El caso del tapiz nazi de 30 metros cuadrados y 3,5 kg de oro que lleva décadas escondido en el Louvre
Ningún documento aclara por qué se incorporó esta polémica obra a las colecciones del museo, ni cómo ha podido una pieza tan voluminosa mantenerse oculta. La única certeza es que nunca se ha exhibido ni se han publicado fotografías en color
El 10 de septiembre de 2010, en un control aduanero realizado en un tren que iba de Zúrich a Múnich, la policía alemana interceptó a un tipo que llevaba en el bolsillo más de 10.000 euros en metálico. Su nombre era Cornelius Gurlitt. Gracias a las posteriores investigaciones se descubrió que tenía escondidas alrededor de 1.500 obras de arte de finales del XIX y del XX, con firmas de la talla de Pissarro, ...
El 10 de septiembre de 2010, en un control aduanero realizado en un tren que iba de Zúrich a Múnich, la policía alemana interceptó a un tipo que llevaba en el bolsillo más de 10.000 euros en metálico. Su nombre era Cornelius Gurlitt. Gracias a las posteriores investigaciones se descubrió que tenía escondidas alrededor de 1.500 obras de arte de finales del XIX y del XX, con firmas de la talla de Pissarro, Cézanne, Monet u Otto Dix.
En el mundo del coleccionismo de arte, la noticia causó revuelo porque las obras provenían en gran medida de expolios y saqueos a judíos en la primera mitad del siglo XX. Se abrió un proceso de restitución de obras a familiares de las víctimas. Ahora ha visto la luz un caso similar. The Art Newspaper ha publicado la noticia de que el Museo del Louvre esconde (a su pesar) un tapiz nazi de 30 metros cuadrados que representa un águila heráldica adornada con una esvástica, además de llevar estampadas las iniciales de Adolf Hitler y una cita de Mein Kampf: “Quien quiera vivir debe luchar”. La continuación de la proclama hitleriana no está entretejida en el tapiz, pero dice que aquellos que no luchan “no tienen derecho a existir”.
El tapiz de lana y seda está tejido con hilos de oro que suman 3,5 kilos de peso. The Art Newspaper se pregunta dónde pudieron los nazis haber encontrado semejante cantidad, ya que ningún documento oficial sobre el tapiz responde claramente a la cuestión. Es altamente probable que la materia prima fueran las joyas confiscadas a los judíos deportados a los campos de concentración, o incluso dientes de oro de esas víctimas. Pero también hay dudas sobre ese origen. La fecha de creación inscrita en la parte inferior del tapiz es 1942, año en el que los líderes nazis decretaron la Solución Final en la conferencia de Wannsee, según la cual debían exterminar a toda la población judía de Europa.
La publicación también cuestiona cómo pudo incorporarse un tapiz nazi a las colecciones del Louvre, y cómo una pieza tan voluminosa ha logrado mantenerse oculta. Según archivos franceses y estadounidenses, la obra llegó en 1949 al punto de recogida del ejército estadounidense en Múnich, donde se recolectaban obras trasladadas durante la guerra. En principio, se especuló con que hubiera sido bordado en los talleres de los Gobelinos de París pero una investigación realizada por la comisaria Rose Valland aquel año determinó que se había confeccionado en la fábrica en Nymphenburg, a las afueras de Múnich.
Las notas de Elie Doubinsky, representante francés en el punto de recogida, certificaban que los 3,5 kilos de oro contenidos en el tapiz habían sido proporcionados por el Partido Nazi. Una vez evidenciada la conexión con la fábrica de Nymphenburg, se determinó que “Francia no tenía derechos sobre esta obra”, pero aun así el gerente del punto de recogida, el estadounidense Stefan Munsing, ordenó que el tapiz fuera enviado a Francia. De esta forma llegó a París el 9 de junio de 1949, para ser poco tiempo después confiado al Louvre.
Está claro que el tapiz no pertenece al Louvre, aunque fue depositado allí como parte del programa de Musées Nationaux Recuperation (Museos Nacionales Recuperación), que acumula unas 2.000 obras recuperadas en Alemania en 1945. Se trata de objetos supuestamente procedentes de Francia cuyos propietarios no regresaron de la guerra. Por tanto, la pieza no procede de Francia pero forma parte del MNR. Estas obras deben ser accesibles al público, lo que “excluye la conservación prolongada”. En este caso, sin embargo, nunca se ha exhibido y no se han publicado fotografías en color.
Contactado por ICON Design, el Louvre no ha dado respuesta. El Ministerio de Cultura mantiene silencio al respecto. Hasta el mes pasado se describía en los registros del MNR como “probablemente saqueado”, pero cinco días después de las consultas del periódico londinense la etiqueta cambió a “no saqueado”, ya que el tapiz en sí (enviado a Francia, aunque no creado en Francia), no ha sido víctima de saqueo o de venta forzosa.
En cualquier caso nos encontramos ante una pieza que nadie quiere y sobre la que planea la duda de si debe ser preservada. The Art Newspaper se pregunta si es el Louvre el depositario apropiado, siendo quizás un museo histórico su mejor albergue. En esa línea, el Deutsches Historisches Museum de Berlín sería su hogar natural, ya que contiene una colección considerable de objetos nazis y tiene el conocimiento para almacenar y exhibir con sensibilidad dichos artículos en condiciones adecuadas.
“Los campos de concentración hoy en día son museos, y está bien que así sea porque son importantísimos para comprobar lo abominable que fue el holocausto, y nos sirven para entenderlo y para evitar que suceda de nuevo”, explica el historiador Daniel Gutiérrez Ardila, formado en París. “Si con la desaparición del tapiz se pudiera restituir el destino trágico de las víctimas me parecería genial destruirlo, pero con la destrucción no cambiamos el destino”. Gran cantidad de las obras recuperadas de Gurlitt se han comisariado en varias exposiciones.
El historiador opina que “este tapiz es un documento que puede servir para ayudar a comprender cómo se llegó a un proyecto político detestable, dictatorial, basado en la fuerza, y da una idea clara de lo que hicieron. No creo que deba exponerse en un museo como el Louvre. La ideología que muestra no permite verlo como arte, está manchado, por supuesto, pero sí que debería exponerse en un museo de historia conservando esa función pedagógica”.
Resulta difícil que el tapiz pueda exponerse, básicamente por cómo glorifica a Hitler, pero también por su enorme tamaño. Según The Art Newspaper, en caso de destruirse y de recuperarse el oro, este ahora valdría alrededor de 200.000 euros. Ya aseguró en 1949 Munsing, aquel funcionario estadounidense, que el tapiz “carece de valor artístico”, su “único valor está compuesto por el hilo de oro”. El Ministerio de Cultura francés responde que “obviamente, no se trata de destruirlo”, ya que el tapiz representa “un elemento de la historia”.