¿Barro o titanio?
Lo que más llama la atención del ser humano es que sabe quién es, pero ignora de qué está hecho
Estos tirabuzones, que le saldrían espontáneamente a un crío de tres años armado de unas ceras de colores y un papel, son estructuras de proteínas. Tal vez de niños conocemos secretos biológicos que luego enterramos bajo el cúmulo de conocimientos convencionales de la escuela. A Picasso (lo decía él) le llevó toda la vida recuperar la genialidad pictórica de su infancia. El caso es que el asunto de las proteínas y sus formas venía constituyendo un empeño de la comunidad científica, ya que su conocimiento podría aproximarnos a la curación de enfermedades como el cáncer o el alzhéimer. Ahora bie...
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Estos tirabuzones, que le saldrían espontáneamente a un crío de tres años armado de unas ceras de colores y un papel, son estructuras de proteínas. Tal vez de niños conocemos secretos biológicos que luego enterramos bajo el cúmulo de conocimientos convencionales de la escuela. A Picasso (lo decía él) le llevó toda la vida recuperar la genialidad pictórica de su infancia. El caso es que el asunto de las proteínas y sus formas venía constituyendo un empeño de la comunidad científica, ya que su conocimiento podría aproximarnos a la curación de enfermedades como el cáncer o el alzhéimer. Ahora bien, es tal la cantidad de formas que pueden adquirir estas moléculas básicas de la existencia que su catalogación resultaba poco menos que imposible. Lo ha logrado, por suerte, una empresa de inteligencia artificial.
Enhorabuena.
Lo que más llama la atención del ser humano es que sabe quién es, pero ignora de qué está hecho. Si el motor de un coche fuera autoconsciente, conocería, creo yo, todas sus piezas y podría localizarlas. A nosotros nos llevó siglos descubrir la circulación de la sangre. Somos una inteligencia introducida en un organismo que parece ajeno a ella. Vivimos en el interior de un cuerpo que nos extraña porque, además de no ser exactamente nuestro, se muere. Y nosotros nos morimos con él porque lo necesitamos como una prótesis sin la que no somos capaces de ir a ningún sitio. Es todo muy raro. A ver si gracias a este descubrimiento, repleto de manchas y tirabuzones, regresamos a la niñez de Picasso y averiguamos de una vez si estamos hechos de barro o de titanio.