17 años sin evaluar el bilingüismo en la Comunidad de Madrid

El 50% de los centros escolares de la región están acogidos a un sistema que genera dudas sobre su impacto en el rendimiento académico del alumnado y la segregación entre “buenos y malos”

Concentración de críticos del programa de bilingüismo en Madrid el sábado por la tarde en el centro de la capital frente a las sedes del Ministerio de Educación y la Consejería de Educación de Madrid.JUAN BARBOSA

La educación bilingüe, en la que están integrados el 50% de los centros educativos madrileños tanto públicos como concertados, carece de una evaluación integral que despeje todas las dudas sobre su utilidad para el alumnado, 17 años después de su aplicación. ¿Perjudica al rendimiento académico? ¿Es segregadora? ¿Es un modelo low cost, con más apariencia que eficacia? Defensores y detractores no se ponen de acuerdo y el debate permanece, eso sí, 17 años después, tiempo suficiente para que existiera una evaluación en condiciones, resaltan las voces más independientes.

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La educación bilingüe, en la que están integrados el 50% de los centros educativos madrileños tanto públicos como concertados, carece de una evaluación integral que despeje todas las dudas sobre su utilidad para el alumnado, 17 años después de su aplicación. ¿Perjudica al rendimiento académico? ¿Es segregadora? ¿Es un modelo low cost, con más apariencia que eficacia? Defensores y detractores no se ponen de acuerdo y el debate permanece, eso sí, 17 años después, tiempo suficiente para que existiera una evaluación en condiciones, resaltan las voces más independientes.

La joven estadounidense de 30 años Andrea Palmer se encontraba trabajando en 2018 en un instituto del pueblo de San Martín de Valdeiglesias, (oeste de Madrid, 8.679 habitantes) cuando coincidió con un compañero que parecía una oveja negra. Ambos eran auxiliares de conversación, jóvenes extranjeros reclutados para apoyar en clase a los profesores españoles en el Programa Bilingüe de la Comunidad de Madrid. Durante las clases, los asistentes se sentaban en un aula aparte con pequeños grupos de alumnos para hablar en inglés en clases de Ciencias Naturales o Sociales, pero, según Palmer, para ese auxiliar, un australiano veinteañero, todo era una fiesta. “Él presumía de que aprovechaba esos momentos para mejorar su español”, cuenta ella. Irónicamente, nadie se lo reprochaba. “Todos estaban encantados con él, quizás porque era el típico rubio atractivo”.

A Palmer y otros auxiliares de conversación les indigna que se manche la reputación de un programa financiado por las arcas públicas madrileñas. Pero lo cierto es que no existen filtros exigentes de selección, muchos vienen a Madrid a divertirse y demuestran poco interés en las clases, según participantes de este esquema que este curso tiene 2.743 miembros en la Comunidad de Madrid. Los auxiliares son reclutados por el Ministerio de Educación, que pide únicamente como requisitos que sean graduados o universitarios de último año con alto dominio del inglés. Las comunidades autónomas deben supervisar el trabajo.

La falta de cualificación de estos auxiliares de conversación es una de las quejas contra el Programa Bilingüe de la Comunidad de Madrid. Este es un modelo que se ha extendido rápidamente desde que la expresidenta Esperanza Aguirre lo introdujo en 2004, convirtiéndose en una bandera que le dio tirón electoral. El 50% de los colegios e institutos públicos y concertados de la región se han convertido en bilingües (casi todos en inglés-español), según datos oficiales de este curso. Es un porcentaje cercano al de Murcia y Castilla y León, las otras dos comunidades españolas que lideran la implantación de este sistema. Buena parte de las críticas en Madrid se centran en que es un sistema basado en las apariencias, un bilingüismo basado más en la cantidad que en la calidad. La Comunidad invierte 28 millones de euros anuales en este programa. “Creo que para muchos padres es prestigioso decir que sus hijos van a una escuela bilingüe, pero buena parte es una fachada”, lamenta Palmer, que sigue en Madrid, pero ya fuera del mundo docente.

En Madrid se ha hecho más visible el malestar de padres y profesores, preocupados por un modelo que, dicen, está perjudicando al rendimiento académico de sus hijos, aunque no hay estudios concluyentes que avalen esa tesis. Otros académicos críticos señalan que el bilingüismo está estigmatizando a los alumnos que no entran en ese tipo de enseñanza, supuestamente más prestigiosa. Por eso, el sábado pasado CC OO, CGT, STEM Internacional, Escuela Pública de todas y todos, Acción Educativa o la Confapa organizaron una concentración en la puerta de la consejería y el Ministerio de Educación con el lema “Paremos el bilingüismo”. Pero no todos los investigadores piensan igual. Los hay que creen que los críticos se mueven más por interés político contrario al Gobierno popular en Madrid que por la evidencia científica.

Un profesor de primaria en Madrid, Paco Serrano, publicó en octubre del año pasado en YouTube el documental La chapuza del bilingüismo que acumula más de 45.000 visionados. Profesores, alumnos y padres denunciaban que la manera de dar clases bilingües en Madrid estaba perjudicando a los alumnos. “Cuando das clase en inglés es como si estuvieses representando una obra de teatro”, decía la profesora Nuria Gallego. “Esto hace que la espontaneidad y la creatividad brillen por su ausencia”.

En Castilla-La Mancha, 80 de los 271 centros acogidos al modelo se salieron del programa bilingüe en inglés. Lo mismo pasó en Navarra, que por primera vez vio cómo un centro daba marcha atrás. En Madrid, por ahora, ninguno ha dado la vuelta.

En Facebook, hay un grupo de más de 23.100 miembros llamado Auxiliares de Conversación en Madrid (The Original). De ellos, 141 respondieron a una pregunta de este periódico: ¿Qué está fallando? La mayoría destaca que las intenciones del sistema son buenas, aunque la implementación es deficiente y adolece de recursos.

  • “Por cada auxiliar que se toma en serio su papel, hay otro que simplemente está utilizando el programa como un medio para estar en Europa”, dice Allison Bush.
  • “Los profesores se sientan en el fondo de la clase, desconectan durante 45-60 minutos y los estudiantes causan follón porque no ven al auxiliar como una autoridad educativa sino una baby-sitter que habla inglés”, dice Nat Haley.
  • “La educación bilingüe me rompió el corazón. Vi a niños geniales luchando. Es un sistema terrible para los que tienen dificultades de aprendizaje”, admite Kristine Kraukle.
  • “En lugar de gastar dinero español y europeo financiando el programa con auxiliares de conversación, deberían usar el mismo dinero para formar profesores en inglés. Capacítelos primero en el idioma”, propone Ingrid Hilmarsdóttir.
  • “Los alumnos tienen material aburrido, profesores aburridos, pronunciación y ortografía incorrectas y encontré errores en sus libros de texto. Se espera que memoricen grandes cantidades de material sin comprender bien lo que dicen”, añade Carol Bignell.
  • “Me sorprende que el programa no enseñe fonética. Creo que debería haber más juegos y actividades de fonética durante infantil y primaria y menos gramática. Y creo que el problema se reduce a que los profesores, en general, tienen un nivel bajo de inglés, por lo que terminan traduciendo las actividades al español”, matiza Bill Jackman.

Las críticas de los auxiliares se repiten. Llegan a Madrid para desempeñar un papel educativo importante pero sin recibir un salario suficiente, tan solo una “asignación mensual en concepto de manutención y alojamiento” por 1.000 euros al mes a cambio de trabajar 16 horas a la semana. Su rol les permite ser testigos de lujo de este experimento educativo. Vienen de EE UU, Australia, Gran Bretaña..., y detectan varios problemas que no dudan en compartir. Les choca el modelo de enseñanza basado en la memoria y un papel, el de ellos, desaprovechado en ocasiones. En otras, también les toca trabajar con profesores con bajo nivel de inglés: “En algunas clases ni siquiera me comprendían y teníamos que comunicarnos en español”, confiesa Palmer.

Para ser habilitados como profesores bilingües, la Comunidad de Madrid pide a los docentes que acrediten un nivel C1 (el quinto más alto en la escala de seis). Antes de 2014, se exigía un B2 (el cuarto nivel). Cobran un suplemento salarial que va de los 80 a los 170 euros extra al mes, en función de las horas y asignaturas impartidas, lo cual se ha convertido en un incentivo. Para mejorar el nivel de los profesores madrileños, la Comunidad promueve desde 2008 cursos de metodología y perfeccionamiento de lenguas extranjeras que incluyen viajes a países anglófonos.

Consciente de la necesidad de mejorar el nivel del profesorado, la expresidenta Aguirre trató sin éxito de sustituir a estos profesores, funcionarios, por nativos contratados, lo que le valió un choque con los sindicatos y con un ministro de Educación de su propio partido, José Ignacio Wert, que le advirtieron de que ese plan era ilegal.

Un grupo de alumnos en el colegio público bilingüe Luis Buñuel, en Alcobendas (al norte de Madrid) durante el inicio del curso 2017/18.Uly Martín

Los expertos admiten que el sistema tiene agujeros y es mejorable. Da igual si se trata de los que defienden la educación multilingüística (como la Asociación Enseñanza Bilingüe) o los que creen que en España se debe estudiar en español y que es absurdo aprender a Quevedo traducido al inglés. La diferencia entre unos y otros es que los primeros no creen que una enseñanza bilingüe afecte al rendimiento académico de sus alumnos, una conclusión a la que han llegado gracias a un estudio elaborado por la propia asociación y publicado la semana pasada; y los segundos piensan que no solo sí lo hace, sino que el programa beneficia a los alumnos más avanzados y deja atrás a los que sufren problemas de aprendizaje y a los que no tienen recursos económicos.

“No se encuentran diferencias de rendimiento en lecturas y ciencias”, insiste Xavier Gisbert, portavoz de la Asociación Enseñanza Bilingüe y uno de los autores del estudio que trata de probar que una educación bilingüe no solo no perjudica sino que es beneficiosa para la mente y el futuro de los menores. “Vivimos en un mundo globalizado en el que el inglés es básico para todo”, argumenta Gisbert, que fue director general de mejora de la enseñanza en el Gobierno de Aguirre y ayudó a elaborar hace 17 años el programa que todavía hoy se imparte en las aulas madrileñas.

Él mismo presume de haber sido el artífice de una de las cuestiones más criticadas del sistema: la separación en secundaria de los alumnos con buen nivel de inglés (que se aglutinan en lo que se denomina Sección, donde se imparte un tercio de las asignaturas en el segundo idioma) y los alumnos menos preparados (que van al denominado Programa, donde el nivel es más bajo y se imparten menos asignaturas en inglés).

Mochilas de alumnos en el colegio público bilingüe Luis Buñuel de Alcobendas, al norte de la capital.ULY MARTIN

Quizás el único punto en el que Miguel Martínez, miembro de Acción Educativa, la asociación que reúne a profesionales de todos los ámbitos de la educación, está de acuerdo con Gisbert es que los resultados de PISA 2018, que concluyó que Madrid bajaba el nivel de sus estudiantes debido al bilingüismo, no son concluyentes. Sí cree que países como Eslovaquia o Austria tienen sistemas más exitosos donde el inglés entra en las aulas de forma más progresiva. “En Aragón, por ejemplo, no puede haber grupos puros, sino mixtos, y eso es importante para un sistema equitativo. Aquí [en Madrid] se da por perdidos a los que necesitan refuerzo, que suelen ser el 50% de los alumnos de centros bilingües, los que están en Programa”.

F. Javier Murillo, director de la Cátedra Unesco en Educación para la Justicia Social de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), lo tiene claro: “Yo creo que el principal problema de segregación es el bilingüismo”. El investigador apunta además que el sistema madrileño no ha sufrido ningún cambio en 17 años y, llegados a este punto, “sería bueno parar provisionalmente, hacer un debate serio y replantear el sistema”. Luisa Martín Rojo, catedrática de Lingüística en la UAM, apunta en la misma dirección tras comprobar los efectos nefastos que provoca en la sociedad la separación “entre los mejores y los peores”.

“Si el profesorado y el alumnado pierden recursos y habilidades, la enseñanza, al implantar un programa nuevo, puede, paradójicamente, volverse más rígida, más tradicional, más memorística”, explica Martín Rojo. “Esto no ocurre necesariamente por ser un programa bilingüe, sino por la dificultad que supone responder al reto de enseñar y aprender en otra lengua, para lo que es necesario contar con una doble formación docente y lingüística, y contar con los recursos, el tiempo y las ratio necesarias en el aula”.

Pero no todo es negativo para los investigadores independientes. De hecho, para Ana Llinares, doctora en Filología Inglesa por la UAM, “es desalentador cuando leo en redes que el bilingüismo es demoledor, porque no está basado en resultados de investigaciones”. Llinares apuesta por apartar las críticas que tienen que ver más con la política y estudiar en profundidad el sistema. “Según mis estudios, los que tienen dificultades en inglés, también las tienen en español. Y al revés”, explica. La catedrática apunta que el documental La chapuza del bilingüismo es decepcionante, “porque es sesgado, debería haber más voces”, y cree que no hay que erradicar el sistema aunque sí “resolver muchos problemas”. “Falta financiación y recursos”, admite la docente, que sí cree que hay una mala gestión. “Es una cuestión de organización. Son cosas que se pueden arreglar”.

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