A hombros de Celia Montalbán: la mujer que dio su primera oportunidad a docenas de talentos
La periodista fue durante años la voz más experimental Radio 3, Cadena SER o M-80. Hoy es la visionaria que detecta talentos como Inés Hernard, Eva Soriano, ‘La pija y la quinqui’, buena parte de ‘La revuelta’, Maya Pixelskaya, Elizabeth Duval, ‘Estirando el chicle’
Integrantes de La revuelta, el programa televisivo del año, como Sergio Bezos, Pablo Ibarburu o Yunez Chaib, han llegado ahí, cuentan, gracias a algo muy concreto: empezaron con Celia Montalbán. Para Estíbaliz Quesada, más conocida como @soyunapringada, o sea una de las celebridades cibernéticas más famosas de España, todo empezó con Celia Montalbán. Para Inés Hernand, presentadora y ...
Integrantes de La revuelta, el programa televisivo del año, como Sergio Bezos, Pablo Ibarburu o Yunez Chaib, han llegado ahí, cuentan, gracias a algo muy concreto: empezaron con Celia Montalbán. Para Estíbaliz Quesada, más conocida como @soyunapringada, o sea una de las celebridades cibernéticas más famosas de España, todo empezó con Celia Montalbán. Para Inés Hernand, presentadora y última ganadora de MasterChef Celebrity; para Maya Pixelskaya, también presentadora, o para Elizabeth Duval, escritora y política, todo empezó con Celia Montalbán. Para Iggy Rubín y Eva Soriano, dos de los principales cómicos españoles, todo empezó con Celia Montalbán. Para Mariang Maturana y Carlos Peguer, es decir, La Pija y La Quinqui, uno de los cinco podcasts españoles más escuchados en 2024, o Carolina Iglesias y Victoria Martín, de Estirando el chicle, todo empezó con Celia Montalbán. Y para Celia Montalbán todo empezó muy lejos de aquí.
—Todo es porque soy de Murcia. Y de barrio.
Celia Montalbán (Murcia, 48 años) no da, voluntariamente o no, la imagen que cabría intuir tras tan larga sombra, el aura poderosa, inevitable, de alguien que ha sido capaz de idear, dirigir y producir programas para televisión, radio o internet durante 25 años y, en esos 25 años, aupar tantas, tantísimas, de las carreras que hoy vertebran el entretenimiento audiovisual español. Montalbán es una mujer de 1,60 metros y no más de 50 kilos, que habla con voz suave y el tono casi siempre dulce, ahí se notan sus años en la radio, y que baja el mentón ligeramente, hasta con timidez, cuando le toca hablar de sí misma. Por ejemplo, ahora, cuando intenta explicar el germen de todo esto: “Soy de barrio, pero en Madrid pasé por la Universidad, un rollo más intelectual. Tengo esas dos cosas. Me relaciono con gente diferente, las madres del cole público; mis compañeros, unos jóvenes, otros no tanto; mis amigas de Murcia, gente del mundo de la publicidad. Es tan amplio el círculo que tengo inputs todo el rato de gente distinta. Pregunto mucho, escucho mucho. Esto me lleva a tener una buena medida del mainstream. Tengo la mirada del espectador medio muy pura”. Y aquí no tiene el mentón bajado porque ya no habla de sí misma: “Para dedicarse a la comunicación hay que estar en la calle, en el autobús, en el súper, en el parque, en festivales, en los bares, en el ambulatorio… Hay que escuchar a la gente y no ser un esnob. La audiencia es sabia y lista. Hay que tratarla de igual a igual. Nunca desde una superioridad moral e intelectual”.
Esta es una historia sobre gente normal y gente rara, como lo son tantas historias del mundo de la comunicación. Hay que tener el ojo muy entrenado en la normalidad para saber lo que le va a gustar al público, pero lo que le gusta al público casi nunca es la gente normal. Es otra cosa. Montalbán la reconoce cuando la ve. Y cada vez que ha tenido que llenar espacios en programas —La ventana (Cadena SER, verano de 2006), De nueve a nueve y media (Cadena SER, de 2006 a 2007), No somos nadie (M-80, de 2007 a 2009), Vuélveme loca (Telecinco, 2011), Vodafone Yu en Los 40 (2012-2019) o Gen Playz (RTVE, 2020-2023)—, tira de gente rara. Eso es lo que hace distinta esta historia.
—España generalmente castiga al raro, ¿no lo diría? En el entorno laboral, sobre todo.
—¿Quién lo castiga? Los que toman decisiones. No el público, ese sí que abraza la rareza y conecta con ella. Pero hay, ahí en medio, gente que toma decisiones y siempre quiere algo normativo. Seguro, convencional. Luego son los que te vienen y te dicen: “Es que el programa no trasciende, no es relevante”. Claro, es que has hecho un contenido muy neutro. Bienhumorado, simpático. Irrelevante. La revuelta me alegra porque es el triunfo de los raros. De la gente que no hace concesiones.
Quizá haya aquí una cuña para adentrarse en la cabeza de Celia Montalbán, la mujer tras el aura y la carrera. “Me reconforta dar espacio, voz y oportunidades a personas que no cumplen con la norma, que dicen lo que piensan aunque sea irreverente e incómodo”, admite. Y añade. “Supongo que los admiro porque nunca he sido valiente para ser así. Siempre he querido encajar y agradar. Y mi venganza quizá sea esta, dar un altavoz a los que sí se atreven a ir contra corriente. Poner mi espalda para defender su espacio”. Gente normal y gente rara. Casi siempre son la misma.
De pequeña, en el barrio obrero de Santa María de Gracia en Murcia, a principios de los ochenta, Montalbán tenía sus universos y todos confluían en la televisión. “La bola de cristal: recuerdo levantarme los sábados para verlo y tener la sensación de estar ante algo prohibido, que no era para niños, porque no tenía el look de un programa de niños. Veía muchas películas una y otra vez, La tentación vive arriba, Lío en los grandes almacenes, de Jerry Lewis”. El universo fuera de la pantalla ella lo despacha con tres pinceladas: “Situación familiar complicada. Un padre que desaparece. Una madre que tiene que currar, que tenía niños”. La historia es la pantalla: “V, El coche fantástico, programas de música, Tocata, A tope. Pensaba: ¿qué habrá que hacer para trabajar ahí?”. En los noventa, el instituto. “De repente me hice indie, indie de Murcia, que somos los mejores indies. Radio 3, videoclips, Michel Gondry. Quería dedicarme a esto pero también hacer cosas experimentales, como raras”.
La universidad la llevó a Madrid y a experimentar en Radio Complutense y, luego, en el máster de Radio Nacional. Fue ahí cuando alguien leyó en antena, por primera vez, algo que ella había escrito: “Mona León, un poema mío en un programa que se llamaba El ojo de ya-ve [1999]. Qué sensación”. No lo olvida y tampoco el que, al empezar a trabajar, tuvo que distinguir entre lo que le tocaba hacer de lo que quería hacer. Sus “cosas raras”. “Yo quería hacer programas de ficción y en Radio 3… Como mucho, me dejaban escribir. Al final de la jornada laboral, me iba a una cabina de grabación yo sola y me grababa. Entonces iba y lo enseñaba: ‘Mira, es que he hecho esto’. Curraba, curraba, curraba. Era muy pesada. He conseguido muchas cosas, pero me ha costado siempre muchísimo”. A finales de los noventa y principios de los dos mil, cuando internet no estaba tan extendido ni en las oficinas ni en la rutina personal de todo el mundo, cuando la conversación pública era un monólogo de unos pocos medios a muchísimos espectadores, el valor de una rareza era cercano a cero.
“Estuve dos o tres años en Radio 3. Luego, en Radio Nacional, estuve en un programa que no me gustaba nada con gente que no me gustaba nada: se aprende mucho en sitios que no te gustan nada”, prosigue. “Ahí conocí a Javier Gallego [Carne cruda] y empezamos una campaña para irnos a la Cadena SER”. Entonces, como ahora, la cadena del Grupo Prisa, editor de EL PAÍS, era la más escuchada. Gallego y Montalbán protagonizaron una campaña intensa para llamar la atención de Mariano Revilla, entonces director de producción de la casa. “Hacíamos todo tipo de cosas absurdas. Compramos una oreja en Disfraces Paco y la llevamos al Carrefour a que la envasaran al vacío en la carnicería. Se la mandamos: ‘Te vamos a comer la oreja”. Revilla los convocó para presentarles a Toni Garrido, “el único con el que creo que os podéis llevar bien”, dijo de uno de sus comunicadores más creativos. Montalbán y él llevan hoy 17 años juntos. Tienen dos hijos.
Montalbán desembarcó en la SER, en A vivir que son dos días de Àngels Barceló. La crítica que le esperaba allí a su trabajo era nueva e inevitable: “Esto es muy Radio 3″. De nuevo a las cabinas, a grabarse sola con sus guiones. “Era pico y pala. Ir al despacho de Daniel Anido [director de la cadena]: ‘He grabado el piloto de este programa’. O: ‘He pensado esto y dame un hueco para cuando no hay fútbol. Buscaba colarme entre las rendijas”. Logró su hueco en La ventana de Gemma Nierga. De hecho, en 2006 la cadena le pidió que reemplazara a Nierga durante los meses de verano. “Estaba tan nerviosa que ensayaba en mi casa en la ducha: ‘Son las cuatro, las tres en Canarias’. Dios mío, es dificilísimo, no voy a poder hablar, me voy a morir… Cuando arranqué fue casi sin darme cuenta. Sonaron las señales horarias y dije: ‘Son las cuatro, las tres en Canarias, uf, ya lo he dicho’. Así empecé”.
En 2007, Pablo Motos dejó No somos nadie, su programa de humor matinal en M-80, para centrarse en un experimento televisivo llamado El hormiguero, entonces en Cuatro (en 2011 pasaría a Antena 3). Montalbán heredó aquel matinal y empezó a fijarse en qué gente le hacía gracia a ella para llenar sus secciones. Un día de 2007 fue a una prueba de televisión (para lo que sería Estas no son las noticias, de Cuatro) y allí conoció a un chico espigado de humor inusual y seco. “No había hecho gran cosa pero, puf, ese chico tenía mucha gracia. Lo llamé para hacer una sección en la radio”. David Broncano no duró mucho en No somos nadie, unos meses, pero su carrera ya no fue la misma. Montalbán tampoco duró mucho. La empresa no le renovó el contrato para la temporada de 2009. En 2010, experimentó con la televisión: Vuélveme loca, en Telecinco, donde duró un año hasta que lo dejó. Se quedó en casa. Quieta no, pero en casa. “Me presenté a mil sitios, escribí una serie infantil, un proyecto de sitcom… Hasta que Toni dijo: ‘Vamos a hacer un programa para mileniales [la generación joven entonces] y que lo pague, todo, una marca”.
Era todo un invento, una marca pagando un programa entero, pero sería su gran buque insignia: Vodafone Yu empezó a emitirse en Los 40 en 2012. “La cadena no se metía porque el programa era de Vodafone y confiaban en nosotros. Y Vodafone nos dejaba hacer porque la cosa funcionaba. Ahí es cuando dije: Ostras, soy capaz. Puedo hacer cosas muy indies en el mainstream y hacer cosas mainstream con un toque indie. Boom. Encontré mi equilibrio. Ya nadie me va a decir: ‘Esto es muy Radio 3″.
Con Vodafone Yu, y los programas y formatos que salieron de esa marca, Montalbán ganó autonomía y autoridad. Músculo para pelear por ella y por otros. Se convirtió en una cantera. Ahora sí, los raros a ella. “Yo era una niña suicida de Barakaldo cuando Celia me cogió, como una leona a su cría, me llevó a Vodafone Yu [en 2017] y me tiró unas monedas al entrecejo a cambio de hacer una sección insultando. Mi sueño”, recuerda Esty Quesada.
Montalbán demostró imaginación para ver a gente en sitios donde ni ellos se verían. Carolina Iglesias, por ejemplo: “Me presenté a una prueba como colaboradora de Vodafone Yu en 2016: llamaron para ofrecerme un puesto como guionista, me vendí de la peor forma posible pero me cogió“, bromea y añade: ”Estuve trabajando con ella hasta 2019″. Maya Pixelskaya era artista y estaba exponiendo en Matadero, de hecho, cuando en 2017 se le invitó a colaborar una sección para Vodafone Yu.
Algo por lo que Montalbán también se caracterizó fue por aupar al talento sin decirle lo que tiene que hacer. “Celia es buena descubridora de cómicos porque los respeta. Lo que le gusta es la esencia de la gente. No es normal que alguien en una gran empresa te deje hacer comedia libremente”, dice Sergio Bezos, actualmente maestro del público en La revuelta. “Si intentáramos trabajar en Globomedia o alguna otra productora, no entenderían nuestro humor. Gracias a Celia podemos experimentar mucho”, apostilla Pablo Ibarburu, también colaborador habitual de Broncano.
Cada paso abría nuevos caminos. Pablo Ibarburu estaba “haciendo el guion de un programa muy malo en Antena 3, Los viernes al show, con Arturo Valls”, cuenta. Conoció a Lalo Tenorio. “Y yo solo actuaba en bares entonces, haciendo monólogos”, explica él a su vez. Tenorio entró a una de las variantes de Vodafone Yu, yuTUBERS, y al poco estaba de fijo en el programa junto a Carolina Iglesias. Hoy se le puede ver de actor cómico en proyectos como Un hipster en la España vacía. En yuTUBERS, Montalbán conoció a Iggy Rubín. “Es la persona que más sabe de comedia audiovisual que he visto”, sentencia él. “En cuanto a formatos, programas, posibilidades cómicas... Desde una persona con 20 seguidores en Twitter hasta lo que sea, Celia sabe decir: ‘Esta persona va a ser graciosa”, explica.
La era de los grandes medios pasó. Aquel monólogo que pocos medios lanzaban a muchos receptores se terminó, no con un estallido sino con un sollozo. En el mundo de los móviles, quien se grababa a solas en una cabina no tenía que pasar por ningún jefe. Montalbán montó una productora, Dollhouse, y se adaptó al entorno. “La televisión es cada vez más conservadora, mucho revival, formatos antiguos. Poco riesgo. En digital es todo lo contrario, funciona la espontaneidad, lo conversacional, el poco guion. La gente joven podría ver la tele, pero hablan idiomas completamente diferentes”.
Montalbán ayudó a formar la cantera de voces de Gen Playz: perfiles nuevos, con opiniones políticas formadas por el anhelo más que por la experiencia. “Desde el primer programa, yo ya hacía crítica sociocultural, contemporánea. Toqué violencia policial en EE UU. ¡La polémica de la ley trans!“, rememora Elizabeth Duval. Cada descubrimiento tenía el potencial de una relación a largo plazo: Inés Hernand empezó colaborando con el programa —”yo estaba en una oficina cobrando 937 euros al mes”— y acabó presentándolo. Yunez Chaib fue invitado a Vodafone Yu, entró en Playz una temporada en 2020 (“en plena pandemia, cuando nadie tenía trabajo”) y, dos años después, entró en Cuerpos especiales en Europa FM, otra variante del proyecto Yu.
Mariang Maturana llevó las redes de Playz y fue guionista en Vodafone Yu y Cuerpos especiales antes de crear La pija y la quinqui. Ella puso a su compañero, Carlos Peguer, en el radar de Montalbán; él pasó por Playz y Cuerpos, donde llevaba las redes y hacía parte del guion. “Cuando entré en el mundo audovisual, me sorprendió que cada nombre que yo conocía previamente había trabajado con Celia. Se utiliza mucho lo de ‘el mundo es un pañuelo’. El mundo es el pañuelo de Celia”, observa Mariang.
Esta es una historia de gente rara. También es una historia rara. Es inusual en España la figura que aúpa el talento y no lo explota (sus fichajes se convierten en colaboradores, no en representados). Que una mujer acumule cierto poder en la comunicación. Por tanto tiempo. ¿Cuál es su principal lección? Para Montalbán, una muy simple que incluso ya sabía al principio, quizá la sabía ya en Murcia, cuando empezó todo, solo que no sabía lo cierta que era: “No he conocido a nadie con verdadero talento que no fuese buena persona”.