Del muro de Berlín a Olivia Newton-John: el fascinante mundo del artista Ignasi Blanch
En 1990 fue seleccionado para pintar uno de los trozos del muro de Berlín que conformarían la East Side Gallery. Desde entonces, este artista catalán ha desarrollado una carrera en la que se cruzan la danza, el amor, la literatura y Olivia Newton-John.
Cuando el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro, Ignasi Blanch (Roquetes, 58 años) llevaba un año viviendo en Berlín y salió corriendo de casa para fotografiar la ciudad. Diez meses después, en septiembre de 1990, tras un concurso público, fue elegido para representar a España con el proyecto de una pintura en esa porción de muro que no se había derruido en el barrio de Friedrichshain y que conforma hoy la East Side Gallery, la galería al aire libre más grande del mundo. La obra se llamó Parlo d’amor ...
Cuando el 9 de noviembre de 1989 cayó el muro, Ignasi Blanch (Roquetes, 58 años) llevaba un año viviendo en Berlín y salió corriendo de casa para fotografiar la ciudad. Diez meses después, en septiembre de 1990, tras un concurso público, fue elegido para representar a España con el proyecto de una pintura en esa porción de muro que no se había derruido en el barrio de Friedrichshain y que conforma hoy la East Side Gallery, la galería al aire libre más grande del mundo. La obra se llamó Parlo d’amor (hablo de amor) y sigue en pie 32 años después. En ella se ven tres rostros masculinos que buscan su sitio en el mundo como lo buscaba Blanch a sus 26 años. “Tenía tantas ganas como incertidumbre en mi futuro”, cuenta Blanch en su casa del barrio de Gràcia de Barcelona. “Y este proyecto parecía uno más de los muchos efímeros que había en el Berlín de finales de los ochenta. La ciudad prometía un cierto grado de libertad, formabas parte de un circuito de arte alternativo verdadero, podías exponer en el quinto piso de una fábrica del Berlín Este y aparecer en la revista City y que la gente fuera y pagara por ver tu trabajo”. Blanch amplió formación en un centro de grabado, la Künstlerhaus Bethanien de Kreuzberg, después de haber estudiado Bellas Artes en Barcelona y cuando ya intuía que el dibujo era el itinerario a seguir. “Mi lenguaje, mi mirada respecto al mundo, tiene que ver con una percepción de la línea, de una síntesis, de la concreción inmediata que representa el dibujo”.
Queda claro que el dibujo es el medio de expresión habitual de Blanch, pues mientras habla, sobre unos folios va trazando rostros infantiles a los que no quita ojo, como si mirara al niño que fue y que a los cinco años ganó su primer concurso de dibujo y apareció en TVE junto a María Luisa Seco. “En Roquetes, un pueblo del sur de Tarragona, en 1969, que María Luisa Seco nombrara a Ignasi Blanch ganador de un premio… Te puedes imaginar lo que fue. En todos mis recuerdos de niño aparezco con lápices, acuarelas, pintando en las paredes o en las libretas de mis hermanos”.
Cuando aquel crío llegó a la adolescencia, estudió danza, algo a lo que más tarde sacaría partido y que explica una de sus referencias mejor asimiladas: el impulso de las coreografías de Pina Bausch, la mujer que acercó la danza contemporánea a la calle. “En 1985 vino al Mercat de les Flors de Barcelona con 1980. Como no tenía dinero para pagar la entrada y los ensayos de la obra eran abiertos al público, asistí. Dos horas antes de la función todo el mundo debía abandonar la grada, pero yo me interné en el lateral del escenario y empecé a hacer ejercicios de barra fingiendo que calentaba como uno más de la compañía. Pina caminaba sin dejar de fumar, vestida de negro. De vez en cuando me miraba, debía pensar que era algún bailarín del teatro. Al final logré esconderme y, sentado en una silla, agazapado, pude ver un espectáculo que me dejó la sensación de no haber visto nada igual y que marcó para siempre mi modo de entender el movimiento, los personajes, los sentimientos y la relación con el espacio”.
“Yo estoy vinculado emocionalmente al lugar donde nací. Vivía delante de la iglesia y siempre me fijaba en las bodas, los entierros, las procesiones”, apunta mientras señala su reciente mural para el Museo de Tortosa, titulado La processó de la Cinta. “Todo lo que tiene que ver con acontecimientos y expresiones sociales vinculadas por un sentimiento, ya sea religioso o no, me encanta, y últimamente aparecen mucho en mis dibujos. Esto explica que otro referente para mí sea Fellini. Me interesa la gente que busca de manera continuada algo”.
Tal vez porque en su casa se impartían clases de piano y de repaso, Ignasi Blanch ha seguido la tradición docente. Hace más de 20 años que coordina el área de ilustración en la Escola de la Dona (escuela de mujer) de Barcelona. Desde ahí animó a alumnos a formar parte del proyecto Humanizar Hospitales, con el que se propuso iluminar áreas pediátricas con dibujos en paredes, pasillos, habitaciones y consultas médicas (programa que se ha extendido a Croacia y Colombia). Al hilo del concepto arte aplicado a la salud, Blanch acaba de hacer las ilustraciones para el proyecto internacional Ping Pong Parkinson, creado por el músico croata y residente en EE UU Nenad Bach en beneficio de las personas diagnosticadas de Parkinson en el mundo.
Esa inclinación solidaria fue precisamente la que hizo que Olivia Newton-John apareciera para quedarse en la vida de Ignasi Blanch. “Olivia ya estaba antes, porque desde que vi Grease la tenía en pósteres en la habitación. Lo que no podía esperar era que la chica del cartel apareciera en Berlín en el 20º aniversario de la East Side Gallery y nos presentaran. Ese día, casualmente, yo llevaba un ejemplar de Alicia en el país de las maravillas, libro que había realizado junto a Àngel Burgas, y se lo regalé. Meses después recibí un sobre rosa con un apellido desconocido que contenía una tarjeta rosa y manuscrita en la que Olivia expresaba la admiración por mis dibujos y en la que decía en inglés “tienes mucho talento”. A partir de ese día se fueron encontrando en distintas partes del mundo. En las conversaciones siempre estaba pendiente una colaboración a cuatro manos, idea que se acabó cristalizando en Birmingham, tras un concierto de Olivia, cuando Blanch le presentó la maqueta de Liv On, libro-disco basado en uno de los álbumes de Newton-John, y que se publicó en 2017. “Por supuesto, como todo lo que hace Olivia, fue un proyecto con fines solidarios, para luchar contra el cáncer desde el hospital que tiene en Melbourne, el John Cancer Wellness & Research Centre. Ahora me ha pedido dibujos para un vídeo dedicado a personas sordas, y en ello estamos”.
La de Blanch es una firma habitual en cuentos ilustrados infantiles. En los últimos años, la editorial Nórdica ha confiado en él también para ilustrar clásicos contemporáneos de literatura, como El gran Gatsby. “Son otro tipo de vestuarios, personajes, psicologías, espacios… Son novelas en las que aparecen sexo, envidia, celos, crimen… Entendí que Diego Moreno, editor de Nórdica, me lo propuso para que me reencontrara con algo que está en mis dibujos pero no en la superficie: la libido, la oscuridad, el hedonismo”. La última, y muy celebrada, ha sido Cartas a un joven poeta, mítico elogio del compromiso con el arte de Rilke.
El día de 1990 en que Blanch fue a pintar Parlo d’amor en Friedrichshain iba acompañado por otro joven, Àngel Burgas, que hoy sigue a su lado. “Parlo d’amor surgió en un momento en el que en Berlín se permitía amar sin preguntas a quien quisieras de un modo abierto. Si aparecen tres rostros masculinos y se lee ‘hablo de amor’, no hace falta explicar más. Para el 60º aniversario del levantamiento del muro he hecho una nueva versión con esa frase en varios idiomas como denuncia a los países que todavía hoy castigan la homosexualidad, y por eso expongo que ese mural hablaba de que cada uno ame a quien quiera, cuando quiera y como quiera”.
Pues sí, como dijo Olivia, “tienes mucho talento”.