¿Quién fue Fazlur Khan? El hombre que salvó los rascacielos con caña de bambú
Gracias al económico sistema de estructura tubular ideado por el ingeniero en 1962 se construyeron las Torres Gemelas, el Citicorp Center, o el novísimo rascacielos de Rafael Viñoly, y se rescató del hundimiento al John Hancock Center
En 1965, la famosa vidente Jeane Dixon predijo que la torre John Hancock iba a colapsar. Un año después, el ingeniero de la obra recibió una llamada aterradora: “El edificio se está hundiendo en el suelo”. Comenzaba una carrera por salvar no solo ese rascacielos, sino todos los rascacielos del mundo. Una carrera que había empezado, sin que nadie lo advirties...
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En 1965, la famosa vidente Jeane Dixon predijo que la torre John Hancock iba a colapsar. Un año después, el ingeniero de la obra recibió una llamada aterradora: “El edificio se está hundiendo en el suelo”. Comenzaba una carrera por salvar no solo ese rascacielos, sino todos los rascacielos del mundo. Una carrera que había empezado, sin que nadie lo advirtiese, tres años antes.
En 1962, el arquitecto Bruce Graham, de la firma SOM, le pidió al ingeniero Fazlur Rahman Khan que le dijese cuál era la estructura más económica posible para construir un rascacielos. La pregunta era cuestión de supervivencia porque, en esa época, el mundo de la arquitectura se estaba preguntando si los rascacielos habían dejado de tener sentido. Se seguía construyendo alguna torre de altura mediana aquí y allá, pero los superrascacielos como el Empire State Building parecían una cosa del pasado porque, sencillamente, eran demasiado caros de construir.
Por eso, cuando a Bruce Graham le encargaron una torre residencial en Chicago, le pidió a su ingeniero que diseñase la estructura más barata posible. Khan no le contestó inmediatamente; le dijo: “espera”, y bajó a una floristería. Porque Fazlur Khan, además de ser un niño prodigio de la ingeniería (tenía solo 33 años en 1962), era una suerte de entertainer: un tipo dicharachero y encantador que gustaba de contar chistes y anécdotas y hacer trucos de magia. Así que volvió de la floristería y, como un mago en un teatro, le enseñó a Graham lo que había comprado: una caña de bambú. “Esta. Esta es la estructura más económica y más eficaz para construir un rascacielos”.
Los edificios más altos que Khan, nacido en Bangladés, había visto durante su infancia y juventud apenas tenían tres o cuatro plantas. De hecho, no vio un rascacielos hasta que emigró a Chicago en 1950, con 21 años. Sin embargo, cuando su arquitecto le preguntó por la estructura más eficaz posible, Khan recordó los bosques de los alrededores de su casa en Bangladés, y cómo se había maravillado por la resistencia de una planta tan ligera como el bambú.
Y sí, tenía razón. La mejor estructura para un rascacielos no era el entramado de vigas y pilares de acero con el que se habían construido hasta ese momento. Era el tubo, como una caña de bambú. ¿Por qué? Pues por dos razones esenciales: por un lado, es la estructura que mejor resiste al viento y el viento es el enemigo número uno de un rascacielos; y por otro lado, al colocar la estructura en la fachada, se liberan las plantas de pilares, de tal manera que hay mucha más superficie libre y mucho más fácil de distribuir. Lo cual significa que las plantas se pueden alquilar mejor y, por cierto, más caras.
Con el sistema de estructura tubular, Graham y Khan construyeron la torre de apartamentos DeWitt-Chesnut, en Chicago. Inaugurado en 1965, es un edificio elegantísimo de solo 42 plantas, pero les sirvió como entrenamiento para el encargo que cambiaría sus vidas.
En 1964, el promotor Jerry Wolman (propietario de los Philadelphia Eagles) les encargó la construcción de un superrascacielos en la Magnificent Mile de Chicago. Wolman quería una torre monumental, el edificio más alto de Chicago, que llegase al menos a las 90 plantas. Pero había una condición impuesta por la financiera, la John Hancock Mutual Life Insurance, tenía que costar menos de 100 millones de dólares. A priori, 100 millones parece una cantidad enorme de dinero, pero si pensamos que las Torres Gemelas costaron 200 millones cada una, en realidad, la empresa se antojaba imposible. Salvo que fueses Fazlur Khan.
Cuando en la oficina plantearon el dilema, Graham volvió a preguntar al ingeniero bangladesí: —¿Se puede construir un edificio de 90 plantas con 100 millones? —No. Con 100 millones podemos construir un rascacielos de 100 plantas— contestó Khan.
En realidad, con el sistema convencional de tubo exterior, era muy difícil conseguir lo que prometía Khan, pero él tenía un as en la manga: se podía reducir la cantidad de estructura en la fachada siempre que se considerase que toda la fachada era estructura. Gracias a un sistema de diagonales que había pergeñado junto a uno de sus alumnos en el IIT, Khan transformó las fachadas del futuro rascacielos en una especie de superviga, de supercercha que repartía todo el esfuerzo del viento sobre la fachada. Es más, para asegurar que el sistema era lo más eficaz posible, Khan recurrió a dos jóvenes ingenieros informáticos que calcularon toda la estructura con las incipientes computadoras de la época. Había nacido un diseño icónico.
Con ese diseño, Khan y Graham aseguraron a Wolman que la torre mediría 100 plantas y costaría 100 millones. El proyecto se aprobó y apareció en todos los periódicos y todas las revistas de arquitectura. El futuro Wolman Building iba a ser el segundo edificio más alto del mundo (detrás del Empire State) y prácticamente duplicaba en altura al edificio más alto de Chicago. La ciudad del viento volvería a ser la ciudad de los rascacielos.
Pero, como el viento, el destino es a veces traicionero. En diciembre de 1965, la famosa vidente Jeane Dixon escribió en su columna de la revista Parade Magazine una profecía ominosa: “El nuevo rascacielos de 100 plantas que ha empezado a construirse en Chicago va a desplomarse antes de que finalicen las obras”. La cosa no habría pasado de un chisme en las hojas de sociedad, si no fuese porque Dixon era, efectivamente, muy famosa. Y era tan famosa porque en 1956 había pronosticado el asesinato de Kennedy que se produciría siete años después.
Las obras siguieron adelante, pero algunos de los albañiles y de los operarios se alertaban ante cualquier ruido medio raro y no podían evitar tener la mosca detrás de la oreja. Hasta que en julio de 1966, cuando ya se habían construido 20 plantas del rascacielos, Khan recibió una llamada aterradora: “La torre se está hundiendo en el suelo”.
Khan paró la obra de inmediato y fue a averiguar qué pasaba. Efectivamente, el edificio se estaba hundiendo de más. Habían previsto que la cimentación asentase como un metro cuando la torre estuviese terminada pero es que ya había descendido ese metro con solo 20 plantas.
¿Qué había pasado? ¿Cómo es posible que Khan y los ingenieros informáticos se hubiesen equivocado de tal manera en los cálculos? Pues lo que había pasado era algo que había pasado muchas veces antes y que pasaría muchas veces después: la constructora había querido ahorrarse dinero y, al hacerlo, había provocado una catástrofe incipiente.
El problema residía en que el suelo de Chicago es muy blando y muy fangoso. Es esencialmente idéntico al lecho del lago Míchigan, así que las cimentaciones que diseñó Khan eran similares a las que se usan en los pilones de los puentes que cruzan ríos. Este tipo de cimentación, llamada “pozo de cimentación” o “caisson” funciona mediante un sistema que se autohunde a medida que se construye. Es muy eficaz para estos suelos, pero tiene que hacerse con cuidado y la constructora no lo había hecho con cuidado.
Mediante una serie de pruebas con ultrasonidos, Khan descubrió que habían estado vertiendo hormigón mientras las perforadoras aún seguían dentro de los pozos, lo cual alteraba el proceso de fraguado. La cosa era aún más peligrosa porque uno de los caissons no solo estaba hundido de más, es que se había inclinado casi una pulgada de su eje vertical, lo cual, extrapolado a los 344 metros del rascacielos, provocaría una deformación inadmisible.
Aunque el error no fuese suyo y no tuviese nada que ver con el sistema de tubo con diagonales que había diseñado, la reputación de Khan se tambaleaba porque si el edificio no llegaba a término, no podría demostrar que su estructura era la más eficaz.
Así que lo paró todo. Lo paró todo durante seis meses, hasta que los pozos asentasen. Después se reequilibró el caisson inclinado y, con los nuevos cálculos, Khan ordenó que se reanudaran las obras, asegurando que no volvería a haber ningún problema.
En realidad, el problema a quien afectó fue al promotor, que se quedó sin crédito, momento en el que la financiera tomó el control del edificio conservando tanto al arquitecto como al ingeniero. Así fue cómo la compañía financiera acabó bautizando con su nombre al rascacielos: John Hancock Center.
El John Hancock Center se inauguró en 1969 y, pese a los retrasos, costó justo 100 millones de dólares. No solo supuso la coronación de Fazlur Khan como ingeniero, también significó un cambio de paradigma en la ingeniería estructural de todo el mundo. A partir del John Hancock, los superrascacielos volvían a ser objeto de deseo y, de hecho, la mayoría se siguieron (y se siguen) construyendo mediante alguna variación del sistema estructural de Khan. Así se levantaron las Torres Gemelas, el Citicorp Center y hasta el novísimo ultrarrascacielos de Rafael Viñoly en el 432 de Park Avenue.
Fazlur Rahman Khan falleció en 1982 de un ataque cardiaco son solo 52 años. Cuando murió, aún era el ingeniero del edificio más alto del mundo: la Torre Sears, también en Chicago. En una de las plantas de la torre hay un pequeño bajorrelieve dedicado a Khan, que reza: “Uno de los más grandes ingenieros estructurales de nuestro tiempo”. Pero fue más que eso. Khan fue el hombre que salvó a todos los rascacielos del mundo.