Amaia, la artista que vive atrapada en su propia paradoja
Un documental de Amazon analiza cómo la cantante gestiona la fama, su vida personal y la grabación de su primer disco
El documental de Amazon Una vuelta al sol (disponible desde el uno de mayo en Prime Video) empieza con Mónica Naranjo, en calidad de jurado del talent show de Antena 3 El número 1 en 2012, avisando a Amaia de que si ningún adulto está preparado para la fama una cría menos todavía. Amaia tenía 13 años y el documental cuenta cómo, a los 20, ha acabado alcanzando esa notoriedad estuviera o no preparada para ella. Una vuelta al sol alterna m...
El documental de Amazon Una vuelta al sol (disponible desde el uno de mayo en Prime Video) empieza con Mónica Naranjo, en calidad de jurado del talent show de Antena 3 El número 1 en 2012, avisando a Amaia de que si ningún adulto está preparado para la fama una cría menos todavía. Amaia tenía 13 años y el documental cuenta cómo, a los 20, ha acabado alcanzando esa notoriedad estuviera o no preparada para ella. Una vuelta al sol alterna momentos de la grabación de su primer disco con reflexiones de la cantante en torno a su propia popularidad: una web analiza cada producto del carrito de su compra para elaborar un perfil psicológico (“y encima tenían razón” admite con estupor), encabeza festivales antes de haber lanzado su álbum y confiesa que es consciente de que no sabe lo que es dar un concierto para cinco personas. Amaia es una artista atrapada en su propia paradoja: ella es inmensamente más famosa que sus canciones.
Las figuras que despiertan más fascinación en la cultura popular son aquellas que presentan contradicciones. Y Amaia, en ese sentido, es la reina de Internet. Se muestra ingenua pero despierta. Su feminismo suena más a lógica aplastante que a activismo (“no me pongo tacones porque me gusta mi estatura”, “no pienso en las consecuencias de no depilarme, es pelo, todos tenemos”). Y ha aprovechado su fama masiva para que su discográfica, Universal, le diese libertad total para grabar un disco de música indie. Una vuelta al sol propone una meditación sobre la fama artificial, pero a la vez Amazon no le habría producido un documental a Amaia si no fuese “Amaia la de OT”.
El lanzamiento de su disco Pero no pasa nada supuso la culminación de la liberación de Amaia como artista. La cantante no ha ocultado que, con la ayuda de su hermano y representante, Javier, tuvo que negociar con su discográfica los plazos y el sonido del álbum. “Al principio me daba cosa, pensaba ‘¿quién soy yo para decirle nada a una persona que lleva años trabajando en la industria de la música?’. Pero es que eran mis canciones. Y una vez conseguí esa libertad dije ‘vale, ¿y ahora qué hago?” confesaba en el programa cultural Àrtic. Durante su paso por Operación Triunfo, Amaia se convirtió en una de las pocas cosas en las que gran parte de España se ha puesto de acuerdo gracias a su carisma, su gusto exquisito para los arreglos vocales y sus sofisticados referentes musicales, lo cual construyó una presión añadida para una carrera musical que ni siquiera había empezado.
Al salir un año más tarde que los discos del resto de concursantes de OT 2017, las expectativas en torno a Pero no pasa nada se volvieron inabarcables: Amaia estaba llamada a personificar un puente entre el indie y lo comercial. Al final el disco salió en septiembre y, aunque enamoró a sus fans y convenció a la crítica, se quedó lejos de la repercusión popular de la música de Aitana o Lola Índigo. Las canciones del álbum retratan a la Amaia excéntrica, encantadora y pragmática que media España considera su hermana pequeña (con versos como “esta noche estoy contenta, pero poco, no mucho”, “tengo frío porque me he olvidado el jersey”) pero sus letras, como en realidad cabría esperar de una chica de 19 años, prefieren evocar estados de ánimo que contar historias. Su voz suena delicada pero poderosa, su rango demuestra una técnica disciplinada pero canta con naturalidad y sin esfuerzo aparente, en la portada aparecía desnuda pero no sexual. Y a pesar de su fama inmensa, su música suena más a sala de concierto minoritaria que a radiofórmula.
Amaia es una artista que despierta tanto interés por lo que hace (versiona en un mismo espectáculo a Cecilia, La buena vida o Natalia de OT1) como por lo que podría hacer. Su público acude a sus conciertos tanto por el repertorio como por sus improvisaciones: hace unas semanas se viralizó un vídeo en el que exclamaba “a ver, palmas en esta canción no pegan mucho”. Cuando en Una vuelta al mundo Amaia se interrumpe durante una canción para exclamar “perdón, que me he equivocado con la letra” el público entra en éxtasis: su espontaneidad es parte de su marca. Por ese motivo sus admiradores están pendientes de cualquier cosa que diga incluso cuando no dice nada: tiene casi un millón de seguidores en Instagram (en todo 2020 solo ha publicado tres fotos promocionales) y 300.000 en Twitter a pesar de haber escrito en esa red social 24 veces en dos años. España no deja de prestarle atención incluso aunque ella insista en que lo único que tiene claro es que no tiene nada claro.
Al haberla descubierto en un talent show, España siente que conoce a Amaia. Y esa fantasía ha generado un perverso sentimiento entre el público de que estar al corriente de su vida sentimental es un derecho. Desde que cantó City of Stars con Alfred en el concurso en la gala 3, los espectadores desearon con tantas fuerzas que se enamorasen que la declaración de amor de él en la final sonó a clímax romántico y recompensa emocional para la audiencia. Por eso su ruptura nueve meses después funcionó como un fetiche de consumo: la conversación de Alfred y Amaia en la calle salió publicada en una revista en calidad de fotonovela. “Me pregunto en qué momento ves a una persona llorando y te pones ahí con una cámara de fotos. Me parece como algo superinhumano. Me sentí hasta humillada. Humillada tampoco... pero era demasiado íntimo. ¿Cómo sabe que hemos dicho esas cosas?” confesó en la web dedicada a contenidos musicales Jenesaispop. Tras una relación con el cantante de Carolina Durante, Diego Ibáñez, que tuvo hasta su propia banda sonora con su dueto Perdona (ahora sí que sí), Amaia empezó a salir con el músico y actor Álex de Lucas.
Diego Ibáñez, quien el año pasado expresaba su asombro ante la cantidad de conocidos de los que llevaba años sin tener noticias y que de repente le escribían para cotillear sobre su relación con Amaia, está saliendo ahora con Carlota Cossials, la cantante de Hinds. Breve salto en el tiempo: en 2015 C Tangana rapeó en su canción C.H.I.T.O. “Juré que no lo iba a contar pero no aguanto más sin decirlo, Carlotta Cosials quiero casarme contigo”. En el videoclip, esta declaración de amor iba acompañada de una imagen de ella mirando a cámara. Cuando lanzó la canción, C Tangana escribió a Carlotta en Twitter: “Pasa del Álex, llámame”. Y ella, que se tomó el asunto como la broma que era, aclaró en Facebook: “Me quedo con Álex. Paz”. Y como la farándula española es un pequeño pueblo, ahora Amaia está saliendo con ese Álex en cuestión.
Cualquier internauta intuitivo puede seguir la pista del romance entre Álex de Lucas y Amaia: en septiembre ella contaba que había ido a un concierto de The Parrots, el grupo de De Lucas, y le había encantado; ese mismo mes el amigo de ambos Javier Calvo (cocreador de Paquita Salas, donde aparecía el actor, y profesor de interpretación de la cantante en OT) subía una foto en su Instagram con Álex y Amaia; en enero la pareja acudió de la mano a los Goya, donde Amaia interpretó una canción de Marisol dentro del homenaje de la Academia a la actriz, y que la ganadora de OT ha descrito como la actuación que más ilusión le ha hecho en su carrera hasta el momento. RTVE colgó en Twitter un vídeo de Álex y Amaia jugando con un oso de peluche en la alfombra roja y su despedida al día siguiente en Madrid, mientras esperaban un taxi, confirmó su relación en la prensa del corazón. Justo antes de la cuarentena, Amaia se mudó desde Barcelona (estaba finalizando sus estudios de piano en el Liceu) a Madrid, la ciudad donde vive Álex de Lucas.
Ella no ha abierto la boca sobre ninguna de sus tres relaciones, pero su fama implica que los medios construirán un relato con o sin su colaboración. La contradicción que ella necesita gestionar es la de que la música aguante el tipo ante el personaje público (su identidad, su anecdotario, sus entrevistas que generan frases de meme) y ambas facetas convivan en una armonía tolerable tanto para ella como para sus seguidores. Su cercanía es lo que atrae al público y ella ni quiere ni tiene por qué renunciar a ella, pero ese público tiende a tomarse esa cercanía como una invitación a entrar hasta la cocina. “Hay gente por la calle que de repente me dice: "¡Sigue siendo tú misma!’, y ni yo misma sé cómo soy”, explicó en Jenesaispop. “No puedes saber cómo soy porque yo misma no lo sé, así que no me digas cómo soy. Pero bueno, a la vez lo agradezco. Así que les digo ‘sí, gracias”. Una frase que resume el ir y venir de Amaia desde que un día Operación Triunfo se cruzó en su camino.