Pánico escénico independentista
ERC y Junts quieren evitar embarcarse en una negociación por separado con el PSOE para la investidura de Sánchez
Esquerra Republicana perdió en la jornada del domingo el 43% de los votos recabados en 2019 y Junts per Catalunya el 26%. Las pérdidas fueron todavía mayores en la CUP que, al dejarse por el camino un 60% de los apoyos, se ha quedado sin representación en el Congreso. Todo ello son resultados pésimos para un independentismo que un día quiso hacer bandera de superar el 50% en unas elecciones autonómicas y que ahora ap...
Esquerra Republicana perdió en la jornada del domingo el 43% de los votos recabados en 2019 y Junts per Catalunya el 26%. Las pérdidas fueron todavía mayores en la CUP que, al dejarse por el camino un 60% de los apoyos, se ha quedado sin representación en el Congreso. Todo ello son resultados pésimos para un independentismo que un día quiso hacer bandera de superar el 50% en unas elecciones autonómicas y que ahora apenas alcanza el 27% de los sufragios en el Congreso. Se mire por donde se mire, el resultado es malo. Sin embargo, y por la aritmética parlamentaria, el independentismo nunca había tenido un papel tan imprescindible en la configuración de una mayoría parlamentaria.
Tanto en Esquerra como en Junts la sensación generalizada es que las peleas constantes entre los dos otrora socios en el Gobierno catalán les han pasado factura. La ficción de la independencia exprés ya no cuela entre sus bases. Y tras haber edificado un discurso que se basaba en la unidad de acción del independentismo para lograr hitos como un referéndum, las bases ven ahora que no solo no se consiguió ninguno de los objetivos prometidos, sino que ambos partidos solo alcanzan a pelearse por migajas autonomistas. La desmovilización del electorado independentista es, pues, bien visible con casi un millón de votantes secesionistas que el domingo optaron por abstenerse o directamente por votar al PSC para frenar a la extrema derecha.
La segunda sensación que ha calado en el independentismo, especialmente en ERC, es que la profusión de pactos con los socialistas no solo no ha servido para avanzar hacia la independencia, sino que ha ayudado al PSC a situarse en el centro del tablero político catalán. Para desdicha del PSOE, en las filas independentistas se dan por amortizadas operaciones de calibre como los indultos de los condenados por el procés.
Por este motivo, ahora se abre una dinámica de negociación que se adivina lenta. De entrada, todos abogan por llegar primero a un acuerdo de mínimos entre independentistas para posteriormente negociar juntos con el PSOE. Nadie quiere sentarse a solas en una mesa de negociación con un partido fortalecido como el socialista por temor a que capitalice en solitario los réditos de un eventual pacto. Cualquier acuerdo que pueda alcanzar ERC por sí sola será descalificado por Junts y lo mismo pasará si lo alcanza el partido de Carles Puigdemont. Y más complicado será aún si esta negociación tiene que producirse en paralelo con noticias del ámbito judicial como la petición de la Fiscalía del Tribunal Supremo emitida este lunes para detener al expresidente de la Generalitat mediante una orden de arresto internacional.
El punto de partida de ERC es negociar el mantenimiento de la mesa de diálogo, medidas contra el “déficit fiscal” catalán y el traspaso a la Generalitat del servicio de Cercanías. Junts es menos específico, pero pone encima de la mesa negociar el traspaso de la competencia para organizar referéndums, aunque todavía no ha especificado hasta qué punto será o no imprescindible para sentarse a hablar sus peticiones en torno a dicha votación y a la llamada “amnistía”. En las próximas semanas hay que esperar mucha gesticulación en clave interna independentista y poca concreción de puertas hacia afuera. Antes de empezar a negociar en serio con el PSOE, el secesionismo tiene que saldar cuentas en su propio espacio. Poco a poco.
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