Un anillo de la NBA, una subasta y una inmensa fortuna: la guerra de los Bryant continúa cuatro años después de la muerte de Kobe

Pamela y Joe Bryant, distanciados de su hijo desde que se casó con Vanessa Bryant, han sacado a la venta por apenas 30.000 dólares el anillo de campeón que el jugador de baloncesto ganó y les regaló en el año 2000. El deportista, fallecido en 2020, ya les impidió vender su ‘memorabilia’ hace 11 años

Kobe Bryant y su padre, Joe, en un partido de béisbol en Los Ángeles en junio de 2009.John W. McDonough (Sports Illustrated via Getty Ima)

La temporada de los Lakers en el año 2000 fue brillante. Un jovencísimo Kobe Bryant, de 21 años, se convertía en incuestionable estrella mientras Shaquille O’Neal anotaba puntos sin parar, logrando que el equipo se alzara como el mejor de la temporada, logrando el famoso anillo de campeones. El pipiolo Bryant le regaló la joya, en oro y diamantes, a su orgulloso padre, Joe Bryant, que había sido tambi...

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La temporada de los Lakers en el año 2000 fue brillante. Un jovencísimo Kobe Bryant, de 21 años, se convertía en incuestionable estrella mientras Shaquille O’Neal anotaba puntos sin parar, logrando que el equipo se alzara como el mejor de la temporada, logrando el famoso anillo de campeones. El pipiolo Bryant le regaló la joya, en oro y diamantes, a su orgulloso padre, Joe Bryant, que había sido también jugador de la NBA pero que nunca llegó a alcanzar los logros de su hijo. Hoy aquella imagen parece casi irreal, borrada por el tiempo y sus vicisitudes. Un cuarto de siglo después, el mundo es otro. Kobe se casó, tuvo cuatro hijas. Los Bryant se distanciaron. Nunca volvieron a ser aquella piña. Kobe murió hace cuatro años, con solo 41. Y ahora, para sorpresa de muchos, se ha sabido que Joe y Pam, los padres del deportista, venden aquel anillo. Lo han sacado a subasta por apenas 30.000 dólares, aunque con una docena de pujas casi alcanza los 100.000. Lo más sorprendente, o grave, o peculiar de la historia, es que ya habían intentado lucrarse antes con las pertenencias de Kobe, pero su hijo les frenó.

Cuando Kobe Bryant falleció en un accidente de helicóptero en Los Ángeles —en el que también pereció su segunda hija, Gianna, de 13 años— dejó un legado social, cultural y deportivo, pero también económico. Además de gran deportista fue un intuitivo inversor que logró amasar una fortuna estimada en unos 600 millones de dólares, según Forbes. Sin embargo, no parece que sus padres, ni tampoco sus hermanas, hayan visto un solo dólar de todo ello. No pasan necesidades, pero tampoco tienen acceso a los réditos del jugador. Quien administra su legado es su viuda, Vanessa, que gestiona todo con miras a sus tres hijas: Natalia, Bianka y Capri. Y, hasta donde se sabe y desde hace años, ella no tiene relación con los Bryant. Como tampoco la tuvo durante años el propio Kobe.

Kobe Bryant abraza a su madre, Pam, tras ganar un partido en marzo de 1996 en Hershey, Pensilvania.Pete Bannan (Getty Images)

Durante su infancia, el chico vivió a la sombra del padre, un profesional del baloncesto reconvertido en entrenador y frustrado por el escaso recorrido de su carrera (para los años setenta y ochenta, cuando jugó, era un tipo demasiado alto, grandote, y no encajaba en las posiciones defensivas que entonces le marcaban). Por su trabajo, Joe Bryant vivió con su familia en Italia y Filadelfia (EE UU). Pero en cuanto vieron que el chico tenía oportunidades reales de seguir la senda paterna e incluso de superarla, se mudaron a Los Ángeles, donde olieron las posibilidades de una carrera deportiva y también comercial. Era mediados de los noventa, Kobe era apenas un adolescente y sus padres le guiaban. En una entrevista de 1996 con Jay Leno, con Joe y Pam entre el público, el presentador bromeaba con aquel chaval de 17 años de 198 centímetros vestido de traje y corbata: “Ya no tendrás que cortar más el césped”. Él respondía: “Lo bueno es que ahora les doy una paga a mis padres”.

Una broma solo a medias. Durante años les pagó casas, coches de lujo, gastos y también caprichos. Bryant siempre fue muy generoso con aquellos a quienes quiso. Cuando poco después conoció a Vanessa Urbieta Cornejo (o Vanessa Laine, puesto que se había cambiado el apellido por el del nuevo marido de su madre después de que su padre huyera a México sin mirar atrás), llenaba el instituto en el que estudiaba la muchacha de inmensos ramos de flores, y ella acaparaba tanto la atención cuando él iba a recogerla en sus Mercedes que tuvo que terminar el último curso en casa. Fue precisamente su romance con Vanessa lo que distanció a Kobe de sus padres. A ellos no les gustó su relación ni su rapidez: se conocieron grabando un videoclip —aquella vez en la que Bryant quiso ser rapero— en 1999, cuando ella tenía 17 años y él 20, y en el 18º cumpleaños de la joven, en mayo de 2000, anunciaron su compromiso para casarse en abril de 2001. Tampoco les gustó a los Bryant que su hijo no escogiera a una chica afroamericana, sino latina. Doce invitados atendieron el enlace. Joe y Pam Bryant no estaban entre ellos.

A partir de ahí llegaron los desencuentros, también públicamente. Vanessa Bryant empezó a llevar junto a su marido las riendas de su casa, sus finanzas y sus decisiones profesionales y personales. Y los padres del jugador fueron perdiendo poder. En un documental de 2015, el atleta reconocía que para él resultó “muy distinto tener a alguien tan cercano, después de estar acostumbrado a una crianza en aislamiento”, y que con su esposa había encontrado a alguien compatible, que veía el mundo de su misma manera.

Kobe y Vanessa Bryant, en los premios Oscar de 2018.Kevin Mazur (WireImage)

Los problemas solo empeoraron. En 2002 Bryant ya era una estrella de tal calibre que su número se retiró en homenaje. En ese acto estuvieron sus padres, pero sentados en una zona distinta de Vanessa. En 2003, en un importante partido de play-offs, su madre le pidió que dejara una entrada en taquilla a nombre de su padre, cosa que él hizo... sin que Joe apareciera. “Sabía que no vendría a verme. Nunca lo hace”, declaraba entonces a Los Ángeles Times, donde llegó a decir que ese distanciamiento era “algo del todo natural”: “Estoy seguro de que es duro para cualquier padre cuando sus hijos crecen y caminan solos”. Pero por entonces Joe todavía no había visitado la nueva casa de Kobe, ni había conocido a su primogénita, Natalia, nacida en enero de ese año.

“No es sobre baloncesto”, reflexionaba entonces el escolta acerca de la relación perdida con su padre. ”Es sobre tener a alguien con quien ir a un partido. Es sobre tener a alguien con quien salir un rato. Eso es lo que echo de menos”. En esa misma charla, el padre aseguraba que cuando su hijo tomó la decisión de estar con Vanessa, su esposa y él decidieron “que era el momento de dar un paso atrás, eso es todo”: “Es su vida. No tenemos nada que hacer. Nuestro trabajo está hecho”. “Cuando pasen 20 años, cuando sus propios hijos crezcan, entenderá lo que he hecho”, argumentaba. Un par de años después, cuando Joe empezó a entrenar a Los Angeles Sparks, equipo de baloncesto femenino de la ciudad, se produjo un acercamiento. En 2010 los Lakers de Bryant y Gasol ganaron el campeonato y Joe y Pam volvieron a estar en las gradas (aunque entonces se comentó que no era Kobe quien les había invitado, sino un aficionado).

Kobe Bryant y su hija Gianna, en un partido de baloncesto en Nueva York en diciembre de 2019. Paul Bereswill (Getty Images)

Pero todo se volvió a tocer. El golpe más doloroso llegó en 2013. Entonces los padres del jugador sacaron a subasta varios de los objetos personales de su hijo, entre ellos dos uniformes escolares y ese mismo anillo de 2000 que tratan de vender ahora, un cuarto de siglo después. El enfado de Bryant fue tan monumental que incluso mostró su furia en Twitter, ahora X. “Cuando das, das y das, y ellos cogen, cogen y cogen... ¿en qué punto marcas una línea sobre la arena?”, escribía en la red social, junto a etiquetas donde se leía “herido más allá de toda medida”, “nadie me advirtió” y “¿amor?”. Por eso decidió demandar a Goldin, la casa de subastas, pero esta denunció de vuelta, afirmando que Pam era la dueña de aquellos objetos y que ya le habían dado por ellos 450.000 dólares para pagar una casa que ella y Joe se iban a comprar en Las Vegas. Finalmente las partes llegaron a un acuerdo y vendieron solo seis objetos para llegar al medio millón de dólares, algo más de lo adelantado por Goldin. Los padres de Kobe lanzaron un comunicado donde afirmaban “lamentar” sus acciones: “Pedimos disculpas por cualquier malentendido y entendemos en dolor que podemos haber causado a nuestro hijo. Apreciamos el apoyo financiero que nos ha prestado en estos años”. Pero el hilo se había roto para siempre.

Joe y Pamela no estuvieron presentes en la retirada de Kobe, en abril de 2016. Para entonces ya llevaban tres años sin hablarse. En una entrevista con el medio deportivo ESPN ese año, el jugador reconocía, dolido, que todo era muy difícil con ellos: “Nuestra relación es una mierda. Les digo: ‘Voy a compraros una casa estupenda’. ¿Y la respuesta es: ‘No es suficiente’? ¿Y entonces vendéis mis mierdas?”. También hablaba de sus hermanas, Sharia y Shaya. “Son muy listas, han estudiado. Estoy orgulloso de ellas, han conseguido sus trabajos, sus vidas, han sido capaces de cuidar de ellas mismas. Ahora tienen un sentido más propio de sí mismas, de quiénes son como personas, en vez de estar resentidas porque dependían de mí”, explicaba Bryant, dejando caer, de nuevo, que el dinero había sido un punto de inflexión en sus relaciones familiares. “Para mí fue duro, pero es algo que hay que hacer, algo con lo que tienes que ser muy fuerte”, zanjaba.

De izquierda a derecha Michael Tabb (cuñado de Kobe Bryant) y su esposa Shaya Bryant (hermana de Kobe), con sus dos hijos. Tras ellos, Pamela y Joe Bryant. Al final, la hija de Michael y Shaya. La familia acudió a recoger un premio para deportistas negros en Las Vegas en mayo de 2022.Ethan Miller (Getty Images)

Poco antes de su muerte, otros dos sucesos agrandaron la distancia en la familia. En 2018, sus padres no acudirían tampoco a verle ganar el Oscar al mejor corto de animación por Dear Basketball. Con él estuvo Vanessa, muy lejos de aquella adolescente a la que llevó a Disneylandia en su primera cita, y ya convertida en una de las mujeres más poderosas de Los Ángeles. Y en 2019 los Bryant volvieron a las andadas: Pam sacó a subasta ese anillo de campeones del año 2000, uno que Kobe encargó entonces para ella. Salió a la venta por 20.000 dólares (su precio, por el oro y las piedras, estaría entre los 50.000 y los 150.000 dólares) y lo vendió por 206.000.

Ahora la historia vuelve a repetirse. El anillo de Bryant que le regaló a su padre ha salido a la venta en Goldin por apenas 33.000 dólares. La página de subastas explica que pesa 60 gramos, está hecho en oro de 14 kilates, con 40 diamantes y en la talla de Kobe, con varias palabras grabadas, como Lakers, Bryant y los números 8 y 2000. “Obtenido directamente de la familia Bryant, este anillo es único en su especie, y podemos confirmar que es el único que le dio Kobe a su padre. Viene con un certificado de autenticidad de Pam Bryant”, alega la web de la casa de subastas. Se espera que su precio final supere el del vendido en 2019. Lo que se desconocen son los motivos de la venta: ¿necesidad de dinero por parte de los Bryant? ¿Venganza pública contra Vanessa? ¿Una manera de seguir en la palestra? Por parte de los seguidores del fallecido jugador les han llovido las críticas. Algunos incluso animan a Vanessa a participar en la subasta, hacerse con la joya y ponerla a buen recaudo. El 30 de marzo se cierra la puja. Ahí se conocerá el final de este penúltimo capítulo de la guerra de los Bryant.

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