Alertas rojas para la salud
El incremento de las brechas socioeconómicas unido al deterioro de los factores medioambientales que favorece la proliferación de enfermedades como el virus del Nilo, el dengue o la malaria, así como a la resistencia a los antibióticos, componen un cóctel extremadamente peligroso para el bienestar de la humanidad
El encuentro Prevención para un futuro saludable, organizado por EL PAÍS y GSK para analizar la situación de la sanidad y la salud pública, comienza hablando de ciudades, cambio climático y determinantes sociales. Cristina Linares, investigadora del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y codirectora de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano en la Escuela Nacional de Sanidad, saca a colación aquello de que, en cuestiones de salud, incluida la mental, importa más el código postal que el genético. “Como pediatra veo que los niños y niñas que crecen en condiciones socio-económicas más desfavorables enferman más”, observa Ana Grande Tejada, vicepresidenta 2ª de la AEV (Asociación Española de Vacunología), pediatra en el Hospital Materno infantil de Badajoz y profesora asociada de la Universidad de Extremadura.
Acceso a la vivienda, condiciones laborales, educación, entorno. José Luis Peñalvo, director del Centro Nacional de Epidemiología, cree que estas brechas socio-económicas seguirán incrementándose, y que los apoyos a los grupos más vulnerables —personas migrantes, sin techo o mayores— deberían estar entre las prioridades estratégicas. “Las desigualdades son peor para todos, para los que están abajo y para los que están arriba; acabamos en un modelo de sálvese quien pueda que es malo, injusto y poco democrático”, lamenta Héctor Tejero, asesor de Cambio Climático y responsable de Salud del Ministerio de Sanidad.
Los factores ambientales influyen asimismo en la salud, y no pueden sustraerse al debate sobre prevención. “Se calcula que la contaminación causa en torno a 30.000 ingresos hospitalarios urgentes; las olas de calor, 1.200″, revela Linares. Grande Tejada avisa del peligroso cóctel de enfermedades emergentes —virus del Nilo, dengue, malaria— y resistencia a los antibióticos, la gran pandemia del siglo XXI en palabras de la OMS. “Hay un riesgo latente de otro brote de covid o una enfermedad emergente y potencialmente igual de disruptora”, avisa Peñalvo. Una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento, y de la cual los ciudadanos no estamos lo suficientemente concienciados. “Quizás no estamos haciendo una buena comunicación del riesgo”, añade, haciendo autocrítica.
“La salud pública es un concepto tan transversal que afecta al diseño de las propias ciudades; puede disminuir la incidencia de las enfermedades, o que éstas aparezcan”, sostiene Javier Castrodeza, ex secretario de Estado de Sanidad y Consumo del Ministerio de Sanidad, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública Universidad de Valladolid y jefe de servicio de Medicina Preventiva y Salud Pública del Hospital Clínico Universitario de Valladolid. Visto así, las urbes quedarían bajo un enfoque de prevención primaria (aquella que intenta evitar la aparición de enfermedades o lesiones). Para Tejero, la medida preventiva definitiva, en última instancia, sería el abandono, “de manera justa y ordenada”, de los combustibles fósiles. Algo que implica un cambio de las formas de vida urbana: energía, residuos, movilidad. Él aboga por urbes más amables que promueven la movilidad activa e incluyen a todos. Más zonas verdes, más adaptaciones al cambio climático.
Hay una serie de factores de riesgo primarios que el individuo puede controlar: el tabaco, el alcohol, la dieta y el sedentarismo. Evitando estos cuatro jinetes del apocalipsis estamos previendo un porcentaje altísimo de problemas, asegura Castrodeza. Aunque, si tiene que elegir dos herramientas clave para combatir los riesgos, se queda con el conocimiento y la responsabilidad.
Vapeo y obesidad infantil
Los expertos que debaten sobre prevención primaria como primer escalón de la atención sanitaria se muestran preocupados por la aceptación del vapeo entre los jóvenes, por la obesidad infantil, por la falta de sueño. “Es importante tener una buena higiene del sueño para prevenir futuras consecuencias adversas”, señala David de la Rosa, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). También inquietan el lavado de manos y la higiene oral. Y la soledad no deseada, añade Sabina Camacho, portavoz del movimiento A la vejez, vitales de CEOMA (Confederación Estatal de Mayores). “Los mayores de 65 años representamos un 20% de la población en España; en 2030 seremos el 30%”, aporta esta defensora del envejecimiento activo. “Una mayor longevidad ha de ser vivida de forma plena”, sentencia.
La prevención ha de estar en la estrategia de abordaje de los problemas de salud con más prevalencia. Cáncer, enfermedades cardiovasculares y de transmisión sexual. Y en los más específicos, como las enfermedades raras o las neurodegenerativas, conviene Pilar Aparicio, responsable de la coordinación de estrategias de salud en la Subdirección de Salud Asistencial del Ministerio de Sanidad. “La atención primaria tiene un papel fundamental”, resalta. Y la enfermería, reivindica Guadalupe Fontán, coordinadora del Instituto Español de Investigación Enfermera en el Consejo General de Enfermería. “El rol sanitario más cercano a los ciudadanos”, tal y como lo describe, puede hacer prevención primaria en centros de salud, atención especializada u hospitales. “Informamos, resolvemos dudas, desmontamos bulos”, detalla. En ocasiones usando para ello la tecnología y soluciones como las videollamadas.
Las enfermeras escolares ayudan a que “las nuevas generaciones crezcan con hábitos de protección, para que no desarrollen la enfermedad”, dice Fontán. Las de atención familiar y comunitaria salen a la calle a darle sentido al nombre del servicio del que proceden: centro de salud. “Actualmente es más bien un centro de enfermedad; allí acuden los enfermos, no quienes quieren preservar y promocionar su salud”, matiza. Los ponentes de la siguiente mesa, El futuro de la prevención en España, también piden un cambio de modelo, en realidad de pensamiento. “El tratamiento a los enfermos se incentiva más que la prevención”, afirma Julio Mayol, catedrático de cirugía de la Universidad Complutense de Madrid y jefe de sección de cirugía en Hospital Clínico San Carlos.
Mayol entiende la prevención como la evitación tanto de la enfermedad como de los efectos adversos que generan los propios sistemas sanitarios: mal uso de los medicamentos, errores de tratamiento. Le gusta hablar, más bien, de cultura de seguridad del paciente. A su lado, Pedro Carrascal, director general de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes, exige pasar de una medicina basada en los profesionales a otra centrada en los pacientes, e insiste en la mejora de la vida de los pacientes como vía para mejorar su salud. “Trabajar de manera diferente es posible si se implica al ciudadano”, manifiesta.
Reforma del sistema
El sistema sanitario necesita “cambios profundos”, reconoce César Hernández, director general de Cartera Básica y Farmacia del Ministerio de Sanidad, para quien la palanca transformadora será el análisis de los datos. “Nos movemos hacia un sistema en el que los datos nos tienen que guiar mucho más en las decisiones”, asume. Esto es lo que promete materializar el Espacio Europeo de Datos Sanitarios. José Luis Trillo Mata, responsable del Servicio de Farmacia de Área de Salud del Departamento Clínico Malvarrosa de Valencia, compara la prevención con “una lluvia fina que ha de calar”, y defiende que las medidas preventivas a adoptar —estilos de vida, vacunas, cribados— hay que poder medirlas en ganancia en años de vida ajustada por la calidad.
Los expertos coinciden en la importancia de la epidemiología para la toma de decisiones políticas en salud pública. Peñalvo resalta los avances en Europa, con plataformas muy activas para compartir datos y proyectos de investigación. “Son oportunidades que van a colocar a España en una situación muy puntera para la recogida de datos y monitorización de riesgos ambientales ante posibles pandemias”, subraya. En este punto, Tejero destaca la mejora de los sistemas de vigilancia, y se refiere a la futura Agencia Estatal de Salud Pública (actualmente en tramitación parlamentaria) como organismo ágil para prepararnos ante lo que pueda venir.
Antes, durante la presentación del evento, celebrado en el espacio Downtown de Madrid, Silvia Blanco, jefa de Sección de Sociedad de EL PAÍS, y Cristina Henríquez de Luna, presidenta y consejera delegada de GSK España, habían hecho un alegato a favor de que el sistema sanitario, y el social, se anticipara a los problemas, evitando que asomen. “Nos enfrentamos a retos como el impacto en la salud del cambio climático, las comorbilidades asociadas a la mayor esperanza de vida, la falta de financiación o la aparición de enfermedades como el cáncer en edades cada vez más tempranas”, enumeró Henríquez de Luna.
Javier Padilla: "Para qué prevenimos, a quiénes y cómo"
A juicio de Javier Padilla, secretario de Estado de Sanidad, la historia de la salud pública es la búsqueda del equilibrio entre actuaciones más verticales, coercitivas y paternalistas —como las que se adoptaron durante la pandemia, y que previnieron múltiples efectos adversos, resalta— y otras más horizontales, blandas y basadas en el cuidado. “El objetivo no es elegir entre ambas, sino saber cuándo usar unas u otras”, establece. “Lo mejor suele ser no llegar a la enfermedad, y lo más eficiente es cuando ni siquiera sabemos a qué enfermedad no estamos llegando”, concluye.
Padilla cree importante preguntarse para qué prevenimos, a quiénes, y cómo. “El para qué viene anunciado en el título de esta jornada: para un futuro saludable y una buena vida”, señala. “No es simplemente lo opuesto a la enfermedad sino el camino hacia un futuro más saludable”, insiste. Tampoco es solo para ese futuro idealizado, de mirada larga, sino para conseguir disminuir las tasas de discapacidad, aliviar el sufrimiento, mejorar los niveles de autonomía de la población y hacer un mejor uso de los recursos. “Una de las grandes epifanías que les viene a los salubristas es darse cuenta de que no siempre es mejor prevenir que curar; depende de la intensidad de la intervención necesaria para la prevención. Pero evitar eventos de enfermedades y sufrimiento, en términos generales, suele merecer la pena”, reflexiona.
La prevención se aplica a toda la población, a través de prevención primaria —imbuida en todas las políticas públicas: reforma laboral, acceso al transporte público, promoción de la caminabilidad de las ciudades—, secundaria —que aborda la enfermedad en etapas tempranas—, terciaria y cuaternaria, que es la que disminuye los daños ocasionados por la propia acción clínica. La respuesta de Padilla respecto al cómo es contundente: con medidas y políticas basadas en la evidencia científica, cuyos beneficios hayan demostrado más valor que sus riesgos. Pone como ejemplo las políticas sobre el tabaco, y anuncia otras por venir.