Shakira, un año de la mujer que ya no llora, la mujer que factura
La cantante colombiana y el futbolista Gerard Piqué anunciaron su separación el 4 de junio de 2022. Cuando han pasado 12 meses, ella ha sabido darle la vuelta a la historia convirtiendo su duelo en una fábrica de éxitos musicales y dominando la narrativa
Fueron 26 las palabras con las que, hace exactamente un año, el 4 de junio de 2022, Shakira y Piqué comunicaban al mundo su separación. Adiós a 12 años de relación, un hogar en Barcelona y una vida en común en tres escuetísimas frases. Surgieron muchas preguntas, cuestiones sobre los dos, sobre sus hijos, sobre si había terceras personas. ...
Fueron 26 las palabras con las que, hace exactamente un año, el 4 de junio de 2022, Shakira y Piqué comunicaban al mundo su separación. Adiós a 12 años de relación, un hogar en Barcelona y una vida en común en tres escuetísimas frases. Surgieron muchas preguntas, cuestiones sobre los dos, sobre sus hijos, sobre si había terceras personas. Las incógnitas no tardaron en despejarse, pero todos y cada uno de los capítulos de este relato —no demasiados; en este tipo de personajes es muy fácil que surja una noticia casi diaria, pero en su caso se ha contenido— han generado un enorme interés a lo largo de este año. Y la artista colombiana ha sido su gran protagonista y su gran beneficiada, en lo familiar, lo laboral y en el discurso mediático.
La historia de Shakira y Piqué no deja de ser una historia normal, cotidiana, la de una pareja que se separa tras algo más de una década junta y emprende sus propios caminos. Pero poco de normalidad hay en los protagonistas. Sus mediáticas carreras, su proyección pública, los amores y odios que despiertan, sus compañeros de viaje (desde su familia y otros famosos, ya sean deportistas o cantantes, hasta abogados, pasando por la nueva pareja del exfutbolista) y, cómo no, sus fortunas, que les colocan en un lugar privilegiado, la convierten en un relato extraordinario donde el público tiende a adoptar una posición conservadora, de buenos y malos, y a elegir un bando. Ya lo decía Nuria Labari en una columna en estas mismas páginas, hace algunos meses. “La ruptura de Shakira y Gerard Piqué tiene un valor simbólico que excede al gossip más rancio y hace que la pareja se convierta en el símbolo de un momento y una desolación concretos”, afirmaba la escritora. “Su ruptura nos permite identificar nuestras necesidades y deseos con uno de los adversarios. Es un hecho: seguimos contando historias de amor porque nos ayudan a entender quiénes somos [...] La ruptura de estos dos fomenta la catarsis con la eficacia de una tragedia griega”.
365 días. Solo eso. O tanto como eso, según se vea. Un año exacto ha pasado desde que Shakira se convirtió, primero, en una víctima que a todos parecía apenar cuando se supo de su separación y de la relación de Piqué con Clara Chía. Pero, después, la colombiana se ha convertido en todo un símbolo de empoderamiento gracias a algo tan complejo como sencillo: contar lo que le pasa. Hablar. Exponer sus sentimientos de la forma más cruda, y publicitar de tal forma su duelo hasta ser capaz de hacer de su capa un sayo y darle la vuelta a la narración para convertirse, para más de uno, en una heroína. “Aunque la proyección de esa imagen de heroína es un arma de doble filo, es como en una película”, reflexiona Asunción Bernárdez, catedrática de Periodismo en la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, además de especialista en Comunicación y Género. “Porque ella es rica, puede llevarse a los niños, tiene el atractivo de lo heroico como personaje cinematográfico, pero simbólico, porque nos encanta la narrativa heroica”.
Si ya antes de romper con Piqué la cantante lanzó el éxito Te felicito (junto a Rauw Alejandro), ya en octubre, en la resaca de la separación, llegó Monotonía, en cuyo videoclip aparecía sin corazón: lo había perdido y los viandantes lo pisoteaban. ¿Poco sutil? Faltaba la traca final.
Llegó en 2023. Shakira se había mantenido en un sabio silencio. Solo una entrevista (concedería otra en febrero), discreción, contención. En noviembre la artista había logrado lo que más ansiaba: la custodia de sus dos hijos. Llevárselos a vivir a Miami, apartarlos de los focos y seguir con su carrera, esa que afirmaba que había sido obligada a pausar por su relación con Piqué. Pero comienza el año y con él todo explota. La cantante publica el 12 de enero un tema junto al rapero argentino Bizarrap, cuyo aséptico título, Bzrp Music Sessions, vol. 53, no deja prever la cantidad de bombas que lanza contra su ex. “Nuevo no es”, reflexiona Miguel Ángel Bargueño, crítico musical, periodista y escritor, “está todo inventado, pero es que ella da nombres y apellidos. Me gustaría saber cómo nacen esas canciones, si ella aparece contando su vida, si hay un equipo de gente detrás... porque mirando los créditos de la canción hay dos o tres personas más [aparte de Shakira y Bizarrap, los autores son Francisco Zecca, Kevyn Mauricio Cruz Moreno y Santiago Pablo Exequiel Alvarado]. No sé cómo lo trabaja. Ha sido como si diera una entrevista en ¡Hola! pero en formato canción. Habrá tenido millones de reproducciones, pero con lo que ganan dinero de verdad es con las actuaciones. Toda esta sucesión de éxitos sirve para que se pueda echar a la carretera”.
Las 26 palabras del comunicado de separación se convierten aquí en 358, a cual más alta que la otra. Piqué, su nueva novia, Clara Chía, su exsuegra, su litigio abierto con la Hacienda española, su rencor y sus lágrimas se transforman en un tema de récord. Cuatro récords, de hecho, entre ellos el de ser la canción latina más vista de YouTube en 24 horas y la que alcanzó más rápido los 100 millones de visualizaciones en la plataforma (ya lleva 560 millones), ambos certificados por el Libro Guinness. Y una frase, “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan”, que se convirtió en instantáneo himno generacional y que incluso se vio en las últimas manifestaciones del 8 de marzo sobre cientos de pancartas sujetas a decenas de personalizaciones.
Las canciones, normalmente constructos de ficción aderezados con notas de vida personal, se convirtieron en este caso en una carta abierta, un manifiesto, para Shakira. La vida volcada en estrofas. Ella sabía muy bien lo que estaba haciendo. Durante tres días de enero, Session 53 fue el tema más escuchado de Spotify en todo el mundo; de hecho, en la jornada de su lanzamiento lo escucharon 14,4 millones de personas, según datos de la plataforma. También se convirtió en el centro de la conversación. La siguiente semana fue la segunda canción más reproducida (solo superada por Flowers, otro tema de empoderamiento y venganza sentimental, esta vez de Miley Cyrus). El resto del mes de febrero, entre las seis primeras del mundo; en marzo, entre las 15. Ya acumula 645 millones de escuchas.
“Hace un año la carrera de Shakira no estaba en su mejor momento y se ha sabido reinventar, acompañándose de gente joven y de la música latina, que está de moda. Se ha juntado con Bizarrap, con Karol G, con Rauw Alejandro... Es un poco lo que siempre ha hecho Madonna, juntarse con gente fresca, que está rompiéndolo en la música. Y ella, de alguna manera, se ha actualizado, que es lo que le faltaba a su música últimamente. No sabía por dónde tirar y ha encontrado ese camino”, afirma Bargueño. “Para mí, en parte, ese enorme éxito lo achaqué a que es una canción cómica, con mucho humor, hasta el punto de que Los Morancos, que suelen hacer parodias con canciones de éxito, no lograron superarlo. Era casi infantil, muy humorístico”, reconoce el periodista y autor de cinco libros.
La narrativa marcada por los grandes temas de éxito se ha mezclado con la de los acontecimientos de la expareja. Y, a su vez, las canciones se han mezclado en su historia. Piqué llegó a dar su escueta opinión sobre el tema, defendiendo que lo único que le preocupaba eran sus hijos. Las cuestiones personales competían con los rankings de Spotify. Pero Shakira se alzaba como ganadora en el discurso mediático. Después de dar una imagen de mujer que había dejado todo por amor, el éxito, la música, su país, su vida, pasaba a dar titulares como “Ahora me siento completa porque siento que dependo de mí misma y además tengo dos niños que dependen de mí, así que tengo que estar más fuerte que una leona” o “No sabía que podía ser fuerte, siempre creía que era más bien frágil. Y tengo un poco de todo”. Tanto la discográfica como el equipo legal de Shakira han declinado hablar sobre ella. Es lo habitual. Quienes conocen y tratan a la estrella afirman que “ella decide qué sí y qué no”. Está claro que ha tomado las riendas de su propia historia.
La catedrática Bernárdez observa que el tema de Shakira y su actitud “ayudan a que las mujeres tengan un modelo de feminismo empoderado, que las jóvenes reconozcan que aparte de los sentimientos existe una vida material, real, que no queremos quedarnos llorando en casa”. Pero también advierte de que el feminismo se basa en erradicar una desigualdad en lo social, en ir un paso más lejos. “Más allá de pelear y pelear, de escalar la violencia sin fin, el feminismo trabaja por desmontar esas estructuras de diferencia. No es que las mujeres hagan lo mismo, es empoderarlas y deshacer esas estructuras de pareja donde uno se desarrolla hacia la calle y el otro, o la otra, hacia dentro. La pregunta más compleja es si este caso ayuda a desmontar estos esquemas de desigualdad o en el fondo no son tan disruptores como pudieran parecer”, reflexiona la profesora. “¿Qué tiene de disruptor lo que hace Shakira? A lo mejor no tenemos que pensar en los códigos del amor como hemos hecho siempre. Las mujeres empoderadas están muy bien, pero no olvidemos nunca el objetivo final: la igualdad. Y la igualdad supone desmontar lo que es la pareja, el estereotipo. Estamos en el debate de siempre, quizá haya que plantearse otro tipo de familia, otro tipo de relaciones. Pero esos son procesos mucho más complejos”.