Veronica Leoni, diseñadora de Calvin Klein: “Ahora, ser sobrio puede resultar más poderoso que nunca”
La marca estadounidense recupera su identidad sin caer en ideas preconcebidas de la mano de su nueva directora creativa. Lo suyo ni es minimalismo ni es lujo silencioso, sino prendas elaboradas y sencillas (que no simples).
“¡Ya me tocaba!”, dice Veronica Leoni sobre su nombramiento, que se hizo oficial hace justo un año. Ahora que ha presentado dos colecciones de Calvin Klein, la última hace escasas semanas, parecía predestinada para ocupar la dirección creativa de la marca que convirtió el minimalismo en una especie de religión. La romana ha trabajado en el equipo de diseño de The Row, Jil Sander o el Celine de Phoebe Philo, es decir, en los tótems de ese menos es más, prendas discretas de calidades exquisitas y precios aún más exquisitos. Hace un par de años creó su propia enseña, Quira, con esos mismos principios de diseño sartorial repleto de pequeños matices. Ahora esa marca está “congelada”, cuenta. “Me encanta ese proyecto, fue mi máxima devoción, pero es una cuestión de energía. Calvin Klein es una marca enorme y ahora necesita el 100% de mi atención. Y, como puedes imaginar, Quira era una start-up con un pequeño grupo de amigos. Esos proyectos necesitan dedicación total, y yo en estos momentos no puedo dividir mi tiempo”, explica.
Ahora Leoni vive a medio camino entre Italia y Nueva York, aclimatándose a un puesto que la convierte en una de las directoras creativas más influyentes del mundo porque, al margen de su relevancia dentro de la propia moda, Calvin Klein es una de esas marcas presentes en el imaginario colectivo. “No te das cuenta de su dimensión hasta que conoces a toda la gente que trabaja en ella. Yo no era del todo consciente. Para mí primaba más la sensación de que, por fin, había conseguido un puesto por el que había trabajado toda mi carrera. Estaba entusiasmada”, rememora. Después de unos meses de adaptación, volvió a las andadas: “Soy muy guerrillera y necesito estar en contacto con los equipos todo el rato, estar yo misma disponible para todo el mundo. Ha costado, porque esto es muy grande, pero ahora intentamos funcionar como si fuéramos más pequeños”, dice.
Calvin Klein llevaba sin director creativo desde 2018, momento en que Raf Simons abandonó la marca. PVH, la corporación europea dueña de la enseña desde 2003 (el año en que el propio Klein se jubiló) depositó su fe en el diseño vanguardista y disruptor de Simons y de su mano derecha, Pieter Mulier, ahora en Alaïa. Aquello funcionó para la crítica, siempre leal al dúo belga, pero no para una clientela que ya no se identificaba con la firma.
La primera colección de Leoni, presentada el pasado febrero, volvía a esos orígenes de funcionalidad, minimalismo y sofisticación de Calvin Klein, pero con una especie de rigor y austeridad en las siluetas propia más de una firma de lujo europea que de una marca de estilo de vida americana. Nada de vaqueros y camisetas de tirantes por ahora. “A lo largo de mi carrera he ido aprendiendo del enfoque americano hacia la moda. El estudio está en el garment district de Nueva York y ahí notas que existe una cultura muy particular del hacer, distinta a la de Italia. Como diseñadora obsesionada con el producto, me encanta identificar esas diferencias y contaminarlas con mi propio enfoque. Lo que creo que aporto aquí es un conocimiento profundo de la artesanía y, bueno, mi propio gusto”, explica.
Ese gusto del que habla se percibe en el modo en que ha reconfigurado la silueta y los códigos de la casa, con una mirada poco nostálgica. “No quería quedarme atrapada en un modo celebratorio del archivo”, dice, “de hecho, la primera vez que entré en el archivo me di cuenta de que tenía una imagen preconcebida de la marca. Ni todo son prendas blancas y negras ni todo es básico, ni mucho menos. El señor Klein tenía un uso de los materiales y de las siluetas asombroso. Se le conoce por ser un genio del marketing, pero era muy buen diseñador”, dice.
El propio Klein salió de su retiro en los Hamptons para acudir al desfile debut de Leoni junto a su exesposa, la fotógrafa Kelly Rector. “Estuve con él unos días antes y me dijo que la marca ahora era mía, que me sintiera libre. Fue un momento muy emocionante”, cuenta la diseñadora. Al evento también acudieron los dos rostros míticos de la enseña, Kate Moss y Christy Turlington, que durante los noventa empapelaron las grandes ciudades con sus ya míticos anuncios. Leoni se sintió arropada. El “verdadero Calvin Klein” había vuelto o, mejor dicho, comenzaba a reescribirse. “Porque no es lo mismo el minimalismo ahora que hace 30 años”, opina, “en realidad, ahora se trata más de identidad. De empoderamiento personal, de hedonismo. La relación entre ropa y cuerpo, tan presente de siempre en la marca, sigue siendo contemporánea, lo que cambia es el entorno”.
Para ella, que recibió críticas tras su primera colección por ser demasiado monacal y austera (es decir, lejos de la provocación sutil de ese Calvin Klein de denim y ropa interior), hay mucha sensualidad, frescura y descaro en un cuerpo bien vestido: “Basta con que abras Instagram para ver que hoy el cuerpo femenino está sobreexpuesto. Lo que antes era provocador ahora es mainstream. Aquí el ejercicio era el contrario: quitar capas, pero para llegar a la pureza formal. Queremos practicar una belleza sin adornos, frontal, sin necesidad de estilismos abrumadores ni de extravagancia”, explica. “En este momento de sobreexposición, ser sobrio puede resultar más poderoso que nunca”, opina.
Leoni lleva décadas entrenando esa pureza en Celine, Jil Sander y The Row. “Y es un camino complejo, sí”, explica. “La pureza nunca es el inicio, es el final. Es un proceso cerebral. Empiezo con cosas excesivas y por el camino voy encontrando ese punto de equilibrio en el que las prendas son suficientes, justas”. En esas tres marcas estaba a las órdenes de mujeres. Porque hace una década, y hasta dos, había más directoras creativas al frente de grandes marcas. Hoy Leoni es una de las pocas excepciones en el sector. “Es muy triste, sí. Nos hacen sentir como si fuéramos una rareza. Pero esto va más allá de la moda, es un problema del sistema en general. Mi misión ahora es ser constante, apoyar a las mujeres y darles visibilidad”, subraya. Hay quien considera que cuando es una mujer la que diseña, las prendas están pensadas de una forma más real y cómoda, y se relacionan con el cuerpo de un modo más natural. Es precisamente su caso y el de sus mentoras, pero Leoni no se lo quiere plantear demasiado: “Porque quiero tener la libertad de diseñar también ropa masculina”, dice. “Sí es cierto que el proceso cambia: cuando diseño para mujeres hay empatía porque conozco esa experiencia; en cambio, en la moda masculina el proceso es más abstracto. Es diferente, pero no menos válido”.
Por el momento, Veronica Leoni prefiere evitar caer en ideas preconcebidas, tanto en lo que respecta a su posición como en la firma para la que trabaja. “No es que lo quiera evitar, pero soy muy consciente de lo que significa Calvin Klein para mucha gente”, dice. “Hubo un momento en el que el mercado masivo, el fast fashion, se apropió de eso que llamamos minimalismo, que ni siquiera creo que lo sea, porque no creo que Calvin fuera minimalista como tal…, digamos que fue una actitud, que quedó asimilada por el gran público. Así que siento que, en cierto modo, el riesgo de caer en algo demasiado genérico y poco original siempre está a la vuelta de la esquina. Y lo que intentamos tener siempre presente, mi equipo y yo, es que hay que enriquecer las prendas con identidad. Mi deseo es que, dentro de unas temporadas, lleguemos al punto en que veas una pieza y la reconozcas de inmediato como Calvin Klein. Porque ya hay demasiada ropa ahí fuera”, explica. Por eso va a seguir haciendo esos diseños puros y rigurosos, al margen de las expectativas. “Porque la moda actual necesita pureza, algo más crudo y primitivo”, dice.
Pero no hay que etiquetarlo como minimalismo o lujo silencioso: “Muchas veces se entiende el minimalismo como algo comercial, y se reduce a esa comercialidad detrás de la idea. Pero no hay que confundir minimalismo con simpleza. Y tampoco creo que seamos silenciosos. Me molesta bastante cuando escucho hablar de lujo silencioso. ¿Qué significa? El lujo no es silencioso. Que no sea estridente no quiere decir que sea callado. Tengo muchos problemas con esa expresión”.