Máquinas de ‘vending’, el escaparate de comida más opaco
El sistema de venta automática ofrece pocos alimentos saludables e impide consultar la información nutricional antes de elegir y comprar los productos
Están ubicadas en lugares estratégicos: aeropuertos, terminales, oficinas, gasolineras… incluso en salas de espera de cualquier hospital. Allí, donde llega más rápido el aburrimiento que el hambre y donde las ofertas gastronómicas saludables son escasas, caras o nulas, refulgen las máquinas de vending con todo tipo de bebidas y snacks para picar algo o comer a cualquier hora. Iluminadas, refrigeradas y llenas de cosas para elegir, las máquinas expendedoras de alimentos se presentan como oasis en el desierto. Pero ni ofrecen tanta variedad como parece ni nos permiten saber de qué está hecho todo eso que brilla al otro lado del cristal.
Cuando elegimos un producto en estas máquinas, lo hacemos a ciegas. No hay manera de consultar los ingredientes o la información nutricional antes de comprar, porque estos datos —obligatorios— suelen estar impresos en la parte de atrás de los envases, la que no se ve. Esto es un problema serio para las personas que tienen alergias o intolerancias alimentarias, que necesitan leer la lista de ingredientes para comprobar que el producto escogido no contiene alérgenos o sustancias que les hagan daño. Y es también un problema para la población general que, más allá de la leche, las trazas de frutos secos o el gluten, tiene derecho a elegir sabiendo qué compra.
¿Es legal vender un alimento sin ofrecer la posibilidad de consultar previamente la información nutricional sobre el mismo? “Es legal”, responde Francisco José Ojuelos, abogado experto en derecho alimentario. “Lo es porque esa información la ves cuando recoges el producto. El reglamento europeo sobre información facilitada al consumidor establece que alcanza con que esas menciones obligatorias del etiquetado estén presentes al momento de la entrega, y esto se cumple, aunque, claro… después de pagar”. Después de pagar y sin posibilidad inmediata de devolver el producto y recuperar el dinero.
Para Ojuelos, que también es profesor de Legislación y política alimentaria en la Universidad Europea Miguel de Cervantes, “las máquinas de vending son un modelo híbrido entre la venta física, porque estás frente al producto, y la venta a distancia, porque no lo puedes examinar hasta que es tuyo”. Por tanto, “habría que mejorar la regulación y ajustarla a este escenario”, de tal modo que la información nutricional y la lista de ingredientes estuvieran disponibles y a la vista, en lugar de estar como ahora, cerca y lejos a la vez. En los brillantes vergeles del snacking, los productos y los datos son de pago.
Dispensadores de ultraprocesados
Lo otro que cabría mejorar, en opinión de los profesionales de la salud, es el contenido de estas máquinas porque, en su mayoría, comercializan productos insanos. Así lo señalan numerosas investigaciones, que incluso las definen como un factor obesogénico (por cuanto están cargadas de productos ricos en calorías, azúcar, grasas saturadas o sal), y así lo confirma el dietista-nutricionista Borja Caballero, uno de los impulsores de la iniciativa Cambiando el vending, que surgió en 2017 en la Universidad Pablo de Olavide.
“La idea nació cuando creamos la Asociación de Dietistas-Nutricionistas Universitarios de Sevilla porque el problema lo veíamos ahí, en nuestra propia facultad. Cada vez que queríamos tomar o comer algo, el 95% de lo que encontrábamos en las máquinas eran ultraprocesados —relata—. Decidimos centrarnos en ese fenómeno, ver si ocurría en otros sitios, analizar la oferta e intentar promover un cambio a mejor”. No hubo gratas sorpresas. Después de visitar casi una treintena de lugares y evaluar 240 máquinas de vending, el equipo constató que “lo habitual era que estuvieran llenas de comida insana”. Es más, Caballero explica que diseñaron un sistema de puntuación que iba del uno al diez para valorar la oferta alimentaria de estas máquinas y que las notas medias eran muy bajas; “incluso por debajo del uno″.
Cambiando el vending ya no está activo, pero les dejó unas cuantas experiencias. Entre ellas, la oportunidad de reunirse con representantes del sector, como la empresa que gestionaba las máquinas expendedoras en su universidad o la Asociación Nacional Española de Distribuidores Automáticos (ANEDA). En esos encuentros, los entonces estudiantes hicieron propuestas de mejora, aunque admite Caballero que sin éxito: “En algún caso ponían fruta en algunas filas, o reformulaban los productos para mejorarlos un poco… Pero, al final, era intentar vender versiones ligeramente mejoradas de ultraprocesados y seguir fomentando el snacking. De cambio real, nada”.
“Esto no se puede cambiar”
Borja Caballero aún recuerda los argumentos que les daban para mantener el contenido del vending tal como estaba. Eran tres: “vendemos lo que la gente compra, no es rentable poner fruta fresca y somos un porcentaje muy pequeño de la oferta alimentaria global”.
“Lo primero es una falacia, porque también puede decirse que la gente compra lo que está en venta y, además, la demanda de algo no legitima la oferta —rebate—. Sobre lo segundo, creo que en los espacios públicos, como un hospital o una universidad, la rentabilidad no puede ser lo central. Allí tiene que primar la salud de la población, no la salud financiera de las empresas. Y en cuanto a lo tercero… que otros negocios más grandes lo hagan mal no justifica que tú hagas lo mismo”.
El sector del vending, aunque menor que otros, no es pequeño. En España hay más de 500.000 máquinas expendedoras y su volumen de negocio es superior a los 2.450 millones de euros anuales. En otras palabras: es una industria que tiene una presencia consolidada y extendida en nuestro país, y que mueve unos 7 millones de euros al día. ¿Por qué no ofrece mejores alimentos? ¿Hay algún impedimento técnico para llenar estas máquinas de frutas?.
“El principal motivo por el que no se incluyen frutas ni otros aperitivos saludables, como tomate cherry o similares, es el tiempo de vida útil. Una manzana se estropea mucho antes que una palmera de chocolate”, dice Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos. A esto hay que sumar otros motivos, “como el precio, que puede parecernos caro comparado con el bajo coste de los ultraprocesados o con lo que cuesta una pieza de fruta en una tienda”, agrega.
El problema es que, en general, donde hay máquinas no hay fruterías, ni restaurantes asequibles, ni tiendas con mejores ofertas. La principal victoria del vending es que se ubica en espacios donde estamos gobernados por las emociones y donde no cabe un plan B. “Por ejemplo, la máquina de un centro deportivo, que nos ofrece un premio o recompensa después de haber hecho ejercicio durante una hora; o la máquina que está en un hospital, que nos ofrece productos en momentos difíciles, como cuando acompañamos a un ser querido que está ingresado”, apunta Lurueña.
Limitar el dominio de las reinas del erial
Galletas, golosinas, snacks salados, bebidas azucaradas, chocolatinas, bollería industrial… Las máquinas de vending ofrecen muchas versiones de lo mismo —productos ultraprocesados sin interés nutricional—, modifican el paisaje alimentario, dominan los espacios donde la competencia es limitada y donde somos, por tanto, comensales cautivos. “Además, incitan al consumo de alimentos malsanos y transforman la oferta alimentaria en un entorno donde ya estamos sobreconsumiendo. En la inmensa mayoría de los sitios donde hay máquinas no debería haberlas porque son lugares donde no hay necesidad de consumir”, observa Maria Manera Bassols, dietista-nutricionista de la Agència de Salut Pública de Catalunya.
Con esta premisa, en febrero de este año se aprobó una instrucción de obligado cumplimiento para regular tanto la presencia de estas máquinas como su oferta en el ámbito sanitario de Cataluña. “Esto lo demandaban los profesionales de la salud de los centros de atención primaria, que veían cómo recomendaban unas pautas alimentarias en consulta y, al salir, los pacientes se encontraban de frente con la oferta contraria”, explica Manera. A partir de ahora, “al menos el 75 % de los productos que tengan las máquinas de vending ubicadas en estos espacios deben cumplir con unos criterios nutricionales y también deben indicar desde el exterior si contienen gluten”, detalla la nutricionista.