Alejandro Jato, el actor que será Camilo Sesto: “Da pena la imagen que los jóvenes tienen de él, con lo grande que fue”

El intérprete inicia en enero el rodaje de ‘Camilo Superstar’, una serie para Atresplayer Premium sobre el cantante valenciano en la que se recordará su era de mayor gloria

A la izda., Alejandro Jato posa en exclusiva para ICON. A la dcha. Camilo Sesto en su domicilio madrileño, en 1971.Jacobo Medrano (ICON) / EFE

El día que Alejandro Jato (Vigo, 28 años) se presentó a la prueba para el papel de Camilo Sesto para la serie biográfica del cantante que prepara AtresPlayer Premium sobre el cantante valenciano, no llevaba ninguna canción preparada. Al terminar su texto le propusieron cantar algo y él interpretó ...

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El día que Alejandro Jato (Vigo, 28 años) se presentó a la prueba para el papel de Camilo Sesto para la serie biográfica del cantante que prepara AtresPlayer Premium sobre el cantante valenciano, no llevaba ninguna canción preparada. Al terminar su texto le propusieron cantar algo y él interpretó Contra el aire. El equipo de casting, quizá cansado de escuchar aspirantes arrancándose por Vivir así es morir de amor, Algo de mí o, en el caso de los más osados, Getsemaní, se vio sorprendido por una de las canciones menos conocidas de Sesto. Pero Alejandro Jato no era como los demás.

Él sabe que hay muchas expectativas en Camilo Superstar, cuyo rodaje comenzará en enero, no solo por la talla del personaje sino porque casi todos los actores españoles de su generación hicieron ese casting. Desde que lo eligieron a él, Jato pasa sus días entre pruebas de vestuario, pelucas y barbas postizas por la mañana, clases de canto y expresión física por la tarde e inmersiones en la vida, obra y (sobre todo) milagros de Camilo Sesto por las noches. A veces, hasta la madrugada. “La serie abarca de 1972 a 1976, desde que vio Jesucristo Superstar en Londres hasta que lo estrenó en Madrid. La idea es contar quién era él en ese momento concreto. Hay un peligro de irnos a lo reconocible de él, más histriónico y más divo, más hacia los ochenta, pero aquel periodo marcó mucho antes un después en su personalidad. La idea es entender quién era, las cosas que hizo y por qué las hizo”. Y eso es lo que siempre ha movido a Alejandro Jato: entender a las personas.

Alejandro Jato, la semana pasada en un hotel madrileño.Jacobo Medrano

De niño, Alejandro veía La máscara del Zorro (1998) tan a menudo que su madre le aclaró que ese no era El Zorro, sino un actor que se llamaba Antonio Banderas. Mejor todavía. ¿Un actor español al que pagaban por vivir aventuras en Hollywood? Desde el salón de su casa el plan parecía fácil. Cada cumpleaños su madre, que había soñado de joven con ser actriz, le regalaba entradas para el teatro. La vocación le llegó el siete de octubre de 2008 en el Centro Cultural Caixanova, a los 16 años, mientras veía Carnaval de Tamzin Townsend. O, más bien, mientras terminaba.

“Ahora en Vigo desgraciadamente hay muy poco teatro, pero en ese momento venían muchas cosas de Madrid”, recuerda. “Recuerdo al acabar la obra, con toda esa gente aplaudiendo. Pensé: ‘Dios, yo quiero hacer esto’. A raíz de ahí me apunté a una escuela de teatro”. En 2012 se mudó a Madrid con 18 años y alternó sus estudios en la escuela de interpretación Corazza con un grado en Administración y dirección de empresas. Por si acaso. De momento no le ha hecho falta ejercer. Ha aprendido el oficio en un puñado de obras de teatro (varias a las órdenes de Miguel del Arco: Ilusiones, Ricardo III y, en Escenario 0 de HBO Max, Juicio a una zorra) y en 420 capítulos de la serie diaria de TVE Servir y proteger.

El cómo, el cuándo, pero no el por qué

Jato recuerda perfectamente la primera vez que escuchó a Camilo Sesto, no tanto porque le impactara su abrumador rango vocal, que también, sino porque las circunstancias se habrían quedado grabadas en la memoria de cualquiera: su grupo de amigos del colegio se pasaba los recreos haciendo playbacks de Getsemaní, el desgarrado lamento de Jesús contra su padre (Dios, no José) en el musical de Andrew Lloyd Webber.

“En mi colegio había una zona con unos cortinajes y ellos se ponían ahí a cantar jugando con las cortinas. Los de mi pandilla del cole escuchaban música que no tocaba para nuestra edad, yo creo que porque la escuchaban con sus abuelas: Rocío Jurado, Lola Flores, Nino Bravo... Es que éramos un grupo muy raro, porque el más guay era el que más vintage fuera, el que más vinilos tuviera”, explica. Durante su adolescencia, Alejandro descubrió la música ligera española de los setenta, a veces en vinilo, a veces en YouTube.

El intérprete gallego Alejandro Jato, en Madrid la semana pasada.Jacobo Medrano

Aquellos primeros dosmiles fueron los años de la resurrección. Vivir así es morir de amor de Camilo Sesto, Como una ola de Rocío Jurado o Mi gran noche de Raphael empezaban a sonar en las discotecas indies y la modernidad se propuso reivindicar a las figuras folclóricas. Pero había mucho por reparar. Los ochenta huyeron de todo lo que oliera a tardofranquismo y los noventa convirtieron a las folclóricas en monigotes. Camilo Sesto fue uno de los peor parados.

Alejandro iba al instituto con un CD de Grandes Éxitos del Camilo más glorioso en el discman, pero al volver a casa encendía la tele y lo veía convertido en caricatura. “Sí recuerdo la etapa de Mola mazo (2002), lo hablaba con amigos míos, que se le veía como muy perdido, me daba mucha pena que grandes artistas de la canción española acabasen así. Me da rabia. Ahora hablando de la serie con algún amigo me doy cuenta de que la imagen que mucha gente tiene de él no se corresponde con el mito que es, con lo grande que fue esta persona”.

La serie de Atresplayer Premium contará, precisamente, los cuatro años en los que Camilo Sesto era el más grande de todos. Un periodo, además, clave en la historia española. A principios de los setenta, Sesto era un compositor y cantante melódico estrella en España, una especie de respuesta sentimental a Julio Iglesias, gracias a éxtios como Algo de mí, Fresa salvaje o Amor amar. En 1972 viajó a Londres y vio Jesucristo Superstar (de pie, porque todas las butacas estaban ocupadas, pero tampoco es que él quisiera sentarse), una obra que reconvertía al Hijo de Dios en un hippy antisistema de los sesenta, famoso como una estrella de rock y humano como el vecino de al lado. Aquella experiencia lo transformó y él la repitió en varias ocasiones, cada vez más convencido de que él era el elegido para traer ese entonces polémico espectáculo a España.

El cantante Camilo Sesto en su chalé de Madrid en 2002. Cristóbal Manuel

La censura lo vigilaba de cerca. Su representante le intentaba quitar la idea de la cabeza: ¿para qué iba a jugarse la carrera el cantante español que más discos vendía en aquel momento? Sesto invirtió todos sus ahorros, unos 12 millones de pesetas de la época (el cantante declaró en EL PAÍS, meses antes de morir, que calculaba que el presupuesto fue el triple de esa cifra oficial), porque ningún productor quería jugársela con una obra tan polémica en un país tan católico como España. Los cines que proyectaron la versión cinematográfica en 1973 habían sufrido ataques, boicots y manifestaciones. La llegada del Jesucristo Superstar el 6 de noviembre de 1975 paralizó el país. O, por lo menos, la Gran Vía.

“Había gente intentando que los asistentes no pudieran entrar, otros se ponían a rezar por las almas de los espectadores. Pero es que encima, a los 15 días del estreno se muere Franco. El ambiente en el país estaba alterado porque no se sabía que iba a pasar. Todo eso aparece en la serie”, señala Alejandro Jato. Los saboteadores, para los cuales lo del Concilio Vaticano II no iba con ellos, la obra, que además humanizaba a Judas Iscariote, que dejaba de ser un traidor a un discípulo de Cristo que razonaba que la popularidad de su líder dañaba su mensaje. Un crítico de La Vanguardia llegó a echar de menos el cine mudo porque así no tendría que escuchar la “indigencia humillante” de esta ópera rock. La organización ultracatólica Guerrilleros de Cristo movilizó a cientos de personas para que protestasen contra aquel espectáculo sacrílego mientras Sesto, sin inmutarse, declaraba en ABC: “Montar su numerito no les servirá de nada. La obra seguirá adelante, a mí no me asustan esos de los guerrilleros”.

A los tres minutos de representación, en cuanto acabó el primer número musical (el monólogo de Judas Iscariote, nada menos), el público se puso en pie. Al terminar, las crónicas de la época hablaban de una ovación de seis minutos. Aquella noche Camilo Sesto ascendió al cielo de un tipo de fama reservada a unos pocos: tenía 29 años, pero la certeza de que sus obituarios titularían con ese acontecimiento. El musical estuvo cuatro meses en cartel. Andrew Lloyd Webber aseguró que el montaje español era el único de todo el mundo a la altura del estadounidense. Tuvo tanta repercusión que, al terminar su recorrido, la empresa Gillette le pagó ocho millones de pesetas a Camilo Sesto para que se afeitase la barba con una cuchilla de la marca para una campaña publicitaria.

Para Jato, el Camilo Sesto que vio Jesucristo Superstar en Londres no tenía nada que ver con el que protagonizó en el Teatro Alcalá Palace de Madrid tres años después. “Él sintió una llamada y creo que en parte también era una revolución. Había gente que hacía canción protesta, pero a él se le decía que era más un baladista, como si fuera algo más inofensivo. Estaba acabando la dictadura, el país gritaba y necesitaba libertad, empezaba el punk y el glam rock. Y de repente él sintió que su manera de vivir su propia revolución era esa. Sintió que él tenía que estar ahí y ser Jesucristo”, analiza el cantante. Durante los ensayos de la obra, el elenco se sentía tan intimidado por Sesto cuando aparecía caracterizado del Mesías que él, casi poseído por el personaje, les repetía: “No temáis, acercaos a mí, podéis tocarme”.

Camilo Sesto, a finales de los años setenta, cuando representó la ópera rock 'Jesucristo Superstar'.

Camilo Superstar cuenta en qué consiste el proceso de transformación de un chaval de clase humilde de Alcoy en un prodigio musical primero y, a través de una experiencia religiosa, en un ídolo de masas después. La serie también aborda aspectos personales del cantante, una de las figuras más conocidas de España pero de las que menos cosas se saben. Protegió su vida sentimental con obstinación cuando lo normal entre los artistas era todo lo contrario, ocultó los problemas con la bebida que le llevarían a someterse a un transplante de hígado a principios de los dosmiles y mantenía una relación casi obsesiva con sus padres. A su madre le escribió Perdóname y a su padre El amor de mi vida. Alejandro Jato todavía no puede desvelar demasiado de la serie, pero avisa de que sí, todo eso está en Camilo Superstar. “Él no dejó de vivir mientras levantaba Jesucristo Superstar, su vida personal también se vio transformada por aquel hito”, aclara Jato.

Camilo Superstar llega en un contexto inmejorable. Las canciones de Sesto suenan más que nunca en discotecas, karaokes y talent shows. Raperos como Jay Z o Rick Ross han utilizado melodías suyas para sus temas y la rapera Cardi B le homenajeó tras su muerte en 2019 cantando varios de sus clásicos en Instagram. Hace un mes se desenterró un nuevo disco con diez canciones inéditas, Camilo Forever, y el artista parece más popular ahora que en las cuatro décadas anteriores. Aun así, Sesto sigue siendo un enorme misterio. “Así es como quiero que sea”, declaraba él mismo. “El escenario, una puerta atrás con el coche en marcha y cuando el público todavía está pidiendo otra, yo ya estoy en el hotel. Si quiero que haya alguien allí, ya he avisado yo”. En 1983 tuvo un hijo con una de sus fans y se retiró para cuidar de él, lo cual solo le volvió más inaccesible y solitario.

El intérprete Alejandro Jato, a un mes del inicio de rodaje de 'Camilo' en Madrid.Jacobo Medrano

“Era una persona bastante reservada y más discreto de lo que a mí me había llegado de él”, afirma Jato. “Era una fuerza de la naturaleza sobre el escenario, pero una vez se bajaba era recatado, muy reservado. Lo ponía todo en las actuaciones. Tenía una inmensa necesidad de amar y ser amado, pero él decía que nunca se enamoró y que el amor de su vida era la música. A lo mejor es que las relaciones humanas se quedaban cortas, no sé. Desde luego se relacionaba mucho desde la seducción desde pequeño, desde niño. Con su madre y con su hermana tenía una relación muy especial y empiezo a intuir que su relación con las mujeres tiene mucho que ver con esa relación que él tenía con las mujeres de su familia. Tenía una cosa muy maternal que de alguna manera llegaba mucho al público femenino”.

Camilo Superstar está dirigida por Curro Novallas (Traición, Alta mar, Mentiras) y tiene guion de Tatiana Rodríguez (nominada al Goya por Mataharis en 2007 y creadora de La cocinera de Castamar en 2021) y, aunque todavía no se ha decidido si Alejandro interpretará las canciones o hará playback, él se está preparando por si acaso. “Estoy disfrutado de todo el proceso”, afirma. “Seguramente no me van a llegar muchas más oportunidades así y quiero ser consciente de cada paso. Quiero pasármelo bien. Como cuando de pequeño jugaba a ser El Zorro”.

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