La Magdalena, el palacio mágico
Nació con la República, pervivió con el franquismo y, ya en democracia, fue faro de sabiduría y de fiesta, el escenario ideal en el que celebrar la libertad recobrada. Entre la hierba y el mar, aupado en su península, el palacio de la Magdalena acogió durante los años ochenta a toda una pléyade de artistas, escritores, músicos, profesores, pensadores, políticos y periodistas dispuestos a discutir, intercambiar y enseñar. Una fauna que captó durante todos esos años con su cámara el fotógrafo Juantxu Rodríguez, hasta su muerte en 1989 cuando cubría la invasión de Panamá por EE UU
Para quienes por allí caminan a menudo, la península de la Magdalena es uno de los lugares más hermosos del universo. Su dinámica belleza transmuta, pero nunca cansa, sino que se multiplica en tonos, colores, alucinaciones y espejismos. Allí tiene su sede la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), faro de tendencias, atril de sabidurías eclécticas, referente de excelencias y jolgorios, que fue creada en la Segunda República por inspiración de la Institución Libre de Enseñanza en el palacio que diseñó Javier González de Riancho para las vacaciones de Alfonso XIII, perduró en su condición excepcional durante el franquismo y explotó en los años ochenta como una olla lúdica a presión de lo que hoy es historia y entonces se cocía inconscientemente como tal.
Por allá andaba entonces Juantxu Rodríguez, recreándose en el placer de experimentar posturas, gestos y miradas entre cómplices y desafiantes con jóvenes que no le temían a nada entre la hierba y los azotes del mar. Tuvo esa fortuna antes de morir de un disparo en 1989, mientras cubría la invasión de Panamá por Estados Unidos, y dejarnos testimonio de que la fotografía es ese elixir de gozo en el que también te juegas la vida con el compromiso. Él nos legó un mosaico de una era añorada e irrepetible por su frescura y por su alegría en la celebración de la libertad recuperada. Lo transmiten toda esta galería de consagrados entonces y emergentes que hoy son leyenda. De Alaska con aquel perro guardián de la bruma o Mecano a las puertas de su condición de fenómeno global, hasta todos esos retratos de pintores que hoy se estudian en las academias y facultades del mundo: Eduardo Úrculo, de espaldas con sombrero y frente a la isla de Mouro. También gigantes como Arroyo, Chillida, Antonio López y Barceló… La camaradería de Cela y José Hierro ante la mirada de Ernest Lluch, la presencia magnética de Fernán Gómez, los rostros de Torrente Ballester y Núria Espert, la personalidad de Susan Sontag y Montserrat Roig, el encanto de Suárez, el revuelo ondulado de Ágatha Ruiz de la Prada y la discreta ilusión de Paloma O’Shea junto al piano. Todos ellos marcaron época allí. Todos iluminaron con su presencia, experiencia, entusiasmo y enseñanzas ese lugar que aún hoy sigue marcando el paso de nuestro tiempo.