Aitana se hace mayor: “Por desgracia mi vida privada es algo que llama demasiado la atención”
En cinco años ha pasado de completa desconocida a ser una de las más grandes estrellas del pop español. En diez, quizá se tome un respiro. Ahora, lo que le pide el cuerpo es bailar, salir y pasarlo bien
Aitana Ocaña es extremadamente famosa. Se podría decir que es una de las personas más famosas de España, aunque ella no esté del todo de acuerdo. “Muchas gracias, pero creo que depende de a quién le preguntes”, dice mientras picotea unas albóndigas del catering después de que la peinen y maquillen para la sesión de fotos.
En realidad eso es exactamente lo que hemos hecho, preguntar alrededor. Y no parece haber nadie que no sepa quién es Aitana. De qué la conocen ya es otra cosa. Puede ser “la cantante...
Aitana Ocaña es extremadamente famosa. Se podría decir que es una de las personas más famosas de España, aunque ella no esté del todo de acuerdo. “Muchas gracias, pero creo que depende de a quién le preguntes”, dice mientras picotea unas albóndigas del catering después de que la peinen y maquillen para la sesión de fotos.
En realidad eso es exactamente lo que hemos hecho, preguntar alrededor. Y no parece haber nadie que no sepa quién es Aitana. De qué la conocen ya es otra cosa. Puede ser “la cantante”, “la de OT”, “la de La Voz Kids” o incluso “la novia de Yatra”. Pero la conclusión inequívoca es que Aitana es actualmente la novia de España. Y también la hija, la hermana mayor y hasta la amiga hetero que te acompaña de fiesta a Chueca.
Su fama es intergeneracional. Los veinteañeros la conocen por Operación Triunfo. Los mayores de 40 con hijos se saben muchas de sus canciones porque, me cuentan, sus vástagos preadolescentes la adoran. Sus favoritas, dicen, son: Mariposas, 78 millones de escuchas en Spotify; Formentera, 137 millones, y, sobre todo, Mon Amour (Remix), 552 millones. Sí, es correcto: 552 millones. Mi madre, de 74 años, fiel lectora de revistas del corazón, me informó de su vida sentimental. “Estuvo con Miguel Bernardeau y ahora sale con Sebastián Yatra. A ver, ellos son muy discretos y no lo han confirmado oficialmente, pero todo el mundo lo sabe”. La misma mañana de la entrevista una amiga tiene entre sus planes ir en Madrid a una fiesta de drag queens de temática Aitana. “Es muy querida en la comunidad LGTBQ+”, asegura. “¿En serio? ¿Temática Aitana? No me lo puedo creer. ¿Dónde es? ¿Cuándo? ¡Yo quiero ir! ¡Tengo que ir!”, dice la misma Aitana con una alegría incontenible cuando se entera en la habitación de un chalet de un pueblo cercano a Madrid que usa de camerino.
Al final no fue a la fiesta de drag queens. Estuvo en otro club con sus amigas. Se sabe porque subió fotos a Instagram. De sus 3,6 millones de seguidores, 305.000 le dieron like. Si ella no publica en IG, basta con teclear “Aitana” en Google para enterarse de todos los detalles de su vida. Si eso se hacía la mañana de la entrevista, los 15 primeros resultados hablaban de la noticia del día: se ha cortado el pelo. Una revista añadía que Sebastián Yatra “ha reaccionado al instante”. “Por desgracia mi vida privada es algo que llama demasiado la atención a todo el mundo”, dice ella. “Me lo pregunto un montón: ¿qué habré hecho yo? Porque nunca he sido una persona de exponer mucho mi vida privada. Hay gente que es muy muy muy conocida, muchísimo más que yo —lo mío es en el ámbito nacional y fuera poco a poco—, de la que, de verdad, no siento que haya tanto interés por su vida personal. Que lo entiendo, pero no sé. No sé qué hay ahí, por qué la gente quiere saber qué pasa con mi vida”. Da la impresión de que con ese nivel de escrutinio no debe ser fácil hacer una vida normal. “No creas. A mí me gusta hacer vida completamente normal. De hecho, demasiado normal. Me encanta ir cada dos días al supermercado a comprar, caminar por Fuencarral y pasear por la calle tranquilamente. Hay días en los que no pasa nada y otros en los que se puede liar un poco más. Depende del momento. Lo más bonito es cuando me encuentro a gente por la calle, porque te hablan en persona. Tampoco son muy intrusivos, simplemente te paran y te dicen: ‘No te quiero molestar, pero que sepas que a mí y a mi novio nos encantas’, o cosas así”.
No hay que engañarse. Por muy bien que intente camuflarlo con ese carácter optimista que exhibe, la presión le ha pasado factura. Por ejemplo, tuvo que mudarse del centro de Madrid a las afueras. “Antes vivía por el centro, pero fue complicada esa etapa porque la gente se acaba enterando de dónde es. Tenía bastante gente a la puerta de mi casa y era peligroso. No por nada, venía gente muy amable. Pero es por la noche…, en tu casa…, y dices: Uy, no sé hasta qué punto es razonable. Creo que esta etapa de mi vida me pide vivir en el centro. Tengo 23 años y es lo que me apetece. ¿No? Pero tengo que ser también un poco coherente con lo que me está pasando. Y tengo que velar de alguna forma por mi seguridad”.
Todo lo anterior podría hacer olvidar que, basándonos solamente en números, Aitana es comercialmente enorme. Hay un dato muy llamativo. En cinco años se ha convertido en la solista española que más números uno ha acumulado en la lista de Los40, la emisora que desde que hay memoria ha marcado el gusto del público español. Está en el sexto puesto global de la historia de Los40, con solo uno por detrás de David Bisbal. Además, su última gira vendió 250.000 entradas, más del doble que la anterior. Ha protagonizado una serie en Disney +, La última, y ha rodado una película para Netflix que se estrenará en 2025. Y sus canciones suman más de 1.000 millones de escuchas en Spotify. En esa liga juega, damas y caballeros.
“Tengo 23 años” es el mantra que repite constantemente, como si se hubiera dado cuenta de golpe de que es joven y toca divertirse. Ha trabajado mucho para estar aquí. Hace menos de seis años Aitana era simplemente una chica de 17 que iba a empezar a estudiar diseño, la hija de un contable. Vivía en Sant Climent de Llobregat, un pueblo de 4.000 habitantes del área metropolitana de Barcelona. De repente, Operación Triunfo se cruzó en su vida. “Yo creo que siempre he tenido dentro lo de cantar. Tengo un vídeo como con seis años y sin un diente cantándole a mi padre una canción en inglés inventado. Pero tampoco nadie me prestaba mucha atención. Ni yo misma lo hacía. Era por diversión y ya. Empecé como con 12 años a cantar en fiestas familiares. Pero nunca me planté y dije: quiero ser cantante. Nunca, porque no lo veía posible. Era algo irreal. Con 17, cuando empezaron a salir los anuncios de OT, no sé, pasó algo. Era como que los veía todo el rato. Yo no soy muy de creer en las energías, en que todo pasa por algo. Pero ¿por qué me salía todo el tiempo el anuncio cada vez que pasaba por el comedor? A mí, que no veía la tele. Cosas así, no sé. Y ahí fue cuando le dije a mi padre: oye, a lo mejor molaría que me apuntara a eso. Mi padre flipó porque yo nunca me quería apuntar a nada. Y me contestó: ‘¿En serio? Si tú quieres, feliz, porque creemos que tienes el potencial’. Creo que lo decidí ahí. Nunca me lo había propuesto. Nunca había dicho: voy a ser cantante y voy a ser la mejor”.
En 2017 la vuelta de Operación Triunfo fue un enorme éxito para TVE. Casi al mismo nivel que la primera de 2001, la de Bustamante, Bisbal y Rosa. Y una de las claves del éxito fue cambiar el perfil de los concursantes. En la primera etapa se buscaban intérpretes, cáscaras lo más vacías y obedientes posibles para rellenarlas en la academia. Cuando salieron se les impuso su futuro. Carreras que parecían calcadas de los cantantes de música ligera de los años setenta. Pero en 2017 había un retrato generacional: eran jóvenes contestones, con conciencia social, sin complejos, fluidos en idiomas y con un discurso moderno sobre género y sexualidad. En ese ambiente, Aitana parecía tener dos grandes armas: aprender rápido y caer bien. Nunca subestimen el poder de la simpatía: no había cantado en serio, nunca había actuado en público ni compuesto nada, pero en pocos meses era la que más seguidores ganó en redes sociales. Y llegó a la final. Con Amaia. Tenían la misma edad, pero parecían las dos caras de la misma moneda. Amaia era la artista, la de gustos underground. Aitana era la comercial, la del gran público. “Es que yo soy una persona a la que le gusta de todo. O sea, disfruto todo. Vengo de una familia como muy de verbena. En plan de escuchar todo, absolutamente todo. Si me ponen las típicas canciones tipo…, yo qué sé…, Paquito el chocolatero, me lo paso superbién, pero si me ponen electrónica así sin vocals como de ahora también me lo paso superbién. O reguetón. O flamenco. Mi padre toda la vida ha escuchado a Los Chichos y a Los Chunguitos y me encantan. Yo creo que soy muy fácil”.
Ganó Amaia, pero tras el programa Aitana superó todas las expectativas. Primero arrasó con Lo malo, su canción a medias con otra concursante, Ana Guerra. Firmó con la multinacional Universal y en julio de 2018 llega su primera canción, Teléfono. Volvió a arrasar. EL PAÍS lo contaba al día siguiente así: “El videoclip Teléfono, de Aitana, supera el millón de visitas en unas horas”. Después añadía: “La joven cantante de OT es objeto de críticas en las redes por considerar el tema demasiado comercial”. Desde entonces ha publicado dos discos de estudio: Spoiler (2019) y 11 razones (2020). Un directo, Play tour (2020); una banda sonora, La última (2022), y una veintena de sencillos, muchos de ellos con invitados. Todo lo que toca se convierte en oro. Pero para muchos es un producto prefabricado. Hace unas semanas, en la última disputa verbal entre traperos por ver quién es más real, Yung Beef, encarnación del trap callejero en España, decía a BB Trickz, una adolescente recién llegada: “No eres calle, no eres gitana. Yo soy puro beef; tú, menú de Aitana”. En septiembre de 2021, Aitana participó en una campaña de McDonald’s con un menú que llevaba su nombre. Días después del lanzamiento, confesó que jamás podría comerlo: es celiaca.
Ella defiende que desde el principio trazó su rumbo. “Siempre he tenido las cosas muy claras, desde el principio. Los tiempos han cambiado un montón. No sé cómo era OT antes, no tengo ni idea, pero ahora no vale que seas el mejor cantante, ahora vale que tengas algo”. ¿Personalidad? “No solamente personalidad, que seas creativo. Ahora hace falta que la canción sea diferente. Hay muchísimas canciones de un montón de artistas. ¿Qué es lo que tú aportas como cantante o como artista? Que sea diferente”. ¿Cómo consigue eso alguien que nunca ha compuesto? “A componer también se aprende. Yo no escribía casi canciones antes de los 18 años. Recuerdo haber escrito dos. En inglés, encima. Y a mí lo que me hicieron, y estoy muy agradecida a mi compañía, fue llevarme un mes a Los Ángeles cuando salí de OT, a componer con distintos productores. Y para mí eso fue una rayada, porque yo decía: es que yo no sé si sé componer. Fue en plan: con cada productor te sientas y estás ahí todo un día y a ver qué te sale. Y de ahí salieron tres canciones. No más. Y estuve ahí 30 días porque estaba empezando. No todas las canciones que hacía valían. De hecho, la mayoría no valían. Pero lo agradecí mucho. No fue: ‘Queremos una canción ya y queremos que la saques ya’. Fue: ‘A ver que sale de ti y luego vemos cómo sacarla”.
Mucho han cambiado las cosas desde entonces. Aitana está ahora en capilla, esperando la salida de su tercer álbum, Alpha, que llegará en otoño. Tenía otro preparado, canciones pop de las que ella hacía hasta ahora. Pero en enero se fue a Los Ángeles a grabar este. Un disco que anuncian como electrónico. “Es más de club, pero no de club de reguetón, porque me encanta el reguetón, pero hay mucha gente muy buena que ya lo hace. ¿Qué voy a aportar yo ahí? No tengo ese arte del reguetón. Me apetecía hacer canciones de club”.
Es, asegura, un disco conceptual. “Una apuesta por la diversión, por pasarlo bien de fiesta y estar tranquilamente por ahí con tus amigos. Es conceptual con respecto a eso”. Su compañía prepara un lanzamiento muy ambicioso. Es uno de sus objetivos de los próximos meses y se nota por cómo lo explican. Habrá gira, y una serie de fiestas por todo el mundo, las llaman Alpha House, en las que actuarán DJ y en las que no necesariamente estará Aitana. El disco está cerrado con siete llaves, pero por lo que se ve hay dos vertientes: una más oscura, aunque tampoco mucho, representada por Los Ángeles, el primer tema y otro que es puro eurodance, la vertiente más comercial de la electrónica de los noventa, de la que hemos escuchado Las Babys, casi una versión del famosísimo Saturday Night de 1993. “El 20 de diciembre de 2022 di mi último concierto de la gira de 11 razones en el WiZink y luego hice una fiesta y vinieron varios amigos. Pusieron Saturday Night y un amigo, que no es de España, cuando nos pusimos en posición para el baile no sabía qué hacer”. ¿De dónde era ese amigo? Sonríe antes de contestar: “Bueno, era Sebastián. Entonces él, cuando todo el mundo empezó a bailar Saturday Night se quedó un poco flipando. Y yo ahí dije: quiero hacer una canción con esto”.
Parece tan deseosa de empezar con todo el proceso como preocupada por lo que se le viene encima. “A partir de otoño va a ser una locura”, admite. Lo afronta con ayuda de terapia. “Intento ir mínimo una vez al mes. Te pones al día de lo que te está pasando, intentas gestionar las cosas alrededor”. Es la forma en la que también ha tratado su miedo a volar. “Tuve una mala experiencia. A mí me han saltado las mascarillas de oxígeno con 12 años, en un viaje volviendo de Egipto. Pero no me apetece quedarme en mi casa por mis miedos, ¿sabes? Cuando hablo de disfrutar, me refiero a viajar, salir, conocer cosas, mundo, personas”. ¿Cómo se ve en 10 años? “Me gusta mucho lo que ha hecho Rihanna, por ejemplo. Sacó un disco cada año ocho o nueve seguidos y lo megapetó. Y luego se ha pillado cinco o seis años sin sacar música. En plan más empresarial. Yo no me veo ahora sin hacer música, no es algo que piense, no me lo imagino. Pero creo que es guay también que, si me apetece, pueda parar un poco, creo que hay que saber parar. Me gustaría tener esa capacidad en un futuro. Ahora no lo necesito, pero si en un futuro me apetece hacer otra cosa, no tener miedo a hacerlo. Y luego si quiero volver, volver y ver qué pasa. No sé, creo que también es importante”.