“Para un cura era más cómodo acoger al comando etarra que compadecer a la viuda”
Borja Sémper, expolítico del PP, y Eduardo Madina, exdiputado socialista, reflexionan sobre los años de plomo y el final de ETA
Nacen en Euskadi hace 45 años, con unas horas y escasos kilómetros de diferencia, en Irun (Gipuzkoa) y Bilbao, dos meses después de la muerte de Franco. Ese año, 1976, ETA asesina a 17 personas; cuando aquellos niños cumplen los 10, son 100 víctimas, una cada tres días. Para defender la libertad, siendo aún unos chavales, se meten en política. Uno en el PP y otro en el PSOE. Van a más funerales que conciertos, aprenden a ligar con escolta y a consolar a los amigos que un día les confiesan que prefieren que no les vean con ellos. ...
Nacen en Euskadi hace 45 años, con unas horas y escasos kilómetros de diferencia, en Irun (Gipuzkoa) y Bilbao, dos meses después de la muerte de Franco. Ese año, 1976, ETA asesina a 17 personas; cuando aquellos niños cumplen los 10, son 100 víctimas, una cada tres días. Para defender la libertad, siendo aún unos chavales, se meten en política. Uno en el PP y otro en el PSOE. Van a más funerales que conciertos, aprenden a ligar con escolta y a consolar a los amigos que un día les confiesan que prefieren que no les vean con ellos. Borja Sémper y Eduardo Madina dan miedo porque son objetivo de los terroristas. Al primero quieren matarlo al menos tres veces. El segundo sobrevive a un atentado con bomba lapa. Su altura (mide 1,91) hace que salve la vida, pero pierde una pierna en el atentado y tiene que renunciar a una de sus pasiones, el voleibol.
Hoy hace diez años que recibieron la mejor noticia, la que les permitió recuperar el derecho a improvisar y a las rutinas, “aspirar a una vida normal”: ETA anunciaba su cese definitivo. Una de las voces que leyó el comunicado es la de Iratxe Sorzabal, la etarra que acudió a la facultad de Sémper para intentar matarlo. Ambos celebran el aniversario de su libertad con Todos los futuros perdidos (Plaza y Janés), un generoso ejercicio de memoria personal y colectiva contra el “patente riesgo de olvido” de los años de plomo, un libro que debería leerse en los institutos.
La amenaza, el miedo y la determinación
Pregunta: El primer contacto con las consecuencias del terrorismo de Eduardo es a los ocho años, cuando su padre lo lleva al funeral de Enrique Casas. El de Borja, a los 16, volviendo de una clase de solfeo, cuando ve un cadáver en la calle y la persecución del asesino. En aquella sociedad vasca, donde explican que “la democracia llegó más tarde”, ¿el concepto de la muerte aparecía antes?
Sémper: Lo que se aprendía antes en Euskadi es que la muerte estaba vinculada a la violencia. En eso tenemos un máster. A mí me anunciaron que me querían matar, pero hasta ese momento no pensaba que me podía pasar a mí.
Madina: Cuando Borja y yo éramos niños, la información sobre asesinatos de ETA era constante y recurrente. La muerte estaba siempre presente. Esa era la atmósfera en la que crecimos muchos niños del País Vasco y afortunadamente ha quedado atrás. Fue la última anomalía democrática en Europa, persistía un terrorismo que mataba todo lo que podía.
Pregunta: Uno de los implicados en el atentado de Eduardo iba a su instituto. El cura de su primera comunión, Borja, fue encarcelado por cobijar a un comando tras un atentado. Estaban muy cerca. ¿Sentían que eran menos que ellos?
Sémper: Siempre tuve claro que éramos más quienes estábamos contra la violencia, pero en los ochenta y noventa todo en Euskadi estaba contaminado por la persecución y tenían mucha más presencia quienes justificaban o relativizaban el terrorismo o la violencia callejera. Era mucho más cómodo para un cura acoger a un comando que mostrar compasión en público con la viuda. Era más cómodo porque te blindaba, te permitía no tener miedo.
Pregunta: Borja, cuenta en el libro que se sacó la licencia de armas y llegó a tener una en la mesilla de noche. ¿Le daba más miedo no tenerla que tener que usarla?
Sémper: (Pausa) Sí.
Pregunta: ¿Cuántos años tenía?
Sémper: Tenía 25 años y era un recurso psicológico para sentirme protegido. Sobrellevabas la situación a base de trucos y ese fue uno de ellos. Gregorio Ordóñez iba armado y lo mataron.
Pregunta: ¿Cuándo se deshizo de ella?
Sémper: No lo recuerdo. Después de que ETA dejó de atentar.
Pregunta: ¿Usted, Eduardo, se lo planteó?
Madina: No. Lo mío fue distinto porque no llegué a tener información relevante. Llegaron sin avisar.
Sémper sacó la licencia de armas después de que la Guardia Civil le informara de que habían estado a punto de matarle. La etarra llegó a la facultad, estuvo “codo con codo” con su objetivo, pero dudó de si le acompañaba un escolta y abortó el plan. El político del PP no se lo contará a sus padres hasta mucho después. Se enterarán por el libro de los otros dos intentos, cuando el nombre de su hijo aparece escrito en la tinta asesina de ETA. El 19 de febrero de 2002, la banda atenta contra Madina, entonces dirigente de Juventudes Socialistas. El joven, de 26 años, se ha levantado tarde para ir a trabajar y llueve mucho así que no mira debajo del coche. Un amigo le dirá en el hospital: “Joder, cuántas veces te avisé de que no te metas en política”. La amenaza terrorista provoca que no puedan salir solos de casa. Sémper tiene su primer escolta a los 19 años. Al principio, les da “vergüenza” ir a todas partes acompañados de esas sombras que protegen su vida. Hoy creen que sus guardaespaldas son “los grandes olvidados” del relato.
Pregunta: ¿Se sintieron más acompañados después de la reacción ciudadana al secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco? ¿Qué cambió ese día?
Madina: El llamado espíritu de Ermua fue la contestación más masiva que hasta entonces se había conocido en la sociedad vasca y española. Mandaba un mensaje de ruptura definitiva con todo tipo de miedo y cautela. Creo que aquella energía cívica fue muy importante en la aceleración de todos los procesos de la primera década de siglo XXI y a mí me hizo sentir muy orgulloso. La sociedad vasca de los ochenta y principios de los noventa no te hacía sentir tan orgulloso, pero a partir de Miguel Ángel Blanco todo cambió. Gesto por la Paz había conseguido romper el hielo, crear el clima que hizo posible aquel salto cualitativo en términos de contestación social que supuso el asesinato de Miguel Ángel. Fue un antes y un después.
Pregunta: Borja, un guardia civil había llegado a decirle que cuando les mataban solo a ellos “el Estado podía asumirlo”.
Sémper: Sí. El Estado es muy fuerte, tiene capacidad de aguantar los ataques más furibundos, pero utilizando la retórica de ETA, aquello de la socialización del conflicto ensanchando el sufrimiento, matando primero a guardias civiles, luego a policías, ertzainas, militares, concejales, periodistas, fiscales, jueces, cocineros... terminó haciendo mucho daño a ETA.
Pregunta: Eduardo cree que se habría dedicado a la política aunque no hubiera existido ETA. Borja no lo tiene tan claro. Ambos explican que la dejaron por razones que no tienen que ver con el terrorismo. ¿Pudieron más las decepciones que el miedo?
Madina: No fueron decepciones, fue una decisión personal ante las decisiones que tomaba el PSOE. Quise tomar un camino profesional autónomo porque el proyecto que había ganado el liderazgo del partido tenía gente mejor para comprenderlo y llevarlo a cabo.
Sémper: Llegó un punto de agotamiento. No me veo preparado para la política actual. La relación con Edu no tiene tanto que ver con nuestra experiencia con la violencia como con una manera de entender la política: algo maravilloso, la vocación de compartir, de acordar. Discrepamos, pero con nosotros nunca ha sido problema. Cuando compartía una reflexión para ensanchar el debate surgían cafres a acusarte de impuro, decir que te salías del guión o que estabas vendido. En esa política yo no me siento útil.
Encuentros con ETA
Pregunta: Ambos cuentan en el libro que estarían dispuestos a hablar con ETA, pero con distintos interlocutores. Borja preferiría hablar con la etarra que le quiso matar. Eduardo, con los primeros dirigentes.
Sémper: Va por semanas. Algunas veces creo que me apetecería y otras que no es necesario, pero sí tengo alguna curiosidad, desde el punto de vista humano, por saber qué pasa por la cabeza de alguien que quiere matarte.
Pregunta: ¿Para que le conociera, para que supiera quién es, o para hacerle preguntas?
Sémper: Para que me conociera no. Sería desde el punto de vista de la condición humana. No está entre mis prioridades, pero si se diera el caso probablemente no diría que no a ese encuentro.
Madina: A diferencia de los protagonistas de los encuentros restaurativos en la cárcel de Nanclares, cuyo icono es Maixabel Lasa, yo no siento mucho interés en los nombres propios del operativo que atentó contra mí. Sé quiénes son, les vi en el juicio en la Audiencia Nacional y no me interesan. Sí me interesa la construcción que acompañó a la ejecución de la violencia terrorista durante tanto tiempo, el entorno que fabricó aquella narrativa. Ahí sí tengo alguna conversación que me gustaría tener, pero, como Borja, no está entre las prioridades de mi vida.
Pregunta: ¿Por qué creen que el Gobierno de Rajoy zanjó los encuentros restaurativos entre etarras y víctimas? ¿Fue un error?
Madina: Recuerdo que cuando perdimos el Gobierno, a finales de 2011 y muy poco tiempo después del anuncio del cese definitivo de ETA, Alfredo Pérez Rubalcaba y yo tuvimos una conversación con la que iba a ser vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, para darles nuestra opinión sobre los encuentros y decirles que aquello no hacía mal a nadie. Finalmente, se tomó la decisión de no hacerlos más. No sé si fue una muy buena decisión porque no sé verle las consecuencias negativas a aquellos encuentros que resultaban útiles para las víctimas. Yo los habría mantenido.
Sémper: Creo que eran algo objetivamente bueno porque que se produjeran o no dependía de la voluntad de la víctima y porque si perjudicaban a alguien era a la propia ETA y a su legitimación desde dentro. Probablemente el contexto político, miedos, presiones y posiciones legítimas, pero que no comparto, provocaron que esa vía se paralizara.
Pregunta: Cuenta Eduardo en el libro que en la primera legislatura de Zapatero, durante la negociación con ETA, los diputados del PP y del PSOE no se hablaban. ¿Aquello les distanció también?
Madina: Ahí no nos conocíamos tanto. Borja estaba muy centrado en el Parlamento vasco y yo estaba recién llegado a la política institucional. Fue una legislatura de alta temperatura, el proceso de paz elevó mucho la tensión, pero no creo que sea una legislatura que los protagonistas recuerden, en lo relativo a las relaciones de los unos con los otros, con mucho orgullo. De hecho sé que hoy algunos de ellos se llevan muy bien, empezando por Rajoy y Zapatero, que tienen una relación mucho mejor ahora que entonces.
Sémper: Yo entonces estaba en el País Vasco y aunque aquel clima contaminaba algo, nuestra relación con el PSE seguía siendo buena porque seguíamos en un momento muy jodido, con ETA activa y no teníamos demasiado tiempo para enfrascarnos en ese tipo de cosas.
Pregunta: A Eduardo, un día que había una manifestación contra el Gobierno de Zapatero, un hombre lo increpó acusándole de estar cerca de los terroristas. A Borja la ultraderecha lo llamó filoetarra. En el libro reflexionan sobre el intento de reproducir ahora aquella división entre buenos y malos vascos aplicada a todos los españoles.
Sémper: Hay un riesgo en España y en otros países de nuestro entorno a que el nacionalpopulismo copie los peores usos y costumbres de los nacionalismos periféricos para segmentar a la población española entre puros e impuros en función de una serie de requisitos que ellos mismos han establecido para considerarte español de verdad o mediopensionista.
Madina: Siempre hay quien tiene tendencia a considerarse el guardián de las purezas y quienes se creen con el monopolio de cómo ha de sentirse una nación, una patria. Es un tipo de radicalismo porque las sociedades plurales son diversas y complejas.
El presente, la bronca política
Pregunta: Otegi acaba de decir que siente el sufrimiento de las víctimas de ETA y que nunca debió ocurrir. ¿Qué importancia le dan a esas palabras?
Madina: Siempre habrá quien considere que todos los pasos son insuficientes, pero creo que este es uno muy importante en la buena dirección.
Sémper: Es una buena noticia comparado con lo que decía hasta hace poco. Falta que la izquierda abertzale desmonte el discurso de odio y que haga cuanto esté en su mano para que no haya ongi etorri [recibimientos públicos a presos excarcelados].
Pregunta: ETA se disolvió hace diez años, pero sigue muy presente en la bronca del Congreso. ¿Qué se les pasa por la cabeza cuando escuchan ese tipo de discursos?
Madina: Escucho a dirigentes criticar la posición del PP vasco, dando lecciones, y siento indignación y asombro porque a algunos los vi por allí, pero a otras no.
Pregunta: ¿Se refiere a Cayetana Álvarez de Toledo [la diputada del PP acusó a los populares vascos de “tibieza”].
Madina: Son varios. He discrepado mucho con dirigentes del PP vasco, también con Borja, y a veces con mucha intensidad, pero estábamos en la misma barricada. ETA se ha convertido en una especie de icono en la conversación política, pero quien conoce el asunto no lo banaliza.
Pregunta: Se habla de ETA hasta en debates sobre coronavirus.
Sémper: ETA no puede ser protagonista de la dialéctica política para tirarse los trastos a la cabeza entre demócratas. Lo que deberían estar haciendo es construir un discurso superador y desligitimador que nos una a todos.
Pregunta: Ambos explican en el libro que no tienen problema con la presencia de Bildu en el Congreso, pero sí con su influencia en la gobernabilidad. En la convención del PP, Casado les comparó con los terroristas de Bataclan. ¿Son comparables?
Sémper: Yo no puedo más que aceptar inequívocamente lo que ha dictaminado el Tribunal Constitucional, que legalizó a EH Bildu. El mundo de la izquierda abertzale representa una parte muy oscura de la democracia española y probablemente, si para su legalización hubieran tenido que cantar el himno de la Legión lo habrían hecho. Una vez que eso se produce operan en el Congreso y las instituciones con la misma legitimidad que los demás. Me gustaría que no fueran un actor relevante en lo que afecta a la gobernabilidad de mi país, pero eso no quita para que yo acepte con normalidad que Bildu opere en el Congreso de los Diputados y tenga su interlocución entre partidos. Y puedo tener la mayor censura ética hacia quienes han tenido un recorrido determinado, pero los diputados no han entrado en una discoteca con un fusil, no les puedo equiparar a los terroristas de Bataclan.
Madina: En las calles y en las instituciones que nosotros soñamos para el País Vasco cuando reivindicábamos que había que acabar con el terrorismo siempre había sitio para todo el mundo. La diferencia es que en las calles e instituciones que ellos, ETA y su entorno, soñaban no había un sitio para nosotros. Rubalcaba utilizó durante mucho tiempo una frase mágica: ‘o bombas o votos’. En el campo de los votos tienen que tener un espacio, otra cosa es que formen parte de una lógica en la que no están. Yo nunca les metería en lógicas de gobernabilidad de España.
Memoria y futuro
Pregunta: En el libro comparan el secuestro y el asesinato de Miguel Ángel Blanco con el de Federico García Lorca y Eduardo cuenta que cuando tenía 14 años y le preguntó a su abuelo por la Guerra Civil, este le preguntó qué sabía él. Ahora hay jóvenes que nos saben quién fue Miguel Ángel Blanco y un plan, muy cuestionado por la derecha, para que la represión franquista se enseñe en las escuelas. ¿España tiene un problema de memoria o de conciencia? ¿Por qué resulta tan problemático hablar del pasado?
Madina: España tiene un problema con la memoria de los hechos más traumáticos del pasado. Corremos demasiado rápido a pasar página y el pasado tiene a veces lecciones que extraer para construir un proceso mejor. Yo acabé el instituto y estudié Historia Contemporánea en la universidad y nadie me explicó la Guerra Civil. Mi abuelo quería saber qué conocimiento teníamos de hechos que marcaron su vida. A mí esa pregunta me gustaría hacérsela algún día a Unax [su hijo] para que me cuente él a mí dentro de 15 años qué nos pasó en Euskadi.
Pregunta: ¿Les produce amargura que muchos jóvenes no sepan quién fue Miguel Ángel Blanco?
Madina: El motivo del libro es ese, hacer una aportación a la memoria porque existe un riesgo claro de olvido. En sociedades que han pasado traumas de esta naturaleza el olvido es un atajo que no conduce a ningún lado. Las sociedades que se construyen de una manera sólida son aquellas que lo hacen sobre el recuerdo y la memoria. Algo va mal cuando la gente más joven no conoce diez años después esa realidad.
Pregunta: ¿Y cómo se evita?
Sémper: Al final cada uno en su ámbito de responsabilidad puede hacer algo. Nosotros hemos hecho este libro que no pretende señalar a nadie aunque si alguien de nuestra generación se asoma a él es probable que se sienta incómodo, que se haga preguntas. Y sobre todo sirve para explicar a la gente joven que esto sucedió en una sociedad con niveles de renta más que notables, porque incluso en esas circunstancias puede prender la llama del totalitarismo, con lo cual no estamos inmunizados. Eso nos obliga a estar siempre alerta.
Pregunta: ¿Cómo creen que será la conversación de sus hijos sobre ETA dentro de 10 años? ¿Cómo les gustaría que fuera?
Madina: Me gustaría que fuera una conversación con conocimiento.
Sémper: Nuestra responsabilidad es transmitirles bien los hechos y que hay actitudes que están mal independientemente de quien las haga, esté en tu órbita ideológica o más lejos.