Usted y yo: nosotros
Me obsesionan y aturden aquellos versos de Lêdo Ivo según los cuales “Dios camina entre los hombres como un sonámbulo y no hay forma de despertarlo”.
Me los repito al deambular por las ciudades, entre las grandes multitudes. Los declamo interiormente cuando me detengo a mirar (o a fingir que miro) un escaparate. Pronuncio cada una de sus palabras en el metro, como un mantra o como una oración, al tiemp...
Me obsesionan y aturden aquellos versos de Lêdo Ivo según los cuales “Dios camina entre los hombres como un sonámbulo y no hay forma de despertarlo”.
Me los repito al deambular por las ciudades, entre las grandes multitudes. Los declamo interiormente cuando me detengo a mirar (o a fingir que miro) un escaparate. Pronuncio cada una de sus palabras en el metro, como un mantra o como una oración, al tiempo de observar entre los viajeros quién podría ser ese Dios sonámbulo al que no hay manera de despertar. Si consiguiera distinguirlo, me acercaría a él y le tocaría suavemente el hombro. Cuando volviera el rostro para atender a mi llamada, le diría:
—Yo soy tu vigilia.
Tradicionalmente, se admite que despertar a los sonámbulos es peligroso porque altera de súbito la realidad en la que viven. Pero lo cierto es que vendría bien que Dios se despertara para que nosotros, por fin, pudiéramos dar una cabezada. Lleva dormido, aunque sonámbulo, desde el día después de la Creación; de otro modo, no se explica el desorden que reina en este mundo.
—Despierta de una vez, tío, brother, hermano, como prefieras que te llame, porque vivimos al borde de la autodestrucción, contigo dentro.
Cuando tropecé con esta foto en el periódico, permanecí perplejo durante unos minutos y luego la clavé en el corcho de la pared. Quizá una de esas personas que ocupan la calle sea el Dios sonámbulo de Lêdo Ivo. Aunque, observándola a fondo, se me ocurrió que tal vez quienes caminamos dormidos entre los dioses del comercio, sin que haya forma de despertarnos, seamos usted y yo: nosotros.