Pedro Sánchez se viste el traje de moderación para lanzar la campaña
El candidato socialista esgrime los acuerdos con Vox para pedir el apoyo de los votantes centristas del PP, mientras Feijóo sostiene que él no suscribe “pactos de la vergüenza”
Dos de cada tres españoles, según el CIS, han interiorizado la idea de que la derecha va a ganar las elecciones, pero las encuestas de los últimos días, sin desbancar al PP de su liderazgo, han añadido picante a la contienda. La idea de que la suerte estaba inexorablemente echada desde la triunfal noche...
Dos de cada tres españoles, según el CIS, han interiorizado la idea de que la derecha va a ganar las elecciones, pero las encuestas de los últimos días, sin desbancar al PP de su liderazgo, han añadido picante a la contienda. La idea de que la suerte estaba inexorablemente echada desde la triunfal noche del 28-M ha perdido fuerza en el arranque oficial de la campaña, por mucho que aún cuente con heraldos de la talla de Isabel Díaz Ayuso, quien ya anda pregonando estos días la buena nueva de que “el sanchismo está acabado”. O el propio Alberto Núñez Feijóo, que el viernes se presentó en el primer mitin de campaña en Badajoz para anunciar que a partir de ahora se dedicará a cantar “los últimos días del sanchismo”.
Pero como las encuestas, incluso las más favorables al PP, no acaban de dar la partida por resuelta, los socialistas, hundidos en la depresión hace un par de semanas, se están viniendo arriba. Y en eso pocos pueden rivalizar con Pedro Sánchez.
“Cada día lo tengo más claro: ¡vamos a ganar estas elecciones!”, proclamó el líder del PSOE entre los vítores de la flor y nata del partido, congregada en un acto en Madrid para presentar el programa electoral. En ese ambiente, Sánchez hasta se permitió avanzar su próximo e hipotético Gobierno y confirmar en el cargo a la vicepresidenta para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. El suyo fue un discurso repleto de promesas, como la gratuidad del transporte urbano para jóvenes, y también de guiños a los sectores templados de la población que amenazan con abandonarlo en favor del PP.
Encuestas al margen, los socialistas han recibido vitaminas tras el periplo del presidente por los micrófonos y los platós que se le presumían menos amables, una gira de la que hasta sus fustigadores más indesmayables admiten que, como mínimo, ha salido indemne. Ahí buscaba Sánchez taponar uno de sus grandes agujeros, la fuga hacia el PP de la parte menos izquierdista de su electorado. Encuestas como la de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER apuntan a que lo está empezando a conseguir tímidamente, favorecido por las truculencias de los pactos del PP con Vox. En esa línea, en su tono más plácido y menos combativo, persistió el viernes el presidente-candidato. Primero cedió la palabra y atribuyó buena parte de la paternidad del programa electoral a la vicepresidenta y ministra de Economía, Nadia Calviño, a la que ni siquiera Vox se anima a tildar de socialcomunista. Y luego, en un gesto que no se había visto hasta ahora, Sánchez se dirigió expresamente, “con toda humildad”, a los votantes del Partido Popular: “Pido incluso el voto a quienes votaron al PP y se sienten avergonzados por los pactos con Abascal. Lo sé, soy muy consciente de que podemos pensar diferente, pero cuanto más fuerte sea el apoyo al PSOE, más dura será la derrota de quienes defienden el retroceso de España”. La encuesta de 40dB. ha detectado en los últimos días un pequeño movimiento de votantes del PP hacia el PSOE. Suma apenas el 2,5% del electorado popular, pero hasta hace poco tal trasvase era inexistente.
Sánchez ha vivido durante cuatro años bajo el fuego de quienes lo han tachado de radical por sus pactos y ahora se está tomando la revancha. Si la derecha habla de los socios del PSOE como “golpistas, comunistas y filoetarras”, el PP se ha puesto en la diana por meter en las instituciones a “machistas, antivacunas y negacionistas del cambio climático”. Los populares se rebelan contra esa imagen, minimizan sus pactos con Vox, y Feijóo se presenta en cada comparecencia pública como adalid de la moderación. La FAES, la fundación de José María Aznar, se queja en un documento de que los socialistas pretendan llevar la campaña a un “radicalismo simétrico” y vuelve a reivindicar el centro político, idea que el PP tenía un tanto abandonada en los últimos tiempos.
Feijóo abrió la primera jornada de campaña con un coloquio en Sevilla reiterando una proclama que viene repitiendo desde hace días: “La mentira está absolutamente fuera de mi Gobierno”. De ahí el líder del PP se fue a Badajoz a compartir mitin con María Guardiola, la mujer que pactó con Vox una semana después de empeñar su palabra en que jamás haría tal cosa. En medio del viaje, el equipo de Feijóo salió a rectificar para retirar su afirmación de que mantendrá la mesa de diálogo entre el Gobierno y la Generalitat de Cataluña. Lo había afirmado en una entrevista con El Periódico, para irritación de compañeros de partido y medios afines. Así que se retractó y asunto resuelto.
En Badajoz, Guardiola recibió las felicitaciones de todos por su próximo ascenso al Gobierno regional de la mano de Vox. Ella, sin perder nunca la sonrisa, enarboló también la bandera de la “moderación” y clamó contra los que promueven “batallitas ideológicas” o “desmelenes populistas”. Luego llegó Feijóo y dedicó buena parte de su intervención a denostar “los pactos del sanchismo”. “Escuchar al sanchismo lecciones de pactos es un sarcasmo”, manifestó el presidente del PP. ¿Y por qué sus pactos con Vox son diferentes de los de Sánchez? “Los nuestros son transparentes”, sostuvo, “nosotros no hacemos pactos de la vergüenza, los hacemos con los papeles, con los contenidos y con el corazón”. Embalado como estaba, el aspirante a La Moncloa llegó a defender que es el PSOE quien pacta con Vox. Tan sorprendente conclusión la extrajo de lo sucedido en Murcia, donde la extrema derecha está bloqueando la investidura del popular Fernando López Miras como presidente autonómico por la negativa de este a incluir en su Gobierno al partido de Santiago Abascal.
El programa de Vox
Vox aprovechó el inicio de la campaña para dar a conocer su programa electoral, una verdadera colección de joyas de la mercancía ideológica de los nuevos movimientos ultras. Abascal propone ilegalizar a los independentistas, acabar con la progresividad del IRPF, salirse de los acuerdos internacionales contra el cambio climático, derogar las leyes del aborto y contra la violencia machista, saltarse los tratados de la UE para proclamar la primacía de las leyes españolas sobre las europeas... Y mientras Vox daba a conocer todo esto, la palabra moderación brotaba sin parar en los mítines, las declaraciones y los manifiestos del PP.
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