Las raíces del fenómeno William Levy: por qué el galán de telenovela ha vuelto a ponerse de moda
El protagonista de ‘Café con aroma de mujer’ es, junto a Cam Yaman o Regé-Jean Page la última encarnación de un modelo de masculinidad tradicional desaparecido en otros reductos de ficción, pero arrasa en los melodramas de la pequeña pantalla
Primero llegaron Mercedes Milá y Belén Esteban, más tarde El Hormiguero y, al final, El Corte Inglés. Con esta secuencia de apoyos, el actor cubano William Levy (La Habana, 41 años), protagonista de la telenovela colombiana Café con aroma de mujer (que en España se puede ver ...
Primero llegaron Mercedes Milá y Belén Esteban, más tarde El Hormiguero y, al final, El Corte Inglés. Con esta secuencia de apoyos, el actor cubano William Levy (La Habana, 41 años), protagonista de la telenovela colombiana Café con aroma de mujer (que en España se puede ver en Netflix), fue avanzando círculos hasta colocarse en el centro mismo del mainstream. No es el prototipo de actor masculino protagonista de físico raro, campaña multimillonaria de perfumes y emisiones de feromonas turbias, a lo Adam Driver. Tampoco el chico con peinado mullet que para superar su imagen de guapo musculado heteronormativo posa para las revistas con tacones o con pendientes, como Jacob Elordi. Ni siquiera el efebo amante de la moda de físico ligero como Timothée Chalamet. No, Levy es la última encarnación de una figura eterna, el galán-galán.
El actor fue a vivir a Miami con su familia cuando tenía 15 años. Trabajó de modelo y se curtió en el teatro y en realities de Telemundo como La isla de las tentaciones. Ha tenido que esperar a una edad en la que el actor se acerca a la madurez para dar el salto de popularidad definitivo. Su consagración llega vía campaña publicitaria. Levy es el último hombre Emidio Tucci, un puesto que antes que él ocuparon George Clooney, Pedro Martínez de la Rosa, Fernando Torres, Jon Hamm, Xabi Alonso, Alex González y Quim Gutiérrez. Todos ellos tienen perfiles distintos, pero comparten cierta idea de una masculinidad no amenazada ni amenazadora.
La telenovela como género ha mutado en la última década. Ahora está en las plataformas, con producciones caras y bien engrasadas, como la propia Café con aroma de mujer. Ahora viene también de Turquía. Allí, Can Yaman es el máximo representante de la galanura. El actor anunció hace apenas unos días que dará el salto internacional con un proyecto de alto presupuesto para Disney+ titulado El turco. Las telenovelas actuales también vienen firmadas por Shonda Rhimes. La productora que se inventó un fenómeno como Anatomía de Grey, a punto de estrenar su temporada número 19, ha sabido traducir el lenguaje de la telenovela clásica estadounidense que se emite en horario diurno y se alarga durante décadas en las parrillas, como Days of Our Lives, a la era de la televisión de plataformas y sabe muy bien que un ingrediente indispensable en todo serial es uno o varios actores protagonistas de buena planta que generen furor y no reformulen demasiado lo que se considera atractivo en un hombre en un contexto de heterosexualidad normativa.
A Rhimes le deben sus carreras actores como Jesse Williams, que ahora triunfa en Broadway con una obra que se ha hecho famosa por motivos extrateatrales –Williams tiene un desnudo frontal en ella–, o Regé-Jean Page, que apenas aguantó una temporada en Los Bridgerton antes de saltar a capitalizar su súbita fama. Suerte que había reservas y relevos en la serie como Luke Newton y Jonathan Bailey. Antes de ellos, vinieron otros actores como Taye Diggs (Private Practice), Scott Foley (Scandal), Patrick Dempsey, con el que Rhimes acabó fatal, o Eric Dane, también de Anatomía de Grey. Todos ellos tienen un físico que no les haría desentonar en una portada de novela romántica de la editorial Harlequín. Y han mantenido una imagen tirando a blanca fuera de la pantalla.
Al margen de que luego puedan ganarse un culto gay, el galán de telenovela moderna está marketinizado para gustar a un cierto segmento de mujeres heterosexuales. Popy Blasco, autor del libro Cine Crush. El cine homoerótico involuntario en nuestro despertar sexual (Dos Bigotes), confirma ese cisma. “Es evidente que el colectivo LGBTIQ+ cada vez tiene menos conexión con el lenguaje kitsch de las nuevas telenovelas, tanto turcas como latinoamericanas, porque se han vuelto más contenidas que las de antaño”, cree. “Antes eran mucho más camp y esperpénticas. Eso hace que, al no consumirlas, no alcemos a sus protagonistas como iconos propios. Además, el colectivo ya encuentra ídolos en productos de grandes plataformas que ya están pensados para ese público”.
Sin embargo, en el pasado sí hubo galanes de telenovela que tuvieron un rol importante en el despertar sexual de muchos hombres gais. Y ahí Blasco cita a Lorenzo Lamas, el actor que más veces posó para Playgirl y que menos dudó en venderse como un auténtico beefcake, es decir, un pastel de carne, un encasillamiento que los actores que alcanzan cierto éxito siempre están intentando superar. “Lamas, apodado El Rey de las camas, fue el prototipo de masculinidad tóxica a finales de los ochenta”, repasa Blasco. “Después, los millenials vivieron un resurgir del galán de culebrón como mito filogay gracias al elenco de Pasión de gavilanes”.
“Son roles clásicos que tardarán en desaparecer. En algún sitio leí que en La isla calavera, la segunda parte del remake de King Kong, se planteó la posibilidad de que un actor fuera el objeto de deseo del mono, como lo había sido antes Jessica Lange, pero no se atrevieron al final. El hombre protector siempre perdura”, cree Diego (prefiere no dar su apellido), experto en galanuras al menos por la experiencia que le da actualizar, desde hace años, la cuenta de Instagram Dioses Imperfectos, dedicada en principio a los “mitos eróticos de serie B” (desde entonces, ha abierto bastante el espectro).
¿Qué tiene que tener un protagonista atractivo para aunar a la vez a esos dos públicos? En Cine Crush tiene un hueco Ryan Philippe pero no, por ejemplo, George Clooney. Blasco se remonta a la época dorada de Hollywood, la del Código Hays y la armarización obligatoria, para tratar de trazar esa división: “Marlon Brando, Burt Lancaster, James Dean, Steve McQueen o Daniel Craig tienen un gran seguimiento gay. Otros, en cambio, como Gregory Peck, jamás se postularon como referentes homoeróticos, cuando sí tenían un gran éxito entre el público femenino. Recientemente, ocurría algo similar con el propio Clooney o con Colin Firth [completamente desgalanizado ya en la actual serie The Staircase, donde hace de turbio padre de familia con una bisexualidad mal digerida], sex symbols para las señoras pero no para el colectivo, porque proyectaban una imagen demasiado sofisticada de gentleman”.
Clooney fue hombre Tucci en 1999. Firth no, pero no es difícil imaginar al Mr. Darcy del mítico Orgullo y prejuicio de la BBC en 1995 probándose blazers y polos y haciendo ese gesto, tan seductor, de juguetear con el botón medio de la americana del esmóquin. Es posible que la condición de galán absoluto para todos los ojos y edades venga al final marcada por la posibilidad de que una firma de moda te elija para glorificarte a tamaño gigante en todas sus marquesinas. Atentos a las telenovelas: ahí empiezan.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.