La poesía en Gaza
No puede extrañar que estos textos sean de una sobriedad extrema. Las víctimas auténticas jamás posan de víctimas
¿Qué se puede añadir a lo que está pasando en Gaza? ¿Qué otra cosa decir aparte de lo que se ha dicho mil veces (que aquello es un espanto inenarrable, que ya nada tiene que ver con la legítima defensa de Israel tras los salvajes ...
¿Qué se puede añadir a atentados terroristas de Hamás, sino con el intento de aniquilación de un pueblo, que, por una inicua simetría, quienes fueron las peores víctimas han pasado a ser los peores verdugos y que, como ha escrito Etgar Keret, el principal enemigo de Israel no es ya Hamás sino Netanyahu)? ¿Qué puede hacerse aparte de protestar por la barbarie y exigir en vano a nuestros gobernantes que pongan todos los medios para acabar cuanto antes con ella? ¿Nos hemos quedado sin palabras?
No: quedan las palabras de los poetas. Acaba de publicarse en Italia una antología de poemas compuestos por autores gazatíes tras el inicio de la guerra; se titula Il loro grido è la mia voce y recoge textos de 10 poetas palestinos. Este artículo no tiene otro propósito que traducir a nuestra lengua un puñado de esos poemas. No puede extrañar que estos sean de una sobriedad extrema, de una falta absoluta de sentimentalismo, no digamos de melodramatismo: las víctimas auténticas jamás posan de víctimas. Alguno de ellos pone los pelos de punta, como éste, de Haidar al-Ghazali, que tiene 21 años y estudiaba literatura inglesa hasta que la guerra arrasó su universidad: “La niña cuyo padre ha sido asesinado / mientras llevaba un saco de harina / a la espalda / continuará saboreando / la sangre de su padre / en cada pan”. O este otro, obra de Ni’ma Hassan, que evoca la vida cotidiana de una madre en Gaza, donde la autora sigue viviendo con sus hijos: “Una madre en Gaza no duerme / Escucha la oscuridad, controla sus márgenes, filtra uno por uno los sonidos / para elegir una historia que les encaje, / para acunar a sus hijos / Y, una vez que todos se han dormido, / se yergue como un escudo frente a la muerte / Una madre en Gaza no llora / Retiene el miedo, la rabia y las plegarias en su interior, / y espera que acabe el estruendo de los aviones, / para liberar la respiración / Una madre en Gaza no es como todas las madres / Hace el pan con la sal fresca de sus ojos… / y nutre la patria con sus hijos”. Tampoco puede extrañar que los poemas más impresionantes —o los que más me han impresionado a mí— sean los escritos poco antes del asesinato de sus autores: la literatura de verdad no es solo literatura. En octubre de 1950, mientras se preparaba para ser uno de los mayores escritores de su tiempo, V. S. Naipaul recibió una carta donde su padre le decía: “¿A qué crees que se reduce la literatura? A escribir con las tripas, no con la cabeza. La mayoría escribe con la cabeza. Si el delincuente semianalfabeto escribe normalmente una larga carta a su novia, será como la mayoría de las cartas de semejantes personas. Si el delincuente escribe la carta justo antes de ser ejecutado, será literatura”. La bioquímica y poeta Heba Abu Nada escribió estas palabras 12 días antes de morir en un bombardeo: “Nuestra foto de familia: un montón de jirones, un puñado de ceniza, / cinco sudarios de distintas dimensiones envueltos uno junto al otro. / Las fotos de familia en Gaza no son como todas las demás. / Pero estaban juntos, y juntos se han marchado”. Termino con un texto, escrito en inglés por Refaat Alareer, que ha adquirido una cierta notoriedad (If I Must Die se titula); Alareer fue un profesor de literatura inglesa muerto el 6 de diciembre de 2023, en el curso de un ataque del ejército israelí: “Si debo morir, / tú debes vivir / para contar mi historia, / para vender mis cosas, / para comprar un trozo de tela / y algo de hilo / (que sea blanco, con una larga cola), / de tal manera que un niño, en algún lugar de Gaza, / mirando fijamente el cielo, / esperando a su padre que ha partido entre las llamas / —sin decir adiós a nadie, / ni siquiera a su carne, / ni siquiera a sí mismo— / vea la cometa, mi cometa hecha por ti, volar alto / y piense, por un momento, que allí hay un ángel / que trae de vuelta el amor. / Si debo morir, / que traiga esperanza, / que sea una historia.”
La vergüenza de Gaza nos sobrevivirá muchos años.