Barbra Streisand, la diva que revolucionó la idea de belleza, cumple 78 años
Llegó a Hollywood sin operarse la nariz ni cambiar su nombre de origen judío, creó su propia productora y rompió los cánones de las mujeres en Hollywood
Barbra Streisand nació el 24 de abril de 1942 y en sus más de 50 años de carrera en la industria del entretenimiento ha acumulado Premios Grammys, Emmys, Oscar y Tony, lo que da idea de la versatilidad de una artista cuya peculiar belleza no ponía fácil el triunfo en tantas facetas como las que ella ha probado con éxito: actriz, cantante, compositora, directora...
Este viernes cumple 78 años pero s...
Barbra Streisand nació el 24 de abril de 1942 y en sus más de 50 años de carrera en la industria del entretenimiento ha acumulado Premios Grammys, Emmys, Oscar y Tony, lo que da idea de la versatilidad de una artista cuya peculiar belleza no ponía fácil el triunfo en tantas facetas como las que ella ha probado con éxito: actriz, cantante, compositora, directora...
Este viernes cumple 78 años pero su historia es mucho más que sus logros profesionales porque ella abrió un camino para la emancipación femenina a base de una vida en la que se acumulan muchas primeras veces. Su belleza no obedecía a los cánones convencionales de una época en la que triunfaban actrices y cantantes con rostros y cuerpos más acordes con el concepto de feminidad imperante, pero Barbra consiguió convertirse en la primera ‘fea’ –un término discutible pero utilizado para ella– en convertirse en un símbolo sexual. También fue la primera estrella en tener y presumir de parejas más jóvenes que ella. La primera actriz que consiguió cambiar su rol y situarse tras las cámaras como productora, directora e intérprete de sus películas. La primera en crear su propia productora, Barwood. La primera en unirse a Paul Newman y Sidney Poitier en la batalla de romper los dogmas de Hollywood en defensa de la libertad de pensamiento, política, religiosa, privada, profesional...
Uno de los mantras que más ha repetido orgullosa en los años en los que estaba en todas partes ha sido: “Llegué a Hollywood sin arreglarme la nariz ni los dientes y sin cambiarme de nombre. ¡Lo encuentro muy gratificante”. Pero para llegar a esta rotunda afirmación no contó con demasiados apoyos y sí con una tremenda seguridad en sí misma. Nació en Brooklyn, Nueva York, hija de un profesor de gramática judío, que murió poco después de que ella cumpliera un año, y de una secretaria que trabajaba en un colegio. Una representación de El diario de Ana Frank en Broadway despertó sus deseos de convertirse en actriz, un camino que emprendió sin que su madre la apoyara nunca. Su progenitora le repetía que no tenía ningún atractivo y su padrastro afirmaba directamente que era fea.
Al graduarse en bachillerato se fue a vivir a Manhattan para tratar de convertirse en actriz, dormía en los sofás de primos y amigos y comenzó a cantar en un elegante bar gay del West Village, The Lion. Así sin quererlo, porque la música no era su objetivo, comenzó su éxito que aderezó con una imagen divertida, mezcla de elegante sofisticación, imprevisión y cierta exageración de su acento de Brookly. En 1968 su triunfo en la comedia musical Funny Girl dejó a sus detractores sin argumentos cuando subió a recoger su primer Oscar. Después llegó Hello Dolly! y su escena final, mítica para los cinéfilos, en la que canta junto a Louis Amstrong. Tal como éramos, Ha nacido una estrella, Yentl, El príncipe de las mareas o El amor tiene dos caras, fueron algunas de las películas que la consagraron como intérprete. Como cantante 37 álbumes de estudio, 10 grabados en directo, bandas sonoras y 10 álbumes de éxitos y recopilaciones avalan que su voz conseguía trasmitir a pesar de que en alguna ocasión afirmó que nunca había pretendido hacer carrera en la música.
En el terreno privado siempre se la ha retratado como una mujer de carácter fuerte, humor fino y poco amiga de ponerse barreras, por lo que no tuvo ningún problema en mostrar públicamente su relación con algunos hombres mucho más jóvenes que ella. Tampoco los ha tenido para defender causas feministas, de la comunidad LGTIBQ o ideas políticas. Estuvo casada con el actor Elliott Gould durante ocho años, hasta 1971, y con él tuvo a su único hijo Jason, actor como sus progenitores. Y en la época álgida de su estrellato, finales de la décad a de los años sesenta, setenta y ochenta, mantuvo romances mediáticos con hombres tan conocidos como Ryan O’Neal, Warren Beatty, Jon Voight, Pierre Trudeau (que fue primer ministro de Canadá y es el padre de Justin Trudeau, que ocupa actualmente el mismo cargo), Omar Sharif, Don Johnson, Steve McQueen, el compositor y cantante Kris Kristofferson, Elvis Presley, el periodista Peter Jennings, o el productor Richard Baskin.
Su cambiante e intensa vida amorosa encontró remanso hace 22 años, cuando contrajo matrimonio en secreto con el actor James Brolin en Malibú, con quien mantenía una relación desde dos años antes. Un amor de madurez que llegó cuando ambos ya habían fracasado en matrimonios y relaciones anteriores y que les ha proporcionado a ambos décadas de felicidad conyugal. Brolin resumió su historia así en unas declaraciones a The Huffington Post hace unos años: “Tengo mi propio dinero, y ella tiene su propio dinero. (…) Este es mi tercer matrimonio, y sé el problema que significa salir de un matrimonio, así que no querría ninguna razón para tener ni que divorciarme ni que casarme de nuevo. Hemos estado en el cielo durante 20 años, así que funciona”.
En su palmarés tiene dos Oscar y cinco nominaciones, 10 Grammys, seis Emmys, 11 Globos de Oro y un Tony. Todos ellos los recogió intentando que la fotografiaran dando el lado izquierdo de su cara, el que ella consideraba que más le favorecía. Una pequeña manía que no resta importancia al hecho de que su rostro, diferente a lo acostumbrado en su profesión, haya servido de bandera para abrir la puerta a otras actrices con un físico no tradicional. Y para que ella se haya convertido en una leyenda de su tiempo.