¿Por qué ya no vemos tantas mariposas ni mosquitos en el parabrisas?
Los lepidópteros y otros insectos están desapareciendo de los campos, con el riesgo que implica la reducción de polinizadores silvestres. ¿Qué se puede hacer para contribuir a proteger la biodiversidad? Hoteles para abejorros, oasis de mariposas y concursos fotográficos y de identificación de abejas silvestres son algunas propuestas
Quien vivió en España en los años ochenta seguramente recuerde los veraneos en la playa o en el pueblo, a los que se llegaba tras largos viajes por carretera, en un Talbot Horizon o Seat Panda lleno de maletas y algarabía de niños. No importaba el destino, las horas de viaje o el modelo de coche. Lo que tenían en común aquellas vacaciones era la inexorable huella de moscas, mosquitos, abejorros, mariposas y algún saltamontes estrellados en el parabrisas después de kilómetros de recorrido. En los últimos años, sin embargo, los coches llegan polvorientos pero con muchos menos insectos. ¿Qué ha sucedido para que se dé este cambio?
“Durante un tiempo se explicó esta progresiva ausencia de insectos en los parabrisas de los coches porque los adultos recordamos y nos fijamos más en aspectos de la infancia, como los veranos más ociosos, y eso nos hace darnos cuenta de algo que pasaría inadvertido. Pero ese supuesto sesgo ya está desmentido con la investigación científica: es un hecho el bajón de insectos a nivel mundial”, afirma Yeray Monasterio, experto en lepidópteros y presidente de la Asociación Española para la Protección de las Mariposas y su Medio (ZERYNTHIA). De hecho, los últimos estudios europeos en los que ha participado, con informes para la Agencia Europea del Medioambiente, confirman que ha descendido cerca de un 30 o 40% de mariposas de pradera en la última década. “La sensación es que nunca ha habido menos bichos que este año: nunca habíamos vivido algo así, que estén las flores vacías. El campo está parado y eso es preocupante”, insiste Monasterio.
Se atribuye a Albert Einstein (aunque no existen documentos que lo confirmen) la frase: “Si las abejas desaparecen de la Tierra, al hombre le quedan cuatro años de vida”, en referencia a las consecuencias de la desaparición de la polinización sobre los cultivos y la alimentación mundial. En realidad, no solo es un riesgo el descenso de las abejas melíferas, en concreto, sino de cualquier tipo de polinizadores. “Tampoco es riguroso decir que desaparecerán todos los cultivos de los que nos alimentamos. Trigo, maíz o arroz sí podríamos cultivar, por ejemplo, porque no necesitan polinizadores. Pero llevaría a la malnutrición. Son las plantas que producen flores y frutos las que dependen de la polinización. Cuando comemos tomates, pimientos o mandarinas, nos olvidamos de que ese fruto es producto de una flor que recibió la visita de un insecto”, abunda Monasterio. El abuso de pesticidas ha obligado a que en algunas regiones de China y Estados Unidos los fruticultores se hayan visto obligados a agudizar el ingenio para realizar una polinización “manual” en sus frutales, ante la escasez de polinizadores naturales.
Aunque las razones de esta extinción de insectos son múltiples, el abuso de químicos y pesticidas son algunas de las causas comunes que explican la paulatina pérdida de biodiversidad. También el cambio climático, las temperaturas extremas y la transformación de los paisajes, debido a cambios en los modelos de agricultura y ganadería. “España fue un país de grandes rebaños, que fueron la potencia económica del país. Eso mantenía los espacios abiertos abonados, de forma equilibrada, y una labor natural de desbroce que mantenía la vegetación en estado de praderas. Con la desaparición de esos rebaños trashumantes y la progresión de la España vaciada se están perdiendo las praderas, que son sustituidas por bosques y matorral, donde no habitan los polinizadores”, explica el experto.
Hoteles y oasis para insectos
España forma parte de la Coalición Internacional para la Conservación de los Polinizadores y ha elaborado una Estrategia nacional, siguiendo la Iniciativa de la Unión Europea, para revertir el declive de estos insectos en 2030. De hecho, los datos europeos señalan que una de cada diez especies de abejas y mariposas está en peligro de extinción y, al mismo tiempo, el 80% de las especies de plantas con flores silvestres o de cultivo dependen precisamente de la polinización natural. La estrategia propone medidas como favorecer los hábitats de los polinizadores (plantando variedades nutricias, es decir, flores que sirvan de fuente de alimentación de estos insectos, junto a los terrenos agrícolas, rotación de cultivos y creación de espacios seminaturales con recursos florales y nidos de reproducción), promover la agricultura ecológica, reducir del abuso de plaguicidas químicos, herbicidas y abonos, al mismo tiempo que se debería impulsar la investigación para mejorar la gestión y conservación de los polinizadores.
¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para recuperar esta biodiversidad perdida? Si se dispone de un balcón o un jardín, los llamados “hoteles para insectos” ocupan poco espacio y suponen un refugio y lugar de anidación para los invertebrados. Son pequeñas construcciones de madera o bambú, a resguardo del sol y la lluvia, con hendiduras circulares que imitan los nidos en el entorno natural, para favorecer la protección y supervivencia de los polinizadores.
Otra alternativa, impulsada por la Asociación ZERYNTHIA, son los llamados “oasis de mariposas”. “Nuestra sugerencia es que si alguien tiene una maceta o un jardín, cultive variedades autóctonas, que los insectos sean capaces de reconocer. Hay plantas muy exóticas, que son polinizadas por aves, murciélagos o reptiles en otros países, pero en España no sirven a los polinizadores que tenemos. Otras son muy bonitas y coloridas, pero claramente invasoras”, explica el presidente de la asociación. Y señala que la exuberante Buddleja davidii, de origen asiático y muy extendida en la Cornisa Cantábrica y Cataluña, por ejemplo, está incluida en el Catálogo Nacional de Especies Exóticas Invasoras y debería descartarse si la ofrecen en los viveros. “En Canarias, la planta conocida como rabo de gato (Pennisetum setaceum) llegó como planta ornamental y está colonizando riscos y montes, destruyendo a su paso la biodiversidad autóctona”, advierte.
Así que en vez de elegir y cultivar flores solo por su belleza, la asociación propone listados de plantas favorables a los lepidópteros y otros insectos, que además pueden ser aromáticas (como romero, lavanda, salvia, tomillos, espliego y lilo común) e incluso comestibles, como la zanahoria silvestre o cultivada, el perejil, cilantro, cardamomo o hinojo.
Los particulares, entidades públicas, privadas y comunidades educativas que tengan un pequeño espacio verde y quieran crear un “oasis de mariposas” puede ponerse en contacto con la asociación, recibir un cartel donde se indique qué flores e insectos se podrá observar en su refugio natural y formar parte de la red de oasis estatal.
Otra iniciativa en la que puede participar cualquier senderista y amante de la naturaleza es la identificación fotográfica de especies de lepidópteros protegidos en España (como las mariposas diurnas azufrada ibérica, niña de Sierra Nevada, la hormiguera de lunares o la manto violeta, y mariposas nocturnas como catax, proserpina o la esfinge del espino amarillo), compartiendo la foto de la mariposa y dónde fue vista en la plataforma de ciencia ciudadana del proyecto destinada a la identificación de estas especies protegidas.
Para facilitar la identificación de especies (al menos las presentes en zonas urbanas de Madrid), el Real Jardín Botánico-CSIC ha elaborado una Guía de Polinizadores y material didáctico específico para docentes y educadores ambientales. El objetivo es contribuir a la concienciación ciudadana sobre la importancia de los polinizadores, que se amplía con actividades programadas a lo largo de todo el año. “El Jardín Botánico ha puesto en marcha un proyecto con cuatro acciones orientadas a las abejas silvestres. El primero es un curso de especialización, impartido por un entomólogo y dirigido a personas que ya trabajan en educación ambiental y en gestión de zonas verdes de Madrid”, describe Clara Vignolo, técnica de la Unidad de Cultura Científica del Jardín.
La entomofauna hará una parada en otoño-invierno, así que las actividades de este programa del Jardín Botánico continuarán la próxima primavera. “Tenemos previstos talleres para fomentar el conocimiento y observación de las abejas silvestres para el público general. Otra de las acciones para la primavera-verano del año que viene será un concurso de fotografía de abejas silvestres y una exposición fotográfica en la zona de la huerta del Jardín Botánico, con una selección de las fotografías del concurso. Y como última acción publicaremos una guía de fotografías de la exposición”, adelanta Vignolo.