El efecto ‘Saltburn’ o los peligros de alquilar un castillo para rodar películas o series

El dueño de Drayton House ha denunciado la aparición de ‘tiktokers’ en su mansión desde el estreno de la cinta de Emerald Fennell. Charles Stopford Sackville es el último de una larga lista de personas con muchos apellidos en azul en Wikipedia en quejarse de los problemas derivados de grabar un proyecto audiovisual en sus dominios. Otros lo han aprovechado

Fotograma de 'Saltburn', película que tiene como uno de sus escenarios Drayton House, en el pequeño pueblo de Lowick (Inglaterra).

Seguro que usted también está pensando en si debería alquilar o no su enorme castillo o palacio para la próxima serie de Netflix. Es un runrún de lo más habitual. Tanto, que la aseguradora británica Ecclesiastical ha elaborado una guía para que los dueños de patrimonio histórico sepan cómo lidiar con este asunto.

La cosa se ha salido de madre con Saltburn, la película de Emerald Fennell que cuenta la historia de un no tan talentoso Mr. Ripley, becado en la Universidad de Oxford, que es invitado a pasar un verano en la enorme mansión medieval de un rico aristócrata con quien comparte pupitre. La película se convirtió en un éxito en Prime Video por varias razones, entre las que destacan el desnudo del actor Barry Keoghan al ritmo de Murder on the Dancefloor de Sophie Ellis-Bextor, el ostensible homoerotismo de la cinta, el lujo escandaloso de sus decorados o que el otro actor protagonista, Jacob Elordi, fuese ya una estrella gracias a la serie Euphoria. Sea como fuere, parece que Charles Stopford Sackville, dueño de Drayton House, el lugar donde se rodó la cinta, no parece estar contento con el furor desatado con la misma. Hace un par de meses, el aristócrata dijo arrepentirse de haber permitido que grabasen allí la película. “Nunca imaginé la cantidad de interés que despertaría la película. Es bastante extraño. Y no es nada agradable”, reveló al Mail on Sunday.

El aristócrata heredó este histórico emplazamiento de manos de su padre hace 10 años, aunque lleva perteneciendo a su familia desde 1770. La mansión está ubicada en el pequeño pueblo de Lowick (Northamptonshire, Inglaterra) y fue construida en 1328. “¿Cómo te sentirías si la gente estuviera todo el día haciéndose fotos fuera de tu casa?”, se preguntaba Stopford Sackville. “Preferiría que el interés se esfumase, pero no puedo hacer que se esfume”. Existe un camino público que bordea la mansión, pero su dueño afirmaba que su personal ya había pillado “a más de 50 intrusos” saltándoselo. Además de los curiosos que se desvían del camino, Stopford Sackville afirma que los exteriores de su propiedad están llenos de tiktokers bailando el pegadizo tema de Sophie Ellis-Bextor y de un buen puñado de turistas del audiovisual haciéndose selfis. Aunque no reveló la cifra que le pagaron por permitir grabar en su mansión, sí afirmo que aquello influyó “al 100%” en su decisión: “Estas casas no se mantienen solas”. También contó que su familia y la de Fennell, la directora, mantienen una amistad desde hace años, lo que también tuvo su peso a la hora de permitir que se grabase allí.

En un reportaje publicado en la edición estadounidense de la revista Vanity Fair el pasado verano, meses antes del estreno de Saltburn (que llegaría en noviembre), se afirmó que ningún miembro del equipo de producción podía revelar el nombre o la ubicación de la propiedad por obligación contractual. Sin embargo, la revista británica Tatler, especializada en el estilo de vida de la alta sociedad, reconoció (y desveló) de qué casa se trataba inmediatamente después de que se publicase el trailer. Pero aunque no lo hubiese dicho Tatler, hubiese surgido en TikTok: el interés viral por la mansión aumentó cuando varios usuarios de esta red social descubrieron su paradero, alcanzando con esta información a más de cinco millones de personas. Demasiadas, incluso para una mansión de 127 habitaciones.

Otras personas han conseguido sacarle una gran rentabilidad al hecho de que su mansión, castillo, palacio o abadía aparezca en una popular película o serie de televisión. Es el caso de lady Fiona Carnarvon y su marido, George Herbert, octavo conde de Carnarvon, propietarios del castillo de Highclere en Newbury, al sur de Inglaterra. Una enorme construcción con 1.300 años de historia, 300 habitaciones y más de 2.000 hectáreas de jardines, bosques y granjas, obra del arquitecto Charles Barry (el mismo que diseñó el palacio de Westminster), y que, además, en 2010 se convirtió en el hogar de la familia Crawley durante las seis temporadas y dos películas que duró Downton Abbey. Fue gracias a la amistad de lord Carnarvon, ahijado de Isabell II, con Julian Fellowes, creador de la serie, que ya mientras escribía el guion tenía en mente la propiedad de su amigo como escenario principal. No se sabe cuánto desembolsó exactamente la productora, pero se estima que por las primeras tres temporadas, los Carnarvon recibieron 500.000 libras por alrededor de 30 días de rodaje, mientras que, llegados a la quinta, recibieron en torno a un millón.

Sin embargo, el verdadero negocio llegó después. Desde su estreno, el interés por el drama histórico trajo a los condes millones de visitantes en esta última década (son más de 100.000 al año, además de unos 15.000 niños en edad escolar). En Highclere se ofrecen experiencias especializadas (como la de Navidad, a secas, por 130 libras, y la de Navidad dickensiana, por 185), visitas guiadas (entre 85 y 130 libras) o jornadas históricas que recrean eventos como la Primera o la Segunda Guerra Mundial o fiestas ambientadas en los locos años veinte. También ofrecen alojamiento dentro de la propiedad (aunque no dentro del castillo) o la posibilidad de celebrar allí eventos privados, donde son muy populares, en particular, las bodas. Los beneficios que Downton Abbey ha reportado a los dueños de Highclere son, sin duda, mayores que los prejuicios: aparentemente, durante una de las grabaciones, un cofre turquesa perteneciente a lady Carnarvon cayó al suelo y se rompió, por lo que necesitó reparación en Sotheby’s. Se intuye que la reparación no ascendió al millón de libras.

Las vistas del castillo de Highclere en Newbury, al sur de Inglaterra, donde se rodó la serie 'Downton Abbey'.David Goddard (Getty Images)

William Herbert, 18º conde de Pembroke y 15º conde de Montgomery, también le ha sacado partido a sus propiedades después de que, a los 26 años, heredase Wilton House, en el condado inglés de Wiltshire, una finca de 5.700 hectáreas, además de 14 empresas agrícolas y otros 200 bienes inmuebles. El propio conde ha reconocido en alguna publicación que, además de la agricultura, la silvicultura y el turismo en general, los rodajes cinematográficos se han convertido en una enorme fuente de ingresos para la fortuna familiar. En Wilton House se han rodado escenas de las series Los Bridgerton y de The Crown, además de la película Emma, de 2019, La reina Victoria, de 2009, y Orgullo y prejuicio, de 2005. A los interesados en el patrimonio histórico se les unen ahora los interesados en el cine y la televisión, en un negocio que, desde luego, sale rentable a sus propietarios pese a los posibles problemas que puedan acarrear: no sabemos si fue en Wilton House, pero, recientemente, la actriz Nicola Coughlan, quien interpreta a Penelope Featherington en Los Bridgerton, confesó haber roto un mueble durante una escena con su coprotagonista Luke Newton.

Precisamente a estos incidentes se refería la guía de Ecclesiastical, aseguradora de muchas de las propiedades patrimoniales más emblemáticas del Reino Unido, como la abadía de Westminster, la catedral de San Pablo o el palacio de Blenheim: “Series como Los Bridgerton y Downton Abbey han mostrado el increíble patrimonio de nuestro país a escala internacional y eso tiene que ser algo para celebrar. Trae consigo una recompensa financiera, además de una afluencia de visitantes, y realmente puede mejorar el perfil de una casa señorial”, explica Laura Carter, directora de clientes de Ecclesiastical Insurance. “Sin embargo, como vimos con Saltburn, puede haber inconvenientes al permitir que su propiedad se utilice para filmar y es por eso que hemos lanzado esta guía. No les estamos diciendo a los propietarios que digan ‘no’ a los equipos de producción, sino que les estamos dando el consejo que necesitan para tomar la mejor decisión y tomar las medidas necesarias para protegerse”.

Entre estas recomendaciones se incluyen “contratos y acuerdos robustos” que dejen claro desde los límites en los que puede filmarse en la propiedad hasta el detalle de todo el mobiliario u otros objetos que podrían ser dañados en este tiempo (la aseguradora recomienda, de hecho, guardar los objetos de mayor valor a buen recaudo), pero también “ser consciente del impacto reputacional que pueda surgir al albergar la grabación, especialmente si hay cuestiones controvertidas de impacto histórico, político o social”. O si Barry Keoghan va a bailar desnudo en la propiedad. Por supuesto, su último consejo, es tener una buena aseguradora.

Más información

Archivado En