Muchos hombres, una sola mujer
En el libro ‘Una sola mujer’, la documentalista estadounidense Immy Humes reúne una serie de imágenes cuyo denominador común es la presencia de una mujer —célebre como Emmeline Pankhurst o Marie Curie o anónima pero igual de heroica— rodeada de muchos hombres. La colección pasa por la II Guerra Mundial o el Congreso Solvay y, desafortunadamente, alcanza nuestros días.
La imagen fue tomada en Bruselas en 1911, en uno de los salones del Metropole, un bonito hotel que abrió sus puertas en 1895. Marie Curie es la única mujer que vemos entre 23 varones, todos ellos trajeados, atentos al fotógrafo que inmortaliza el primer Congreso Solvay, una reunión que definió gran parte de la física y de la química del siglo XX. Albert Einstein es el más joven de todos ellos (su pelo es todavía una melena dócil; es el segundo por la derecha en la fotografía de abajo). En el centro...
La imagen fue tomada en Bruselas en 1911, en uno de los salones del Metropole, un bonito hotel que abrió sus puertas en 1895. Marie Curie es la única mujer que vemos entre 23 varones, todos ellos trajeados, atentos al fotógrafo que inmortaliza el primer Congreso Solvay, una reunión que definió gran parte de la física y de la química del siglo XX. Albert Einstein es el más joven de todos ellos (su pelo es todavía una melena dócil; es el segundo por la derecha en la fotografía de abajo). En el centro de la imagen, dos personas ignoran al fotógrafo o quizá posan ejemplarmente para él —¿o quizá ella?—. Ambos miran absortos un documento que reposa sobre la larga mesa. Henri Poincaré, matemático y filósofo de las ciencias, parece estar explicando algo de sumo interés a Marie Curie, entregada a la explicación con la cabeza apoyada en la mano. ¿Es este, quizá, un gesto que oculta la incomodidad del momento? ¿Se trata de esa extraña humildad que aflora cuando sientes que estás donde no te corresponde? Probablemente no. Marie Curie acababa de recibir su segundo Premio Nobel, convirtiéndose en la primera persona en recibir dos Nobel en distintas especialidades: Física (1903) y Química (1911).
Marie Curie es la imagen de “la única mujer” por excelencia. Hasta 58 años después de esta instantánea, en 1969, no hubo dos mujeres entre tantos varones en un Congreso Solvay. La documentalista Immy Humes ha publicado el libro Una sola mujer (Phaidon), en el que reúne 100 imágenes en las que una sola mujer posa entre hombres, la de Marie Curie entre ellas. Resulta extraño comprobar que cada imagen produce un sentimiento distinto. Unas causan admiración, orgullo o incluso euforia, como la de Anna Searcy, única estudiante de Medicina de la Facultad de Columbia, en Misuri, en 1897. La admiración llega al leer que Searcy era huérfana y que sus estudios los costeó una fundación benéfica. Entiendes, cómo no, que más tarde hiciera generosas donaciones a fondos con fines educativos para que otros niños sin suerte lograsen al igual que ella prosperar profesionalmente.
Otras fotos causan estupefacción, piedad o desolación, como la detención en Londres en 1914 de la sufragista Emmeline Pankhurst. O esa mujer negra que posa con dignidad entre 10 hombres con espadas en la cintura en un campamento de la Unión en Harrison’s Landing, Virginia, en 1862. Eran los primeros años de la guerra de Secesión. ¿Acababa de emanciparse de la esclavitud? ¿Era tratada con respeto esta “cocinera”, como nos informa una nota al pie? “No lo podemos saber”, afirma Humes. “Nunca sabremos si era violada cada noche o si pudo llevar una existencia digna, pero sí vemos su vulnerabilidad y su coraje”.
Lo primero que le vino a la cabeza a Humes cuando guardó la primera imagen en la que se fijó fue: “¡¡¡A por ellos!!!”. La foto era de 1960 y en ella la realizadora de cine de vanguardia Shirley Clarke celebraba el estreno de su primer largometraje con una copa en la mano entre los 22 hombres de su equipo de rodaje. Más tarde, dándose cuenta de lo que debió significar para ella ese momento, Humes cambió su mensaje mental por un “cuídate”. “Al principio no sabía por qué me puse a coleccionar esas imágenes, era simplemente una mala costumbre que me hacía perder muchas horas”, confiesa por teléfono. “Una excusa para procrastinar diariamente. Miraba todo tipo de archivos, de Estados, institutos, bibliotecas… Algunas son famosas. Otras resultan muy turbias. Podemos jugar a imaginar qué sentía cada una de las retratadas en cada instantánea. Todas ellas son evidencias forenses del patriarcado. Testigos de un tiempo que sigue vivo”.
Las fotografías de este reportaje pertenecen al libro Una sola mujer, de Immy Humes, publicado por la editorial Phaidon Press.