Kubrick no, Zac Efron sí: cómo Stephen King se reconcilió con las adaptaciones de sus novelas
Famoso por criticar las películas basadas en sus obras, el maestro del terror con las películas basadas en sus libros ha evolucionado al polo casi opuesto: últimamente todas le parecen encomiables
“La han convertido en una historia familiar y eso me encanta”. “La he visto ya tres veces”. “Creo que Zac Efron ha hecho un trabajo maravilloso”. “Ojalá hagan una trilogía”. Son solo algunas de las entusiastas observaciones que Stephen King (Maine, EE UU, 74 años) vertió la pasada semana en ...
“La han convertido en una historia familiar y eso me encanta”. “La he visto ya tres veces”. “Creo que Zac Efron ha hecho un trabajo maravilloso”. “Ojalá hagan una trilogía”. Son solo algunas de las entusiastas observaciones que Stephen King (Maine, EE UU, 74 años) vertió la pasada semana en una entrevista a Vanity Fair a propósito de la nueva adaptación cinematográfica de su novela Ojos de fuego, estrenada el 13 de mayo, con la antigua estrella juvenil Zac Efron en el papel del padre de la niña protagonista. Durante el intercambio con el periodista Anthony Breznigan, King también alaba algunos detalles de la puesta en escena e incluso llega a decir que el guion contiene ideas que desearía que se le hubieran ocurrido a él. El maestro del terror parece ser el principal fan de la película, la cual ha recabado un pobre 12% de aprobación entre la crítica profesional, según el agregador Rotten Tomatoes, y ha debutado en la taquilla estadounidense con menos de cuatro millones de dólares, por debajo de Sonic 2: La película en su sexta semana.
Dirigida por Keith Thomas, cineasta que sorprendió hace apenas dos años por la original combinación entre el terror y el folclore judío que planteó en su primer largometraje, The Vigil (de 2019, pero estrenada en 2020), la nueva Ojos de fuego condensa las más de 400 páginas de la novela de King, publicada en 1980, en hora y media. Esta producción del sello Blumhouse juega con el espíritu de su tiempo y convierte la travesía del personaje principal, la pequeña Charlie McGee (una niña con poderes piroquinéticos; es decir, capaz de crear y controlar fuego con la mente), en básicamente una narración al estilo de las historias de orígenes superheroicas, cuya protagonista podría encajar sin problemas en un futurible crossover con los X-Men. No es la primera vez que la novela se adapta al cine: ya lo hizo en 1984, con una jovencísima Drew Barrymore, y muchas más objeciones por parte de Stephen King. “Es como un puré de cafetería”, declaró el autor a la revista del American Film Institute en una entrevista de la época, donde la señalaba como “una de las peores” adaptaciones de su trabajo, aun siendo más fiel con la fuente original que el remake.
“En los últimos años, la actitud que adopta King es más la de un patrocinador que simplemente se siente orgulloso de que su obra siga produciendo interés entre los cineastas”, opina, entrevistado por ICON, Óliver Mayorga, redactor de la newsletter especializada La Zona Muerta, dedicada a divulgar la obra del escritor de Maine. Mayorga destaca el momento de kingmanía despertado por el éxito de la moderna adaptación de It (2017-19), cuya primera entrega se convirtió en la película de terror más taquillera de todos los tiempos y, por supuesto, fue efusivamente elogiada por King, a pesar de algunas notables licencias creativas. Obtener su bendición, sin embargo, ya no parece algo tan complicado como en los tiempos en los que ni siquiera Stanley Kubrick pasaba el corte. La película más reciente basada en su obra y contra la que ha cargado King, como lo hizo con El resplandor de 1980 (por cuyo desagrado llegó a escribir personalmente el guion de una nueva versión televisiva en 1997, que sigue su libro casi al pie de la letra), es de hace dos décadas: la vilipendiada El cazador de sueños (2003). Adaptaciones posteriores y con idéntico rechazo general, como La torre oscura (2017), han recibido, sin embargo, comentarios muy afectuosos por su parte.
“Era muy joven en ese momento”, declara el escritor en la entrevista de Vanity Fair cuando se le pregunta por sus antiguas reacciones viscerales a películas como la primera versión de Ojos de fuego. Ahora, en cambio, dice: “Me gusta más que antes. No quiero decir nada malo de nadie, nunca lo hago. Si hay algo que no me gusta, mi política casi siempre es quedarme callado”. “La relación de King con el cine siempre ha sido complicada. El problema parece venir de cómo se adaptan los textos y cómo simplifican la profundidad y la complejidad de sus personajes y temas”, considera, consultada por ICON, la profesora estadounidense Jaron Mann, autora en 2011 de la tesis The Misery of Popularity: Stephen King in the Literature Classroom (en español La miseria de la popularidad: Stephen King en la clase de Literatura, una referencia a su novela Misery), donde analiza cómo el alcance masivo de la obra del escritor de Maine ha llevado a muchos académicos a minusvalorarla o despreciarla por defecto. Mann cree que King no está tan preocupado porque sus adaptaciones sean íntegramente fieles a los libros como porque logren establecer “conexiones significativas” entre los personajes y los espectadores, razón por la que, en su opinión, el autor parece recibir mejor las que tienen un formato serial, “que permiten entrar más profundamente a los detalles”.
Una nueva perspectiva
“Soy el equivalente literario al Big Mac y las patatas”, llegó a afirmar célebremente Stephen King sobre su obra en una entrevista para Time en 1986. Por declaraciones como esta, la profesora Jaron Mann defiende que King nunca ha tenido el menor interés en el prestigio ni en el reconocimiento intelectual, y desestima que sus encontronazos con algunos directores y productores pudieran deberse, en este sentido, a una antigua aspiración juvenil porque se le valorase mejor ni a que sintiese que se le vulgarizaba. Además de por la explícita vocación popular del escritor, en su tesis, otro factor que Mann señala para explicar por qué los académicos subestiman a King es que cultiva un género que no suele ser aplaudido por la crítica, el terror. Algo que tiene su reflejo en el cine: las adaptaciones de sus dramas carcelarios Cadena perpetua (1994) y La milla verde (1999) obtuvieron muchos más parabienes de crítica y aficionados. Ambos son los largometrajes basados en historias del autor con mayor valoración en IMDb, pese a no pertenecer al género con el que universalmente se le identifica. “La gente tiene la idea preconcebida de que el término terror simplemente implica sangre y tripas. Como resultado, cuando ven una película catalogada como de terror, esa es la imagen que proyectan y asumen que no va a ser buena. Ellos se lo pierden”, argumenta.
Sobre la nueva perspectiva desde la que King se acerca a sus adaptaciones contemporáneas, Mann apunta al “sentimiento de nostalgia” que puede haber en casos de películas como la nueva Ojos de fuego, que ejercen de “puente entre generaciones”, al haber “padres que pudieron haber leído el libro de adolescentes o ido a ver la película [de 1984] y ahora quieren compartir esa experiencia con su propio hijo adolescente”, si bien no piensa que esa sea “necesariamente” la razón que justifique un supuesto cambio de actitud del autor. Ni tampoco, agrega, la aspiración por llegar a aún más público del que ya tiene. Óliver Mayorga, de la newsletter La Zona Muerta, abre otra posible vía de interpretación: el desastre de su primera y también última incursión en el cine como director, La rebelión de las máquinas (1986). “Estoy seguro de que su accidentada experiencia, que además fue un fracaso en taquilla, le hizo ver de otro modo el mundo del cine. Y más después de haber sufrido de primera mano las dificultades a las que se enfrenta un equipo de rodaje día tras día”, considera.
Rodada en la cima de su adicción a la cocaína, como el propio King ha reconocido, La rebelión de las máquinas es actualmente un título de culto entre los admiradores del cine trash por el delirio del conjunto, sus diálogos involuntariamente cómicos o las muy casposas escenas gore. La película, que narra cómo las máquinas cobran vida a raíz del paso de un cometa cerca de la Tierra, comienza mostrando un puente levadizo que toma conciencia de sí mismo, se abre en medio de un atasco y hace que pierda su carga un camión lleno de melones, los cuales provocan una sangría al estallar sobre las cabezas de los conductores de detrás. “Estaba muy drogado y no sabía lo que hacía”, confesó el autor y director en el libro de entrevistas Hollywood’s Stephen King (2003), de Tony Magistrale.
El director de la Ojos de fuego de 1984, Mark L. Lester, muy molesto en su día por las críticas de King a su trabajo, saboreó el fracaso como una dulce venganza. “En esa época, él odiaba cada película que sacaban de sus libros. Finalmente, Dino [de Laurentiis, productor de Ojos de fuego, La zona muerta (1983) y Los ojos del gato (1985)] se hartó de él y dijo ‘De acuerdo, vas a dirigir tu propia película’. Y bien, resultó ser la absoluta peor película de Stephen King de la historia”, declaró al fanzine holandés Schokkend Nieuws en 2014.
Pese a la experiencia de La rebelión de las máquinas, Óliver Mayorga recuerda que Stephen King no ha roto creativamente con el cine y cita el ejemplo de La historia de Lisey, miniserie del chileno Pablo Larraín estrenada el pasado año en Apple TV+, con guiones firmados por él, al tratarse de una adaptación de “su novela favorita”. O su iniciativa Dollar Baby, que permite a estudiantes de cine o de teatro adaptar sus relatos cortos pagando solamente 1 dólar por sus derechos; programa que tuvo entre sus beneficiarios a un joven Frank Darabont (responsable de Cadena perpetua, La milla verde y La niebla (2007). Salvo que los abogados de Stephen King lleven el recuento –la práctica existe desde 1977– es virtualmente imposible saber el número de producciones que se han llevado a cabo mediante este sistema, pero un simple vistazo a YouTube con las palabras “stephen king dollar baby” muestra que siguen rodándose muchas, quizá más que nunca gracias a su influencia cultural actual. Una influencia también importantemente desplegada a través de obras apócrifas o, por mucho que le molestase antes, adaptaciones que él consideraba fallidas.
Este mismo mayo se estrena en Netflix la nueva temporada de Stranger Things, cuya gran heroína, Once, no es difícil de emparentar con la Charlie McGee de Ojos de fuego. Sus responsables, de hecho, hicieron posar en un póster a la actriz Millie Bobby Brown imitando a Drew Barrymore en la película de 1984. Por si alguien de verdad se lo está preguntando, Stephen King ya ha dicho en más de una ocasión que adora Stranger Things.
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