Así se ha transformado la estación de tren de Canfranc en un hotel de lujo y nostalgia
Reformada por dentro y por fuera, la mítica estación, cerrada al tráfico desde hace más de medio siglo, abre como hotel con una apuesta que rememora los años dorados de las grandes rutas del ferrocarril
Casi un siglo después de su inauguración y 53 años después de que, tras un accidente en la parte francesa, cerrara al tráfico, la antigua estación internacional de tren de Canfranc podría volver a estar operativa, uniendo España y Francia a través del Pirineo aragonés. La recuperación de esta mítica estación comenzó en 2002, cuando su edificio principal fue declarado bien de interés cultural. A partir de aquí, el Gobierno de Aragón ha ido dando pasos, rehabilitando este edificio histórico, que acaba d...
Casi un siglo después de su inauguración y 53 años después de que, tras un accidente en la parte francesa, cerrara al tráfico, la antigua estación internacional de tren de Canfranc podría volver a estar operativa, uniendo España y Francia a través del Pirineo aragonés. La recuperación de esta mítica estación comenzó en 2002, cuando su edificio principal fue declarado bien de interés cultural. A partir de aquí, el Gobierno de Aragón ha ido dando pasos, rehabilitando este edificio histórico, que acaba de abrir sus puertas reconvertido en un hotel. También se está recuperando todo el entorno y se ha restituido la estación, ubicada ahora en los antiguos hangares de mercancías.
La estación de Canfranc se inauguró en 1928 y en su corta historia le pasó de todo: desde un incendio hasta su clausura por la Guerra Civil y la ocupación nazi de la parte francesa en la II Guerra Mundial, con un oscuro y dramático historial de tráfico, tanto de bienes como de personas.
La conexión de tren por este punto ha sido siempre celebrada por ambos países y reivindicada tras su cierre. Por el momento, el tren conocido popularmente como el Canfranero circula solo por el lado español, y es toda una experiencia que empieza en Zaragoza y termina en Canfranc, con un espectacular tramo final, sobre todo en invierno, cuando el paisaje está nevado.
El edificio principal fue una obra de Fernando Ramírez de Dampierre. Un alargado cuerpo de 241 metros de longitud con un estilo entre industrial y afrancesado que mezcla varias influencias. El estudio aragonés Ingennus fue el responsable de rehabilitar sus fachadas, carpinterías, andenes y marquesina perimetral, dejándolo preparado para su transformación por dentro.
“El mayor desafío al que nos enfrentamos fue la reconversión en un hotel de un edificio industrial único en su género, influenciado por la arquitectura parisiense de la segunda mitad del siglo XIX. Hemos llevado a cabo un minucioso trabajo de investigación para recuperar, mediante referencias tanto en el diseño, tejidos, detalles y experiencias, el legado y el patrimonio de esta icónica estación, a la vez que proyectábamos un hotel que proporcionara una estancia sofisticada a través de un lujo relajado”, explica Juan Manuel Gordillo, director general de construcción y desarrollo del grupo Barceló, gestor del establecimiento.
El Hotel Canfranc Estación es lo que se conoce como un “hotel destino”, alojamientos situados en un lugar especial o que ofrecen una experiencia única. En este caso, ambas cosas: por la historia de la estación y por su entorno natural, pero también, adicionalmente, por su diseño, proyectado por el estudio Ilmiodesign.
Liderado por Andrea Spada y Michele Corbani, Ilmiodesign está detrás de algunos de los hoteles más instagrameables de España. Desde el Tropicana, el Cubanito, el Romeo’s y los Paradiso en Ibiza hasta el Allegro Isora en Tenerife o el Barceló de Málaga. “Ya habíamos hecho otros hoteles para Barceló, pero este era el primero de 5 estrellas gran lujo que nos encargaban”, cuenta Corbani. “Ha sido un reto tremendo, porque tenía que estar abierto en poco más de un año. Pero el sitio y su historia era tan especiales que nos embarcamos”, apunta Spada.
“Cuando fuimos a visitarlo por primera vez tuvimos clarísimo que teníamos que hacer algo en la línea de los años veinte, mezclado con su ubicación de montaña y con el contexto de haber sido una estación. El diseño de los trenes que cruzaban toda Europa en aquella época, como el Orient Express, también nos sirvió de inspiración”, cuenta Michele. Y esto es exactamente lo que han hecho, generando ambientes con reminiscencias de los años veinte y ciertos aires de hotel alpino y de tren de largo recorrido de época. Tejidos, texturas y paletas de color aplicadas con exuberancia en los salones y espacios sociales, pero con respeto por el legado patrimonial de zonas protegidas, como el vestíbulo, al tiempo que inyectan contemporaneidad.
Andrea es de Milán y Michele de Cremona. Diseñador industrial y arquitecto respectivamente, aterrizaron en Salamanca en 1999 con una beca Erasmus y después terminaron trabajando en el estudio de Tomás Alía, hasta que en 2009 montaron Ilmiodesign. El nombre fue toda una declaración de intenciones: “Veníamos de hacer mucho, pero para otros. De hecho, con Tomás ya habíamos hecho hoteles. Con este nombre queríamos transmitir nuestro origen italiano y también que, por fin, proyectábamos y firmamos nosotros”, explica Spada. “Somos un contenedor creativo en el que todos aportan y todo cabe. Nos gusta definirnos como eclécticos”, añade Corbani.
Si por algo son conocidos Ilmiodesign es por su estilo ecléctico, que encaja muy bien con las diferentes influencias arquitectónicas que originalmente tenía la estación de Canfranc. “Hay quien cree que el eclecticismo es solo mezclar cosas que contrastan. En ese sentido, en nuestros diseños siempre hay algo que contrasta con algo. Pero para nosotros, dentro de ese contraste ha de haber armonía”, explica Corbani. Este rasgo suyo se aprecia muy bien tanto en la mezcla de texturas de los materiales con los que eligen trabajar en un proyecto como en las paletas de color. “Nos hemos atrevido con combinaciones que a priori hubiera podido parecer que iban a quedar fatal. Y, sin embargo, han terminado siendo muy interesantes, como la del hotel Paradiso”, apunta Corbani. Y no solo fue interesante: marcó una tendencia que todavía dura.