Un padre albañil, un hijo arquitecto y el polvero del pueblo: así nació Casa Libertad

El estudio GRAO firma esta vivienda en el municipio cordobés de Encinas Reales, con un estilo ecléctico que fusiona la arquitectura centroeuropea con la tradición andaluza

Francisco García padre, amante del arte mudéjar, quiso dejar clara su influencia en muros como este.

Tras heredar una pequeña parcela familiar en su pueblo, Encinas Reales (Córdoba, 2.266 habitantes), Francisco García decidió construir en ella una cocina de leña. Tipología muy habitual en los pueblos cordobeses, es un lugar donde guardar trastos o disponer de un taller, pero también un espacio con chimenea para el invierno y, sobre todo, otro al aire libre para el clásico perol familiar de los domingos. “Lo pensé de la noche a la mañana y empecé a hacerlo”, recuerda. Rondaba los 70 años y, albañil de toda la vida, él mismo se arrancó a levantarla. Entonces llegó su hijo, arquitecto con doce años de trayectoria en Suiza. “Él cambió totalmente el panorama y me dijo lo de hacer una casa. Yo no quería. Si no fuera mi hijo le hubiera mandado a paseo, pero luego me rendí”, relata divertido. Tras muchas discusiones, rehicieron el proyecto y apostaron por el uso de materiales locales. Cuatro años de obra después nació Casa Libertad.

Desarrollada sobre una parcela rectangular de 20 metros de largo y siete de ancho, junto a un olivar a las afueras del municipio cordobés, la vivienda ha supuesto un inesperado trabajo familiar no exento de encontronazos “entre el padre albañil y el hijo arquitecto que propone ideas raras”, como señala Francisco García junior. “Con cualquier cliente ya puede ser difícil, pero si quieres imponer una idea a tu padre… pues ya es más complejo. Sin embargo, también ha sido muy enriquecedor y divertido”, apunta el arquitecto. No fue hasta ver los primeros movimientos de tierra en la parcela cuando pensó en desarrollar allí un inmueble rústico como el que ideaba su progenitor, pero que además fuese generoso en luz y espacio exterior, cómodo y que sirviera de retiro a sus padres, ya jubilados. Su idea quedó plasmada cuando los cimientos ya estaban puestos y algunos elementos ya crecían. Hubo que destruir y reconstruir. Y ni dio tiempo a realizar los planos en formato digital para la estructura. El diseño general fue dibujado a mano alzada, con croquis que establecieron las normas. Más tardé todo se procesó en el ordenador para planear el resto de trabajos y acabados.

El dormitorio principal, que da al patio con una pequeña alberca, se separa del resto de la planta baja con un biombo de madera.

García hijo, de 36 años, ejercía la dirección de obra desde Suiza a través de Skype y WhatsApp. García padre, hoy con 72 años, enviaba fotos y mostraba en directo sus evoluciones. Éstas, a veces, no eran a gusto del arquitecto y el albañil se veía obligado a tirarlas. “Hacía una cosa y si no le gustaba, pues al suelo y vuelta a empezar. Eso me jodía mucho, hablando claro”, dice entre risas el maestro albañil, que señala que en los casi cuatro años de obra ha construido dos casas: la que se ve y la que ha tenido que tirar abajo a indicaciones de su hijo. Y aunque sostenga que él no ha participado en el proceso de diseño, sí que consiguió pequeñas victorias. El uso de ladrillos perforados y cerámicas para dar a los patios toques de la arquitectura mudéjar que le fascina es una de ellas. “Me encanta”, explica el hombre, que se ha encargado de saneamiento, electricidad, cimentación, albañilería, muros, forjados, cubiertas, pavimentación, alicatado, enfoscados, pintura y jardinería. “Él es el verdadero héroe de esta historia al haber terminado la casa”, señala su descendiente.

Casa Libertad —que toma su nombre de la avenida donde está edificada— es hoy la residencia familiar más singular de Encinas Reales. Más allá de la autoconstrucción, supone una fusión de la arquitectura centroeuropea en la que trabaja el García desde hace más de una década —con influencias de arquitectos suizos como Esch Sintzel, Roger Boltshauser, Harry Gugger o Park Architekten— y las ideas de la arquitectura vernácula andaluza, llena de referencias de la cultura árabe. De hecho, García hijo conoció la Alhambra por primera durante la construcción de la vivienda y la visita influyó decisivamente en ella. Tiene, además, conceptos arquitectónicos característicos del brutalismo y los materiales se encuentran prácticamente desnudos. Todos son típicos de la zona. La mayoría proceden de un polvero del municipio —el almacén Hermanos Ramírez Vera— que, además, es propiedad de un familiar. Los ladrillos perforados de termoarcilla, las viguetas o las bovedillas catalanas del techo proceden de allí. Las carpinterías de madera y metálicas han sido también elaboradas por empresas de la zona “con acabados muy notables”, según el arquitecto.

Terrazo en el suelo, bovedillas en el techo y ladrillo en los muros, materiales sencillos procedentes del polvero de Encinas Reales.

Dos patios y la casa en el centro

Lejos de las tradicionales casas andaluzas, el inmueble desarrolla el concepto de introspección: opta por cerrarse a la calle —no tiene ventas al exterior— y abrirse a los dos grandes patios, que también captan la luz. El más grande —de casi 50 metros cuadrados— es totalmente cuadrado y juega con las ideas de simetría. En el centro cuenta con una pieza rocosa que ejerce de asador —ahí se cocina ahora el perol de los domingos— junto a cuatro elementos más de piedra: tres bancos y una mesa. La barbacoa cuenta también con una bomba eléctrica que impulsa un circuito cerrado de agua, que recorre la mitad del espacio en una estrecha franja en el suelo inspirada en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra. El Salón de los Embajadores del monumento granadino también influye en la simetría de la vegetación a ambos lados, juntos a muros donde el albañil ha dejado su toque personal. Dos jazmines y un limonero ponen la guinda. En el otro extremo de la parcela, un segundo patio más pequeño acoge una minúscula alberca y una zona para tumbarse al sol.

La vivienda se ubica entre ambos espacios abiertos, casi en el centro. La planta baja, diáfana, cuenta con vestíbulo además de un espacio principal que ejerce de salón, comedor y cocina, con un dormitorio solo separado por un biombo de madera que abre o cierra la habitación. Un baño completa la zona baja, justo en la que hacen vida sus habitantes. El suelo es de terrazo clásico. Procede de Terrazos Andalucía, en Atarfe (Granada). “No deja de ser mármol y es un homenaje al pavimento clásico de los pueblos”, explica el arquitecto. Las paredes son de ladrillo procedente de diversas compras —y, por tanto, con distintas tonalidades por su diversa cocción— pintado de blanco para igualarlos. También para reflejar la luz, difícil de alcanzar debido a la orientación del terreno.

La barbacoa y los bancos para disfrutar de un almuerzo en familia son el origen de este proyecto familiar.

La cocina —diseñada a medida de la estatura de Mariana Ramírez, de 68 años, madre del arquitecto y responsable del interiorismo— tiene los muebles azules, mismo color que asciende por las escaleras hasta la segunda planta. Ahí solo hay una sencilla habitación de invitados —donde duerme el hijo arquitecto o su hermano durante sus visitas— y una galería de lectura con lozas hidráulicas fabricadas cerca, en Mosaicos Artesanos (Cabra). Tienen los colores que definen la casa —azul, barro y gris— y llevan hasta una terraza con vistas a la sierra. Cuenta con persianas alicantinas separadas de la pared por una pieza metálica. “Es como la clásica persiana que sale fuera del balcón: evita el sol directo pero permite que entre el aire al interior”, apunta García, que retoma así las técnicas climáticas tradicionales andaluzas. Los techos, de bovedilla catalana, mejoran el diseño y la acústica. Las cubiertas son planas, como las de Almería o Ibiza, lejos de los clásicos tejados a dos aguas del sur.

Para el joven arquitecto este ha sido un proyecto único en su vida. También una oportunidad de ensayar las bases de la que quiere sea su arquitectura: “tradición constructiva, purismo formal, sostenibilidad y eclecticismo arquitectónico”, define. Tras participar en la remodelación de la estación de Basilea o levantar una urbanización en Zúrich, ahora trabaja para el estudio suizo TF Architektur donde diseña un colegio rural y, de manera paralela, impulsa su propia marca —GRAO— donde empieza a recibir encargos, como el nuevo ayuntamiento de Encinas Reales. Mientras, su padre disfruta de una casa a la que sus vecinos se acercan con curiosidad. “Dicen que la encuentran rara”, afirma el hombre, contento y orgulloso de residir en Casa Libertad.

La decoración es minimialista y la principal sala de estar cuenta con apenas dos sillas para los dos residentes de la vivienda.

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