El fiasco inglés
Los resultados de las pruebas de evaluación del idioma en 2021 no pueden ser más descorazonadores. Casi uno de cada cinco alumnos (el 18,3%, para ser exactos) no alcanzaron las competencias en la lengua
El 4 de abril de 2013 el entonces consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell, anunció en la Comisión de Educación y Universidades del Parlament la intención de la Generalitat de aplicar a todos los alumnos universitarios un requisito de nivel de lengua extranjera (léase inglés) para obtener su titulación. Más concretamente, se trataba de acreditar un B2 del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas, ...
El 4 de abril de 2013 el entonces consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell, anunció en la Comisión de Educación y Universidades del Parlament la intención de la Generalitat de aplicar a todos los alumnos universitarios un requisito de nivel de lengua extranjera (léase inglés) para obtener su titulación. Más concretamente, se trataba de acreditar un B2 del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas, un nivel intermedio que en la popular escala de Cambridge corresponde al antiguo First Certificate of English. El objetivo se concretó en el artículo 211 de la Ley 2/2014, de 27 de enero, de medidas fiscales, administrativa, financieras y del sector público, un tipo de leyes más conocido como Ley de acompañamiento de los presupuestos. De acuerdo con este artículo, los estudiantes que iniciasen sus estudios en el curso 2014-2015 serían los primeros en tener que acreditar ese nivel.
Ocho años después de anunciarse la medida, el principio de la realidad se ha impuesto y el Gobierno de la Generalitat ha dado la razón a las universidades, que nunca vieron claro cómo –sin los recursos adecuados– podían dar cumplimiento al grandioso objetivo expuesto por Mas-Colell en su día. En este momento, pues, ya no existe un requisito legal que obligue a los estudiantes universitarios a acreditar un nivel B2 de inglés para obtener sus títulos de graduados. El fiasco del B2 en las universidades es una consecuencia del fiasco del inglés en la enseñanza obligatoria, un fiasco que queda perfectamente ilustrado en los datos que aporta el Consell Superior d’Avaluació del Sistema Educatiu (CSASE).
Cada año se llevan a cabo en toda Cataluña unas pruebas de evaluación cuyo objetivo es medir el grado de alcance de las competencias y conocimientos básicos de los alumnos de 4º de ESO, cuando terminan la educación obligatoria. Las pruebas son de catalán, castellano, lengua extranjera (esencialmente inglés), matemáticas y competencias científico-tecnológicas. Pues bien, los resultados de 2021 para el inglés no pueden ser más descorazonadores. Casi 1 de cada 5 alumnos (el 18,3% para ser exactos) no alcanzaron las competencias en inglés. Este 18,3% —que se dispara al 24% en los centros públicos— supera con creces el 15% de fracaso máximo fijado por la propia Generalitat en su Plan para la reducción del fracaso escolar en Cataluña.
Y el resto de datos no es para tirar cohetes: 1 de cada 5 alumnos se sitúan en el nivel “bajo” de competencias y solo 1 de cada 5 se sitúan en el nivel “alto”. Si desglosamos los datos por tipos de competencia afloran resultados directamente catastróficos: 1 de cada 3 alumnos catalanes de 4º de ESO no alcanza las competencias mínimas en el ámbito de la expresión escrita.
¿Cómo se explica este fiasco del inglés en la enseñanza obligatoria? Una hipótesis explicativa apunta al desinterés creciente de los sucesivos gobiernos de la Generalitat por el inglés, una vez superada la etapa del tripartito, cuando el presidente Montilla hacía bandera de la Cataluña trilingüe y el entonces consejero de Educación Ernest Maragall –quién te ha visto y quién te ve– impulsaba ambiciosos planes de impulso del inglés.
Para substanciar este desinterés, solo hay que acudir a los programas de los partidos políticos que han gobernado Cataluña en los últimos tiempos. Los programas que ilustran mejor el declive del inglés son precisamente los de Esquerra Republicana. En un programa de 2003 ERC proponía un “plan de implantación de la lengua inglesa en, como mínimo, un área de la educación secundaria” (<CF1001>mutatis mutandis</CF>, lo que ahora pide el Tribunal Superior catalán para el castellano) y en el de 2006 decía con todas las letras que para garantizar una mayor competencia en lengua inglesa en la enseñanza obligatoria se seguiría un sistema de “inmersión lingüística” para impartir contenidos en inglés (a parte de la asignatura de lengua inglesa). En 2012 la inmersión en inglés desapareció del programa republicano y en 2015, cuando ERC se integró en la candidatura de Junts pel Sí, el programa electoral no mencionó la palabra “inglés” ni una sola vez. Yendo a la actualidad, un ejercicio que resulta inútil es buscar la palabra “inglés” en los acuerdos de ERC con la CUP o en el pacto suscrito con Junts per Catalunya. En resumen: no es extraño que haya que abandonar el B2 en la universidad si los que gobiernan Cataluña han abandonado el inglés como una de las prioridades de este país, que tampoco en este asunto va camino de convertirse ni en la Holanda ni en la Dinamarca del sur.
Albert Branchadell es profesor en la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB.