“Es imposible atender, servir, desinfectar y comprobar el certificado covid”

La entrada en vigor del pasaporte sanitario en bares y restaurantes de Cataluña comienza con dificultades de los restauradores para llegar a todo

Una empleada de un bar de Sant Just Desvern (Barcelona) comprueba el certificado covid de un cliente en la entrada del local.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)

El certificado covid ha entrado en vigor en Cataluña con ciertas dificultades en la restauración. En cuatro de los cinco bares consultados en el barrio de Gràcia, los camareros no requirieron el documento covid el primer día de uso en la restauración en Cataluña. En el último, sí. Todos coinciden en la dificultad de controlar el acceso de los clientes y comprobar su pasaporte sanitario, especialmente en horas pu...

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El certificado covid ha entrado en vigor en Cataluña con ciertas dificultades en la restauración. En cuatro de los cinco bares consultados en el barrio de Gràcia, los camareros no requirieron el documento covid el primer día de uso en la restauración en Cataluña. En el último, sí. Todos coinciden en la dificultad de controlar el acceso de los clientes y comprobar su pasaporte sanitario, especialmente en horas punta. “Es muy difícil llegar a todo”, admite la mayoría. Gimnasios y residencias, en cambio, tienen más facilidades para implementar la medida por el menor volumen de actividad. Siete comunidades utilizan el pasaporte sanitario en España, pero Cataluña es la más exigente en su uso en bares, restaurantes, gimnasios, residencias, ocio nocturno, celebraciones con bailes en el interior y festivales musicales.

Son las 10 de la mañana en la calle Gran de Gràcia de Barcelona, en el segundo barrio con la mayor densidad de población de la ciudad. Carla se sienta en la barra de uno de los bares de la salida del metro de Fontana. Pide un zumo de naranja y un bocadillo vegetal. A su alrededor las mesas están llenas. Se toma su desayuno, y a la hora de pagar se dirige al camarero. “¿No pedís el pasaporte?”. El profesional duda y responde con timidez: “Bueno, sí, pero a veces no”. En el local sigue entrando gente y nadie reclama el certificado. “Viene mucha gente a la vez y es muy difícil controlarlo todo”, justifica el camarero. “Mucha gente no sabe encontrar el pasaporte en su propio móvil, y tenemos que ayudarles mientras otros clientes tienen prisa para tomar un café y no les atendemos”, insiste. “Hoy estamos siendo laxos y vamos informando a los clientes de que lo necesitarán”, cierra. La Generalitat anunció el 23 de noviembre la medida y su entrada en vigor el día 26, aunque la suspendió hasta este viernes por la saturación de la web de descargas del documento sanitario.

“Muchos clientes no saben encontrar el certificado en su móvil”, lamenta un camarero

La escena se repite en otros locales de la zona. La mayoría informan de la nueva normativa con un cartel pegado en la puerta, pero en el interior los camareros atienden a los clientes sin requerir la documentación. “Es que no llegamos”, explica uno de los propietarios. “Hemos sufrido pérdidas estos casi dos años”, reivindica, “y tenemos el personal justo”. Señala a un camarero que limpia una mesa vacía e insiste: “Ya hemos incorporado la desinfección como parte de nuestra rutina y ahora tenemos que controlar el certificado. Hacer todo esto, y poder atender y servir bien es imposible; y más en horas puntas”. El bar Can Tresó fue el único local visitado que reclamó el certificado covid antes de servir a los usuarios.

La predisposición de los clientes es diversa, explica la camarera de un tercer bar. “Algunos entran directamente con el certificado y te lo enseñan, como si les hiciera ilusión; pero otros se sientan en una mesa como cada día”. Laura tiene 41 años y toma un café antes de volver a trabajar. “Estoy vacunada desde hace tiempo y el certificado no cambiará muchas rutinas”, explica. “La gente venía a los bares antes, cuando no se pedía el documento, y seguirá viniendo ahora”. El Gremio de Restauradores de Barcelona rechazó hacer un balance tras las primeras horas de la medida.

Gimnasios y residencias, más tranquilos

El ritmo es más tranquilo en los accesos de los gimnasios Dir y Eurofitness. La logística es más sencilla porque los usuarios tienen que enseñar el certificado una sola vez. “Introducimos en el sistema que tienen el certificado de vacunación y pueden entrar sin problema con su tarjeta de acceso”, explica Anna Barrero, directora del Eurofitness. En el vestíbulo del Dir, unas cinco personas hacen cola para mostrar su certificado. “No hemos tenido bajas por la implantación del pasaporte”, indica uno de los trabajadores que atiende.

El sector que más celebra la entrada en vigor del pasaporte covid es el de las residencias, que tiene muy claro el procedimiento. “Cuando lo traen, tenemos que verificarlo y entonces pueden pasar”, explica Alba Ribas, directora de Ronda de Dalt Residencial. Si alguien llega sin el certificado covid o este está caducado, deben realizar una prueba de antígenos. “Pero no es tan segura como una PCR, y por eso vamos con un poco de miedo”, añade Ribas.

En el centro de Sanitas Mayores Sagrada Familia todavía no han recibido muchas visitas desde la imposición de esta medida. “Siempre deben enseñarnos el DNI y el certificado. Aunque vengan cada día, no podemos guardar sus datos y por eso lo deben mostrar cada vez que quieran hacer una visita”, afirma su personal. En la residencia de ancianos Amavir de Horta funcionan como los gimnasios. Disponen de un documento donde apuntan qué familiares tienen un certificado covid válido para que, si vuelven, no se aglomeren y puedan pasar directamente. La medida, sin embargo, tiene una contradicción: algunos trabajadores del sector no están vacunados y acceden a sus puestos de trabajo sin una garantía sanitaria. Los profesionales sin vacunar deben realizarse una PCR cada semana, y los que sí lo están, cada 15 días.

En todo caso, la nueva medida es sinónimo de tranquilidad para las familias. Laura Rodríguez ha visitado a un familiar en una residencia de Sant Cugat este viernes presentando su certificado covid. “Mi abuelo cogió el virus en esta misma residencia hace un año, y creo que pedir este documento a las familias puede proteger a nuestros mayores y también al personal”. Abril Ballesteros es familiar de una usuaria de un centro de Terrassa. “Teniendo en cuenta los precedentes y la rápida propagación que tuvo el virus en las residencias, esta es una decisión acertada y lógica”, destaca.

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