sido el que ha reproducido o emulado las formas burguesas. Necesitamos poner en valor un saber estar proletario o de extracción proletaria porque es evidente que estamos y sabemos estar. Muchísimas veces se confunde la elegancia con dinero”.
Parásitos, Óscar a la Mejor Película de 2019, reabrió el debate sobre la legitimidad de la rabia contra el patrón. Es una película que, además, subraya el contraste entre el sótano de la familia Kim y la lujosa mansión de los Park. Ante la pregunta sobre si ella mira con envidia esas stories en las que aparecen las lujosas casas de los demás (las de las “familias Park” que cada uno conozca), Pacheco no duda. Ante la pregunta sobre si la ira estaría justificada, tampoco: “¿Envidia? ¡Siempre! Y creo que también mi casa puede ser vista con ira o envidia desde otro lugar, siempre hay alguien más pobre que nosotros. Hay algo muy obsceno en que poca gente viva muy bien y tantísima con tan poco. Creo que en las próximas décadas esta tensión se hará más latente y habrá todavía más ira”.
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