La única bodega de Europa a la que se puede ir en metro está en Madrid

Turismo de vino en el suburbano en época de vendimia y dónde probar los caldos madrileños que alaba la crítica.

A. Á.

Cipri Guillén se sube la cremallera del mono azul como quien se prueba un esmoquin por primera vez frente al espejo. “Mira qué bien me queda, mamá”, le decía cuando se empeñó en trabajar en el campo a los dieciocho años. Su madre no daba crédito, lo último que quería era que se dedicara a lo mismo que su marido y familia. “Mi padre me daba el azadón para que me pusiera a hacer hoyos y se me quitaran las ganas de estar en el viñedo”, explica él. Pero cada noche llegaba emocionado a casa contando lo que había logrado hacer con sus manos. “No le quedó más remedio que contratarme”, dice riendo....

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Cipri Guillén se sube la cremallera del mono azul como quien se prueba un esmoquin por primera vez frente al espejo. “Mira qué bien me queda, mamá”, le decía cuando se empeñó en trabajar en el campo a los dieciocho años. Su madre no daba crédito, lo último que quería era que se dedicara a lo mismo que su marido y familia. “Mi padre me daba el azadón para que me pusiera a hacer hoyos y se me quitaran las ganas de estar en el viñedo”, explica él. Pero cada noche llegaba emocionado a casa contando lo que había logrado hacer con sus manos. “No le quedó más remedio que contratarme”, dice riendo.

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De esto han pasado 22 años y desde hace tres, cuenta su historia en rutas enoturísticas por las que ya han pasado más de quinientas personas. “Vinícola de Arganda somos la única bodega de Europa a la que se llega en metro (línea 9, Arganda del Rey)”, afirma. Y así han venido tres de las diez personas que componen el grupo de la ruta de hoy. Subidos a una cabriola que Cipri mandó construir en El Rocío (Huelva), se atraviesa el viñedo mientras narra las peculiaridades de sus vinos y las labores de la vendimia que se está llevando a cabo durante estas semanas. Señala las torres de Plaza Castilla que sobresalen al fondo y dice: “Con un telescopio, alguien que esté en su oficina allí arriba me puede ver trabajar cada mañana. Estamos a 25 kilómetros de la Puerta del Sol. Somos los jardineros gratuitos que tienen los madrileños para que cuidemos su entorno”.

Cipri y Cris de Vinícola de Arganda ofician la degustación de sus vinos dentro de la bodega.A. Á.

En el interior de la bodega, explica el proceso de envejecimiento de sus caldos, cómo se embotella y finaliza con una cata de sus tres mejores caldos junto a unas tapas creadas por el Asador Vitis, ubicado en la misma bodega. Con el blanco Baladí de 100% uva malvar y fermentado en barrica sirven un ceviche de salmón. Con el joven tempranillo Viña Rendero ofrecen un risotto de setas. Y el reserva Peruco lo acompañan de una croqueta de cocido. Escuchar cómo vive Cipri su profesión y defiende su territorio no tiene precio aunque esta ruta tan completa cuesta 20 euros.

La uva más madrileña. Cuenta Antonio Reguilón, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Vinos de Madrid, que la uva malvar es muy característica de esta región pero que existe otra 100% madrileña. “Se trata de la albillo real y se encuentra en la zona de Cadalso y San Martín de Valdeiglesias en bodegas como la ecológica Luis Saavedra, Bodega Bernabeleva, Las Moradas de San Martín, la Cooperativa de Cadalso o Comando G, entre otras”, explica. En tinto, en esta D.O. se cultivan fundamentalmente garnacha y tempranillo. Y el pasado septiembre, el vino Granito del Cadalso, de la cooperativa Cristo del Humilladero de Cadalso de los Vidrios, apareció en ‘The New York Times’ como uno de los mejores vinos del mundo por menos de 20 dólares. “Tenemos mucho que presumir. Somos la D.O. con mayor porcentaje de cepas viejas en España y esto les confiere una calidad excepcional. Somos la única capital de Estado del mundo cuyo nombre coincide con el de la D.O. y por nuestra variedad de suelos y climatología, producimos vinos excelentes con particularidades muy distintas en pocos kilómetros de distancia. Tenemos vinos con más de noventa puntos Parker, algunos como Navaherreros que podías encontrar en los mejores restaurantes de Washington y ahora solo falta que nos conozcan los madrileños”, apunta Reguilón.

Dónde pedirlos. Además de visitar las bodegas gracias a sus diversas propuestas de enoturismo, hay establecimientos en Madrid donde apuestan por los vinos locales. En Bodegas Rossell (General Lacy, 14) abiertas de 1920, ofrecen cuatro vinos diferentes por copas que no superan los tres euros y más de veinte referencias por botella entre 13 y 68 euros. Manolo Rosell es una enciclopedia del vino de esta región y, siempre que puede, aprovecha para recomendarlo desde la barra.

La taberna Bodegas Rosell en Delicias sirven gran variedad de vinos de Madrid.A. Á.

“Llevamos apostando por ellos hace dos décadas”, asegura. “Cada año, las bodegas elaboran mejores vinos y eso hace que la gente se anime más a pedirlos. Después de Rioja y Ribera del Duero, los de Madrid son los que más vendemos”, afirma. En Casa Maravillas (Jorge Juan, 54) son grandes especialistas en vinos de la región. “Y estrellas Michelin como los hermanos Sandoval nos apoyan”, cuenta Reguilón.

Manolo sirve una copa de vino de Madrid en la taberna Bodegas Rosell.A. Á.

“Llevan poniendo en valor el producto local en Coque antes que nadie”, explica. Rafael Sandoval, sumiller del restaurante, siempre aprovecha su altavoz para recomendar vinos de su tierra. Tanto es así que los ofrece hasta en su ‘delivery’ para demostrar que Madrid también se bebe.

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