Seis poderosos vinos de Baleares que reconocen su excelente viticultura

Una de las grandes paradojas vitivinícolas españolas es que en sus dos archipiélagos, Canarias y Baleares, donde se concentra la mayor parte del turismo —y, por tanto, son un importe centro de consumo de vino—, la gran mayoría de vinos proceden de zonas vitivinícolas peninsulares, pese a que en ambas regiones se elaboran excelentes vinos. Es cierto que en las Islas Baleares la producción es pequeña, concentrada en unas pocas bodegas. Incluso los que, como Ànima Negra, ha desarrollado una excelente labor de recuperación de varietales autóctonos como la callet, tienen más predicamento y prestigio en la Península, particularmente en Madrid, Barcelona y San Sebastián. La mayoría de las bodegas han optado por variedades foráneas como cabernet sauvignon, merlot y syrah.

Pero no ha sido así siempre. En realidad, la viticultura en las Islas Baleares es una de las más antiguas de España, fruto de los asentamientos fenicios y griegos. Se han encontrado vasijas y ánforas del siglo VII a.C. en las que los fenicios almacenaban y transportaban el vino. Durante la etapa romana, la viticultura balear experimentó un auge significativo, impulsado por la introducción de nuevas variedades de uva y técnicas de cultivo.

En la Edad Media, con la llegada de los monjes cistercienses (expertos en viticultura), la producción de vino vivió un importante resurgimiento, incrementando la extensión de los viñedos y perfeccionando las técnicas agrarias. Pero no sería hasta los siglos XVIII y XIX cuando la viticultura balear experimenta un notable incremento bajo el impulso de la creciente demanda de vino en Europa. Como en el resto del país, la llegada de la filoxera causó estragos provocando una grave crisis agraria y la producción de vino cayó drásticamente, aunque en algunos sitios no prosperó, por lo que todavía existen viñedos con cepas de pie franco. No es hasta bien entrado el siglo XX que comienzan a replantarse los viñedos, al tiempo que se modernizaban las técnicas enológicas.

Hoy, Baleares puede enorgullecerse de la calidad de sus vinos y de la diversidad de sus zonas de cultivo, que se extienden por todas las islas, excepto Cabrera. Mallorca cuenta con dos Denominaciones de Origen: Binissalem y Pla i Llevant; además, existen seis Indicaciones Geográficas Protegidas: dos genéricas de Illes Balears y Mallorca, otras dos específicas de Ibiza y Menorca, y la sexta de la Serra de Tramuntana-Costa Nord, en la región noroeste de Mallorca, donde se cultiva la uva Malvasía en bancales junto al mar. En total hay en Baleares 3.012 hectáreas de viñedo, con una producción de vino de algo más de 42.000 hectolitros en 2024. La mayoría se encuentran en Mallorca, donde se ubican la mayor parte de las bodegas de la comunidad autónoma. Sin embargo, también se elaboran vinos de alta calidad en Menorca, Ibiza y Formentera, aunque en menor escala.

Entre las bazas vitivinícolas de las islas destaca su patrimonio ampelográfico autóctono, con variedades como callet, fogoneu, manto negro, negra moll y prensal blanc, que aportan un carácter único y distintivo a los vinos baleares. A esto se suma el clima mediterráneo, los suelos predominantemente calcáreos y arcillosos, y la particular orografía de las islas, con viñedos ubicados en terrazas, laderas y valles. Además, según el Consell Balear de la Producció Agrària Ecològica (CBPAE), más del 50% de las viñas ya están certificadas como ecológicas. Son poderosas razones para que sus vinos, como estos seis, tengan el reconocimiento que se merecen.

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