Trans en el deporte: el debate de los 46 cromosomas

Las posturas tránsfobas podrían llegar al COI

La nadadora estadounidense transgénero Lia Thomas.John Bazemore (Ap / LaPresse)

El deporte de competición es un invento del siglo XX, una manera de dar más transcendencia a los juegos que nació sin categorías de género. Poco después, visto que siempre ganaban los hombres –más fuertes, más rápidos, más resistentes, gracias a la misma testosterona culpable de los atributos de la masculinidad–, se creó, como espacio protegido, la categoría femenina, para que ellas también tuvieran campeonas. Y sobre este argumento cultural se han edificado las posturas de todos aquellos que, en la tercera década del siglo XXI se oponen a la participación de las mujeres trans en la categoría femenina. Para el mundo del deporte es más importante la igualdad entre las deportistas que la inclusión de aquellas personas que biológicamente no nacieron mujeres.

El Comité Olímpico Internacional (COI), que, en sus balbuceos a la hora de afrontar el problema se alineó decididamente a favor de la inclusión de las mujeres trans, decidió finalmente dejar carta libre a las federaciones internacionales, y la mayoría optaron por prohibir la integración, alegando que las ventajas de nacer con 46 cromosomas XY, principalmente la fabricación de testosterona, no se pierden nunca aunque la persona se someta a terapias de estrógenos. Este argumento es igualmente el que late en las propuestas del feminismo tránsfobo que se impusieron en el reciente Congreso del PSOE y que va contra la Ley Trans española. Sus ponentes llegaron a proponer que solo las “mujeres biológicas” (es decir, XX) podrán participar en categoría femenina, cerrando efectivamente no solo a las mujeres trans sino a las mujeres intersexuales, con cromosomas XY y desarrollo sexual diferente, a las que desde su nacimiento se les asignó el género femenino. Algunas de ellas, como la atleta sudafricana Caster Semenya, doble campeona olímpica a la que la federación internacional de atletismo prohibió competir, o la boxeadora argelina Imane Khelif, campeona olímpica en París, se han visto sometidas por ello a un escrutinio discriminatorio. No se adivina en el futuro una solución a un problema envenenado por la ideología. El presidente de la federación internacional de atletismo, el británico Sebastian Coe, es el candidato favorito para presidir desde junio el COI: es también el principal partidario de la exclusión de las mujeres trans y también de las intersexuales de las competiciones femeninas.

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