Quien lo abra, lo paga: la historia de ‘Sex’, el libro prohibido de Madonna que rompió casi todas las reglas
La colección de fotografías explícitas de Steven Meisel y textos sexuales de la propia cantante, nunca reeditada, se revaloriza hoy como un hito de la libertad sexual y se vende a precios desorbitados en Internet
Un inglés, un italiano, un japonés, un francés y una española se meten en una habitación de hotel de Fráncfort en 1991. Parece el comienzo de un chiste, pero es el inicio de una de las aventuras editoriales más insólitas y memorables de las últimas décadas. Tras firmar una carta de confidencialidad que los obliga a no revelar en público nada de lo que van a ver y de ser registrados en la entrada por si llevan una cámara encima (se los registrará también a la salida), tienen una hora para ver unas fotos y leer unos textos. La española, miembro de Ediciones B, vuelve al espacio que su editorial ...
Un inglés, un italiano, un japonés, un francés y una española se meten en una habitación de hotel de Fráncfort en 1991. Parece el comienzo de un chiste, pero es el inicio de una de las aventuras editoriales más insólitas y memorables de las últimas décadas. Tras firmar una carta de confidencialidad que los obliga a no revelar en público nada de lo que van a ver y de ser registrados en la entrada por si llevan una cámara encima (se los registrará también a la salida), tienen una hora para ver unas fotos y leer unos textos. La española, miembro de Ediciones B, vuelve al espacio que su editorial ocupa en la Feria del Libro de Fráncfort de aquel año y cuenta lo que ha visto. Es un libro de fotos explícitas de Madonna (realizadas por Steven Meisel, considerado el fotógrafo que inventó a las supermodelos en los noventa), con textos sexuales de su puño y letra (con ayuda de Glenn O’Brien, guionista, escritor y periodista la que la artista había conocido a través de Jean Michel Basquiat) y con diseño gráfico de Fabien Baron, el hombre que creó desde frascos de Calvin Klein al logo de Zara. Todo lo recuerda Pere Sureda, que entonces, como director comercial de Ediciones B a sus 35 años, se hizo cargo del proyecto en España.
Madonna (Detroit, 64 años) necesita menos presentación. Por aquel entonces era, simplemente, la mayor estrella femenina del mundo y una fuerza imparable en la cultura popular que había levantado controversia por mezclar pop y religión en los ochenta y que, a partir de Justify my love, en 1990, empezó a mezclar pop y sexo. O, más bien, a mostrar la mirada femenina sobre el sexo. “Quiero correr desnuda bajo una tormenta, quiero hacer el amor en un tren campo a través”, susurraba en la canción, un enorme éxito pese a que su videoclip fue censurado en MTV. Madonna decidió venderlo en tiendas como un video single. “Al final, lo que ha conseguido es hacerse aún más rica”, le dijo un entrevistador durante una conexión en directo en un episodio de Dateline (NBC) que es hoy una pequeña cápsula de la historia pop del siglo XX. Y responde Madonna con una sonrisa pícara: “Sí. ¡Qué suerte la mía!”. Fue esa suerte, ese ritmo de continuo desafío y triunfo, lo que la llevó hasta Sex en 1992.
“Había peticiones muy concretas de su equipo sobre el diseño”, explica Sureda. “Había que respetar la maqueta original traduciendo los textos con la misma fuente de letra y consiguiendo que ocupase el mismo espacio. Algunas páginas no nos permitieron traducirlas: las que estaban escritas del puño y letra de Madonna, incluso con algunas partes tachadas [en la edición española esas 15 páginas serían traducidas en un epílogo final]. El libro tenía que editarse con espiral metálica, cubierta y contracubierta también metálicas, iría cerrado en un envase de celofán y su contenido no podría conocerse hasta que la persona pagase por él y lo abriese, tras lo cual no se admitirían devoluciones, ni de clientes ni de librerías”. La inversión era arriesgada, pero Sureda señala con orgullo que en 1992 Ediciones B podía asumirla. El año anterior se habían llevado el gato al agua con éxitos como Scarlett, la continuación de Lo que el viento se llevó, el Nobel a Nadine Gordimer y, sobre todo, otra punta de lanza de la provocación de fin de siglo: American Psycho, de Bret Easton Ellis.
En una era preinternet, el libro causó una expectación gigantesca. ¿Qué había allí dentro tan prohibido? Todavía éramos inocentes. Mark Snyder tenía 16 años en 1992 (hoy tiene 46 y es escritor y relaciones públicas en Nueva York) y recuerda que, en las grandes cadenas de librerías de Nueva York, el libro no solo estaba envuelto y celofán y cerrado, sino colocado en estanterías especiales que exigían pedírselo a algún empleado. “50 dólares era mucho dinero para mí. Ahorré el dinero que conseguí por mi cumpleaños y le rogué a un amigo mayor de edad que fuese a la tienda a comprármelo. Se agotó en cuestión de semanas: salió en octubre y ya nadie podía comprarlo en Navidad”. Hoy Snyder, junto a su amigo Kenny Finkle (de 50 años, autor y profesor de teatro en el Marymount Manhattan College), tiene un podcast llamado All I Wanna Do Is Talk About Madonna en el que analizan y diseminan la discografía de la artista canción a canción.
Como suele suceder, nada está a la altura de la imaginación más calenturienta, nada supera la fantasía que proyecta un libro cerrado, envuelto y prohibido. La rumorología llegó a decir que, en su interior, Madonna tenía sexo con perros (no, solo hay imágenes donde, además de personas desnudas, hay algún perro). Lo que hay son fotografías de Madonna desnuda, a menudo descubriendo su propio cuerpo frente a un espejo, o atada y sometida por hombres y mujeres, o simulaciones de prácticas como el beso negro, o imágenes de besos con celebridades como Naomi Campbell, Isabella Rosellini o el rapero Vanilla Ice, entonces novio de la cantante. Hay diversidad racial, sexual y de género. En los textos, Madonna (con la supuesta identidad de una tal Dita, homenaje a la actriz alemana Dita Parlo) habla sobre el cuerpo femenino: “Amo mi coño. Es el resumen completo de mi vida. Es el lugar donde han ocurrido las cosas más dolorosas. Pero me ha dado un indescriptible placer. Mi coño es el templo del aprendizaje”.
Un discurso sobre el consentimiento
“Madonna era muy consciente de que estaba creando imágenes que hablaban de fantasías sexuales, pero a la vez no pretendía nacer nada cercano a la pornografía”, explica Snyder. “Creo que el libro habla muy claramente sobre el consentimiento. En ese sentido, va más allá del sexo: deja claro que cualquier acto basado en el consentimiento mutuo va a ser placentero, que eso lleva a la confianza y a la libertad”. Sureda tiene claro que no editó un libro pornográfico. “Lejos de su fama, es sobre todo un libro artístico. Son imágenes duras, pero de sexo consensuado, miradas, juegos y desnudos circunscritos en un diseño y un concepto de ensoñación erótica”. Madonna aclaró a EL PAÍS durante su promoción en 1992 (cuando España se había convertido en el país con mayor nuevo número de casos de sida): “Creo que se puede seguir practicando el sexo, si se hace con cuidado, y la masturbación es la forma más segura de sexo. Por eso hay mucha en mi libro. Es un libro de fantasías eróticas, no es un libro que diga a la gente: sal y folla a lo loco”.
La promoción dio sus frutos. Sureda recuerda que se abrieron varias librerías de Barcelona y Madrid la noche anterior a la salida del libro, el miércoles 21 de octubre, a las 0:01 de la noche. “Recuerdo una cola de veinte personas en el Virgin Megastore de la Gran Vía de Barcelona. Y eso es un hito para un libro que costaba 7.500 pesetas”. Son 50 euros al cambio, pero ajustado a la inflación, casi 140 euros actuales. Era el precio establecido a nivel mundial, con pequeñas diferencias. Fueron 50 dólares en Estados Unidos, 36 euros en Francia, 42 en Alemania. Madonna también dio entrevistas televisivas para promocionar el libro, todas ellas en una parada en el hotel Michelangelo de Milán en la que atendió a varios canales de Europa. Y la que dio para España pasaría a la historia.
¿Dónde se pone Madonna el termómetro cuando tiene fever?
“¿A quién no le gustaba Madonna? ¡Era Madonna!”, exclama Millán Salcedo al otro lado del teléfono. El lunes 5 de octubre de 1992 estaba en Milán junto a Josema Yuste, su compañero del dúo cómico Martes y 13, y una delegación de RTVE para entrevistar a Madonna. Iba a ser el plato fuerte de su nuevo programa semanal, Viéndonos. “Una mujer de nuestro equipo iba mirando las entrevistas y poniéndonos al tanto mientras esperábamos nuestro turno. Al empezar la primera, bajó enloquecida y nos dijo: ‘¡Le ha pegado una hostia al entrevistador! ¡No le preguntéis sobre sexo ni sobre Antonio Banderas!’. Y yo pienso: ‘¿Que no le preguntemos sobre sexo cuando está promocionando Sex? ¡Si hemos venido a eso!”.
Madonna, según recuerda, apareció cabreada porque apenas había dormido. “Ocurrió, menos mal, que yo me salí del papel, porque Josema [Yuste] pasó”, prosigue Salcedo. “Me miró y me dio a entender que aquello no funcionaba”. Tras un par de preguntas que Madonna responde de forma vaga, Millán tiró palomitas por toda la habitación, se puso a ladrar como un perro y, en el momento más recordado de la entrevista, sacó unas enormes bragas, se las dio a Madonna, esta se las puso a él en la cabeza y él, saltando a su sofá [algo prohibido según las peticiones previas de la cantante] comenzó a montarla como un perro. “¡No me creo que estén abusando de mí”!, exclamó ella riéndose. “Debió de ser el primer perreo de este país, y justo a partir de ese momento, ella se volvió encantadora”, rememora hoy Salcedo. “¡Flipa! Pasó de ser una borde a un ser precioso, con esos ojazos azules que uno no se puede ni imaginar”. Todo ocurrió en cuatro minutos.
La entrevista, con preguntas como “¿Dónde se pone Madonna el termómetro cuando tiene fever?” [en referencia al título de uno de los temas de Erotica y a un sketch del dúo de los juguetes Feber], podría haber sido aún mejor: Millán, que sujeta un falso ejemplar de Sex en sus manos, planeaba leer un par de poemitas eróticos imitando a Gloria Fuertes. No ocurrió por la tensión de última hora. Pero, pese a esos impedimentos, permanece como un momento dadaísta: dos humoristas españoles haciendo un número intraducible frente a una estrella internacional que no entiende nada y musita “Creo que estoy teniendo una pesadilla”. Pero, aun así, parece complacida al enfrentarse a un entrevistador que, lejos de temerla, le regala unas bragas y simula un coito con ella.
“Lo hicimos todo pensando en España, porque iba a ser un programa visto aquí. Pero claro, ella no entendía ni papa de castellano, nosotros no entendíamos nada de inglés y la traductora simultánea no nos entendía a ninguno de los dos”. Salcedo no ha vuelto a ver la entrevista. La detesta. Eso sí, recuerda: “Al apagarse las cámaras, cuando nos íbamos, nos dio besos y se mostró humana. Yo la besé y le dije mirándola a los ojos: Madonna, I love you. Y ella me miró, ya desarmada, incluso frágil, y respondió: Thank you very much”.
Un poder sexual, personal y político
Mark Snyder y Kenny Finkle responden con rapidez y pasión a las preguntas sobre Madonna, igual que lo hacen en su podcast. “La era Erotica de Madonna es una de las más interesantes de su carrera”, concede Mark Snyder. “Tras el Blonde Ambition Tour y todos los obstáculos que superó durante esa gira, se dio cuenta de que podía ir aún más lejos y de que estaba en una posición única hacerlo, para hablar de algo que incomodaba a la gente”, añade Kenny Finkle. Prosigue Mark: “Lo que hace maravilloso este momento es el hecho de que una mujer de treinta y pico años toma consciencia de estar en la cima de su belleza y de su poder y lo aprovecha. En los siguientes años siguió siendo realmente bella, pero no de modo puramente físico. En 1992, su cuerpo lo era todo y Sex celebra la juventud, la belleza pura y todo el poder, personal y político, que emana de esa belleza”. “Las nuevas generaciones están mucho más alineadas con ese mensaje”, concluye Mark. Y añade Kenny: “Ese es el verdadero legado del libro. La generación actual y su libertad sexual es el legado de Sex”.
Madonna pagó caro ese atrevimiento. Sex vendió su tirada de 800.000 copias, pero su disco Erotica recibió críticas desiguales y se convirtió en un pequeño fracaso para los números que manejaba entonces la artista. “En su siguiente álbum, se volvió a poner la ropa, eligió no volver a hablar de esta era y, cuando lo hacía, mostraba cierto miedo”, apunta Finkle. “En años venideros se mostró más contenida, cerró la boca”. Llegaría la Madonna de musicales, la espiritual, la cowboy, la diva disco.
30 años después, Erotica es reconocido como uno de los álbumes más experimentales y valientes de Madonna, de sonido oscuro y letras arriesgadas que, más que del sexo, hablaban del amor, del sida y de la pérdida. Y Sex es un objeto de culto que jamás se volvió a editar y que se cotiza en el mercado de segunda mano a precios que alcanzan los 700 euros. Era un movimiento calculado, según Sureda. “Fue un producto visionario también en el tirón de las ediciones limitadas, ahora habituales tanto en el mundo editorial como en el de la moda”. “El hecho de que haya un número limitado de ejemplares en el mundo y no se haya editado ni uno más le añade mucho valor y conecta con la mística de esta era”, remata Kenny.
Hoy Madonna vuelve a hablar de Sex (lo hizo hace poco en su Instagram). Y de sexo. Al mostrar su cuerpo desnudo en Instagram, hablar insistentemente de sexo y no vestir como se supone que debería hacerlo una mujer de su edad, está pulsando exactamente los mismos botones que hace 30 años… porque hoy tiene 64. “Al igual que en 1992, está marcando un camino para todas las estrellas femeninas que van a llegar, que buscan longevidad en sus carreras y que no están dispuestas a renunciar a ningún aspecto de su identidad”, explica Kenny. “Para Madonna, es vital ser la suma de todas las versiones que hemos conocido de ella”, remata Mark. “Y una de ellas es esta. ¿Por qué esa resistencia a que las mujeres vivan su vida, sean sexuales y disfruten sin sentir vergüenza? A Madonna, en ese sentido, le queda mucho trabajo por hacer”.
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