Cuchillerías centenarias y arte escondido: el Milán que resiste a la gentrificación
Recorremos cinco tesoros del arte, la arquitectura y la vida cotidiana de la capital lombarda de la mano de Gaia Maveri y Luca Baroni, fundadores de Contesto: el estudio creativo que reivindica la belleza y la nobleza, muchas veces imperceptible, de cierto Milán que todavía subsiste
Teatro dei Filodrammatici.
Lo primero que ve el visitante es la fachada principal de estilo Liberty, una de las más notables de la ciudad, pero hay mucho más. En el interior, un teatro concluido en 1800 que sufrió varias renovaciones. La más decisiva la acometió a mediados de los sesenta Luigi Caccia Dominioni, el arquitecto y diseñador que supo reinventar la gran tradición milanesa en la segunda mitad del siglo XX. Desde su impresionante escalera se puede ver otra estrella del teatro: el pavimento de mosaico que Caccia encargó a Francesco Somaini, un prodigio vanguardista de forma radial que resulta moderno y atemporal al mismo tiempo. “Es un ejemplo de la reconstrucción de la posguerra”, explica Baroni. “Entras por la fachada modernista, que se conservó, y en el interior todo está reconstruido”. Un ejemplo, también, de la propia filosofía de su estudio crítico, que consiste precisamente en imaginar el futuro sin olvidarse del entorno.Stefan Giftthaler'MU141: La vita infinita', de Kenjiro Azuma.
El Cimitero Monumentale de Milán es un museo de escultura al aire libre, pero esta obra no la encontrará en otras guías. Inaugurada en 2015, lleva la firma de este escultor japonés que se formó en Brera junto a Marino Marini y que acabó siendo plenamente milanés sin abandonar la filosofía zen de su obra. “La hemos elegido porque es bastante invisible, no se ve en el primer momento. No es conocida. Y tiene significado propio, porque está junto a la entrada al cementerio de los no católicos”. Stefan GiftthalerSanta Maria Nascente al QT8.
Pocos visitantes de Milán salen del centro para visitar el QT8, un barrio construido a partir de un planteamiento experimental a propuesta de la Trienal de 1947, la primera después de la Segunda Guerra Mundial. Piero Bottoni, su principal artífice, construyó una emblemática colina sobre los escombros de los edificios destruidos en la contienda. “Fue un barrio popular, una ciudad jardín con la filosofía de una casa para todos, y donde se experimentaron todas las tipologías de vivienda”. Y sus calles ordenadas esconden tesoros como esta iglesia de planta circular obra de Vico Magistretti, que colaboró con el arquitecto Mario Tedeschi. Geometría, materiales sencillos manejados con poesía y ecología urbanística.Stefan Giftthaler
'Baracchini dei libri'.
“Los puestos callejeros de libros son miniarquitecturas muy fascinantes”, explican Maveri y Baroni. “Nos interesa la idea de acudir a esos lugares que resisten en los barrios a pesar de las grandes cadenas internacionales. Un baracchino es un lugar donde encuentras lo inencontrable, y conserva su vocación popular. Es un lugar sencillo, sin artificios. No todo debe convertirse en algo estilizado. A veces, cuando se recuperan lugares antiguos, se reconvierte para las clases pudientes, pero estos siguen siendo para todo el mundo”. Este está en Piazzale Susa, en el barrio de Acquabella.
Stefan GiftthalerColtelleria Lorenzi.
“En Milán resisten tiendas de barrio de toda la vida como la Drogheria Grossi (Corso Magenta, 31) o la cuchillería Preattoni (Manzoni esq/ Via della Spiga), locales donde se encuentran todo tipo de objetos útiles, no necesariamente caros, que transmiten una cultura y una forma de hacer las cosas. Lorenzi es una de las más conocidas y se ha puesto de moda, pero conserva esta idea de tienda de barrio, con interiores panelados en madera que imitan la atmósfera de siglos pasados. Son espacios que están desapareciendo para dejar sitio a lugares mucho más feos. Estos siguen contando una historia y ofreciendo productos bonitos”. Stefan Giftthaler