Las barreras que impiden viajar a las personas con discapacidad
Viajar es un derecho reconocido internacionalmente. Sin embargo, el turismo inclusivo está limitado por razones económicas, sociales y políticas, aunque las redes sociales y las agencias especializadas se han convertido en un facilitador de estos viajes
Hace unas semanas, Ana Raya (Granada, 49 años) realizó parte del Camino de Santiago Francés a su paso por la Comunidad Foral de Navarra. Algo que no pensaba que podría hacer debido a su discapacidad física y orgánica. Desde hace unos años, Fundación Once recoge información sobre accesibilidad en esta vía de peregrinaje para facilitar la experiencia a personas con discapacidad, mayores y otros colectivos con necesidades especiales. “Se han acondicionado caminos, fuimos a albergues accesibles y recibí asistencia para la silla de ruedas en tramos más complicados”, relata Raya. Sin embargo, su experiencia viajando no ha sido siempre así de agradable. “Viajar siendo una persona con discapacidad es una aventura impredecible, por mucho que lleves todo preparado, siempre surge algún problema”, explica la granadina, que también es experta en accesibilidad y divulgadora sobre discapacidad en redes sociales.
En España, hay 4,3 millones de personas con discapacidad. En el mundo, son 1.300 millones, el 16% de la población. Ángel Lozano (Madrid, 44 años) sufrió un accidente de tráfico a los 18. Desde entonces vive con una tetraplejia, pero no es esta parálisis la que le impide viajar. “Las personas con discapacidad seguimos enfrentándonos a todo tipo de barreras, físicas, económicas y sociales, que nos impiden ejercer nuestro derecho a viajar”.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, elaborada por Naciones Unidas en 2006, recoge la necesidad de garantizar el acceso a los servicios turísticos a las personas con discapacidad. “Algo que está muy lejos de la realidad”, lamenta Lozano. El transporte adaptado es una de esas barreras. “Mi último vuelo a Londres en 2019 fue una odisea. Yo soy una persona grande y la silla también es grande, y no se preveía que me tuvieran que coger entre el personal. Un viaje que para una persona sin discapacidad son unas cuantas horas en total, para mí se convirtió en un periplo de más de 24 horas”, cuenta.
El transporte por carretera tampoco es fácil. “Te las ves y deseas para encontrar un taxi en el que puedas meter la silla de ruedas. Y lo peor es que sucede también en grandes ciudades. A mí me ocurrió en Cádiz, y fuera de España, en Roma”, añade Lozano. Ana Raya también sufrió una pesadilla en la capital italiana. “Ni un solo taxi que me llevara con mi silla, acabé llorando”, lamenta. “La gente no se da cuenta de que si yo pierdo un avión no me puedo echar a dormir en cualquier lado hasta que salga otro”, puntualiza.
El alojamiento también es algo mejorable. Raya señala que muchos de los que se anuncian como accesibles y adaptados en plataformas como Booking no lo son realmente. “Las puertas deben tener unas medidas específicas para la silla, la cama y el lavabo, una altura determinada también, tiene que haber una silla en la ducha...”, explica la experta en accesibilidad. Para Lozano lo único que funciona es llamar y cerciorarte, “pero es muy cansado tener que estar siempre así”. El madrileño visibiliza estas barreras de accesibilidad en el turismo a través de su cuenta de Instagram @angelitoviajalibre.
Más destinos seguros
“Lo único que quiero es poder planificar unas vacaciones con mi familia y que no haya ningún problema”, reivindica Anxo Queiruga, presidente de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (COCEMFE). La entidad lleva más de dos décadas ofreciendo un programa de vacaciones para personas con discapacidad. Esa experiencia ha sido transformada en un servicio de asesoramiento y formación para el sector hotelero en España. “La accesibilidad es una oportunidad de negocio para los destinos y las empresas para acoger a todos los visitantes en igualdad de condiciones”, afirma. “Necesitamos que haya cada vez más sitios que nos permitan viajar de forma segura, en España, pero también fuera”, añade.
Las redes sociales se han convertido en un facilitador de viajes para las personas con discapacidad. “Cada vez hay más personas que viajan y cuentan su experiencia, valorando la accesibilidad y los servicios adaptados”, cuenta Ana Raya.
También existen las agencias especializadas en viajes para personas con discapacidad como Travel Xperience. Su director, Rodrigo Moreno, explica que tras casi una década operando, hoy pueden ofrecer viajes a medida y seguros para clientes con discapacidad en 125 países. “Colaboramos directamente con proveedores locales, es decir, no trabajamos con una empresa de taxis, sino con un taxista en particular, al que nosotros mismos hemos formado en materia de accesibilidad”, pone de ejemplo Moreno. “Y así con los demás eslabones de la cadena de accesibilidad”, añade.
Estos viajes a medida —aunque también venden otros paquetes cerrados— son costosos por todo el trabajo que llevan detrás y porque las infraestructuras no están preparadas para el turismo inclusivo. Sin embargo, no todo el mundo se puede permitir viajar así. “Los viajes para personas con discapacidad siempre tienen un coste superior, a veces del doble, y encima, si eres dependiente, como es mi caso, tienes que llevar a un acompañante, al que le tienes que pagar el viaje también”, explica Lozano. Para el madrileño es inexplicable que las nuevas construcciones no sean accesibles. “¿Por qué en un hotel nuevo solo se construyen tres habitaciones adaptadas? ¿No sería más fácil que lo fueran todas? A una persona sin movilidad reducida no le perjudicaría en nada”, argumenta.
Según el departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNDESA por sus siglas en inglés), casi el 50% de las personas mayores de 60 años tiene una discapacidad. “La sociedad no entiende que todos seremos dependientes en algún momento de nuestras vidas. Sería mejor que todo se pensará desde la accesibilidad”, opina Lozano.
Desde las entidades de discapacidad como COCEMFE piden reformas legislativas, que “la clase política se comprometa y no siga perpetuando la discriminación hacia las personas con discapacidad”. “Hoy, en España, más de 100.000 personas no pueden ni siquiera salir de sus casas, por eso pedimos la reforma de la ley de Propiedad Horizontal que no obliga a las comunidades de vecinos a realizar obras de mejora de accesibilidad en los edificios”, reivindica Queiruga. “Tenemos el derecho como cualquier persona a salir, a viajar... derecho al ocio y al esparcimiento”, concluye.