El largo historial de penitencias tras el pecado original del Sáhara
Solana y García-Margallo analizan los altibajos del triángulo diplomático más delicado para España
“Al alba y con tiempo duro de Levante…”. La teatralidad del entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, al explicar en 2002 cómo el ejército había recuperado el islote de Perejil, ocupado por un grupo de gendarmes marroquíes, provocó risas en la bancada socialista. Pese a los múltiples aspectos cómicos del episodio ―al principio nadie sabía muy bien dónde estaba el islote, deshabitado―, el incidente ...
“Al alba y con tiempo duro de Levante…”. La teatralidad del entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, al explicar en 2002 cómo el ejército había recuperado el islote de Perejil, ocupado por un grupo de gendarmes marroquíes, provocó risas en la bancada socialista. Pese a los múltiples aspectos cómicos del episodio ―al principio nadie sabía muy bien dónde estaba el islote, deshabitado―, el incidente complicó la tormentosa relación con Rabat durante 15 meses. Los respectivos embajadores fueron retirados. Javier Solana, ministro de Asuntos Exteriores entre 1992 y 1995 y exsecretario general de la OTAN, y José Manuel García-Margallo, responsable de política exterior del Gobierno de Mariano Rajoy (2011-2016) analizan, ante el actual conflicto con Argel, los altibajos del triángulo diplomático que más disgustos ha dado a los distintos gobiernos del PP y del PSOE: Marruecos-Argelia-Sáhara.
“Sin duda”, afirma García-Margallo, “el equilibrio más delicado de la política exterior española es el de la relación con Marruecos y Argelia. Llevarnos bien es la prioridad para España porque de eso dependen temas de seguridad, lucha contra el terrorismo, inmigración y actividad económica”. “Con lo de Perejil”, relata, “la relación con Marruecos fue complicada un tiempo, pero se solucionó. Cuando volvimos a La Moncloa, a finales de 2011, había cierta suspicacia contra nosotros en Marruecos porque éramos los herederos del Gobierno de Aznar, que había ordenado recuperar el islote con enorme firmeza, y en menor medida porque yo había sido diputado por Melilla, pero también se superó. Después [en 2014] tuvimos un incidente muy serio, cuando la Guardia Civil retuvo una embarcación deportiva en la que iba el rey de Marruecos. Hablé con el Rey [Felipe VI] y más o menos se arregló, pero con algún disgusto, porque hubo dos o tres días de invasión de pateras”.
En sus memorias, el exministro del Interior Jorge Fernández Díaz cuenta que Felipe VI le llamó ―admite que tardó en localizarlo porque estaba de vacaciones y sin cobertura― para avisarle de que lo había telefoneado Mohamed VI para decirle que estaba retenido por la Guardia Civil. También confirma Fernández Díaz en su libro que Marruecos se vengó por aquello con una oleada de pateras [1.400 migrantes en lanchas hinchables].
Casi todas las crisis migratorias han coincidido con crisis políticas con el país vecino, que, como recuerda Margallo, “miraba para otro lado” cuando le convenía presionar a España o mostrar su malestar en un momento determinado. “A partir de ahí”, añade el exministro, “nos llevamos fenomenal tanto con Marruecos como con Argelia”.
El socialista Javier Solana recuerda una época mucho más pacífica en las relaciones con Rabat y Argel. “En mi etapa, el problema gordo fue el fletán [conflicto con Canadá por los derechos de pesca de ese pescado en 1995]. Con Marruecos y Argelia logramos un hito importantísimo: la conferencia Euromediterránea, en Barcelona [reunió a los 15 países de la UE y a 12 del sur, entre ellos Israel y Palestina, Argelia y Marruecos]. Con distintos formatos, aquella cumbre se repitió muchos años. En esa época, el tema migratorio, que en el fondo es el que está moviendo muchas cosas, estaba tranquilo”. El exministro resta importancia al incidente de Perejil ―”visto desde hoy da hasta un poco de risa. Creo que era un test, jugaban a ver qué pasaba”―, reconoce que las relaciones han sido siempre más complicadas con Marruecos que con Argelia y culpa a Donald Trump de alterar esos complicados equilibrios. “Fue él quien montó el lío. Quería, con Netanyahu [Benjamin, el primer ministro que más tiempo ha gobernado Israel], que los países árabes reconocieran y tuvieran relaciones diplomáticas con Israel. Fue haciendo ofertas a cada uno. Yo deduzco que debieron preguntarle a Marruecos qué querían, ellos pidieron que EE UU reconociera que el Sáhara era marroquí, y Trump se lo dio”. A partir de ese momento, Marruecos empezó a presionar a España para que fuera “más audaz” en su política respecto al Sáhara.
Margallo afirma, por su parte, que en una reunión con Hillary Clinton esta le comunicó que EE UU había “barajado la posibilidad de trasladar a Marruecos las bases militares de Rota y Morón porque su relación con España estaba muy deteriorada tras la retirada de las tropas de Irak por parte de José Luis Rodríguez Zapatero”.
Solana recuerda que en 2008 el presidente Zapatero adoptó una posición muy parecida a la de Sánchez respecto al Sáhara [el actual presidente ha calificado la propuesta de autonomía marroquí como la “más seria, realista y creíble” para resolver el conflicto], pero entonces “pasó inadvertida”. Y pese a la polémica y el conflicto con Argelia que ha generado el movimiento de Sánchez, lo aprueba: “España abandonó al Sáhara. Es un tema que viene del franquismo y es nuestro pecado original. Pero creo que esta postura es la única solución posible a día de hoy, no se puede hacer un referéndum”. Preguntado por si España tenía que elegir entre Marruecos y Argelia, principal defensor del Frente Polisario, organización que reclama un referéndum de autodeterminación para la población saharaui, responde: “No. Hay que tratar de tener buenas relaciones con los dos. Ahora Rabat está encantado y Argel, enfadado, pero ha habido periodos largos de estabilidad. La ONU ha enviado un negociador italiano muy bueno para el Sáhara. Los rusos están intentando entrar en el Mediterráneo y eso complica las cosas, pero esperemos que vuelva la estabilidad”.
Antes de que el cambio de postura de España respecto al Sáhara indignara a Argelia, el enfado y las represalias corrieron a cuenta de Marruecos por la acogida en abril del año pasado en un hospital de Logroño del secretario general del Frente Polisario, Brahim Gali. Las autoridades marroquíes respondieron alentando la entrada de 10.000 migrantes irregulares en Ceuta en plena pandemia, muchos de ellos menores. La ministra de Exteriores cuando se produjo la acogida de Gali, Arancha González Laya, fue relevada en julio de 2021 por José Manuel Albares, quien recogió la cartera prometiendo estrechar relaciones con los países de la ribera sur del Mediterráneo y, “especialmente, con el gran amigo y vecino Marruecos”. Laya fue espiada en plena crisis con Rabat al ser atacado su teléfono. Fue avisada por el CNI, que confirmó la intrusión en su móvil, aunque no logró determinar la autoría del espionaje.
Ahora es Albares el que está en el punto de mira de Argelia. El Gobierno no cuenta, además, con demasiados apoyos en casa, y menos en campaña electoral. El cambio de postura sobre el Sáhara ha sido criticado por la oposición, que considera que, al ser un asunto de Estado, debía haberse pactado previamente con el Parlamento, y ha generado recelos en las propias filas socialistas. Margallo está convencido de que la nueva crisis “se llevará también por delante al nuevo ministro”. Solana cree que, “con diplomacia y cariño” las aguas aún pueden volver a su cauce. Hasta el próximo incidente.