Aprender el idioma del vecino portugués o francés, una iniciativa desigual: de los 17.000 de Navarra a los 1.400 de Huelva

Cada vez más alumnos preuniversitarios aprenden ambos idiomas, pero lo hacen a velocidades dispares en las ocho comunidades autónomas fronterizas

Alumnos del colegio Virgen del Carmen en Ayamonte (Huelva), el pasado jueves.PACO PUENTES

Abrirse al vecino extranjero para entenderle, copiar las buenas ideas, mejorar las relaciones entre pueblos para crear comunidad e impulsar la economía de las zonas limítrofes es una tendencia entre las ocho autonomías fronterizas españolas. Pero la velocidad a la que los alumnos de estas comunidades aprenden el portugués y el francés para romper la ignorancia enquistada sobre qué pasa más allá de La Raya o los Pirineos es dispar. Galicia, Castilla y León, Extremadu...

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Abrirse al vecino extranjero para entenderle, copiar las buenas ideas, mejorar las relaciones entre pueblos para crear comunidad e impulsar la economía de las zonas limítrofes es una tendencia entre las ocho autonomías fronterizas españolas. Pero la velocidad a la que los alumnos de estas comunidades aprenden el portugués y el francés para romper la ignorancia enquistada sobre qué pasa más allá de La Raya o los Pirineos es dispar. Galicia, Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Cataluña, Aragón, Navarra y País Vasco comparten planes para que sus estudiantes preuniversitarios no se asusten cuando en la radio salten las noticias del país vecino y lograr que el inglés no acapare la curiosidad lingüística.

Las cifras de estudiantes en educación primaria y secundaria que aprenden francés y portugués oscilan entre los 17.000 alumnos del primer idioma en Navarra y los 1.400 de la segunda lengua en Huelva. Navarra cuenta con 650.000 habitantes, un 20% más que los 525.000 onubenses, pero 12 veces más en alumnos que estudian el idioma vecino. Entre ambos extremos, los programas para que los colegios e institutos capten profesores bilingües y los alumnos se sumerjan en la lengua fronteriza avanzan, pero a veces a paso lento como en Castilla y León, con solo 400 alumnos, según la consulta realizada por este diario a las ocho comunidades.

“El portugués me gusta y es muy cercano, además me encanta el país. Cada vez conozco más gente portuguesa y me siento cómoda, me interesa hablarlo”. Lola Iglesias, a sus 11 años, es una ametralladora que dispara su entusiasmo sobre la lengua de Pessoa en el patio del colorido colegio Virgen del Carmen, ubicado en Isla del Moral, una barriada de casas bajas en Ayamonte (Huelva), la frontera más al sur con Portugal. A su lado Mara Romero, de 10 años y también alumna de 5º de primaria, añade: “Ya tengo amigos en Lisboa, porque fui de vacaciones y los conocí en el hotel. Cuando vamos a comer en familia, soy yo la que hablo con los camareros”, dice orgullosa.

Varios alumnos, en su último día de curso en el colegio Vázquez de Mella de Pamplona. PABLO LASAOSA

Hace tres cursos que los alumnos del Virgen del Carmen cambiaron el francés por el portugués como segundo idioma tras el inglés, y desde tercero de primaria -8 y 9 años-, participan en un proyecto de escuelas bilingües junto a centros portugueses, extremeños y castellanoleoneses. “Hemos visto una evolución rapidísima en los alumnos respecto al francés. Están acostumbrados a la tele y la radio, y no les da la típica vergüenza que tienen a estas edades”, aclara la directora del colegio, Elisa Molina.

Suena Coldplay durante el recreo en el alegre patio del colegio salpicado con tres palmeras, y donde los niños disponen de un rincón para conversar con bancos de espuma llamado Espacio de la calma, y actividades programadas para evitar el monopolio del fútbol, que mina la creatividad de muchos alumnos. La profesora portuguesa Marta Medel está encantada con la acogida de las familias a la enseñanza de su idioma: “Todas han tomado conciencia de los beneficios, no he visto ningún rechazo y en Ayamonte ha calado”. Adrián García, de 10 años, presume: “Cuando cruzamos la frontera, mis padres me dicen qué pedir de la carta de los restaurantes y yo lo pido, es genial”.

A pocas calles del colegio Virgen del Carmen, desde la playa se puede cruzar a nado a Vila Real de Santo Antonio, localidad vecina de Algarve, y muchas palabras flotan en el vocabulario de los niños, heredadas del trasiego transfronterizo, como “bolacha” (galleta) o “gafanhoto” (saltamontes).

Desembocadura del Guadiana entre Vila Real (Portugal) y Ayamonte, el pasado jueves, PACO PUENTES

En el instituto Guadiana de Ayamonte que también imparte portugués, el entusiasmo es compartido: “Es lógico por relaciones culturales, sangre, acento y facilidades de oído. Hay mucha contaminación y eso les abre la mente”, ensalza Eduardo López, veterano docente. A su lado Silvia Bueno, corrobora: “Hemos visto un cambio de mentalidad, antes había rechazo y un complejo de inferioridad, ahora se ven las ganas”.

El talón de Aquiles del impulso del portugués en la enseñanza secundaria es que los profesores suelen ocupar puestos específicos y la rotación es constante. Además, la Junta de Andalucía (PP) no capta docentes nativos al otro lado del río, sino que son profesores andaluces con un nivel B1 o B2. “Al principio a los profesores de portugués se nos prometió el oro y el moro, pero se quedaron en el moro. El problema principal es que no hay continuidad en el centro y no ves la evolución de los alumnos, porque lo que motiva es ver su progreso”, dicen ambos casi al unísono. ¿El futuro? “Depende de la implicación del próximo profesor”, responden escépticos. En 12 años, el programa José Saramago ha calado en 10 centros, que el próximo curso aumentarán a 14, casi todos en Huelva.

Los expertos aplauden que gracias al idioma se difuminen tanto La Raya como los Pirineos. “Me parece fundamental y hay veces, como en Cáceres, donde no hay ni cordillera ni río, solo una comunidad natural que se expresa en dos lenguas. Se trata de superar la lengua materna como forma esencial de ser europeo, que es multilingüe. Cuando alguien aprende la otra lengua es un gesto de acercamiento y el poder real de las lenguas es la otredad”, reflexiona Francisco Lorenzo, catedrático de Lingüística Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Desde Barcelona, Hélène Rufat, profesora de literaturas francófonas en la Universidad Pompeu Fabra, puntualiza: “Se trata de recuperar la historia cultural que une España y Francia y el reconocimiento de las alteridades. Pero al margen de la cuestión humanística, es política y económica. Son oportunidades de estudio y profesionales para los alumnos, ya que la política lingüística ofrece muchas acciones para favorecer los intercambios con Francia, ya sea para estudios o prácticas de trabajo”. Sobre el debate de la apuesta por el bilingüismo, Lorenzo zanja: “Nadie cuestiona esos programas bilingües para la élite. La red pública debe potenciar el multilingüismo, que siempre ha estado ahí para las élites, es una cuestión de desigualdad y de aportar más recursos”.

Alumnos del colegio Vázquez de Mella en Pamplona, en su último día de clase este curso.PABLO LASAOSA

Navarra atesora la cifra más alta de alumnos que estudian los idiomas vecinos de las 12 provincias con frontera: 17.000 estudiantes de francés. A pesar de este récord, el ritmo y el modo de enseñar el francés es muy dispar. Hay 116 colegios públicos o concertados en los que se imparte esta lengua, pero solo hay dos en los que se enseña en la etapa de infantil, de 3 a 6 años: Vázquez de Mella-Bayonne, en Pamplona, y Luzaide, en Valcarlos.

En la mayoría de los centros, el francés se enseña como una asignatura en sí misma. Sin embargo, en 52 colegios, se ha optado por implantar el denominado Programa de Aprendizaje en Francés (PAF). La coordinadora del PAF del centro pamplonica Vázquez de Mella–Bayonne, Natalia Jiménez, explica: “Se enseñan los contenidos en el idioma, en francés, no es una asignatura aparte. Se trabajan todos los contenidos de manera globalizada en el idioma. Más o menos, la mitad de las sesiones semanales son en castellano y la otra mitad en francés. Luego tenemos sesiones en inglés”. El alumnado trabaja en grupos más autónomos o dirigidos, en función de sus características, y con importante presencia de la codocencia: “En ocasiones estamos dos personas en el aula. Eso favorece que el programa se refuerce”, subraya Jiménez.

Pegado a Francia, la inmersión lingüística en la comunidad foral tiene un caso muy especial en el corazón de los Pirineos: los estudiantes del colegio público de infantil y primaria de Luzaide, en el municipio de Valcarlos, que aprenden francés, castellano y euskera. En esta población fronteriza apenas hay 13 alumnos inscritos en la escuela y acuden a clase con los menores del vecino municipio francés de Arnéguy. En total, son 40 estudiantes con pasaportes distintos, que residen en dos municipios separados por apenas dos kilómetros y que están sometidos a distintas normativas –en Francia, por ejemplo, la etapa de primaria dura cinco años y no seis, como en España-.

Sin embargo, estudian los mismos contenidos en las mismas aulas. La directora del centro, Ana Isabel Elizondo, detalla que el alumnado estudia en conjunto todas las materias, en francés o euskera: “Durante el mismo curso, en la materia, por ejemplo, de matemáticas, tienen sesiones que se imparten en francés y otras en euskera. De hecho, la única lengua que se imparte como asignatura específica es el castellano. Esto exige una coordinación muy grande entre el profesorado, pero los resultados son buenos”. Además, quien lo desee, también puede estudiar inglés como extraescolar con el objetivo de prepararse para la etapa de Secundaria, que cursan en otros centros donde el inglés sí forma parte del currículo. Para Elizondo, los beneficios son evidentes: “Es una inmersión lingüística natural. Eso es lo más importante. Ellos ven que utilizan las lenguas para comunicarse y en el patio puedes oír los tres idiomas indistintamente”.

Una alumna se despedía el pasado jueves de su profesora en el colegio pamplonés Vázquez de Mella.PABLO LASAOSA

La directora subraya que el impacto social de este programa es notable porque los dos pueblos se han unido a través de la escuela: “Se ha notado el impacto que ha tenido en dos localidades que vivían casi, casi separadas”. De hecho, el alumnado acude durante la etapa de infantil y los tres últimos cursos de primaria al edificio navarro, mientras que los tres años intermedios se estudian en el inmueble del municipio francés.

Penetración desigual de las lenguas en las aulas

En Gipuzkoa (713.000 habitantes), este curso estudiaron francés 8.813 alumnos de un centenar de centros de primaria y secundaria, la mayoría cercanos a la frontera con el país galo, según datos del Gobierno vasco. En el otro extremo del Pirineo, Girona (757.000 habitantes) maneja cifras similares con 8.500 alumnos, 850 de ellos como primera lengua extranjera y 7.650 como segunda lengua. En paralelo, en Lleida (431.183 habitantes) son 4.300 estudiantes preuniversitarios, de los cuales solo 150 la tienen como primera lengua extranjera, según datos de la Generalitat catalana. Más al este, en Huesca (219.000 habitantes) 1.755 alumnos han estudiado francés, de los que 164 participaron en el programa de intercambio Cruzando fronteras, del Gobierno de Aragón.

En los 1.214 kilómetros de La Raya con Portugal destaca Extremadura (un millón de habitantes), donde este curso pasado fueron más de 9.000 estudiantes de 89 centros que estudiaron el idioma vecino gracias al Plan Portugal, aunque como materia no evaluable, precisan fuentes de la Junta extremeña (PSOE). En Ourense (307.000 habitantes) y Pontevedra (941.000 habitantes), 2.391 alumnos estudiaron portugués, según fuentes de la Xunta de Galicia. Por último, el portugués se imparte en siete centros de Zamora (173.000 habitantes) y Salamanca (332.000 habitantes) con unos 400 alumnos, según el Gobierno castellanoleonés.

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