‘Nutriwashing’: la técnica de la industria de los ultraprocesados para lavar su imagen
Las multinacionales que producen comestibles insanos destinan múltiples recursos para aparentar buenas intenciones y ocultar su verdadero efecto. El último ejemplo es el ‘nutriplato’ infantil de Nestlé
Imagina que estás en tu supermercado favorito tratando de elegir entre dos marcas de chocolatinas, que uno de tus criterios para realizar la compra es lo saludable que pueda ser tu elección –lo sé, si la salud está en el centro, dudar ante este tipo de productos es un oxímoron– y también, por último, imagina que no hace demasiado leíste en un medio de comunicación nacional que una de las marcas estaba detrás de un estudio de salud.
En él se afirmaba haber alcanzado una serie de beneficios para los más pequeños a través de la alimentación, todo ello gracias a un innovador programa de intervención ideado por la propia marca e implementado junto a un importante centro sanitario. Es entonces cuando en tu cabeza aparece todo claro y resuelves en un santiamén la ecuación diferencial: la respuesta es la chocolatina de Nestlé.
El anterior ejercicio de imaginación puede ser bastante creíble: a colación del pasado Día Mundial de la Nutrición –28 de mayo–, Nestlé España lanzó una masiva nota de prensa en la que se anunciaban a bombo y platillo los resultados de un estudio para valorar los cambios dietéticos en un grupo de niños de tres a 12 años. El eje de dicha intervención, la aplicación de una herramienta –el Nutriplato– creada por Nestlé y el Hospital Sant Joan de Déu en 2017. Tras la intervención, los niños comían mejor –más fruta, verdura, legumbres, cereales integrales– y mejoraron su peso e IMC: vamos a centrarnos en algunas de sus derivadas.
Una herramienta controvertida
Tanto en la presentación que se hizo en 2017 como actualmente, se afirma que se trata de una adaptación del conocido Healthy Eating Plate de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (en mi opinión se acerca más un plagio, pero es solo una opinión). Como supuesta adaptación del mismo a la dieta mediterránea, no fue nada bien recibido por aquellos profesionales estrechamente vinculados a ella, llegando a afirmar, sin ambages, que el Nutriplato es un enemigo de la misma y la distribución de esta herramienta un ejercicio “temerario”.
Tampoco faltaron las opiniones sobre la intención de Nestlé al reinterpretar esta herramienta y poner su logo: “Es una estrategia de marketing donde se toma como bandera una causa”, “identifican [por Nestlé] que su debilidad es que se les relacione con comida poco saludable y a partir de ahí montan toda la estrategia”, “limpian su imagen o, al menos, logran que se asocie inconscientemente a hábitos saludables y que te caiga mejor”, “debido a la forma del logo impreso en el borde del plato, fomenta un aprendizaje innato, visual, que provoca un efecto lento pero constante en las familias”, son algunas declaraciones de profesionales sanitarios y del mundo del marketing.
Las opiniones respecto a la colaboración del Hospital Sant Joan de Déu, tampoco fueron precisamente positivas: “Lo cierto es que el hospital pierde bastante valor y lo acabas viendo como un centro-anuncio”, sosteniendo la idea de que se convierte en una herramienta publicitaria de Nestlé, lo que no beneficia ni a la imagen del hospital ni a la de los profesionales sanitarios implicados.
La razón definitiva por la que Nutriplato es nutriwhasing
El estudio al que se refiere Nestlé en su Nota de Prensa es un trabajo típicamente conocido como cuasiexperimental: se mide una determinada variable al inicio del estudio –en este caso, la adecuación a la dieta mediterránea–, se realiza la intervención; el programa de educación nutricional utilizando el famoso Nutriplato, y finalmente se vuelve a medir la misma variable pasado un tiempo. Los cambios entre el antes y el después, se atribuyen al efecto de la intervención.
La forma en la que se midió esta variable fue con el “índice de calidad de la dieta mediterránea en la infancia y la adolescencia”, una encuesta estructurada y validada que consiste en obtener puntos positivos o negativos en virtud de las respuestas a 16 cuestiones. Este cuestionario podría admitir infinitos comentarios y debates, pero creo necesario poner el foco en dos de las preguntas:
- ¿Desayuna bollería industrial, galletas o pastelitos?
- ¿Toma golosinas y/o caramelos varias veces al día?
La respuesta afirmativa a estos ítems resta puntos y, por tanto, reduce la nota final del índice, lo que lógicamente es negativo en términos de adecuación a la dieta mediterránea. Pero estas dos preguntas aluden, directamente, al grueso de la oferta de productos de la multinacional. Si todo el mundo hiciera caso a lo que promueve el Nutriplato, a Nestlé no le quedarían ni dos telediarios. Algo que ni tú ni yo nos creemos: si van a salvar al mundo de la obesidad y las enfermedades asociadas con el consumo de ultraprocesados, no lo veremos en esta vida.
El estudio y sus detalles
Según la Nota de Prensa emitida por Nestlé, se trata de un estudio realizado sobre una muestra de 1.000 niños… que no aparece publicado en ninguna parte. Lo más parecido que se encuentra en la literatura científica es este trabajo publicado en 2020 que reúne algunos detalles idénticos a los que se detallan en la nota, y a la vez no pocas diferencias. Hemos trasladado nuestras dudas al departamento de comunicación de Nestlé, y estas son sus respuestas:
- Los datos actuales se dieron a conocer en una rueda de prensa del día 27 de mayo, aún no están publicados y el estudio de 2020 ofrecía “resultados preliminares”.
- La muestra estaba constituida por una cohorte relativamente heterogénea, tanto de pacientes ambulatorios del Hospital como de otros voluntarios interesados en participar, reclutados mediante redes sociales y anuncios.
- A todos los participantes se les midió el IMC –variable comúnmente aceptada– como marcador de normopeso-sobrepeso y obesidad. Asimismo, se midió la variación de su composición corporal mediante bioimpedancia.
- En cuanto a la “adaptación” del Healthy Eating Plate de la Harvard School of Public Health, afirman que se hizo a través de dos estrategias: incluir el aceite de oliva –no es ninguna adaptación, el original también lo incluye– y aportar a los participantes un recetario de recetas tradicionales mediterráneas como la paella (si hay paella, ya es mediterráneo). En la propuesta no faltan platos con salmón, quinua o preparaciones al wok: nada que decir sobre su idoneidad nutricional, pero poco tienen que ver con lo dietéticamente-mediterráneo.
- Por último, nos comunicaron que ni el hospital ni los autores del estudio recibieron ningún tipo de remuneración ni directa ni indirecta desde la compañía, y que colaboran e impulsan numerosas iniciativas apoyando la investigación, tanto a nivel nacional como mundial.
Los avales sanitarios de la vergüenza
Este ejemplo no es ni mucho menos único: los principales fabricantes de ultraprocesados llevan bastante tiempo interesados –y con éxito– en vincular su imagen a la de sociedades científicas y sanitarias. Lo hacen a partir de diversas estrategias: por ejemplo, obteniendo avales de determinadas instituciones, fundaciones o sociedades de rimbombante nomenclatura.
Como ejemplos el “aval” de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación al Bollycao u otros productos de Panrico –sí, no bromeo– o las galletas Dinosaurus apadrinadas por la Asociación Española de Pediatría, AEP, (tampoco es broma). Este último caso generó tal revuelo que obligó a la AEP a emitir un supuesto comunicado “aclaratorio”; que acabó siendo más bien vergonzante. Tampoco se puede dejar en el tintero el caso del convenio firmado entre la Sociedad Española de Arteriosclerosis y Donuts.
Los “avales” o las condecoraciones a pie de packaging o de anuncio ha caído en desuso –aunque no ha llegado a desaparecer–, sobre todo desde que la Organización Médica Colegial tomó cartas en el asunto afirmando que “no es ético avalar productos alimenticios de dudoso beneficio o incluso perjudiciales”.
No es responsabilidad, es publicidad
También son habituales las campañas de lo que se conoce como RSC o –pretendida– responsabilidad social corporativa, como la financiación por parte de marcas de ultraprocesados de ciclos culturales, carreras populares, limpieza de playas o mantenimiento de los ecosistemas de parques naturales.
Quiero mencionar dos casos en concreto por su especial perversidad: el primero sería el de Coca Cola y su campaña Hello happiness. Centrada en la población inmigrante de Dubai con escasos recursos, la campaña facilitaba que estas personas hablaran por teléfono con sus familias a miles de kilómetros. ¿Cómo? Había que introducir en las cabinas telefónicas creadas para la ocasión una curiosa moneda: un tapón de botella de Coca Cola. El vídeo, lacrimógeno como él solo, enternecería al mismísimo Thanos.
El segundo de los casos imprescindibles es la Fundación Ronald McDonald y la financiación, entre otras muchas, de “un hogar” para familiares de niños enfermos en el recinto del Hospital Niño Jesús. A su inauguración, cuajada de medios, asistieron los políticos de turno y el icónico payaso de la conocida marca. No seré yo el que critique las ayudas que se prestan a colectivos tan necesitados y desasistidos como los retratados, pero hay una cuestión de la que no me cabe la menor duda: estas acciones son marketing.
No son anuncios en televisión, ventanas emergentes o cuñas radiofónicas, sino su versión emocional o social, con la que las marcas tratan de ganarse un hueco en nuestros corazones y así lavar su delicada, frágil y deteriorada imagen en el marco de la Salud Pública. Se trata de marketing porque, si verdaderamente fueran solamente la respuesta a un sentimiento de responsabilidad social, estas acciones se harían igualmente, pero sin publicitarlas por tierra, mar y aire.
La realidad
Llegados a este punto, es imprescindible mencionar que lo que verdaderamente impulsa Nestlé es el sobreconsumo de las opciones ultraprocesadas que comercializa: es decir, del objeto de su negocio. Que poner el foco en las cosas bonitas que hacen es, desde una perspectiva deontológica, un elocuente ejercicio de hipocresía. Además de promover la investigación, también trabajan iniciativas como la colonización de culturas indígenas a través de sus productos, algo que se puede ver en el documental Más allá del peso, donde se muestra el carácter comercial menos amable de la multinacional. No tiene desperdicio y merece la pena verlo entero, pero se puede poner el foco a partir del minuto 1:06:00 y contrastar el efecto que en ciertas comunidades brasileñas con pocos recursos puede tener el supermercado flotante de Nestlé.
Resumiendo: tanto el Nutriplato como el estudio llevado a cabo con esta herramienta, se corresponden más con el intento de lavado de imagen de una empresa cuya oferta es mayormente insana –algo que reconocen ellos mismos–, y además no tiene cabida en lo que promueve el Nutriplato en cuestión: un ejemplo de nutriwashing de manual.
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