Ir al contenido

Recetas para llevarse a la tumba: cuando tus galletas son tan buenas que grabas las instrucciones en tu lápida

Rosie Grant lleva años recorriendo cementerios, localizando y cocinando las recetas que la gente deja escritas en sus lápidas. Ahora publica un libro donde recopila algunas de ellas

Ocurre algo curioso con las recetas y es que, cuando el resultado es bueno, se convierten en un tesoro. Una fórmula que custodia el secreto del éxito culinario y que, por esa misma razón, no todo el mundo está dispuesto a desvelar tan fácilmente. En tiempos de redes sociales, donde podemos encontrar tutoriales de cualquier preparación que se nos pase por la cabeza, la expresión “me llevaré la receta a la tumba” parece haberse quedado un poco obsoleta, pero nada más lejos de la realidad. Como demuestra el libro To Die For. A Cookbook of Gravestone Recipes, de Rosie Grant, hay muchas personas que se llevan, literalmente, sus recetas favoritas a la tumba, utilizando sus lápidas para explicar el paso a paso de esas preparaciones con las que tantos halagos cosecharon en vida. Para que pasen a la posteridad, para que no se olviden, para que se conviertan en el legado que esa persona deja en este mundo. Y, sobre todo, para que otros puedan seguir haciéndolas y, así, mantenerlas vivas.

Rosie Grant se dio a conocer gracias a Ghostly Archive, sus perfiles en Instagram y TikTok, donde muestra cómo cocina las recetas que va encontrando en las lápidas de los cementerios de Estados Unidos. Una vez listas, acude con su plato hasta la tumba de la persona en cuestión y se come junto a ella lo que ha preparado. Puede ser una tarta de zanahoria, unas galletas, una sopa de pollo o una salsa ranchera. Por cuestión de espacio, la mayoría de las recetas que Rosie encuentra en las lápidas son sencillas y no contienen demasiados ingredientes, aunque no siempre incluyen una explicación de lo que hay que hacer con ellos. En esos casos, tiene que echarle un poco de imaginación para conseguir llevarlas a cabo.

En To Die For. A Cookbook of Gravestone Recipes, Rosie cuenta que siempre le ha gustado pasear por cementerios. Creció junto a uno en Alexandria, Virginia (Estados Unidos) y sus padres hacían tours de fantasmas en la zona, así que confiesa que se siente cómoda alrededor de las tumbas. Pero no fue hasta 2021, cuando tuvo que buscar unas prácticas tras finalizar su máster en Biblioteconomía y ciencias de la información, que llegó hasta el Congressional Cemetery de Washington, DC. Allí conoció el archivo que atesoraba el cementerio y las múltiples maneras en las que la gente elegía ser recordada en sus tumbas. También se familiarizó con el movimiento death positive, que defiende los beneficios de hablar abiertamente sobre la muerte como una forma de romper los tabúes que la rodean y de apreciar la vida. Poco antes, Rosie había descubierto, gracias a una publicación de la web Atlas Obscura, que existían lápidas en las que la gente dejaba escritas sus recetas. Las galletas de mantequilla de Naomi Odessa Miller-Dawson, cuya receta está grabada en una lápida con forma de libro en el cementerio de Brooklyn, en Nueva York, fueron su primer hallazgo.

Recreó la receta de Naomi, la subió a redes sociales y la respuesta fue espectacular. Se dio cuenta de que, una de las cosas que más recordamos de nuestros seres queridos cuando ya no están son sus platos y que “la comida tiene el poder de conectarnos con aquellos que hemos perdido”. Rosie comenzó a investigar y descubrió que había recetas escritas en tumbas por todo Estados Unidos, y así fue como comenzó el proyecto Ghostly Archive, que ha acabado materializándose en el libro. Cuenta que, en Estados Unidos, hay una cierta tendencia a darle un “toque personal” a las lápidas, de ahí que haya quien opte por ser recordado con ese plato que todo el mundo le pedía en vida. Todas las preparaciones que incluye y las tumbas que ha visitado están, de hecho, en ese país, aunque en una reciente entrevista dijo que uno de sus próximos viajes incluye una tumba que se encuentra en Países Bajos. Será la primera que visita en Europa.

Para recopilar y preparar las recetas incluidas en el libro, Rosie tuvo, primero, que localizar a los familiares y amigos de los difuntos —aunque algunos ya se habían puesto en contacto con ella tras conocer el proyecto a través de redes sociales—. En primer lugar, para pedirles permiso y que le dejaran incluir la receta, pero también para que la ayudaran, con fotografías y recuerdos, a reconstruirla de la manera más fiel posible a cómo la preparaba esa persona cuando estaba viva. “Cada receta que hay en el libro es una ventana hacia una vida. Cada lápida, cada plato, es tan único como la persona que hay detrás. Y cada receta que comparto aquí existe gracias al amor de las familias que han mantenido viva la memoria de sus seres queridos”, explica.

Buena parte de las recetas que encontramos en To Die For. A Cookbook of Gravestone Recipes son de pasteles y galletas. Quizá, dice Rosie, porque “tienen instrucciones muy claras que caben en un epitafio o porque muchos de nosotros queremos dejar algo dulce como legado”. Una receta que nos recuerde momentos felices y placenteros. Cada una viene, además, acompañada de un pequeño texto con el que podemos conocer mejor a las personas que hay detrás: a qué se dedicaron en vida, cuáles eran sus aficiones, cuándo solían preparar esa receta, cómo era su relación con la cocina o qué importancia tenía la comida en sus vidas.

De forma excepcional, hay algunas recetas de personas que todavía están vivas, pero que ya saben que quieren pasar a la posteridad por sus habilidades culinarias. Es el caso de Peggy Neal, una mujer que, tras la muerte de su marido, con quien planeó cómo iban a ser sus lápidas, decidió que en la suya no podía haber otra cosa que la receta de sus galletas glaseadas, que causan sensación entre familiares y vecinos. O el de Cindy Clark-Newby, que ya se imagina a los niños que pasen por delante de su tumba pidiéndole a sus padres que preparen sus galletas de avena y chocolate.

Aunque se puede leer y usar como un libro de cocina, queda claro que To Die For. A Cookbook of Gravestone Recipes no es “un libro de recetas al uso”. El concepto que hay detrás bebe directamente de la formación de Rosie y de su pasión por los archivos, y también de los recetarios comunitarios (community cookbooks), muy habituales en Estados Unidos. Las recetas de estos libros eran recopiladas por agrupaciones vinculadas a una iglesia, grupos escolares o vecinales, hermandades, organizaciones políticas o grupos de apoyo a diferentes causas —por lo general, servían para recaudar fondos para la causa que defendía quien impulsaba el recetario— y se publicaban de forma humilde, sin hacer grandes dispendios en diseño e impresión ni grandes tiradas. Estos libros suelen incluir preparaciones sencillas que reflejan lo que se cocinaba en las casas en una determinada época en esa comunidad, por eso tienen un enorme valor más allá de lo puramente culinario. Como ocurre en el libro de Rosie, la mayoría de las preparaciones que se recogen en estos recetarios las aportaban mujeres.

Al inicio de su libro, Rosie incluye también algunos consejos para que aprendamos a documentar el legado culinario de nuestras familias, recalcando la importancia de hacerlo, no solo como un ejercicio de nostalgia, sino para entender quiénes somos. Porque como ella misma recuerda: “Cuando alguien muere, es como perder una biblioteca, un mundo de historias y conocimiento desaparece. Las preguntas que nunca llegaste a hacer. El relato de esos accidentes que se convirtieron en platos estrella o el por qué comes un cierto tipo de pastel en cada celebración. [...] No son solo platos, son historias y fragmentos de vidas vividas”. Demasiado a menudo, el legado culinario de nuestras familias es algo que damos por hecho, hasta que es demasiado tarde y nadie sabe ya hacer las croquetas como las hacía la abuela.

El libro, por ahora publicado solo en inglés, se podrá adquirir online próximamente desde España. Ya se puede leer en su formato de libro electrónico.

Más información

Archivado En