Blake Lively y Ryan Reynolds: así se han convertido en el matrimonio más rentable de Hollywood
La pareja de intérpretes lidera los dos primeros puestos de la taquilla internacional con ‘Deadpool y Lobezno’ y ‘Romper el círculo’, respectivamente. Tras conformar una de las mayores fortunas de la meca del cine, su apuesta por difuminar las líneas entre la persona y el personaje se ha demostrado tan lucrativa como cuestionable
Blake Lively y Ryan Reynolds han conseguido un hito que no ocurría desde hace tres décadas. Desde que en un fin de semana del julio de 1990 Demi Moore y Bruce Willis coparan los dos primeros puestos de la taquilla con Ghost y La Jungla 2, respectivamente, ningún otro matrimonio había logrado reinar de manera simultánea en los cines de todo el mundo. Hasta hoy. Ryan Reynolds y Blake Lively han demostrado ser una de las power couples más relevantes del Hollywood actual repartiéndose el top uno y dos de la taquilla el pasado fin de semana con Deadpool y Lobezno, por encima de los mil millones de dólares de recaudación ya en todo el mundo, y Romper el círculo, adaptación de un best-seller dramático que se ha asentado como gran sorpresa veraniega tras superar todas las expectativas en su estreno. Un triunfo a cuatro manos que demuestra lo efectivo de la fórmula de marketing avalada por Reynolds y seguida ahora por Lively, que subordina el aspecto narrativo o artístico del filme y lo convierte en una mera expansión de la marca personal de su protagonista.
A sus 36 años, la californiana que se hizo un nombre gracias a la serie Gossip Girl ha querido asegurarse de que sus cuatro años de ausencia en la gran pantalla no hayan difuminado su rostro en la memoria de los cinéfilos. En apenas dos semanas ha protagonizado la portada de la edición estadounidense de la revista Vogue, una gira de prensa con una veintena de looks hilados por la temática floral —su personaje regenta una floristería en la película—, entre los que destaca un Versace de archivo que lució Britney Spears en 2002, y todo tipo de interacciones virales, desde la elaboración de una tarta de lima —la favorita de su madre— hasta el sorprendente encuentro con su spice girl favorita, Emma Bunton.
Además, también ha lanzado una línea de productos para el cuidado del cabello, Blake Brown Beauty, y hasta una marca de cócteles sin alcohol de sabor cereza o limonada, Betty Buzz. Las canciones de su íntima amiga Taylor Swift ponen banda sonora al metraje y hasta hay cines que venden entradas bajo el reclamo de “noche de chicas”. Pese a la controversia que ha rodeado al director y coprotagonista del filme, Justin Baldoni, casi desaparecido de la gira de promoción por un supuesto enfrentamiento con ella durante el rodaje y en posproducción, la actriz logró que su marido, su suegra Tammy Reynolds y el gran amigo de la pareja, Hugh Jackman, le prestaran su poder mediático para promocionar un filme que incluso hace competencia en la cartelera a Deadpool y Lobezno. Un intento de emular el Barbenheimer del pasado año que ha funcionado pese a que medios como Rolling Stone o Buzzfeed, y cientos de usuarios en redes, denuncien el descaro de una estrategia que no persigue publicitar la película en cuestión, sino a su intérprete principal.
“Resulta extremadamente raro que Blake Lively haya convertido el tour de promoción de un drama sobre violencia doméstica en una plataforma para fortalecer su estatus como icono de moda y la influencia de la superpareja que conforma junto a Ryan Reynolds”, escribe una tuitera en la red social X en un mensaje con más de nueve mil Me gusta. “Para que lo sepáis: Romper el círculo no es una comedia romántica, trata sobre violencia de género y tiene varias escenas muy duras. La promoción de esta película me está enfadando”, apunta otra, también celebrada con miles de reacciones de apoyo.
Son muchas y muy airadas las reacciones que acusan de romantizar el maltrato y las relaciones tóxicas a una estrategia de publicidad que ha conseguido que la película haya triplicado en ganancias su presupuesto en su primer fin de semana de estreno, embolsándose unos 100 millones de dólares en todo el mundo. El diario británico The Telegraph señala a esta adaptación de la novela de Coleen Hoover, que narra el triángulo amoroso entre una joven florista de Boston, su novio maltratador (Baldoni) y su primer amor de la infancia (Brandon Sklenar), por “empaquetar la violencia doméstica como un romance elegante”. En respuesta a las críticas recibidas, el pasado martes Lively compartió ante sus más de 45 millones de seguidores en Instagram los datos de contacto de una organización dedicada a ayudar a las víctimas de violencia doméstica en Estados Unidos.
Aunque se conocieron rodando el que acabaría siendo uno de los grandes fracasos del cine de superhéroes, Linterna Verde, la relación entre el canadiense, de 47 años, y la californiana ha sido fructífera en lo personal y lo profesional. Una vez ambos se desligaron de sus respectivas parejas sentimentales de la época —él estaba casado con Scarlett Johansson y ella llevaba tres años con su compañero de Gossip Girl, Penn Badgley—, comenzaron su romance en otoño de 2011. Este “cuento de hadas”, en palabras de Reynolds, se fraguó en apenas una semana, que fue el tiempo que pasó desde su primera cita a la búsqueda de una casa para vivir juntos. Confirmaron su amor sobre el altar un año después, en una hacienda de Carolina del Sur. Comparten cuatro hijos, James, de 9 años, Inez, de 7, Betty, de 4, y Olin, que llegó al mundo en febrero del pasado año; y un patrimonio conjunto superior a los 350 millones de dólares que los convierte en uno de los matrimonios más acaudalados de la meca del cine.
El protagonista de Buried ha demostrado tener olfato para los negocios y su cartera de inversiones es incluso más heterogénea que su filmografía: de la marca de ginebra Aviation a la operadora de telefonía Mint Mobile —ambas empresas vendidas por 2.000 millones de euros en menos de cuatro años—, pasando por la escudería de Fórmula 1 Alpine, una compañía de ciberseguridad y un equipo de fútbol en Gales. También cuenta con una serie documental sobre el día a día de dicha plantilla, Bienvenidos al Wrexham, y una productora audiovisual.
Todas las compañías se han revalorizado gracias al poder mediático de un Reynolds, dispuesto a difuminar las líneas entre la persona pública y el personaje, entre el largometraje de ficción y el anuncio publicitario. Tanto si se trata de colar las botellas de Aviation en sus películas sin pudor alguno como de renunciar a cualquier aspiración de prestigio artístico, de un tiempo a esta parte elige personajes monocordes en producciones olvidables, explotando su característico ingenio sarcástico hasta la extenuación. Perpetuar la marca personal y el rol de prescriptor comercial así lo exige.
Su esposa parece haber cruzado esa frontera en Romper el círculo y la prensa especializada no está contenta con ello. En el artículo de The Telegraph titulado Blake Lively y Ryan Reynolds ya no son actores, son influencers, el periodista Ben White sostiene que ellos no deberían ser el futuro de Hollywood. “Nuestras mejores estrellas de cine no pueden tratar la cinematografía como un mero cuadrante dentro de un plan de negocio más grande. Reynolds debe ser la anomalía, no el modelo a seguir”.